En la península de Barú, una de las áreas más paradisíacas de Colombia, está la Biblioteca Popular de Playa Blanca, un espacio fundado por Yessith y Gabriela. Ellos están convencidos de que la lectura y el empoderamiento raizal de los niños y jóvenes de la zona, puede ser más fuerte que los múltiples conflictos sociales que actualmente abundan en el territorio. Esta es su historia.
Por: Óscar Hembert Moreno Leyva
Gabriela Galíndez, oriunda de la ciudad de Buenos Aires, Argentina, tomó su mochila, e inspirada por maestras como Olga y Leticia Cossettini, María Montessori y Paulo Freire, encuadernó sus historias y experiencias a medida que avanzaba por el continente.
Aprendió diferentes procesos de educación y cultura, y fue así como llegó a Cartagena, Colombia. Le hablaron de un lugar paradisiaco, y se encontró con el edén. Gabriela, maestra de primera infancia, con estudios en historia, comunicación, circo, y con una especialización en educación por el arte y literatura infantil para la inclusión, se enamoró de la playa, del manglar, de la historia y de Yessith Vázquez, un isleño por quien decidió emprender una utopía: construir la primera biblioteca popular de la isla de Barú. Con aquella meta anclada en su corazón, volvió a su tierra natal, vendió todo lo que pudo, se despidió de la familia y los amigos, tomó su maleta con decenas de libros para inaugurar una biblioteca frente al mar.
Al regresar a Colombia, ella y Yessith construyeron su cabaña, su hogar y su biblioteca. En una tabla de 1 metro por 20 centímetros pintaron “Biblioteca Popular de Playa Blanca”. Paso a paso fueron realizando talleres que iban desde la alfabetización para la inclusión y la vocación por el arte, hasta la pesca artesanal y empoderamiento desde la cultura afro. La comunidad se fue sumando a este proyecto donando libros y participando activamente de los talleres.
En esta zona de Barú, el acceso a la educación es difícil. Solo hay dos escuelas, una privada y otra publica en Santa Ana. Por la distancia en la que están ubicadas, los niños siempre se ven obligados a usar distintos, y hasta costosos, medios de transporte, limitando así sus procesos de aprendizaje.
Gabriela cuenta que luego de haber hecho la biblioteca, le preguntaron: “¿Por qué la biblioteca se llama popular?”. Y ella respondió: “porque es para el pueblo, para un pueblo apasionado por el mar, por las historias raizales y por el cielo estrellado”.
La biblioteca fundada por Gabriela y Yessith está ubicada en una playa cerca del canal flanqueado de mangles. Ahí siempre están Shaun Tan, Octavio Paz y Jack London contemplando el mar Caribe. Con cada oleaje, Rayuela, Fahrenheit y El Negociador se van desprendiendo de su estante.
El Globo de Isol, Vamos a cazar un oso, y Donde Viven los Monstruos pasaban de mano en mano como arena entre los dedos de los curiosos que se acercaban a estos libros. En la biblioteca, relatos variopintos se acumulan en cajas y estantes improvisados en una pequeña casa hecha de manera artesanal, con espacios delimitados para distintas actividades. La Bibllioteca Popular de Playa Blanca se impone de manera discreta entre hostales, bares y turistas. En una tabla se lee a la entrada, “Salón taller Biblioteca Popular Playa Blanca, aquí hacemos etnoeducación en defensa de los territorios afrocolombianos de la isla de Barú”.
La historia de Barú no es fácil, y entenderla hace parte de la construcción de la memoria raizal y de empoderamiento histórico. El 7 de junio de 1850 la comunidad afro vecina de la Parroquia de Barú compró la tierra por unos 1200 pesos. Las riquezas de esta isla con más de 200 años de historia indígena y afrodescendiente han sido saqueadas desde el siglo XVII a través de distintos mecanismos, el más actual es el turismo, que hizo de Barú la meca colombiana del ‘turismo del futuro’: en los periódicos se anunciaba cómo iban a realizar los diferentes megaproyectos turísticos por parte de una serie de empresas privadas como Aviatur, De la Vega Visbal Arquitectos, Movicom, Cementos Caribe, Bavaria, y la Corporación Nacional de Turismo (CNT).
Estas entidades prometieron construir en 1994 un centro comercial, puertos para 100 embarcaciones, campo de golf, 180 villas, 102 mansiones, hoteles de lujo y hasta una planta de tratamiento de agua potable y acueducto, sistema de recolección y tratamiento de basuras, central telefónica y dos térmicas de 10 megavatios, con lo que pretendían generar miles de puestos de trabajo. El turismo llegó y de manera paulatina se construyeron los primeros proyectos, pero las promesas dadas a los habitantes de la zona no se cumplieron en su totalidad.
Con el turismo llegaron los problemas de desplazamientos de algunas familias, llegó la violencia por parte de grupos armados legales e ilegales. En buena parte de de Barú, no hay alcantarillado ni agua potable para la población, el acceso a la salud es precario en gran parte del territorio, por lo que muchos tienen que desplazarse a otras zonas bastante alejadas de sus casas para recibir alguna atención médica. Dentro del parque del mangle hay sectores privatizados, con vigilancia armada, al manglar le llegan desechos provenientes de distintas variantes, ya sea por locales o por empresas de turismo, lo que impide la posibilidad del ecoturismo, uno de los proyectos que desean tener los habitantes de la costa en la que está ubicada la biblioteca de Gabriela y Yessith.
La biblioteca se sostiene con donaciones, con la venta de café, con clases de inglés y español y otros productos. Se han realizado numerosos talleres enfocados en la primera infancia. Han hecho de ese espacio un lugar para niñas y niños, pues la isla carece de espacios para la niñez, que, día a día, se ve forzada a adaptarse al mundo de los adultos.
Este espacio en el que los libros y la sed de lectura brillan, está diseñada como una isla dentro de la isla. Es un territorio pensado para la niñez y para todos aquellos que desean encontrar otras historias, otros mundos posibles, mundos que sólo se encuentran en los libros.
Como proyecto cultural de empoderamiento de su territorio desde la afrocolombianidad, en este espacio se enseña la etnoeducación, una propuesta que se ha enfocado en sensibilizar para trabajar las vivencias a través del cuerpo, asumir el respeto por el conocimiento local y artesanal de sus comunidades e iluminar lo originario del territorio, como su historia, sus costumbres y la tradición autóctona de Barú. Estas cátedras afro se imparten a razón de que los niños y niñas piensan que ser blanco es el ideal. Gabriela cuenta que algunos de los niños del territorio no se reconocen como afro y, a través de la formación recibida en la biblioteca, que busca que las niñas y niños cuestionen el lenguaje, el espacio y lo que ven diariamente con los miles de turistas que vienen y se van, han podido comprender de manera profunda su identidad y su lugar en sus comunidades.
La Biblioteca ha realizado talleres enfocados en rescatar ritmos como la Cumbia, el Mapalé, el bullerengue y la champeta, frente al reguetón, que ha opacado en buena parte el papel, no solo de las músicas y ritmos tradicionales, sino, además, el peso protagónico de las cantadoras, quienes transmiten su historia a través del canto y otros relatos orales.
Los talleres también han servido para salvaguardar la tradición de la pesca para niños y de la agricultura para los jóvenes, quienes paulatinamente han ido abandonado estos oficios para trabajar en el sector turístico. También, trabajan en talleres ecológicos para proteger el bosque nativo con especies como el caucho baniano, la pasiflora, el totumo, el mamón de mico y el matarratón.
El proyecto de la Biblioteca Popular, junto a otros proyectos sociales del área, ha empoderado a estas comunidades desde la educación y la palabra, beneficiando a niños y jóvenes, alejándolos de la droga y la prostitución. La Biblioteca Popular de Playa Blanca atiende a más de 40 niños entre locales de Playa Blanca, como de otras islas. Hoy el espacio cuenta con más de 800 títulos donados por amigos y turistas, están diseñando los espacios lúdicos con talleres de lectura y escritura que han logrado tener un impacto significativo dentro de los más jóvenes.
Con varios jóvenes que llegan de distintas zonas de la isla, conformaron el Semillero Lee, un proyecto que abre espacios para la formación de los próximos liderazgos en sus comunidades para precipitar el riesgo de la perdida de las identidades de las generaciones venideras, y que así niños, niñas y jóvenes se sientan orgullosos de haber crecido en una biblioteca que fue más allá del mar.
Vámonos pa Playa Blanca, la tierra más preferida,
vamos a visitá un amigo, que cumple un año más de vida.
El año que viene vuelvo, el año que viene vuelvo,
el año que viene vuelvo, si Dios me tiene con vida.
Tomasito Rodríguez.