Con la llegada de la Universidad del Valle, el municipio de Suárez (Cauca) pasó de nueve estudiantes en la educación superior a 41. El campus universitario, que resiste a las balas que lo rodean día a día en la cordillera occidental, es un ejemplo de cómo la educación le arrebata más personas a la guerra. Por ahora hay dos carreras, de las cuales los estudiantes y la universidad prometieron construir una planta agroindustrial para la región.
Por: Olga Portilla Dorado
Especial para la Revista RAYA
“Los jóvenes quieren formarse, pero no pueden porque no tienen condiciones, no tienen cómo desplazarse hasta Cali, donde quedan las universidades más cercanas”, dijo la vicepresidenta de la República, Francia Márquez, el pasado 28 de febrero durante la entrega oficial de la sede de la Universidad del Valle para su tierra natal, Suárez (Cauca). En ese acto, Márquez no ocultó su alegría y recordó los años más difíciles que vivió en la cordillera occidental, en el noroccidente del Cauca, en el municipio que sirve de paso para llegar a la gran región del Naya que desemboca en el Pacífico.
En este territorio la guerra no ha cesado. Según el alcalde César Cerón, cada ocho días se registran ataques con drones (unos causando mayor afectación que otros) que mantienen en zozobra a los habitantes. El panorama es complejo por la presencia de grupos ilegales, la minería y el narcotráfico. Según el Registro Único de Víctimas, en Suárez existen 30.828 personas registradas como víctimas, mientras que su población total apenas supera los 34 mil habitantes.
En 2014, la vicepresidenta Francia Márquez salió desplazada por amenazas de muerte que desde entonces no han cesado, por defender su territorio de la minería ilegal. Abandonó su casa junto con su familia y dejó atrás muchos sueños que también lo eran para su territorio. Afuera de él también tenía otros, pues antes de ser la segunda mujer más importante del país ella soñaba con ser profesional y ayudar a sus comunidades afrodescendientes, sumidas en la balas de los armados que quieren controlar sus territorios.
Pero ese sueño no era tan fácil hacerlo realidad, porque estudiar implicaba conseguir dinero para el transporte intermunicipal cada día y desplazarse desde Suárez hasta Cali, la capital más cercana, en donde luego de tres horas de viaje recibía las clases de Derecho. Hubo momentos en que quiso desistir de continuar, pero en 2020, a sus 38 años, obtuvo el título de abogada de la Universidad Santiago de Cali. Aún no era vicepresidenta.
Por eso, para estudiantes como Marcela Cely, de 40 años, madre cabeza de hogar y quien trabaja vendiendo dulces en los buses intermunicipales, el que haya llegado la Univalle a Suárez es sinónimo de esperanza y cambio.

Marcela Cely, estudiante del posgrado de Agroindustria ofertado en el Nodo Suárez de la Univalle.
Con Marcela conversamos el jueves 9 de octubre, los profesores nos habían indicado que era una de las estudiantes “más pilas” de su clase, incluso actualmente es monitora en la U, y en la charla, se nota en su mirada y sus palabras, la importancia que tiene esta universidad para su vida.
“Esta universidad ha representado para el municipio y para quienes estudiamos aquí, esperanza. Antes veíamos lejano ser profesionales o estudiar una tecnología, pero hoy tenemos la U en el territorio y la ilusión de que acceder a una educación superior ya es posible. En la Universidad vemos un espacio para alejar a los jóvenes del conflicto”, dice la estudiante.

El campus universitario San Miguel es un terreno de casi 6 hectáreas, cuenta con más de 6.000 metros cuadrados construidos y antes era de propiedad de la empresa Celsia, que administra la represa de la Salvajina. Fotografía: RAYA
La sede principal de la Universidad del Valle en el departamento del Cauca está ubicada en Santander de Quilichao. Desde ahí, administrativamente confluyen los llamados nodos de Miranda y Jamundí, y desde principios de este año se sumó el nodo Suárez, es decir, la universidad en la cordillera. No es un campus universitario común. Es un terreno de 6.000 metros cuadrados construidos, antes propiedad de la empresa Celsia, administradora de la represa de la Salvajina, que ahora está adaptado para desarrollar actividades académicas, deportivas y culturales. Incluye un auditorio, zonas de bienestar, áreas verdes, piscina, parqueaderos cubiertos, bodegas y un Club House.

Aulas de la Univalle en Suárez, Cauca. Actualmente hay 41 estudiantes que adelantan sus programas de educación superior en esta sede de la Univalle. Fotografía: Revista RAYA

Piscina del campus universitario en Suárez, Cauca. Fotografía: Jean Castillo-MinEducación

Comedor del campus universitario de la Univalle en Suárez, Cauca. Fotografía: Jean Castillo-MinEducación

El nodo Suárez de la Univalle está ubicado en el Campus San Miguel a un costado de la vía que de Timba conduce a Suárez, minutos antes de llegar a la cabecera municipal de este territorio. Fotografía: RAYA
Este logro para el Cauca, pero especialmente para la gente de Suárez, hace parte de la estrategia ‘Universidad en tu territorio’ liderada por el gobierno del Cambio, cuyo propósito es expandir la educación superior a través de infraestructura física, pero también con una oferta académica pertinente y con inversión social para que el aporte al desarrollo de la región sea integral.
Otro ejemplo de esa apuesta por garantizar el acceso a la educación superior llegó hace seis meses al sur del Cauca, específicamente al corregimiento de El Plateado, en Argelia. Un territorio donde la guerra por la coca y el control de las rutas del narcotráfico ha dejado miles de víctimas de desplazamiento forzado, asesinatos, y donde impera la ley del miedo y el silencio por posibles retaliaciones de los grupos armados ilegales.

En El Plateado, que carga con un estigma grande de violencia, la apuesta desde el Gobierno Nacional en el marco del ‘Pacto Cauca’ fue llegar con educación, y desde el pasado 1 de abril más de 50 jóvenes iniciaron clases en los primeros programas que ofertó la Institución Universitaria Digital de Antioquia, la primera institución de educación superior en llegar hasta este corregimiento, también ubicado en la cordillera occidental.
El triunfo de la universidad en medio de la guerra
A principios de octubre pasado, cuando realizábamos el primer recorrido por Suárez, éste se vio interrumpido por algunas llamadas de alerta que nos sugerían salir del Campus por seguridad. Se hablaba de explosivos en la vía, de hostigamiento a la base del Ejército instalada en Suárez y de alteraciones en el casco urbano de esta localidad. Los estudiantes mantenían la calma y seguían en su examen. La decisión fue esperar un poco, por lo que la charla con Marcela continuó. En ese momento también conocimos a Juan Diego Solarte, otro estudiante de Agroindustria, quien es oriundo del municipio de Morales.

Juan Diego Solarte, estudiante del pregrado en Agroindustria. Fotografía: RAYA
Con ellos, actualmente hay unos 39 estudiantes que hacen parte del campus universitario San Miguel, como se bautizó, donde existen dos grupos de estudiantes: 28 que cursan la carrera de Agroindustria, enfocados en aprender a transformar materias primas de origen vegetal y animal hasta lograr productos finalizados para su comercialización y exportación, y otros 13 matriculados en la Tecnología en Gestión de Organizaciones Turísticas.

“Tener la universidad acá ha sido positivo, es un impacto social muy importante, aunque a la gente también le ha costado adaptarse porque ahora muchos estudiantes de bachillerato se quieren graduar y empezar a trabajar o a emprender y dejan la educación como plan B, lo dejan a un lado por el tema económico”, cuenta el estudiante Juan Diego Solarte.
Precisamente, esta problemática nos hace recordar lo que dijo Luz América Espinoza Sandoval, docente de experimentación científica del Programa de Agroindustria, quien señaló que en estos territorios la violencia se ha normalizado, y que las explosiones o los disparos, que a veces se escuchan de fondo desde el Campus, no alteran el desarrollo de las clases excepto que haya algo en la vía, como ocurrió esta vez, que obligó a suspender clases de la tarde.
“Yo siento que el hecho de vivir en una zona roja (conflicto armado) nos hace normalizar cuando hay un hostigamiento, una explosión, y aunque haya afectaciones psicológicas o emocionales, nosotros seguimos viniendo a dar nuestras clases, a compartir nuestros conocimientos con estos jóvenes, porque estamos seguros de que la llegada de la Universidad aquí tiene un propósito muy firme que es alejarlos de la guerra y hacerles creer en la educación”, relata la profe Luz América.
Luego de las llamadas de alerta para salir del Campus y de la cancelación de las clases de la tarde, la salida se pospuso un poco; estábamos a la espera de hablar con la directora de la sede, María Fanny Olaya, quien primero se concentró en percatarse de que cada uno de los estudiantes que estaba en clase pudiera retornar a sus casas de manera segura. “Cuando esto pasa, yo no pienso en no volver, al contrario, siempre pienso en qué podemos hacer de más, cómo acondicionamos residencias universitarias, cómo mejoramos la conectividad, porque se puede solucionar con clases virtuales, pero, ¿y si todos no tienen ese acceso?, en eso estamos pensando, en solucionar cuando el conflicto llega y nos toca y nos cambia los planes”, comenta la directora Fanny.
Antes de la inauguración de esta sede de la Universidad del Valle, el municipio de Suárez era de los últimos en el Cauca en el ranking de estudiantes que se graduaban del colegio y pasaban a la universidad. Según el Ministerio de Educación Nacional, en 2023 solo 9 estudiantes de Suárez estaban matriculados en la Universidad, es decir, el 0,02% del total departamental.

Por eso, para la directora Fanny la sede San Miguel es un “un sueño de paz”, con el que esperan seguir transformando el territorio a través de la educación. “Ha sido una construcción colectiva que se fortaleció con la apuesta desde la vicepresidencia, desde ese interés por llevar la educación superior a estos territorios afectados por el conflicto y en este tiempo que llevamos, sabemos que no es un proceso fácil, pero estamos haciendo todas las estrategias necesarias para continuar”.
La proyección de la Univalle en Suárez es consolidarse como un campus universitario con al menos 1.000 estudiantes en distintas carreras técnicas, tecnológicas y profesionales, pero, principalmente, con esa misma capacidad intelectual local, lo que se pretende es desarrollar el territorio. Por ejemplo, uno de los objetivos de la universidad es impulsar una planta de producción agroindustrial, promover marcas locales y vincular a los estudiantes a emprendimientos y oportunidades laborales que eviten que regresen o incursionen a las economías ilícitas que acrecientan la guerra.
“El conflicto que hemos vivido no debe contar como barrera para la educación, al contrario, estamos combatiendo la guerra con el arma de la palabra, el lápiz y el papel; porque entre más personas estén ocupadas, más jóvenes estén estudiando, menos personas habrá en las filas, sirviéndole a esa gente”, dice Juan Diego, quien será uno de los pioneros en la gran planta de producción agroindustrial, “si Dios lo permite”, concluye.
Este proyecto de universidad en la tierra que vio crecer, resistir y luchar a la vicepresidenta de la República, Francia Márquez Mina, es un testimonio de cómo la educación abre caminos hacia el desarrollo y la paz, ofreciendo un futuro distinto a la ilegalidad en territorios donde la guerra, por largos años, les ha negado la oportunidad de soñar y de ver el mundo más allá de la violencia y la tristeza.
* Esta publicación fue realizada con pauta institucional. Lo señalamos para ofrecer plena claridad a quienes nos leen.
