Antes de que El País de España revelara cómo se fraguó un plan para sacar del poder al presidente Gustavo Petro, el congresista estadounidense Mario Díaz-Balart ya había sostenido reuniones con el excanciller Álvaro Leyva y con líderes de la derecha colombiana. Luego, Díaz-Balart replicó la acusación de que Petro no debía seguir siendo presidente por supuestamente ser un “drogadicto”, argumento que intentaron posicionar como justificación del complot para tumbarlo.
Por: Redacción Raya
A principios de 2025, exactamente el 26 de enero, el congresista estadounidense Mario Díaz-Balart publicó en su cuenta de X un mensaje con tono amenazante en contra del presidente Gustavo Petro, anunciando consecuencias “graves” si este no se plegaba a los designios del gobierno de Donald Trump: “El presidente Gustavo Petro está destruyendo innecesariamente la relación especial entre Colombia y EE.UU. Es hora de que Petro reconsidere su postura hacia los EE.UU. antes de que las consecuencias sean aún más graves”, escribió el congresista conservador, de extrema derecha, en respuesta al gobierno colombiano que se negó a recibir vuelos con migrantes deportados y sometidos a graves humillaciones que fueron calificadas por Petro como indignas para un ser humano: viajar esposados sin tener sentencias condenatorias o tan siquiera una acusación. Esta negativa desató la ira del presidente norteamericano Donald Trump.
Quince días después, el 11 de febrero, la precandidata presidencial Vicky Dávila, cercana a grandes empresarios y a la extrema derecha colombiana, se reunió en Estados Unidos con Díaz-Balart. “Le dije que Colombia no es Petro y que debemos evitar a toda costa la imposición de sanciones contra nuestro país. Con ellas solo sufrirían nuestros 50 millones de colombianos. Esto solo favorecería a Petro y a su proyecto político destructivo”, dijo. Semanas después, Donald Trump impuso aranceles a Colombia y a otros países. Dávila permaneció una semana en Estados Unidos.
Casi dos meses más tarde, el 24 de marzo, un grupo de congresistas colombianos, declarados en oposición a Petro, Katherine Miranda (Partido Verde), Lorena Ríos (Colombia Justa Libres), Honorio Henríquez (Centro Democrático), Juan Carlos Garcés (Partido de la U), Mauricio Gómez (Liberal), Nicolás Echeverry (Conservador) y Carlos Abraham Jiménez (Cambio Radical), viajaron a Estados Unidos para reunirse con los congresistas Mario Díaz-Balart y Henry Cuellar, con el propósito de reactivar un comité bipartidista que se instauró en 2009 durante el gobierno de Álvaro Uribe.
En ese momento, Petro denunciaba un bloqueo institucional por parte de estos partidos, que habían hundido la reforma laboral en la comisión séptima del Senado, sin siquiera ser debatida. La respuesta del primer mandatario fue convocar a una consulta popular, lo que puso en un lugar incómodo a estos congresistas que empezaron a hablar de un golpe contra el Congreso. El principal “líder de la banda”, como Petro lo denominó, era justamente el presidente del Senado, el conservador Efraín Cepeda, quien también participó en la reunión en Washington.
Ese día, Díaz Balart aseguró: “estamos muy preocupados por lo que está pasando en Colombia…Nos preocupa la posible privación del Estado de derecho, pero lo que se sigue manteniendo altamente positivo es la relación con el Congreso”. También intentó comparar el gobierno de Petro con “las dictaduras de la región como la de Nicolás Maduro en Venezuela”, el mismo Gobierno al que en el pasado la administración de Donald Trump intentó derrocar por la fuerza, como ocurrió con la fallida operación Gedeón en mayo de 2020, un intento de incursión armada hacia Venezuela en el que participaron exmilitares venezolanos y agentes vinculados a Estados Unidos y Colombia, según reportó la BBC.
Díaz-Balart insistió en que la reunión buscaba “fortalecer esta alianza que ha beneficiado enormemente a ambos países [...] combatiendo el narcoterrorismo y promoviendo los intereses de seguridad nacional de Estados Unidos y Colombia, así como trabajar con el pueblo colombiano para avanzar en los objetivos comunes de estabilidad, prosperidad y gobernanza democrática”. Efraín Cepeda, por su parte, publicó una declaración ambigua refiriéndose a “temas bilaterales” como la migración, el narcotráfico y la relación comercial. “El Congreso de Colombia tiene todo el respaldo del Congreso de los Estados Unidos”, concluyó
https://x.com/EfrainCepeda/status/1904614392466985402
La prensa local interpretó la reunión como un llamado de alerta, como lo tituló El País de Cali: “Comisión de congresistas colombianos está en Estados Unidos para alertar sobre los riesgos de la democracia”.
Reunión en Washington, el 24 de marzo de 2025, entre senadores de oposición y el congresista Mario Díaz Balart.
Luego, el 16 de marzo, Díaz Balart concedió una entrevista a W Radio donde acusó al presidente Petro de perjudicar las relaciones con Estados Unidos con una retórica crítica hacia Trump y atacar a Israel. “No ayuda para Colombia su retórica contra Israel, comparando a Israel con los Nazis. Ese tipo de cosas no ayuda”, dijo. En ese momento, Trump había impuesto un aumento del 10% en los aranceles a varios países, incluida Colombia. Sin embargo, tras el proceso diplomático, EE.UU. suspendió esa medida una vez Bogotá accedió a recibir los vuelos con migrantes deportados. En la misma entrevista, Díaz-Balart afirmó que la peor reunión que había tenido en su vida había sido con el presidente Petro.
Un mes y medio más tarde, el 30 de abril, Díaz Balart recibió en su oficina en Washington al expresidente Álvaro Uribe, con quien sostuvo una reunión y a quién llamó su “querido amigo”. En su red social X está la foto de ambos que publicó y que tiene como fondo el Capitolio en Washington. “Hablamos de los graves desafíos que hoy enfrenta Colombia, los cuales amenazan la democracia en la región y los intereses de seguridad nacional de Estados Unidos”, puntualizó el congresista Díaz Balart, quien semanas antes había cuestionado el juicio que se adelanta por soborno, fraude procesal y falsos testigos contra el expresidente Uribe: “Juicio farsa, persecución política y cacería de brujas”, dijo.
Días más tarde, el 6 de mayo, durante un discurso en plaza pública, el presidente Petro acusó a Díaz-Balart de “dirigir reuniones” para lo que denominó una conspiración internacional en contra de su gobierno y lo señaló de reunirse con su excanciller Álvaro Leyva, con el propósito de derrocarlo. “Dice que quería hablar conmigo y yo nunca supe que quería hablar conmigo. Lo echó la Procuraduría, yo qué culpa tengo, pero me la está cobrando a mí”, dijo en un primer momento Petro.
Luego, describió la gravedad de la información que había recibido y que en ese momento ya conocía la Fiscalía, es decir, los audios que reveló El País de España el domingo pasado: “Pero no es las locuras de un viejo loco, decrépito que está sacando la herida porque no pudo seguir siendo canciller o su hijo, y debe saberse: lo que ha salido en el día de hoy no es un chisme, es un complot, y no es nacional el complot…Pero el que está organizando el complot, y otras y otros colombianos que asisten a esas reuniones, y que lo saben y saben que lo voy a decir con nombre propio, saben quién dirige la reunión y no es un colombiano, es el senador de los Estados Unidos Díaz Balart, de extrema derecha. No critico al gobierno actual (de Trump) porque creo que no es, es la extrema derecha estadounidense, la misma que mató a John F. Kennedy en los Estados Unidos”, puntualizó el presidente Petro.
Sobre esa afirmación de Petro, el congresista Díaz-Balart respondió a Blu Radio lo siguiente: “El señor Petro le hace falta ayuda y siempre estamos dispuestos a ayudar”. Luego, ante la pregunta, “¿usted cree que él dice eso porque se reunión con líderes como el expresidente Uribe en días pasados?”, respondió: “Uno nunca sabe con personas que tiene problemas de adicción qué es lo que están pensando. Pero repito, es evidente que el señor Petro lo que tiene son problemas muy serios: problemas de adicción, problemas de drogas, problemas de alcohol, y que hasta parece que está alucinando. Le está haciendo mucho daño a las relaciones con Estados Unidos”, sentenció Díaz Balart.
El domingo pasado, el periódico El País de España añadió un dato clave en su revelación: al menos un testigo presencial confirmó que la reunión entre Leyva y Díaz-Balart sí ocurrió este año, aunque no quedó registrada oficialmente. Hasta el momento, ninguno de los dos implicados ha desmentido la existencia de ese encuentro.
Ante el escándalo, Mario Díaz-Balart respondió desde su cuenta de X. Calificó las acusaciones de Petro como "falsedades e inventos" y aseguró que siempre se ha reunido con personas de distintas tendencias políticas. “Me causan risa la cantidad de falsedades e inventos sobre mis frecuentes reuniones con miembros de la sociedad civil de Colombia. Siempre me he reunido con personas y grupos de distintos partidos y con diferentes opiniones”, escribió el congresista.
https://x.com/MarioDB/status/1939745569850737143
Díaz-Balart, congresista conservador en Estados Unidos desde hace más de 25 años, es una figura relevante dentro del sector hispano más cercano al presidente Donald Trump. Ha sido financiado por el lobby sionista de AIPAC y por corporaciones vinculadas al sector defensa. Además, mantiene una alianza política con Marco Rubio, actual senador y secretario de Estado designado por Trump desde enero de 2025.
De las entrañas de los Castro al sector anticastrista en Estados Unidos
Mario Díaz-Balart tiene una extensa carrera política en Estados Unidos. Ha sido representante del Distrito 26 de Florida en más de una docena de ocasiones. Ese distrito de clase media, de mayoría hispana, está habitado por migrantes de Cuba, especialmente, pero también de Nicaragua, Puerto Rico, Colombia y Venezuela, según datos de la U.S. Census Bureau. Tiene una retórica de Guerra Fría, su defensa férrea a Israel y a Taiwán, y sus señalamientos a países como Rusia, gobernada por Vladimir Putin; Venezuela por Nicolás Maduro y Nicaragua por Daniel Ortega, tildandolos de dictaduras.
Pero más allá de su discurso ultraconservador, su mejor carta de presentación proviene de su origen familiar cubano, emparentado con el mismo Fidel Castro. Mario Díaz-Balart es hermano de Lincoln Díaz-Balart, también excongresista y sobrino de Mirta Díaz-Balart, quien fue la primera esposa de Fidel Castro. De ese matrimonio nació "Fidelito" (Fidel Castro Díaz-Balart), hijo mayor del líder cubano, fallecido en un extraño accidente en 2018. Es decir, Mario es primo hermano de Fidelito, hijo mayor de Fidel Castro.
Luego del exilio familiar en Estados Unidos, los Díaz-Balart han explotado políticamente su vínculo con Fidel para afianzar su narrativa anticastrista, ampliamente bien recibida por sus electores de Miami. Como presidente del Subcomité de Estado y Operaciones Extranjeras, Balart ha influido en la política hacia Cuba, canalizando fondos estadounidenses para promover, según él, “la democracia y derechos humanos” en la isla.
Díaz-Balart y otros republicanos cubanoamericanos, como Marco Rubio, se han convertido en actores clave de la política exterior estadounidense hacia América Latina. Sin embargo, su postura ha sido cuestionada por reproducir una agenda centrada en la represión y las sanciones económicas sobre Cuba, dejando de lado cualquier alternativa diplomática. Para varios analistas internacionales, Díaz-Balart representa la retórica polarizante del exilio cubano asentado en Florida.
El impacto de esta política ha sido mantener la presión sobre Cuba y promover sanciones cada vez más duras. A comienzos de 2025, Donald Trump reincorporó a Cuba en la lista de países patrocinadores del terrorismo, una medida que golpea severamente la economía de la isla y limita sus posibilidades de desarrollo. Esta decisión endureció el embargo económico y reforzó las restricciones comerciales y financieras sobre la nación caribeña.
La línea dura cubanoamericana ha sido blanco de constantes críticas por parte de gobiernos progresistas en América Latina. Incluso Fidel Castro acusó al hermano mayor de Mario de conspirar para asesinarlo y los señaló como enemigos políticos directos de la revolución cubana.
¿Qué intereses representa Díaz-Balart?
El rastro del dinero ayuda a entender los intereses que representa. Según registros de Open Secret, Díaz-Balart recibe financiación de corporaciones con inversiones en defensa y minería, como la polémica Drummond, empresa acusada de complicidad con el paramilitarismo en Colombia cuyos directivos enfrentan procesos judiciales por conspirar en el asesinato de sindicalistas. Sin embargo, su mayor respaldo económico proviene del poderoso lobby sionista AIPAC (American Israel Public Affairs CMTE).
En medio del genocidio en Gaza, frente al cual el presidente Petro ha asumido una postura de denuncia constante y ha exigido un cese al fuego, AIPAC ha financiado a demócratas y republicanos con millones de dólares. Según cifras oficiales publicadas en su web, que promueve el lema “Ser proisraelí es una buena estrategia política”, entre 2023 y 2024 aportaron más de 50 millones de dólares a campañas en Estados Unidos. De ese total, 480.227 dólares fueron destinados a la campaña de Mario Díaz-Balart.
En la política estadounidense estas cifras no son una anomalía. Lo público se decide entre gigantescas transacciones privadas. Y el lobby cubanoamericano, que opera con fuerza en Florida, juega un papel relevante. Una reciente investigación del diario británico The Guardian reveló que varios líderes latinoamericanos han gastado millones de dólares contratando a los lobistas más influyentes de Washington. Por ley, estos altos funcionarios deben registrarse como agentes extranjeros bajo el Foreign Agent Registration Act (FARA).
En ese reportaje, Jake Johnston, director de política internacional del Center for Economic and Policy Research, explicó: “Las relaciones muy personales que se han desarrollado con la extrema derecha en América Latina han dado acceso directo a la Casa Blanca. No diría que este tráfico de influencias no tiene precedentes, pero su magnitud sí lo es”.
La misma investigación denunció que desde la llegada de Donald Trump a la presidencia de los Estados Unidos hay un boom de estos lobistas, que tienen una relación directa con el ala política anticastrista de Florida. Según The Guardian, los principales clientes de estas transacciones son El Salvador de Bukele, Ecuador de Noboa y la Argentina de Milei.
Uno de los lobistas más influyentes del ala republicana de Florida es Otto Reich, un diplomático cubanoamericano que durante décadas ha sido un operador clave en la política exterior de Estados Unidos hacia América Latina. Reich ha trabajado en alianza con Mauricio Claver-Carone, otro cubanoamericano, abogado y consultor, conocido por sus posiciones radicales contra el gobierno cubano.
Durante años, Reich y Claver-Carone canalizaron millones de dólares a través del US-Cuba Democracy Political Action Committee (PAC), una organización creada para financiar campañas en el Congreso que apoyaran la continuidad del embargo económico contra Cuba. El PAC también ha servido como plataforma para presionar a favor de sanciones más estrictas contra la isla y para bloquear cualquier intento de acercamiento diplomático. En esta tarea trabajaron de la mano con su aliado Marco Rubio, actual Secretario de Estado de Estados Unidos y uno de los principales representantes del ala más dura del Partido Republicano.
Mauricio Claver-Carone, además de su papel como lobista, es un aliado cercano de Mario Díaz-Balart y cuenta con el respaldo de la poderosa Fundación Nacional Cubano-Americana (FNCA), una organización que desde Miami lidera la narrativa anticastrista en Estados Unidos. Claver-Carone pasó de gestionar intereses privados en Florida a ocupar altos cargos gubernamentales. Primero fue designado por Donald Trump como presidente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), y desde comienzos de 2025 ocupa el cargo de Enviado Especial para América Latina, desde donde ha reforzado la influencia de la línea más radical de los republicanos en la política exterior hacia la región.
El poder del lobby cubanoamericano
Más allá de la familia está el poder cubano-americano que influye en la relación entre Washington y América Latina. Su exponente más destacado es Marco Rubio. Cuando Trump lo nombró en el gabinete, Díaz-Balart manifestó sobre Rubio: “(hará) un trabajo excepcional promoviendo una política exterior firme y enfocada, y ofrecerá experiencia y asesoramiento invaluables como asesor de Seguridad Nacional”
Ambos —Rubio y Díaz-Balart— han estado ligados a redes políticas dentro de la comunidad cubanoamericana, además de la agenda “anticomunista” y su origén, los une el lobby anticastrista. Uno de los más poderosos en el capitolio. La revista Foreign Policy lo describió así “el lobby más poderoso en Washington no es la NRA (de armas), es el ala de derecha de odio hacia Castro que tiene a los burocratas de Obama aterrorizados e inertes”.
Para ilustrar su radicalismo: en 2014, cuando los ídolos del pop Jay-Z y Beyoncé celebraron su aniversario de bodas en Cuba, Rubio exigió investigarlos por violar el embargo estadounidense a la isla. El analista William LeoGrande, profesor de American University en Washington, escribió en Foreign Policy: “Ese lobby de política exterior agresivo logró impedir el debate racional sobre una política anacrónica, intimidando a cualquiera que se atreviera a cuestionarla”.
Lo cierto es que incluso artículos académicos han cuestionado la eficacia de ese lobby cubano, que en más de cincuenta años no ha logrado su objetivo de derrocar al gobierno socialista en La Habana. También ha sido señalada como una fachada, disfrazada de defensa de derechos humanos, para encubrir otros intereses. Investigadores de la Universidad de Denver lo resumen así: “La política de EE.UU. hacia Cuba no es más que una extensión de la política de Florida por otros medios".
Esa política dura de Florida, que impulsa carreras como las de Mario Díaz-Balart y Marco Rubio, ha sido protagonista de distintas intervenciones en América Latina. Desde el apoyo militar a grupos anticastristas entrenados por la CIA, que fueron derrotados en Playa Girón y cuya operación se gestó en EE.UU., hasta los recientes intentos de mercenarios en la fallida Operación Gedeón que buscaba la captura de Nicolás Maduro en Venezuela.
También existen apoyos menos visibles, como el de una organización que ha recibido recursos del gobierno estadounidense y que desde el sur de Florida lleva más de 40 años intentando incidir políticamente en la isla: la Fundación Nacional Cubano-Americana (CANF), fundada por un exiliado cubano y acusada de financiar a terroristas como Luis Posada Carriles, quien murió en 2018. Posada Carriles aceptó en una entrevista con The New York Times haber recibido más de 200.000 dólares del fundador de la CANF para sus operaciones. Posada Carriles, señalado durante décadas de terrorismo internacional, murió en 2018 en Miami sin haber enfrentado juicio por muchos de los atentados de los que fue acusado.
Esta organización, la FNCA, ha respaldado a Marco Rubio y a otros políticos conservadores cubanoamericanos. Con los años, su agenda se ha diversificado y ha buscado incidir en otros países, como Venezuela.
El papel de Mario Díaz-Balart en la política exterior de Estados Unidos hacia América Latina está respaldado por décadas de trayectoria, vínculos familiares, alianzas políticas y el apoyo de poderosos lobbies como AIPAC y la Fundación Nacional Cubano-Americana. Su cercanía con figuras clave como Marco Rubio y Mauricio Claver-Carone, y su rol en la reactivación de redes de cooperación bipartidista con congresistas colombianos, lo han consolidado como un actor de peso en la relación entre Washington y gobiernos de la región.
En Colombia, las denuncias del presidente Gustavo Petro sobre una conspiración internacional para derrocarlo han puesto a Díaz-Balart en el centro del escándalo. Según reveló el diario El País de España, el excanciller Álvaro Leyva, en articulación con líderes de la derecha colombiana, sostuvo reuniones no registradas oficialmente con Díaz-Balart en Washington, con el propósito de promover lo que Petro calificó públicamente como un intento de “golpe de Estado”. Estas reuniones, que contaron con testigos presenciales según El País, tendrían como eje la narrativa de que Petro no estaba en condiciones de gobernar y que debía ser removido del poder.
El caso no solo refleja las tensiones diplomáticas entre Colombia y Estados Unidos, sino que también confirma que las redes de presión política que operan desde el sur de Florida continúan activas, defendiendo intereses históricos y actuando con capacidad de incidencia sobre las decisiones estratégicas de Washington. Las investigaciones para establecer la existencia, alcance y responsables de esta conspiración contra el presidente Petro siguen abiertas, tanto en la justicia colombiana como en la esfera internacional, para entender por qué se buscó, fracasadamente, que la sociedad colombiana creyera que Petro no era apto para seguir siendo el presidente de Colombia.