Niñas, niños y jóvenes de distintos territorios presentaron el Informe alterno: Del Papel a la Acción. Informe Alterno de las Voces de la Niñez. Con la lente puesta en nuestros derechos. 2021-2023, construido con la Plataforma Tres Voces. En un diálogo directo con la delegada para la Infancia de la Defensoría del Pueblo de Colombia, denunciaron violencias digitales, acoso callejero, machismo, contaminación, hambre escolar, trabajo infantil y miedo al secuestro. Sus palabras fueron más claras que cualquier diagnóstico técnico.
Por: Nicolás González (texto y fotografía)
El mundo atraviesa una crisis silenciosa de derechos de la niñez. UNICEF advierte que los niños y niñas viven hoy más violencia, más riesgo digital, más pobreza y más desplazamiento que hace diez años. En Colombia, uno de cada dos menores vive en pobreza monetaria; cuatro niñas, niños o adolescentes desaparecen cada día y casi medio millón trabaja. En medio de este escenario, la Plataforma Tres Voces decidió que la niñez no debía ser objeto de análisis, sino autora de su propia verdad.
Así surgió el Informe alterno de las voces de la niñez (2021–2023), un documento que rompe con el formato tradicional de informes: “Nuestros derechos están siendo vulnerados y nadie puede hablar de esto por encima de nosotras y nosotros”, escribieron las y los NNJ al abrir el texto. Esa afirmación no fue una frase decorativa; fue el punto de partida de la jornada en Bogotá, donde se encontraron con la Defensoría del Pueblo de Colombia, la institución del Estado encargada de velar por los derechos humanos.
Durante la primera parte de la jornada hicieron un recorrido por la Defensoría del Pueblo. Se detuvieron en los murales, en los colores y en las frases que hablan de derechos humanos. Uno de ellos, con la frase “las cuchas tenían razón”, evocó la persistencia de las madres buscadoras de personas desaparecidas en Colombia. En este contexto, la delegada de Infancia y Vejez, Ana María Sánchez Guevara, subrayó que “no necesitamos tener una edad para ser defensores de derechos humanos”, resaltando que la defensa de la dignidad puede ejercerse desde la vida cotidiana y desde cualquier territorio.
Posteriormente, la cita fue en la biblioteca de la sede central de la Defensoría del Pueblo, para realizar la entrega del informe alterno sobre la situación de los derechos de la niñez en Colombia. No era un auditorio solemne ni una sala llena de funcionarios; era un espacio cotidiano con estantes altos, mesas de madera y sillas movidas en círculo. Allí, la delegada aguardaba con una libreta abierta. Frente a ella, niñas, niños y jóvenes llegaban con carteles, dibujos, cuadernos y preguntas ensayadas en voz baja.
Por grupos fueron pasando las voceras y los voceros con una problemática que querían plantear y comunicar a la delegada. Ahí se volvió evidente la apuesta del informe construido por las niñas y los niños: pasar del papel a la acción. Como explicó Leidy, una de las niñas participantes: “El informe alterno se creó para que los niños y las niñas participemos, digamos cómo nos sentimos y contemos qué está pasando en Colombia”. Cada participación, cada comentario y cada pregunta dejaban al descubierto las duras realidades que enfrentan y la necesidad urgente de ser escuchados. Ser niñas y niños no es excusa para ser ignorados.
Aquí comenzaron a emerger las realidades crudas. Cada niño y cada niña habló desde la experiencia y no desde el protocolo. No eran frases memorizadas, sino problemas que han tenido que enfrentar a su corta edad. No se trataba de reclamar sin proponer ni de exigir soluciones instantáneas; sabían que no es fácil resolver estas problemáticas. Lo que pedían era reconocimiento de su palabra, un lugar en la conversación pública que históricamente se les ha negado.
La primera en exponer fue Sofía, de Cecucol. Con una serenidad que contrastaba con la dureza de su relato, habló del ciberacoso. Dijo: “Queremos que no nos prohíban las redes sociales, sino que sean seguras para nosotras las niñas”. Su frase coincide con una alerta del informe: “Las redes sociales pueden ser un espacio peligroso si no existen rutas claras de protección ni adultos responsables que respondan”. Una de cada dos niñas en Colombia ha sido víctima de violencia digital, según cifras incluidas en el documento.
Sofía explicó que las rutas de atención son lentas, confusas y no llegan cuando el daño ya está hecho. Detrás de sus palabras había un mensaje que ningún protocolo logra maquillar: la protección digital no existe si no hay una institución que responda de manera real y oportuna. El murmullo breve en la sala confirmó que su experiencia no era aislada.
Luego habló Isabela, de Taller Sur, quien puso sobre la mesa el acoso callejero. Contó cómo las niñas cambian de ruta para evitar comentarios, cómo aprenden a medir distancias, a acelerar el paso, a desconfiar de cualquier sombra. Preguntó, mirando directo a la delegada, con quién se puede trabajar para prevenir esta violencia. El informe lo respalda: “Las niñas viven con miedo de caminar solas: el espacio público no es igual para todas”. La delegada mencionó la importancia de los entornos protectores y las alianzas locales, pero Isabela insistió: en los barrios, nadie responde.
La intervención de Leidy, también de Cecucol, trajo el tema más íntimo y más doloroso: la violencia en el hogar. Habló de golpes, silencios obligados y machismo cotidiano. El informe alterno de las organizaciones de la sociedad civil lo verifica: “Más del 90 por ciento de los casos de violencia sexual contra niñas y niños no llega a sentencia”. Leidy preguntó qué pueden hacer cuando la violencia es tan grave que no pueden acceder a una ruta de atención.
El ambiente cambió cuando habló José Abel, de Funsarep. Habló del agua, no como concepto, sino como elemento ausente o contaminado. Dijo que el Caño Juan Angola y la Ciénaga de la Virgen, que antes eran espacios para jugar y pescar, hoy huelen a vertedero. Preguntó qué se había hecho más allá de oficios y visitas técnicas. El informe de NNJ apunta lo mismo: “La contaminación del entorno afecta nuestra salud, nuestra alimentación y nuestra dignidad”. La delegada mencionó procesos en curso. José Abel bajó la mirada. Las aguas siguen igual.
Después llegó el turno de la educación. Jairelis, de Red Antorchas, describió escuelas donde faltan profesoras, donde los baños no funcionan y donde el PAE entrega comida en mal estado. Contó lo de la yuca dañada, que ya pareció símbolo de un sistema que falla incluso en lo básico. El informe alterno señala: “Estudiamos en lugares que no permiten aprender ni vivir dignamente”. Jairelis lo dijo sin rodeos. No pedía privilegios; pedía condiciones mínimas.
El grupo encargado de hablar de pobreza lo hizo con una claridad devastadora. Daniel explicó: “La pobreza es cuando no hay dinero para nada, nada es nada”. Michell, que se presentó como niña trabajadora, dijo que ella decidió trabajar, pero que eso no significaba aceptar explotación. El informe de NNJ lo dice así: “La pobreza nos empuja a trabajar, pero el Estado responde con castigo y no con garantías”. Aunque se habló con voz de niña, era un análisis estructural.
Detrás de esas sonrisas y de la frescura de la juventud, cada pregunta golpeaba como un látigo. Se sentía la preocupación y el deseo de cambio en cada voz. En la biblioteca de la Defensoría, los rostros de niñas y niños confrontaban una verdad que suele decirse en abstracto: la infancia en Colombia carga con problemas que ningún niño debería cargar. Ese contraste entre su edad y la gravedad de lo que contaban hacía difícil respirar.
La intervención sobre explotación laboral infantil vino de Estefanía, una niña de Ciudad Bolívar. Contó que algunos son obligados a trabajar en semáforos o para redes que se aprovechan de la necesidad familiar. Según el DANE, casi 500 mil menores trabajan en Colombia. La niña no mencionó la cifra: describió lo que veía desde su ventana.
Continuó Isabel, migrante venezolana. Habló del miedo al secuestro y de cómo salir es peligroso incluso acompañadas. Propuso fortalecer una alerta tipo Amber y preguntó por qué, si existe un mecanismo de búsqueda, las desapariciones siguen aumentando. El informe de NNJ lo respalda: “La desigualdad define quién recibe atención y quién no”. Isabel no pidió estadísticas; pidió protección.
Las problemáticas fueron sintetizadas con claridad por las propias voces de la niñez en territorios atravesados por el conflicto armado. Desde Arauca, Brayan advirtió que “hemos visto una problemática muy grande con el tema del liderazgo estudiantil y también de los jóvenes y niños”, al señalar que “muchos jóvenes que quieren liderar proyectos no reciben el apoyo suficiente, no tienen orientación ni acompañamiento”, lo que termina generando desmotivación y abandono de los procesos comunitarios. Desde el territorio ancestral de Tóez, en el Cauca, Carlos fue enfático al denunciar que “tratan a los niños, niñas y adolescentes víctimas de reclutamiento como integrantes de grupos armados” y cuestionó el desarraigo que implica sacarlos de sus comunidades, pues “cuando los rescatan, los tienen que sacar de sus territorios, los desarraigan de su cultura, y eso afecta profundamente a sus familias y a la comunidad”.
Durante la ronda final, la delegada para la Infancia y Vejez, Ana María Sánchez Guevara, respondió una a una las inquietudes. Reconoció que las violencias no son aisladas y que requieren soluciones integrales. La institucionalidad respondió ante lo que las niñas, niños y jóvenes viven y que tantas veces pasa desapercibido. Ellos, en cambio, hablaron con una honestidad sin maquillaje: nombraron lo que duele, lo que falta y lo que tiene que cambiar. Luego, la delegada propuso como ruta de continuidad una reunión entre la Plataforma Tres Voces y la Defensoría del Pueblo para construir un plan de acción y abrir una mesa de trabajo, con el fin de incorporar estas recomendaciones en el próximo Plan Nacional de Desarrollo. Adicionalmente, dejó abierto el proceso a otras acciones que surjan de la articulación y el diálogo permanente.
Cuando terminó la jornada, las palabras de las niñas y niños quedaron suspendidas en la biblioteca, más duras que cualquier informe, más claras que cualquier campaña. El Informe alterno de las voces de la niñez ya no es solamente un documento: es una escena viva, un ejercicio de democracia elemental. Los niños y niñas habían hecho lo que muchos funcionarios no: decir la verdad sin adornos.
Como expresó Yuluisca, en sus palabras registradas en el informe escrito: “Es un hecho, las niñas y los niños no somos pendejos con nuestros derechos”. Los documentos entregados a la Defensoría del Pueblo reflejan las problemáticas que vive a diario la niñez en los territorios. Ahora falta saber si el país, por fin, va a escuchar.
NOTA EDITORIAL
Esta publicación hace parte de un contenido pautado. Su realización respetó plenamente la voz, las experiencias y la participación de niñas, niños y jóvenes, garantizando que sus testimonios fueran presentados con fidelidad, sin interferencias y con total transparencia hacia la audiencia.
