Por: Alejandro Mantilla Q.
En una reciente columna[1], el director del Departamento Nacional de Planeación, Jorge Iván González, retomó el debate sobre la tensión entre las políticas universales y las reivindicaciones identitarias de colectivos sociales específicos. Para González, los ideales de la modernidad se reflejan en categorías universales, aplicables a todos los individuos. Una de esas categorías es la racionalidad, otra es la proclamación de Kant de la ley moral básica: “Obra de tal modo que la máxima de tu voluntad siempre pueda valer al mismo tiempo como principio de una legislación universal”[2]. La noción de ‘ciudadanía’ también hace parte de esas categorías, pues “abarca a todos los otros seres humanos” permitiendo la inclusión universal. En contraste, para González la proliferación de identidades mina las nociones básicas de justicia, debilita la política pública y fragmenta el presupuesto estatal; aunque es consciente del desprecio sufrido por las comunidades afro, indígenas y campesinas, y de la discriminación de las mujeres y las orientaciones sexuales diversas, plantea que la dispersión de identidades puede obstaculizar la construcción de propósitos colectivos.