En 40 años de presencia en Colombia, Médicos Sin Fronteras ha sido testigo de una mejora sostenida en los indicadores de salud, pero también de una desigualdad territorial que persiste: zonas rurales y afectadas por el conflicto siguen enfrentando barreras extremas para acceder a servicios básicos y atención oportuna.
Análisis especial | Médicos Sin Fronteras (MSF)
Por: Marisol Quiceno Valencia, representante regional de Asuntos Humanitarios de MSF
En 2025, Médicos Sin Fronteras (MSF) conmemora 40 años de trabajo ininterrumpido en Colombia. La organización llegó al país en 1985, tras la erupción del volcán Nevado del Ruiz, el 13 de noviembre de ese año. Más adelante, MSF trabajó en zonas con necesidades humanitarias, en el acceso a la salud y, en múltiples ocasiones, en el marco del conflicto armado.
Teniendo en cuenta estas décadas de trabajo, vale la pena detenerse y analizar algunos aspectos clave de las crisis humanitarias que han cambiado en este periodo. El panorama de la salud en Colombia ha experimentado una transformación importante entre 1985 y el presente, impulsada en gran parte por los avances médicos, ciertas mejoras socioeconómicas y la implementación del Sistema General de Seguridad Social en Salud (SGSSS).
Algunas de las cifras comparativas más significativas en indicadores de salud son las siguientes: la esperanza de vida al nacer (1985: 66 años; 2024: 77,2 años), lo que representa un aumento de más de 11 años; la tasa de mortalidad infantil (1985: 43,6; 2022: 11,2 por cada 1.000 nacidos vivos), con una reducción cercana al 75%; y la mortalidad en menores de 5 años (1985: 47,7; 2020: 13,2 por cada 1.000), con una disminución de más del 72%. Todas estas cifras son oficiales del DANE.
Estos cambios reflejan mejores condiciones de saneamiento básico y nutrición, mayor acceso a servicios de salud, avances significativos en el control de enfermedades infecciosas, así como programas ampliados de vacunación, mejor control prenatal y de la atención del parto, y programas de nutrición y de crecimiento y desarrollo.
Las brechas que siguen presentes
A pesar de estos alentadores indicadores, los grandes avances de salud en Colombia entre 1985 y el presente no han sido uniformes y se ha acentuado la brecha de inequidad entre las zonas urbanas y las zonas rurales o afectadas por el conflicto armado. Aunque el progreso general es innegable, la mejora de los indicadores es mucho más lenta y desigual en los territorios periféricos. Existe una marcada disparidad que a menudo coincide con áreas histórica y recientemente afectadas por el conflicto.
La desigualdad territorial se mantiene y se evidencia en los siguientes indicadores clave: la mortalidad materna e infantil en zonas rurales históricamente se ha mantenido hasta cuatro veces más alta que en las ciudades. En cuanto a la mortalidad en menores de cinco años, en municipios de alta ruralidad las tasas pueden ser hasta 2,4 veces más altas que en zonas urbanas. Estos cálculos, del Instituto Nacional de Salud (INS), dan cuenta de un acceso diferencial a la atención neonatal y pediátrica.
En las zonas rurales y de conflicto, la cobertura de afiliación al sistema de salud puede ser alta, pero el acceso efectivo a servicios de calidad es precario debido a múltiples barreras, como la infraestructura inexistente o gravemente afectada, ya sea por el olvido institucional que se traduce en ausencia de presencia e inversión del Estado, o por el conflicto armado. El resultado es que miles de comunidades siguen sin infraestructura médica esencial. De la misma manera, es difícil que el personal de salud trabaje de manera constante en estas zonas, pues el conflicto armado ha propiciado escenarios de intimidación, como el secuestro o la retención del personal, lo que ha impedido la prestación continua de servicios médicos.
A estos factores se suman barreras geográficas y de seguridad. En algunos proyectos que ha gestionado MSF, para llegar a comunidades afectadas el personal sanitario puede tardar más de 15 horas, sobre todo cuando no hay vías de acceso o hay restricciones impuestas por los grupos armados. Los toques de queda o la presencia de minas antipersonal impiden en ocasiones la llegada de equipos médicos y el traslado de pacientes a centros de salud, como MSF ha documentado históricamente en proyectos de zonas apartadas como Caquetá, Chocó, Nariño, entre otros.
En estas zonas es frecuente encontrar patologías relacionadas con las condiciones de vida. Hemos sido testigos de enfermedades y muertes que serían prevenibles a través de programas de promoción y prevención en salud. Es común encontrar cientos de pacientes con enfermedades crónicas, como diabetes o hipertensión, que no reciben tratamiento por parte de las instituciones locales de salud, así como mujeres embarazadas que no reciben atención prenatal. Desde hace décadas, además, persisten necesidades en salud mental asociadas al conflicto, como los cuadros de ansiedad y depresión que hemos encontrado en zonas de confinamiento.
Vale la pena agregar que la salud rural está intrínsecamente ligada a los determinantes sociales en diferentes zonas vulnerables al conflicto. La pobreza multidimensional es mayor en el campo, lo que se traduce en muchas ocasiones en altas tasas de malnutrición, especialmente infantil. El acceso a agua potable y saneamiento básico en zonas rurales es muy inferior al de las zonas urbanas, lo que aumenta la prevalencia de enfermedades diarreicas y respiratorias, causas principales de mortalidad evitable en la niñez. Por ejemplo, en las zonas rurales dispersas solo el 47,5 % de los hogares tiene acueducto, mientras que en las cabeceras (urbanas) el 96,3 % de los hogares cuenta con este servicio (Censo DANE, 2018).
De esta manera, si bien el país ha logrado grandes avances, estos se han concentrado principalmente en las áreas urbanas. La superación de la inequidad territorial en salud sigue siendo el desafío más apremiante del sistema colombiano, especialmente en los territorios que sufrieron el impacto directo del conflicto armado.
En momentos en los que el país atraviesa por un recrudecimiento del conflicto armado, es importante rescatar el trabajo de las organizaciones humanitarias y la necesidad de que estas lleguen a tiempo a aquellas zonas en donde más se les necesita, así como el papel de las instituciones gubernamentales. Flagelos como el desplazamiento o el confinamiento no dan espera. Desde una mirada retrospectiva, MSF ha sido testigo, en 40 años, de los vacíos institucionales y de respuesta humanitaria que persisten. En las últimas cuatro décadas, MSF ha desarrollado 51 proyectos en zonas rurales y urbanas de Colombia. Desde 1985, la organización ha implementado más de 30 proyectos relacionados con violencia y conflicto armado en departamentos como Antioquia, Chocó, Sucre, Córdoba, Tolima, Caquetá, Arauca y Norte de Santander. En cada uno de estos departamentos, MSF se ha encontrado con pacientes que esperan un puesto de salud permanente, campañas de vacunación que no sean intermitentes, entre otros servicios que solo pueden hacerse realidad con un acceso equitativo e integral.
***En el marco de los 40 años de MSF en Colombia, la organización presentó un dossier que da cuenta de su trabajo en el país. Los invitamos a consultarlo en el siguiente enlace: Colombia: cuatro décadas, una misión – Médicos Sin Fronteras Colombia | Organización médico-humanitaria. Colombia: cuatro décadas, una misión - Médicos Sin Fronteras Colombia | Organización médico-humanitaria
