En la última semana ha causado polémica un extracto de 30 segundos de una conferencia de Josep Borrell, jefe de la diplomacia europea, donde se refiere a Europa como un jardín de rodeado de jungla. Al analizar el discurso completo no solo salen a la luz las problemática del legado colonial en las relaciones internacionales europeas, también se perfila una Europa más agresiva en la esfera internacional en un futuro próximo.
Por: Maria Camila Díaz
Hay dos versiones del video en conferencias en inglés y en español, la versión en inglés es de un discurso que dio en la Academia Europea, la versión en español es de la XVII Lección Conmemorativa Carlos de Amberes. En esta última, se oye a Borrell decir “Los europeos hemos construido un jardín (…), somos la mejor combinación que la humanidad ha sido capaz de crear, de libertad política, progreso económico y cohesión social. Nadie lo ha hecho mejor que nosotros. No somos perfectos, pero ciertamente somos bastante buenos. Pero, fuera de nuestro jardín está la jungla, una jungla bastante poco habitable y no conseguiremos que la jungla no invada nuestro jardín a base de levantar muros…”.
Este fragmento ejemplifica la concepción dialéctica tradicional que ha gobernado las relaciones internacionales europeas, en las que en palabras de Sankaran Krishna hay una idea de “Occidente” vs. El resto del mundo (“west vs. Rest”). Una división a la que también se refirió W.E.B du Bois a principios del siglo XX y a la que llamó “la línea de color”, una división que separaba a la Europa Occidental blanca y “civilizada” del resto del mundo donde vivían los otros racializados.
Más allá de los 30 segundos de video que se hicieron virales, en su discurso Borrell habla sobre la guerra de Ucrania, la crisis mundial, los fallos europeos en política exterior, y en últimas se refiere a las debilidades del proyecto liberal y humanista europeo, y muestra un giro abierto hacia una concepción realista de las relaciones internacionales, donde hay un gran enemigo externo que requiere un mayor énfasis en el fortalecimiento militar de la Unión Europea, que en medio de su desprevención de repente se encuentra rodeada por potencias hostiles en un marco de anarquía internacional. En sus palabras:
“Nuestro proyecto inicial era un proyecto de paz entre los europeos y, ciertamente, lo hemos conseguido, pero para conseguirlo dejamos de lado la tentación del poder y utilizamos el comercio y el derecho como nuestras armas. Tejimos una red intensa de relaciones comerciales y nos presentamos ante el resto del mundo como los defensores de los Derechos Humanos, el orden internacional basado en reglas y el dulce comercio, como dicen los franceses, que crea dependencias y esas dependencias se supone que evitan la guerra porque hay un interés mutuo en que no la haya. Así (…) nos convertimos en una potencia blanda, y lo que está ocurriendo ahora es la toma de conciencia de que eso no basta. Eso no basta porque no podemos ser un herbívoro en un mundo de carnívoros.”
Para hacer más clara su declaración del giro de la política exterior donde la fuerza es el factor central, continua diciendo “no podemos pasearnos con Kant en la mano en un mundo hobbesiano, vivimos cada vez más en un mundo del power politics, vivimos cada vez más en un mundo donde la fuerza y las relaciones de fuerza tiene una importancia mayor que no basta con la relación comercial y con la prédica de los derechos humanos y con la prédica del orden basado en reglas, que por supuesto no hay que abandonar. Simplemente [hay que] tomar conciencia de que no es suficiente, que si queremos subsistir tenemos que ser algo más, tenemos que avanzar mucho más en nuestra unidad y tenemos que dotarnos de medios para hacer frente a esas amenazas. Y entre esos medios están también ciertamente, y lo digo sin ninguna clase de complejo, las capacidades militares de Europa.”
Llama la atención que en su discurso Borrell hace referencia a dos pensadores europeos del siglo XVIII que son fundacionales para la teoría de las relaciones internacionales, Kant y Hobbes. Ambos, junto con Locke y Rousseau, elaboraron los conceptos de sociedades opuestas que vivían “bajo el estado de la naturaleza” o bajo “el contrato social”. Hobbes, por ejemplo, hablaba del europeo como el hombre (blanco) racional que vive en una sociedad organizada basada en las leyes, la razón y las tradiciones, y cuyo opuesto eran los “salvajes” de América que vivían en un estado natural sin soberano ni principios basados en la razón. Locke hablaba del designio de Dios de entregar el mundo a los industriosos y racionales que tenían la misión de añadir valor a la tierra, un propósito que no cumplían los “salvajes” que vivían bajo la ley de la naturaleza. Rousseau también hablaba de los salvajes que carecían de sociedad civil y lenguaje y eran incapaces de vivir bajo los principios de la justicia y la ley moral. Y Kant tenía una concepción de la existencia de una relación directa entre la condición de persona y la raza, donde el color de la piel guardaba una relación directa con la capacidad de adquirir la razón y las cualidades morales a través de la educación.
Aunque claramente el pensamiento de estos filósofos es producto de su época y debe entenderse así, muestra la tendencia cartesiana europea de situarse y construirse frente a un otro, en esta caso un otro externo y diferente que representa el caos. Una idea que claramente se ve en la declaración “somos la mejor combinación que la humanidad ha sido capaz de crear de libertad política, progreso económico y cohesión social. Nadie lo ha hecho mejor que nosotros no somos perfectos (…) pero fuera de nuestro jardín está la jungla, una jungla bastante poco habitable.”
Sin embargo, en el discurso de Borrell es claro que en esa gran jungla externa coexisten dos condiciones importantes para Europa Occidental, primero, es el lugar donde existen los recursos naturales de los que depende (petróleo, gas, carbón, minerales raros, etc.) y segundo es el lugar donde existe el caos y el desorden opuesto al proyecto europeo.
Según se entiende más adelante en el discurso esa jungla tiene un lugar geográfico claro, ya que el Alto Representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad procede a hablar de las olas migratorias, de hambrunas en África, y de los reclamos que les han hecho a los europeos al contrastar su solidaridad con Ucrania frente a su indiferencia con Siria y Palestina. Aunque en el discurso Borrell declara el fallo europeo de entender y oír a los países fuera de su cerco, es claro por la continuación que su preocupación de fondo es la pérdida de terreno político y económico de la Unión Europea frente a China y Rusia, y el caos que esto le puede significar.
Borrell declara: “puedo citarles muchos ejemplos de esa discusión que yo tengo que vivir en vivo y en directo en esas reuniones internacionales donde el antiimperialismo en algunas partes del mundo y el anticolonialismo, en otras, emerge con fuerza. No podemos creer que porque tenemos razón intelectualmente los demás nos la van a conceder (…) Y ese discurso que China hace con una enorme capacidad dialéctica de decir mi modelo es más eficaz, (…) de financiar el desarrollo sin tantas trabas burocráticas, sin tantos impedimentos, que China está demostrando en África.” Y luego agrega “China es ya el primer socio comercial de todos los países latinoamericanos. Lo cual no deja de ser paradójico porque si ustedes miran las estadísticas resulta que los europeos, nuestras empresas, han invertido en América Latina más que en India, en China, en Japón y en Rusia juntos. Es decir, hemos puesto un montón de huevos en la cesta de América Latina pero no parece que saquemos los réditos políticos necesarios y la nueva izquierda latinoamericana que está llegando al poder, que está ya en el poder, tiene un discurso que no nos debe reconfortar y por eso creo que ese puesto de la política exterior y de seguridad tiene hoy una especial relevancia…”
Así, más allá de los muy desafortunados 30 segundos que se viralizaron, el discurso de Borrell revela el grave problema de la histórica y actual contradicción europea en las relaciones internacionales. Por un lado, reconoce el fracaso de Europa de entender las necesidades de otros países más allá de sus fronteras, y las causas profundas de las crisis humanitarias que pueden empeorar con la guerra de Ucrania y el cambio climático, y que como el mismo Borrell dice, los muros europeos no van a ser capaces de contener. Sin embargo, por otro lado, continúa reafirmando la posición de Europa como la fuente de la Modernidad y el progreso en un mundo que aun requiere la redención para el desarrollo.