Tras el comienzo de la ofensiva terrestre de Israel en Gaza, de las posiciones de varios países alrededor del mundo y del discurso del comandante de Hezbollah, este es el panorama de la guerra que se agudizará en el Medio Oriente.
Por: Víctor de Currea-Lugo
1. El triunfo militar de Israel en Gaza y la expulsión de cientos de miles de palestinos al desierto del Sinaí, pero para eso se requiere el concurso de Egipto. La idea es repetir un éxodo de palestinos a los países vecinos, como en 1948 y 1967, para quedarse con su tierra. Es ahondar la apropiación de territorio por medio de la fuerza que ha hecho Israel por décadas.
2. La entrada militar de Hezbollah de lleno en la guerra, la cual no sería tan inmediata, tal como se desprende del discurso de su líder y que dependería, fundamentalmente, de la dinámica militar en Gaza. Recuerden que Hezbollah es una organización político-militar libanesa, propalestina, que prácticamente derrotó a Israel en la guerra de 2006. En todo caso, las acciones entre Israel y Hezbollah siguen dándose en la frontera, porque como dijo su líder “estamos involucrados desde el 8 de octubre”.
3. Una tercera intifada, con un levantamiento en Cisjordania y Jerusalén Oriental, pero ya allí se ha producido en estos días limpieza étnica, detenciones y asesinatos. Esto ha pasado a segundo plano frente a las noticias de Gaza. No se puede seguir hablando de Gaza, sino que se debe hablar de Palestina como un todo.
4. Una presión tal de la comunidad internacional que frene el genocidio, pero eso supondría un desafío mundial a Estados Unidos o, por lo menos, que la ONU funcione, lo que es una ilusión. Sabemos que el doble rasero de Europa y de Estados Unidos frente a dos guerras comparables en algunos aspectos, como es la de Ucrania y la de Palestina.
5. Un fin de las operaciones de Israel luego del castigo colectivo propiciado hasta ahora, pero lo dejaría muy desprestigiado en lo político y sin logros sustantivos en lo militar. Sería algo así como el escenario posterior a los ataques a Gaza en 2008, 2012, 2014 y 2021. Eso volvería a la situación de antes del 7 de octubre de 2023, pero no resolvería ni la ocupación israelí ni la buscada derrota de Hamás.
Algunas de estas posibilidades dependen de una variable que no ha sido suficientemente estudiada y que la prensa pro-occidental no refleja de manera adecuada: la capacidad militar de los 15 grupos palestinos de resistencia que están haciendo frente a Israel, siendo Hamás el grupo más numeroso, pero no el único.
Lo cierto es que la operación terrestre de Israel para tomar Gaza empezó hace ya varios días, pero el avance y la efectividad de sus acciones es discutible. Por un lado, informes de los grupos de resistencia dan cuenta de bajas y golpes militares muy duros a las tropas sionistas. Ni la fuerza de Israel por tierra es como la pintan, ni la resistencia tan débil como lo suponen muchos.
Por otro lado, los intentos de Israel de cortar el territorio de Gaza en dos, como hizo en incursiones anteriores, no le han funcionado, debido a la resistencia militar desde Gaza. Netanyahu sabe muy bien el número de bajas, más la lentitud de las operaciones israelíes. Sin duda, los grupos involucrados en la ofensiva del 7 de octubre calcularon una respuesta israelí brutal y despiadada, y parece que tienen recursos para resistir más allá de lo que pueda resistir la propia opinión pública israelí.
El desgaste y la demora en el avance militar sionista le pasa factura a Israel. Por eso busca romper la resistencia con el ataque deliberado (no indiscriminado) a sitios llenos de civiles, desde hospitales hasta sedes de la ONU. El bombardeo a un campo de refugiados, el de Jabalia, a una columna de ambulancias y a varios hospitales, muestra el nivel de crueldad del Ejército sionista.
Los avances en zonas despobladas o fronterizas no son militarmente significativos, mientras que el estancamiento de los sionistas en varios barrios de la periferia de Gaza capital o, hasta su retroceso, demuestra que el Ejército de Israel sigue teniendo los mismos problemas que tenía cuando perdió la guerra ante Hezbollah en 2006. A esto se suma la red de túneles que permite a los grupos de resistencia enfrentar al ocupante.
Pero los palestinos están militarmente aislados, no pueden contar con un flujo del exterior de ayudas y además sus recursos, por más preparados que estén, son limitados. También el genocidio en curso genera un desgaste en la resistencia.
En el plano político internacional cuentan mucho las declaraciones de algunos países, pero eso no sería suficiente, aunque son muy valiosas las posturas de países latinoamericanos como Bolivia, Chile, Colombia y Honduras.
Las marchas mundiales son útiles simbólicamente, pero recordemos el triste antecedente de la gran movilización mundial contra la invasión de Estados Unidos a Irak, en 2003, que no fue suspendida a pesar de la protesta mundial.
Lo novedoso de estas marchas, la gran cantidad de judíos antisionistas que han salido a decir “no en mi nombre”. Lo positivo, que una parte de la sociedad (sólo una parte) ha salido a pedir la dimisión del Gobierno israelí. Lo negativo, la cantidad de no judíos sionistas que defienden a Israel, como el caso de muchas iglesias evangélicas.
Turquía puede hacer todos los anuncios que quiera, pero le bastaría “cerrar la llave” del petróleo que abastece a Israel para producir un impacto real. Lo mismo pasa con las declaraciones de Jordania y Bahréin; mientras eso no trascienda las palabras, Israel da por descontado que a largo plazo puede seguir contando con que ellos, y otras monarquías del Golfo, miren para otro lado.
Los llamados al boicot a las empresas que apoyan el genocidio tienen un valor simbólico, pero no más que eso y a corto plazo. Es eficaz el ejemplo dado por un sindicato estadounidense que se negó a embarcar ayuda militar hacia Israel, optando más bien por un bloqueo del puerto. En el caso de Sudáfrica eso funcionó, pero acompañado de otro tipo de medidas.
Hay un problema de capacidad de coordinación. Si, por ejemplo, los países latinoamericanos como un bloque tomaran ciertas medidas (así fueran sólo diplomáticas) podría entusiasmar a que otras zonas del mundo lo hagan, aunque de la Liga Árabe no hay que esperar mucho.
Es impensable que el Consejo de Seguridad eche mano del capítulo VI de su carta, el de sanciones económicas, porque claramente Estados Unidos vetaría cualquier proyecto de resolución contra Israel. Y la medida del capítulo VII, uso de la fuerza, estaría mucho más lejano.
A nivel político, la propuesta de una conferencia internacional de paz que hizo Colombia ya ha sido recogida muy bien por China. En ese mismo sentido se está moviendo Egipto, pero no estamos frente a un Egipto que lidere la región, como en la época de Nasser, sino como uno muy lejano de formas democráticas.
¿Qué queda? Parece que la variable central en los próximos días sería la dinámica militar en Gaza. Si la resistencia aguanta y si Israel sigue cometiendo crímenes, es posible que una parte del mundo pase de las palabras a cierto tipo de acciones, pero tampoco esperamos mucho de un planeta que ve impávido un genocidio televisado.
PD: Yoav Galant, comandante del Mando Sur de las Fuerzas de Defensa de Israel y exministro de Defensa, el que calificó a los palestinos de “animales humanos”, el que prometió “devolver al Líbano a la edad de piedra” si Hezbollah ataca a Israel, dijo en las últimas horas que: “Acordamos con Estados Unidos que Hamás no estará allí al final de esta guerra. Estamos listos para la victoria en Gaza, incluso si lleva un año”.