En entrevista con Revista RAYA, Piero, uno de los íconos más sobresalientes de la música latinoamericana, habló acerca de la paz, del gobierno de Gustavo Petro y de su anhelo por ver a Colombia caminando hacia un nuevo capítulo.
Por: Pablo Navarrete Rivera
Frente a la piscina del hotel varios periodistas hacen fila para entrevistar a Piero. Él está sentado en una silla vestido con jean, camiseta negra y tenis. Se ve tranquilo. Habla tan suavecito que a duras penas se le puede ver un mínimo movimiento en sus labios; parece que hablara sin hablar. Sonríe. Agradece a quienes lo van entrevistando. Se rumora que no está hablando mucho porque debe cuidar su voz, cantará al día siguiente.
El último medio de comunicación en entrevistar a este cantautor, cuyas canciones lo han convertido en uno de los artistas más prominentes de América Latina, es Revista RAYA. “Su turno”, avisan mientras Piero se va despidiendo de una presentadora de televisión con beso y abrazo. En ese momento el portero del hotel se descuida y con rapidez y sigilo entra al exclusivo lugar un habitante de calle. Camina con seguridad hasta la zona en la que está Piero, el periodista de RAYA, su manager y dos acompañantes de su más íntima confianza. Antes de empezar la entrevista, el hombre hace su ingreso estelar ante los ojos del legendario cantautor: “¡Piero! ¡Viejo, mi querido viejo!”, le grita mientras se acerca hacia él.
Luce zapatos rojos, pantalón verde, camiseta azul. Un canguro cuelga de su hombro derecho. Piero lo mira con algo de ternura. “¡Viejo, mi querido viejo!”, repite. “¡Soy Wilson!”, grita mientras se acerca con determinación hacia el lugar en el que están Piero y su manager. La presencia de Piero en el hotel era un secreto. Pocos sabían que él estaba allí. ¿Cómo supo Wilson que Piero estaba dando entrevistas frente a la piscina del lugar? Un misterio sin respuesta. “¡Deme alguito para comer!”, grita de nuevo. Ahora Piero está aterrado. Pone las manos en sus bolsillos como intentando buscar algo de dinero para el hombre. No tiene dinero.
Mira a su manager, él le dice a Wilson: “Amigo, no tenemos pesos colombianos. Lo sentimos mucho”. Pero Wilson está decidido: “¡Piero! ¡Viejo, mi querido viejo! Deme pa’ comer”, le estira la mano. Piero le da la mano sin saber qué decirle. El periodista de RAYA abre su monedero y saca un billete de $2.000. “Ten”, le dice. Él reacciona con angustia y abraza al periodista: “Dígale que me de para comer”.
Llega la seguridad del hotel. “Recibílos”, le dice Piero. Wilson recibe el billete. Piero lo sigue mirando con angustia, le duele no poder hacer más que haberle dicho “recibílos”. Con amabilidad, el hombre de la seguridad le pide a Wilson que se vaya del hotel y él se va mientras le sigue diciendo a Piero: “¡Adiós, Piero! ¡Viejo, mi querido viejo!”. El lugar queda en silencio por unos segundos. Piero se sienta. Respira profundo. Se alista para la entrevista mientras se quede mirando al hombre que se va diciéndole “mi querido viejo”.
La vida de este artista de 77 años ha estado cargada de historias como estas, pero sobre todo de luchas para que la música ayude a arar el camino hacia la paz. En el año 1972 visitó por primera vez el país, desde entonces su alianza con el cambio de Colombia ha sido incondicional y eso lo convirtió en embajador de paz de buena voluntad. Su compromiso con el país ha hecho de Piero un referente musical y un testimonio que da fe de que la música es sinónimo de paz.
De todos los países de Latinoamérica, usted se enamoró de Colombia, ¿por qué?
Llegué. Me encantó y aquí me quedé. Y me he ido, pero siempre vuelvo. Y en la medida en la que pueda voy a volver. Recuerdo que la primera vez que vine a Colombia llegué al hotel a tomar algo. Era temprano y me dijeron: “¿quiere tintico?”. Y yo pensé: “Mirá, estos empiezan a chupar desde temprano”. Porque pensé que me estaban ofreciendo vino tinto.
Eran los años setenta. Me presenté en el Teatro la Media Torta, en Bogotá. Pocos artistas habían llenado ese lugar y a la salida del concierto me arrancaron la ropa y hasta los anteojos.
De todas sus canciones, ¿cuál es la que más representa su búsqueda por la paz?
‘Esperanza’. Esa que dice: “Cuando la tormenta pase / y se amansen los caminos / y seamos sobrevivientes de un naufragio colectivo / con el corazón lloroso / y el destino bendecido / nos sentiremos dichosos / tan sólo por estar vivos”. Esa es la línea, ese es el camino. Yo creo que, no solo mi música sino el teatro y muchas expresiones del arte, nos animan a buscar la paz, tenemos de dónde elegir y tirar para arriba. Tenemos canciones de lo que vos querás, es cierto que venimos sacudidos de un lado, pero por otro, también tenemos mucho por aprender y seguir escuchando.
Para usted, ¿cuál es la banda sonora de este país?
No hay una canción concreta. Pero yo le pondría música porque lo que ha ocurrido con este país ha sido un canto a la vida, a la libertad y a un montón de situaciones que Colombia debe superar.
¿Qué piensa acerca de la llegada de Gustavo Petro a la presidencia de Colombia?
Creo que hay una oportunidad muy importante e interesante para que nos miremos entre todos y así cada uno empiece a hacer la paz que ha buscado y que necesita. Se debe trabajar con la paz. Eso es algo natural y necesario después de tantas muertes y de tanta locura. Debemos ponernos las pilas por ese lado.
Tenemos que ser concretos en nuestras búsquedas, dejarnos de dar vueltas. Tenemos mil cosas que están esperando por nosotros, pero debemos movernos como continente para alcanzarlas. La apertura de la frontera entre Venezuela y Colombia, por ejemplo, era algo que mucha gente lo necesitaba. Por donde se mire, hay cosas que sumar.
¿De qué depende que este país cambie?
De nosotros. Cada uno de nosotros tiene un porqué para luchar por eso. Nosotros somos los únicos que podemos modificar y mejorar el presente de Colombia. Nadie más que nosotros. Por eso, yo he sido un gran aliado de la paz en Colombia.
¿Por qué?
Porque me gusta. Es que siempre hay más para hacer de lo que nosotros mismos nos soñamos. Eso es lo que yo he intentado hacer: cultura y amor. También es porque he estado en distintos momentos muy duros de este país, por ejemplo, cuando mataron a Carlos Pizarro yo me iba a ver con él y lo mataron justo el día que nos íbamos a ver. También estuve en Colombia el día que dispararon en contra de Ernesto Samper y el día que asesinaron a José Antequera. Entonces, he estado en muchos momentos muy duros de Colombia, en momentos de rupturas, de asesinatos y de violencias. Eso me llevo a decir: hay que construir paz y esperanza.
¿Cuál es el papel del arte en la apuesta del actual gobierno por lograr la ‘paz total’?
Tenemos todo listo para que ocurra y la música siempre está ahí, el arte siempre estará ahí. Hay lugares de este país en los que les preguntan a los niños qué es la guerra, y los niños saben qué es la guerra, pero si se les preguntan qué es la paz, muchos de ellos te van a decir que no saben qué es la paz. En Colombia no hemos podido imaginarnos lo que significa vivir en paz, que va mucho más allá de superar la guerra y el conflicto; es la manera en la que se generan las condiciones para poder hacer justicia social. Entonces, el arte es paz.
Yo sigo y trato de hacer lo que se pueda para encontrar lo que se pueda mejorar. Yo intento mejorar la vida desde lo más pequeño, desde lo más concreto. Por ejemplo, dirigí varios proyectos aquí en Colombia con el ánimo de hacer la paz, eran proyectos de eco granjas que hice junto a niños “nini”, que ni trabajan ni estudian. Era un proyecto que buscaba trabajar por la soberanía alimentaria para enseñarles a ellos a cultivar productos orgánicos. Eso es hacer paz.
¿Cree que Colombia puede fracasar en su búsqueda de la paz?
Lo que pasa es que uno quiere arreglar, pero otro siempre quiere romper, y venimos en ese tire y afloje hace montones de años. Ahora las oportunidades ya están echadas. En este momento Colombia tiene una hermosa oportunidad de encontrar lo que tanto ha buscado.
¿Cómo se construye paz desde el arte?
No parando.
La primera vez que usted vino al país fue en el año 1972, ¿cómo ve a Colombia 50 años después?
Son pequeños grandes pasos los que han dado. La lección que ha dejado todos estos años de tanta locura es que tenemos que acompañarnos para fortalecer el futuro. No hay mucho que decir o inventar frente a lo que ha pasado acá. De Colombia me duelen muchas cosas, en especial eso de que cuando uno cree que por fin se está llegando a algún lado, realmente se ha andado cien kilómetros para atrás. Pero me enorgullece la gente de este país, ese es el mayor orgullo que tiene Colombia: su gente.
Y esa gente lo sigue queriendo y admirando a usted…
Puede ser. Creo que eso pasa porque a mí no me gusta prometer, me gusta más trabajar y seguir haciendo lo que hago. Es que el amor que yo siento por la gente es real y la gente percibe eso; yo realmente amo a las personas, no sé de dónde viene ese amor, pero siempre está ahí y es delicioso. Para mí, cantarle a la gente ha sido gratificante. Por eso solo puedo decir: gracias.
¿A qué le compone en este momento de su vida?
A todo. A lo que se ponga. Si algo aparece y tiene que ver con la realidad, le escribo a eso. Hoy el cielo está roto, si miro para arriba, podría componer alguna canción. Sin embargo, hoy que estoy aquí en Colombia le canto a la paz, a lo que tenemos por delante, a la oportunidad que tenemos que aprovechar.