El Bosque de la Memoria en el Portal de la Resistencia es un espacio en Bogotá dedicado a honrar a las víctimas de las protestas de 2021, especialmente la de Duban Barros, un joven que estuvo desaparecido durante 37 días y luego fue encontrado asesinado allí. Desde entonces, su tío, don Rafa, cuida el bosque y junto con su familia promueve diálogos sobre derechos humanos.
Por: Sebastián González Aguilera, integrante del Banco de Datos de Derechos Humanos Portal Resistencia -
Fotos: Andres Zea @estratagema_
En la plazoleta del Portal Américas (occidente de Bogotá), renombrada durante el paro nacional de 2021 como Portal de la Resistencia, se encuentra un jardín cuya consigna es ser un bosque de la memoria en el que se rinde homenaje a las víctimas de violencia en el contexto del último estallido social en la capital del país; especialmente se rinde tributo a la memoria de Duban Barros, un joven de 17 años desaparecido y asesinado el 5 de junio de ese año en dicha plazoleta. Durante los últimos tres años la familia de Duban ha cuidado este bosque realizando mingas conmemorativas para mantener intacto El Bosque de la Memoria, un lugar simbólico donde comparten alimentos en una olla comunitaria y se dialoga sobre las violaciones a los derechos humanos cometidas por la Fuerza Pública en esa época.
Alrededor del Bosque de la Memoria y de las conmemoraciones se ha conformado una comunidad de organizaciones sociales y agrupaciones culturales que nacieron en medio del paro nacional. Don Rafa, el tío de Duban, es probablemente el cuidador más incansable y carismático del Bosque, pues siempre está dispuesto a recibir personas voluntarias con una entrañable sonrisa y amabilidad guajira que le han hecho ganar el cariño de los visitantes. Esta es su historia, y también la de su sobrino, por quien aún no existe justicia.
Una infancia entre la pobreza y el activismo político
Don Rafa nació en Riohacha en 1968, en un límite de la ciudad en el que crecían los auyamales por entre las calles. Según cuenta, su infancia y adolescencia estuvieron marcadas por la pobreza y el activismo político. Su padre era un vendedor de loterías que se había afiliado al Sindicato General de Loteros y al Partido Comunista, y siendo el segundo de nueve hermanos acompañaba a su padre a las reuniones del sindicato. Don Rafa recuerda con alegría las fiestas del primero de mayo, en las que los viejos tomaban trago y echaban consignas, mientras los jóvenes esperaban bromeando.
Fue en estas reuniones donde Don Rafa descubrió el activismo político. "Cuando ya empecé a crecer me encontré con un muchacho de la juventud comunista y empezamos a hablar y empezamos a hacer cosas en los colegios", relata. Sin embargo, las condiciones eran difíciles, en las noches se solía pasar hambre. Recuerda haber usado el mismo uniforme durante 5 años para asistir al Liceo Nacional Almirante Padilla.
Durante este despertar político de la adolescencia, sin haber terminado el colegio, fue reclutado por el Ejército a los 16 años. En el Ejército pasó casi dos años hasta que cumplió el tiempo obligatorio de servicio militar y, sin haber cumplido aún la mayoría de edad, regresó al Liceo con el objetivo de terminar el bachillerato y retomar el activismo. A su regreso, se involucró en la lucha juvenil por la objeción de conciencia. "Teníamos una lucha estudiantil en esa época, pues no había una edad específica para prestar el servicio militar después de que tuvieras 16 años. Entonces, teníamos un lema: mayores para combatir, menores para decidir y empezamos a pelear por la objeción de conciencia. Tuvimos una organización grande, pintamos en las avenidas de Riohacha un mensaje que decía 'No nací para militar'".
El movimiento juvenil hacía esfuerzos a través de círculos de lectura, la organización de eventos con fines de formación política y el apoyo a movimientos sociales de la ciudad. Con ímpetu, apoyaron la lucha por la vivienda a través de la recuperación de tierras en los barrios de Riohacha como el 20 de julio, el Jorge Pérez y el Che Guevara. Asimismo, Don Rafa acompañó a su padre en distintas actividades sindicales y fue testigo de cómo su padre, como presidente del sindicato, organizó la compra de tierras para construir el barrio tradicional de Riohacha: el de los loteros.
Los jóvenes se hicieron conocidos en la ciudad como los comunistas que apoyaron la toma de tierras, lo que los expuso a hechos de violencia política y de persecución anticomunista. El primer hecho de violencia que vivió Rafa fue su expulsión del Liceo y un veto que le impusieron para estudiar en cualquier colegio público de la ciudad. Sin embargo, la violencia podía ser mucho más grave. Iniciaba la década de 1990, continuaba el genocidio político contra la Unión Patriótica y el paramilitarismo se expandía por todo el Caribe colombiano. Esa fama que se hicieron parecía más una sentencia de muerte.
La clandestinidad y el exilio
Rafael Salazar y Cecilia Barros sostienen a su madre en la conmemoración del primer año del asesinato y desaparición de Duban (Cementerio del Apogeo, 2022)
Asumiendo que la clandestinidad era una forma de continuar actuando políticamente en un escenario de terrible violencia contra los movimientos sociales, algunos jóvenes de este movimiento se unieron al Partido Comunista Clandestino Colombiano (PC3), una organización política que se separó del Partido Comunista y que surgió como estructura de partido de las FARC-EP durante su Octava Conferencia Nacional Guerrillera en 1993.
Inicialmente, Rafa siguió haciendo trabajo político en las ciudades de manera clandestina. Sin embargo, ya inmersos en las dinámicas del conflicto armado fue cuestión de tiempo para que sus pares jóvenes del PC3 fueran torturados y asesinados. Así narra Don Rafa ese momento: “¿Al final qué pasó? Empezaron a matar a los muchachos, nos empezaron a matar. ¿Qué nos tocó hacer a algunos? Quedarnos por allá, ese fue el caso mío”.
Durante cerca de cuatro años, Don Rafa recorrió las montañas de la Sierra Nevada de Santa Marta entre La Guajira y El Cesar como guerrillero de las FARC-EP. Estando en la guerrilla hizo parte del partido y, aunque se mantenía alejado de la ciudad, Bertulfo Álvarez, quien era el comandante del Bloque Caribe, lo enviaba a misiones urbanas en ciudades como Santa Marta, Valledupar y Riohacha.
Cansado de la lucha armada, Don Rafa decidió desmovilizarse y estuvo un par de años en la cárcel Las Mercedes en Montería. Cuando le llegó su boleta de salida, el entramado institucional que recicla la guerra en Colombia, se hizo presente ante los ojos de Rafa: lo recogieron a la salida de la cárcel personas de la Fundación para la Paz de Córdoba, una fachada que los hermanos Castaño (fundadores del paramilitarismo) utilizaron para legalizar despojo de tierras en la región. El mismo funcionario del Ministerio del Interior que acompañaba su caso, trabajaba para la fundación. Lo recogieron en cinco camionetas y lo invitaron a unirse al grupo paramilitar, pero Rafa no aceptó y decidió irse para Bosconia, Cesar.
Luego de un tiempo en Bosconia, una tarde cualquiera mientras se encontraba solo en su casa, hombres armados entraron y lo forzaron a subir a una camioneta. Inicialmente Rafa pensó que eran los paramilitares a los que había rechazado, pero durante el camino descubrió que quienes lo estaban reteniendo eran agentes del DAS (Departamento Administrativo de Seguridad), quienes al llegar a Riohacha lo metieron en un calabozo. Estando allí, pudo explicar a la directora del DAS de Riohacha que él había hecho el proceso de desmovilización y que había pagado unos años de cárcel.
Su captura no pasó desapercibida en Bosconia. En la misma estación de Policía le dejaron claro al hermano de Rafa que tenían conocimiento de la razón de su captura. No había posibilidad de seguir viviendo en Bosconia sin el estigma de haber pertenecido a la guerrilla. Su permanencia allí ponía en riesgo su seguridad y la de su familia. Volver a Riohacha también era un riesgo. En definitiva, Rafa entendió que lo mejor era exiliarse del Caribe, adonde no ha regresado desde entonces. Así pues, con ayuda del programa de desmovilización, decidió iniciar otra vida en Bogotá.
Otra vida: en la capital
Una vez en Bogotá, Don Rafa vivió junto a su esposa y su hija mayor en un albergue ubicado en el centro de la ciudad. Estando allí, la persistencia de la guerra lo perseguía: unas personas le ofrecieron ser reclutador y, ante su rechazo de la propuesta, empezó a recibir amenazas. Aunque lo trasladaron a un segundo albergue, en este hubo un ataque con explosivos, por lo que Rafa entendió que este espacio era inseguro y decidió que lo mejor era salir. Siguiendo a una amiga, llegó con su familia al barrio El Amparo, en la localidad de Kennedy.
Al llegar a El Amparo se dio cuenta de que allí vivían un gran número de excombatientes de todos los grupos armados, desde grupos paramilitares hasta guerrilleros del ELN. Hoy, luego de 20 años de su llegada, Rafa afirma sin titubeos: “de la mayoría de esos, solo quedo vivo yo”. Hizo de El Amparo su casa, estableció amistades en un barrio de recicladores en el que su cercanía a la puerta 6 de la central de abastos, un lugar calificado por muchos como uno de los barrios más peligrosos de la capital.
Aunque inicialmente hermanos suyos empezaron a llegar a Bogotá en busca de trabajo, la llegada definitiva de 7 de sus 8 hermanos se dio en respuesta al asesinato de uno de ellos a manos de grupos paramilitares, en el mismo Bosconia en donde el DAR lo capturó por equivocación. Fue después de este asesinato que Cecilia, su hermana, se desplazó a Bogotá junto a su pequeño hijo, Duban Barros. Rafa comenta que nunca supieron con certeza si el asesinato había sido una represalia por su tiempo en la clandestinidad, pero para la familia quedó claro que todos estaban en riesgo.
Héctor Antonio Barros Gómez - Asesinado por grupos paramilitares en Bosconia
A su llegada a Bogotá Rafa prometió no volver a involucrarse en política. Entonces recuerda: “Yo dije, yo no quiero saber nada de eso, me quedo quieto, quiero borrar todo lo que pasó, yo ya no voy a hacer más nada, no quiero saber nada de política”. Y eso fue lo que pasó, me dediqué a trabajar nada más y a olvidarme de todo lo que pasaba”. Así transcurrieron cerca de 20 años en la vida de Don Rafa, hasta que inició el estallido social de 2021. Un día, de regreso a casa después del trabajo, se encontró cerca de su casa con una multitud de jóvenes que bloqueaban la vía. Eran los primeros días del 28 de abril de 2021. Don Rafa recordó sus años en la juventud comunista de Riohacha y decidió unirse a la multitud.
Después de ese día, empezó a participar con sus hijas. Según relata: “les dije vamos ‘mijas’ para que aprendan, porque hay que defender esto”. Salían como familia a cantar arengas, a mirar y a hacer parte de la multitud inconforme. Cuando trabajaba en las noches, sus hijas salían al Portal de la Resistencia junto a sus amigos del barrio y su primo Duban.
La violencia se recicla
Velatón por los 3 años de la desaparición y asesinato de Dubán (Portal resistencia, 2024)
Según informó la familia a través de su Colectivo Justicia por Duban: “El 5 de junio de 2021, en horas de la noche, Duban se dirigía hacia su casa ubicada en el sector de El Amparo, junto a sus primas y su tía. Cuando pasaban por el Portal de La Resistencia, donde se desarrollaban actividades del Paro Nacional, Duban se detuvo a saludar a algunos conocidos y nunca regresó a casa. Al día siguiente, el 6 de junio, su cuerpo fue encontrado en el caño aledaño al Portal de La Resistencia, pero el CTI y Medicina Legal negaron que se tratara de Duban. Incluso, días después, le afirmaron a su madre que ese cuerpo ya había sido identificado y que pertenecía a un adulto de 40 años con signos de habitabilidad en la calle”. (Comunicado de prensa, Colectivo Justicia por Duban, 31 de mayo de 2024).
La desaparición de Duban marcó una tortuosa búsqueda que duró 37 días. Don Rafa relató así el inicio: “Yo ese día llegaba de trabajar y Cecilia me dice que Duban no ha aparecido y nos fuimos para el Portal a caminar por allá, a mirar, y nos dividimos. Yo me fui para la Estación de Bosa, Cecilia se fue a Medicina Legal y los demás hermanos se fueron para otro lado. Yo tenía un contacto en el Bienestar Familiar y llamé. Le informé que Duban estaba desaparecido y ella nos ayudó a poner la alerta con el Bienestar Familiar en Bogotá. En la noche me llamó y me dijo que no, que habían buscado en Bogotá y no lo habían encontrado. A medianoche, mirando por allá, por la URI, por todo lado. Eso fue muy duro, en eso transcurrieron esos 37 días buscando a Duban, de arriba para abajo con Cecilia”.
Entre noches sin sueño, la familia se embarcó en una búsqueda incesante preguntando en las instituciones una y otra vez. A Medicina Legal recurrieron varias veces, siempre recibiendo la negativa de poder identificar el cuerpo recogido en el caño contiguo al Portal de la Resistencia. A tres años del asesinato, la familia no tiene respuesta sobre lo que ocurrió en la noche del 5 y la madrugada del 6 de junio de 2021. Tampoco han recibido explicaciones de Medicina Legal sobre el ocultamiento de la información del cuerpo de Duban, pese a tener conocimiento de él desde el inicio de la búsqueda. Por su parte, la policía afirma no tener el listado de agentes que dispersaron las manifestaciones durante esa noche. Pero es más extraño la supuesta falla en las cámaras de seguridad que dejaron de grabar justo a las 11:00 de la noche de ese 5 de junio.
Después de 37 días de búsqueda y acompañados de la Fundación Nydia Erika, organización especializada en la búsqueda de personas desaparecidas, lograron que Medicina Legal les permitiera reconocer el cuerpo. Fue a Don Rafa y Doña Carmen, su esposa, a quienes les correspondió la difícil tarea de identificación. Según relata, “lo vi todo golpeado, maltratado, verde. Se veían los signos de violencia en su cuerpo, en sus manos, en sus codos, su tabique lo tenía partido. Yo le dije a Cecilia que no lo viera. Le dije: “mantén la imagen de tu hijo como lo viste la última vez”. Después de esto, Medicina Legal quedó como una institución que desapareció forzadamente a Duban y que buscó ocultar las evidencias al no conservar el cuerpo. Don Rafa tuvo que identificar a su sobrino y evidenciar que su cuerpo presentaba terribles signos de tortura y descomposición.
Colectivo Justicia por Duban: tres años sin justicia
Rueda de prensa “3 años abonando a la verdad” en la Heinrich Boll (Bogotá, 2024)
Esa misma noche en la que identificaron el cuerpo de Duban, la familia realizó una velatón en el Portal de la Resistencia y desde entonces han hecho de este un lugar para la memoria de Duban. Un mes luego de su entierro quisieron hacer una intervención en el espacio de la plazoleta del Portal que mantuviera viva la historia de Duban y así llegaron a la idea del bosque de la memoria. Durante los primeros meses, cuando regresaban a realizar el mantenimiento del bosque, encontraban los árboles cortados y las placas destruidas. Incluso en una ocasión pudieron comprobar que eran policías quienes se encargaban de la vandalización del espacio.
La alcaldía, por su parte, estaba empecinada en evitar que volvieran los encuentros en la plazoleta del Portal. En cada conmemoración, a través de la policía y funcionarios, buscaban evitar que la familia se reuniera junto a los jóvenes que acompañaban. Incluso llegaron a prohibir la presencia de personas externas a la familia en una de las misas que se realizaron en los primeros meses. De manera engañosa, las autoridades citaban un supuesto decreto que prohibía las reuniones en el Portal; sin embargo, dicho decreto nunca existió.
Sin haber ofrecido apoyo institucional, Claudia López, quien nunca aceptó que durante el Estallido Social de 2021 hubo desapariciones en Bogotá, salió hablando en televisión del bosque de la memoria en honor a Duban. La familia aprovechó la oportunidad y estableció diálogos con instituciones para lograr mantener la intervención y tener garantías para las acciones de memoria que adelantaban en este espacio.
Con el paso del tiempo, la familia se organizó en el Colectivo Justicia por Duban, desde el cual han permanecido estos últimos tres años exigiendo justicia y verdad. Actualmente, el Colectivo y Don Rafa están buscando la construcción de una Casa de la Memoria para las víctimas de violencia policial en el Estallido Social. Afirma que “eso para mí sería una reparación simbólica, una Casa de la Memoria que lleve el nombre de Duban Barros”.
El pasado 28 de abril, el nuevo secretario de gobierno de Bogotá, Gustavo Quintero, se comprometió personalmente con Don Rafa a adelantar las gestiones para construir la Casa de la Memoria Duban Felipe Barros. Aún está por verse si en esta alcaldía sí habrá un reconocimiento de la desaparición y el asesinato del joven guajiro, cuya ausencia e impunidad hoy lamenta su familia.