Culminó la visita de Francia Márquez Mina al continente africano, la primera vicepresidenta latinoamericana que recorre Sudáfrica, Kenia y Etiopía; tras el hecho, se firmaron acuerdos para abrir puertas colaborativas Sur-Sur. Un recorrido por Ta-Kenset, el continente llamado Tierra de la placenta.
Por: Ángela Martin Laiton
El tercer continente más grande del mundo, después de Asia y América, está contenido por el océano Atlántico y el Índico, compuesto por una sola placa tectónica que conforma más de treinta millones de kilómetros, es el hogar de al menos mil millones de seres humanos y miles de millones de otras especies. La etimología de su nombre, África, tiene varias hipótesis (todas coloniales), pero quizás la más justa y la más poética es la atribuida a Gerald Massey, un poeta inglés obsesionado con Egipto, que afirmó que la palabra venía de un término propio del egipcio antiguo, Af-rui-ka, que traduce algo como “el lugar de nacimiento”. Afruika es un sinónimo (que derivó en el latín: África) de otra palabra con la que en el antiguo Egipto nombraban al continente: Ta-Kenset, que significa “Tierra de la placenta”.[1]
África y Europa están divididos por el mar Mediterráneo. Lo que antes fue una sola placa de la Tierra, ahora mantiene dos puntas separadas por catorce kilómetros de agua que, vistas satelitalmente, parecen un beso lánguido. Ahí, en el estrecho de Gibraltar, se han ahogado más de siete mil africanos tratando de entrar a Europa en los últimos treinta años[2]. Bab el-Zakat o “Puerta de la Caridad” es el nombre del estrecho en árabe. Las lenguas y lo que nombran siempre son una paradoja.
Así, “África” es una palabra cuya etimología está en disputa, pero también su semiótica. Para el imaginario occidental, la palabra está habitada por leones, elefantes y jirafas. Tiene un desierto gigantesco y personas muriendo de hambre. En “El peligro de una sola historia”, la escritora nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie relata lo que ocurrió cuando llegó de 19 años a Estados Unidos: su compañera de habitación se mostró sorprendida porque una africana hablara tan bien inglés y se sintió defraudada cuando pidió escuchar “músicas tribales” y Adichie le habló de Mariah Carey. “Mi compañera conocía una sola historia de África, una única historia de catástrofe; en esta única historia, no era posible que los africanos se parecieran a ella de ninguna forma, no había posibilidad de sentimientos más complejos que la lástima, no había posibilidad de una conexión como iguales”,[3] menciona la escritora.
Las relaciones sur-norte y las complejidades que se tejen entre los países que sufrieron el colonialismo y quienes lo ejercieron continúan en discusión, no solo en los ámbitos académicos, sino ampliamente en los geopolíticos. Desde esa perspectiva, la lengua, lo que nombra y cómo se nombra, es un campo en disputa del que nadie es ajeno. Hay que probar nada más con mencionar palabras como “África”, “Oriente”, “árabe” o “eslavo” para que los prejuicios más ridículos salten a la vista. Durante una entrevista realizada a la escritora mozambiqueña Paulina Chiziane después de recibir el Camões, el premio más importante de lengua portuguesa, la autora mencionó las razones por las que para ella y para otros escritores de países colonizados era tan conflictivo escribir en una lengua de dominación:
“Yo, de vez en cuando, doy unos cuantos gritos, unos cuantos chillidos. Porque utilizamos principalmente los diccionarios que vienen de Portugal, aún no hemos producido el nuestro. [...] En el diccionario de Porto Editora aparece la palabra «catinga», que para ellos es más o menos esto: «Olor nauseabundo propio de la raza negra». ¿Acaso no es esto un insulto?”[4].
Este debate sobre la decolonialidad, también dada por escritores y académicos del Latinoamérica y Asia, marca como un punto relevante la discusión sobre los usos de la lengua, la circulación literaria y la relación centro-periferia con las lenguas nativas. Razones por las que diversos autores africanos e indígenas empezaron a escribir sus libros en lenguas propias. Es una historia muy común, incluso entre los escritores más reconocidos, que sus primeras producciones literarias estuvieran pensadas y escritas en las lenguas coloniales. Aunque muchos de ellos manifiestan la importancia de reconocer el sincretismo cultural que ha dejado la colonización, también señalan el valor de las diversas lenguas nativas que son comunes, que están vivas y que contienen valores socioculturales previos a la llegada de Europa a los países africanos y latinoamericanos. Una forma de reivindicar el derecho a nombrarse a sí mismos en las lenguas de sus propios pueblos sin el dejo peyorativo de la colonia.
Dentro de ese entramado que es la reivindicación de los pueblos africanos para ser reconocidos, respetados y autónomos, las lenguas son un estandarte, porque en la lengua cabe la cultura, el mundo y cómo lo nombramos. Jaques Derrida reflexionó sobre ello y su realidad como argelino francófono en El monolingüismo del otro:
“No tengo más que una lengua, no es la mía. Y aun, o además: «Soy monolingüe» Mi monolingüismo mora en mí y lo llamo mi morada; lo siento como tal, permanezco en él y lo habito. Me habita. El monolingüismo en el que respiro, incluso, es para mí el elemento. No un elemento natural, no la transparencia del éter sino un medio absoluto. […] Ese solipsismo inagotable soy yo antes que yo. Permanentemente. Ahora bien, nunca esta lengua, la única que estoy condenado así a hablar, en tanto me sea posible hablar, en la vida, en la muerte, esta única lengua, ves, nunca será la mía. Nunca lo fue, en verdad”.
Escritores como Chinua Achebe, Boubacar Boris Diop y Ngũgĩ wa Thiong'o decidieron interrumpir la escritura de sus obras en la lengua colonial para escribir en igbo, wolof y kikuyu, y ahora muchas de sus obras son traducidas desde estas lenguas y publicadas primero en sus países de origen. Parece una decisión estética, pero es sobre todo una posición política sobre qué se escribe y para qué lectores. Frente a ello, el escritor senegalés Boubacar Boris Diop mencionó: “Comencé en francés sin darme cuenta de que la opción de escribir en una lengua extranjera tenía implicaciones ideológicas mayores. Las palabras del otro acarreaban su cultura, incluso si usted se distanciaba de ello, de su pensamiento y de su trabajo literario. No se tenía conciencia clara de esto. Y cuando un senegalés que siempre ha vivido en su país, como yo, tiene que recurrir al francés, se priva de la música interna de su lengua, de las vibraciones de ésta. Yo me di cuenta de que mis novelas en francés no tienen relación con mi vida y con las diversas realidades de Senegal”.[5]
Dentro de esta apuesta decolonial de los pueblos del sur del mundo, abrir diálogos y colaboraciones es un imperativo en aspectos sociales, ambientales, políticos y culturales. Descentrar la mirada de Occidente para revisar las posibilidades que tienen los sures no es una apuesta nueva, ni inexplorada; países latinoamericanos como Brasil tienen mercados abiertos, intercambios culturales, circulación literaria, posibilidades educativas y una estrategia clara para reconocer un continente que comparte una historia y una coyuntura sociopolítica más cercana con Latinoamérica que cualquier otro. El reconocimiento Sur-Sur abre posibilidades no solo políticas sino epistémicas de reconocimiento histórico, como lo señalaba U. Joy-Ogwu, exministra de Asuntos Exteriores de Nigeria: “Para construir puentes entre los países del Sur se necesita la creación de una atmósfera apropiada, como prerrequisito. Un mejor conocimiento mutuo logrado a través de múltiples contactos, intercambios culturales, y una temporal falta de énfasis en lo económico y comercial, podría aumentar las perspectivas de establecer relaciones mutuas constructivas”.[6]
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Una vicepresidenta afrocolombiana en África
Durante una visita a Brasil en 2017, Ángela Davis, una de las más importantes pensadoras del feminismo negro, marxista y activista por los derechos humanos, afirmó: “Cuando una mujer negra se mueve, toda la estructura de la sociedad se mueve con ella”[7]. En esa misma conferencia la activista reflexionó sobre el papel de las mujeres afrodescendientes en América Latina y su potencial político transformador del sistema capitalista. Ser una mujer afrodescendiente, defensora de derechos humanos y activista es enfrentarse continuamente al establishment masculino y blanco que ha llevado la agenda política durante siglos en estos países y que no pierde oportunidad para dejar manifiesta su opinión racista y machista. Tanto Davis como Francia Márquez saben de eso.
Desde esa perspectiva, la filósofa estadounidense ha mantenido una relación estrecha con la vicepresidenta de Colombia, a quien ha respaldado en sus proyectos políticos. Justo antes de las elecciones de 2022 su mensaje fue contundente: “Ha estado en la primera línea de las luchas ambientales, de las luchas contra el racismo y la misoginia, y en las luchas contra la pobreza (…). Así que en nombre de todos los que aquí en Norteamérica defendemos la paz, la justicia y la libertad, te envío un cordial saludo, Francia, mi hermana, mi amiga”.
La repentina sorpresa de gran parte de la sociedad colombiana que dice no entender las razones por las que una vicepresidenta, afrodescendiente y luchadora social, marca en su agenda internacional visitas diplomáticas al continente africano deja de manifiesto, una vez más, el racismo estructural de los latinoamericanos, a pesar de los numerosos puntos de contacto entre los dos sures. “Nuestros dos continentes tienen muchas cosas en común, pero esto no se traduce en el nivel de los intercambios intelectuales entre África y América Latina. Es una lástima, porque cuando leo a Sábato, a García Márquez o a Juan Rulfo, para mí son escritores africanos, su universo no difiere nada del mío”, afirmó Boubacar Boris Diop.
Dentro de la agenda de la vicepresidenta se contaron visitas a países como Gabón, Sudáfrica, Kenia y Etiopía. Uno de ellos, Sudáfrica, cuenta con una de las comisiones para la verdad y la reconciliación más reconocidas sociopolíticamente en el mundo, proceso que, liderado por Nelson Mandela y Desmond Tutu, hizo mundialmente conocido el concepto del ubuntu, “yo soy porque nosotros somos”, el mismo que Francia Márquez usó en su campaña, manifestando desde entonces la importancia del panafricanismo para la vicepresidenta.
En la reunión de la delegación colombiana junto al vicepresidente de Sudáfrica Paul Mashatile.
Por otro lado, en Kenia está la sede del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA). Allí se firmaron acuerdos alrededor de tres temas: 1. El establecimiento de la comisión conjunta de cooperación económica, técnica, científica y cultural. 2. Equidad de género y empoderamiento de las mujeres. 3. Cooperación Sur-Sur en materia cultural.
La vicepresidenta Francia Márquez Mina junto al presidente de Kenia William Samoei Ruto. Durante la visita se concretó una agenda de cooperación para luchar contra el cambio climático.
Finalmente, está Etiopía, el único país de África que nunca fue esclavizado ni colonizado. Un lugar invisibilizado en América Latina, pero clave para la historia humana. No solo es famoso por ser la “cuna de la humanidad”, pues los primeros vestigios de quienes somos datan allí, como los de “Lucy”, el esqueleto mejor conservado de nuestros primeros antepasados. También se le conoce por sus narrativas antiquísimas que se remontan al siglo IV D.C., y por el amárico, una lengua vernácula que tiene un alfabeto propio, y en la que la mayoría de los autores etiopes escriben sus libros. De hecho, uno de los acuerdos a los que se llegó con la visita de la vicepresidenta en este país es el de la oportunidad de promover el español como lengua extranjera, proyecto que, de materializarse, podría poner a circular literatura, música y cine en los dos países.
Francia Márquez junto a Sahle-Work Zewde, Presidenta de Etiopía. La tercera economía más importante del África subsahariana, después de Nigeria y Sudáfrica.
Desde esa perspectiva, la visita de Márquez a varios países africanos es la oportunidad para que Colombia abra las puertas a las más de dos mil lenguas que componen ese continente, a sus literaturas, historias, música y culturas. Nos reta a superar la mirada colonial, limitada y prejuiciosa de la negritud y lo que le ha dado a América la migración de la afrodiáspora. Una oportunidad para pensar la crisis climática desde el Sur global, la posibilidad de revisarnos como humanos en la diversidad. “Que una mujer afrodescendiente esté volviendo a pisar este continente, en calidad de vicepresidenta, es un momento histórico, de mucho amor y alegría”, afirmó Márquez en una entrevista radial.
Finalmente, la discusión que se abrió esta semana durante la visita de Colombia a estos países africanos también es el punto de partida para abrazar nuestra propia historia en la diversidad, en la riqueza que la afrodiáspora nos dio. Una nueva punta de lanza para hablar de decolonialidad y multiplicidad desde estos sures que cohabitamos. Para que cuando más mujeres afrodescendientes sean el rostro del país, nos reconozcamos en ellas. Una mujer negra, caucana, trajo hasta aquí la discusión pendiente en Colombia sobre la vigencia del racismo, y solo puedo pensar en el poema de Audre Lorde:
“Hoy criamos a nuestras hijas
en el respeto por sí mismas
y por las otras.
Hoy has hecho a la soledad
sagrada y útil
y ya no la necesitas
hoy
tu luz brilla muy fuertemente
pero quiero
que sepas
que tu oscuridad es también
rica
y trasciende el miedo”.
Referencias bibliográficas:
[1] Finch Charles. Nile Genesis. An introduction to the opus of Gerald Massey. Disponible online en https://web.archive.org/web/20100130200159/http://gerald-massey.org.uk/massey/cmc_nile_genesis.htm
[2] Información de RTVE. Disponible online en https://www.rtve.es/noticias/20181031/tragedia-del-estrecho-casi-7000-vidas-30-anos/1830360.shtml
[3] Conferencia ofrecida en el marco del evento TEDGlobal Ideas Worth Spreading en julio de 2009, Oxford, Inglaterra. Disponible en video y transcripción en http://www.ted.com/talks/lang/spa/chimamanda_adichie_the_danger_of_a_single_story.html
[4] Paulina Chiziane: «Mozambique nunca ha conocido momentos de paz». Publicada en febrero de 2022. Disponible online en: https://www.afribuku.com/paulina-chiziane-mozambique-nunca-ha-conocido-momentos-de-paz/
[5] Disponible online en: https://circulodepoesia.com/2013/03/entrevista-con-boubcar-boris-diop-africa-literatura-y-politica/
[6] U. Joy-Ogwu.La cooperación Sur-Sur: problemas, posibilidades y perspectivas en una relación emergente. Publicada en mayo de 1982 en la Revista Nueva Sociedad. Disponible online en: https://nuso.org/revista/60/el-dialogo-sur-sur/
[7] Alves, A. Entrevista a Angela Davis: “Cuando la mujer negra se mueve, toda la estructura de la sociedad se mueve con ella”. Publicada el 29 de julio de 2017 en El País. Disponible online en https://elpais.com/internacional/2017/07/27/actualidad/1501114503_610956.html