En entrevista con la Revista RAYA la líder campesina del Catatumbo, María Ciro Zuleta, habló de ese otro feminismo alejado de las grandes marchas y movimientos urbanos donde se concentra la atención de la violencia contra la mujer. Hay otras violencias en la periferia. Esta también es una ventana para ellas.
Por: María Camila Díaz Esguerra
En América Latina la historia de las mujeres campesinas ha estado atravesada, por un lado, por la guerra, la pobreza y el olvido, y por otro, por la solidaridad, la lucha y el cuidado del legado campesino que ha alimentado a los distintos países de la región. Por esta razón para conmemorar el 25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, Revista RAYA habló con María Ciro Zuleta, cofundadora del Comité de Integración Social del Catatumbo, Cisca, para resaltar las luchas del Feminismo Campesino y Popular en Colombia.
¿Qué es el Feminismo Campesino y Popular y cuáles son sus reivindicaciones?
Los feminismos son un escenario de lucha de las mujeres campesinas para crear conocimiento situado, es decir, una posibilidad de darle vida y caracterización a las diferentes formas de habitar el ser mujer.
En ese sentido no es la misma lucha de las mujeres de los sectores urbanos populares, con las que nos podemos identificar en términos de sistemas de opresión y en términos de ser una población marginada, carente de derechos. Nos diferenciamos en que estamos en el campo y hay otras reivindicaciones propias del campo. Por ejemplo, el acceso a la tierra, la distribución de los recursos generados en la economía campesina, el aporte que hacemos las mujeres en el campo a la generación de conocimientos en el manejo de plantas medicinales y en la conservación misma de esta cultura campesina.
En esos aspectos es donde la lucha feminista pensada como la construcción de unas epistemologías propias y situadas nos da una posibilidad de actuar y nos da la oportunidad de ponerle rostro propio a una lucha feminista con una agenda localizada, con identidad rural y campesina.
¿Cuál ha sido la problemática del acceso a la tierra de las mujeres campesinas en Colombia?
Si revisamos la tenencia de la tierra en el país, según el informe de Oxfam, Radiografía de la Desigualdad, nosotros los campesinos poseemos como el 2.8% de la tierra. Colombia, tiene el índice Gini, que mide la desigualdad en la propiedad rural, más alto de América Latina y ha venido creciendo en las últimas décadas, y dentro de ese porcentaje tan pequeño que tiene el campesinado, las mujeres ni siquiera sabemos cuánta tierra tenemos. De hecho, en ese mismo estudio aclaran que no tienen datos sobre cuántas mujeres son tenedoras de la tierra porque los estudios y las investigaciones son ciegas o neutras en género, entonces hay una tenencia que es de la familia.
Sin embargo, hay que tener en cuenta una situación que viene ocurriendo en el país y es que el 35% de las familias está constituido por mujeres cabeza de hogar, entonces ¿cómo hacemos para saber cuántas mujeres cabeza de hogar en el campo hoy tienen la tierra? Es muy complejo hacerle seguimiento, justamente, porque no hay enfoque de género en estas investigaciones sobre cuántas mujeres tienen tierra, acceden a crédito en el campo o reciben asistencia técnica.
Si partimos además del hecho de que los créditos en el campo y los subsidios a la agricultura están destinados en un porcentaje muy alto a eso que se llama una línea de modernización del campo, y a cultivos permanentes, principalmente a la palma, que no es un cultivo propio del campesinado sino de grandes terratenientes, entonces vemos que no hay una política dirigida a fortalecer la economía campesina y no hay tampoco forma de entender cuál es la realidad de las mujeres propietarias de la tierra, de las que no tienen tierra o de las que demandan tierra al interior de la economía campesina.
¿Cuál es el rol que las mujeres campesinas han tenido en la soberanía alimentaria, en encargarse de las tierras que alimentan a sus familias, en guardar las semillas para la siguiente cosecha y en general en los cultivos que contribuyen más a la alimentación que el cultivo industrial?
Nosotros desarrollamos en la economía campesina aspectos muy importantes que contribuyen a que esa economía aún exista, a pesar de que gobierno tras gobierno es amenazada por las políticas extractivistas y por las políticas concentradas en líneas productivas para la exportación como: café, cacao, palma de aceite o caña para la producción de etanol. La economía campesina es ignorada en su papel estratégico que es la producción, mientras que la política pública está enfocada en la importación de alimentos, sabiendo que nosotros los campesinos y campesinas podríamos producirlos.
Si a eso le sumamos toda la problemática en el campo relacionada con el conflicto armado -que de fondo es una problemática de tenencia de la tierra- es un milagro que todavía exista el campesinado.
Entonces, dentro de esas estrategias que desarrolla la visión del mundo campesino para subsistir, para mantenerse a pesar de tantas agresiones, está el aporte de las mujeres y lo podemos evidenciar en varias dimensiones: una es que el campesinado produce el 60 o 70 por ciento de los alimentos que consumimos, y dentro de ese porcentaje, las mujeres producimos el 46 por ciento. Esos alimentos que las mujeres producimos tienen una característica particular y es que están destinados a una red muy local que abastece a las personas más pobres dentro de los pobres del país.
El último censo del Dane nos habla del incremento de la pobreza en el país, y también del aumento de la brecha de pobreza entre lo urbano y lo rural, y cómo dentro del sector rural, las mujeres y las mujeres mayores son las más pobres entre los pobres.
Tenemos una condición de feminización de la pobreza y de ruralización de la pobreza, y ¿Cómo se sostiene la gente a pesar de eso? Porque en el campo las mujeres que producen alimentos los distribuyen en esa red. Aparece un elemento muy importante que es la solidaridad, la ayuda mutua, la cooperación, el entender la comunidad como un elemento estratégico para sostener la economía campesina, que sólo existe si hay comunidad y son las mujeres las que hacen un gran aporte para mantener la visión de comunidad al estar compartiendo con las personas mayores, con la madre cabeza de hogar, con las personas enfermas y al llevar lo que producen ellas en sus fincas.
Es un aporte significativo que es absolutamente invisible, porque lo que se ve es la producción de alimentos que llega a las plazas de mercado y a los sitios de comercialización, pero la producción campesina es mucho más que eso, es conocimientos, es una relación de coevolución con la naturaleza, es una construcción de comunidad, es una apuesta colectiva, es entender el alimento como lo esencial en la vida no como la mercancía.
Por ejemplo, si una señora en el campo prepara alguna cosa, sea un queso o un dulce, siempre va a tener una red alrededor a la que le hace llegar ese queso y ese dulce. Eso es lo que mantiene el sentido de la economía campesina y es lo que genera una de las principales estrategias para subsistir y para que hoy todavía exista economía campesina.
¿Cómo ha sido esa relación entre esta economía femenina y la subsistencia del campo? ¿Y cómo ha funcionado y sobrevivido en medio del conflicto?
Las mujeres participamos en menor proporción en el desarrollo de la guerra y en la construcción de la paz. En el 2020 se conmemoraron los 20 años de la existencia de la resolución 1325 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, donde se orienta y se establecen unos mínimos para la participación de las mujeres en la construcción de paz.
Eso a mí me parece una de las cosas más evidentes de lo que significa el patriarcado porque las mujeres somos tal vez el sector más afectado por la guerra y las que debemos soportar sus impactos. No participamos de manera masiva en ella, pero somos las que asumimos los impactos de lo que allí ocurre en términos de quedar solas con la familia, de perder los hijos y de perder la tierra, pero, además, tampoco se abren las posibilidades para que las mujeres participen en la construcción de la paz. Llama la atención que, en la existencia de las sociedades, de los países, de las normas internacionales para el desarrollo de la de la guerra y la construcción de paz, sólo en los últimos 22 años se haya hablado de que las mujeres deben participar en la paz, me parece profundamente patriarcal.
También es bastante complejo, en términos del conflicto, lo relacionado con el desplazamiento y la tenencia de la tierra. Cuando se dan los procesos de desplazamiento y la gente es propietaria, en un porcentaje muy alto la tierra está escriturada a los hombres.
En muchos de los estudios que se hicieron en los momentos más difíciles del desplazamiento en Colombia se evidenció que muchas de las familias terminan rotas en un proceso de desplazamiento y son las mujeres las que de alguna manera encuentran una salida económica para sostener esa familia en el lugar donde llegan, principalmente sectores urbanos. Terminan siendo mano de obra para prestar servicios de aseo, de cuidado de personas, vendiendo empanadas o BonIce en una esquina, para lo que sea, encuentran una solución y en ese proceso de desplazamiento cuando termina habiendo una separación de la pareja, las mujeres pierden la tierra.
Si vuelve el hombre al campo y la mujer no tenía tierra y no hubo un proceso para aclarar esa tenencia, ahí la mujer se quedó sin tierra.
Y ¿en los procesos de restitución después de los acuerdos de paz esta situación se sigue presentando?
Claro, porque cuando se va a restituir la tierra a quien la perdió, esa familia que se desplazó ya no es la misma familia, no está constituida por los mismos integrantes. Esa mujer que estaba en ese territorio en alguna parte quedó y el hombre llegó a reclamar la tierra con otra familia, él sigue siendo el propietario y la otra mujer que llegó tampoco tiene ninguna garantía de que vaya a acceder a esa tierra.
Entonces es una situación en la que nosotras desarrollamos un trabajo, pero no hay ninguna protección legal al trabajo que nos amarra a nosotras a la tierra y no tenemos posibilidad de acceso. Además, llevamos el costo de seguir sosteniendo la familia que se constituyó antes del desplazamiento.
Además de la participación en las organizaciones y Juntas de Acción Comunal ¿Qué otras acciones son importantes en la lucha para que las mujeres puedan acceder y mantener la tierra, cultivarla y vivir de ella?
Pues ahí es donde cabe y tiene vigencia la lucha desde una perspectiva de un feminismo campesino y popular. La lucha por una reforma agraria que entienda cuál es la problemática de acceso de las mujeres a la tierra, que es una de nuestras banderas. O sea, en esta realidad que tiene el país tiene que ver con cómo se configura la familia. Date cuenta, cómo se ha transformado la familia en sectores urbanos, que no es la misma transformación que se ha dado en sectores rurales, una familia hoy en sectores urbanos puede estar constituida por un hombre, solo o una mujer sola y un perro, pero en el campo no. En el campo está la mujer sola con los hijos y las hijas sosteniendo esa responsabilidad.
Entonces, cómo se entiende esa realidad del incremento de mujeres cabeza de hogar en el campo y cómo la política pública llega a ellas y llega a solucionar problemas estructurales como el de la tenencia de la tierra y no a través de subsidios como Familias en Acción, que no resuelve nada, ayuda a que esa familia tenga un ingreso mínimo que va a destinar a mejorar la alimentación, pero de fondo no está resolviendo nada. Entonces se trata de cómo se atienden esos problemas estructurales que están enfrentando las mujeres en el campo.
Hablando de reforma agraria y del tema agrícola ¿Qué se puede hacer para fortalecer las economías solidarias de consumo donde una mujer no mantiene no sólo a su familia, sino también a su red de vecinos y gente cercana?
Debe haber un cambio en cómo entendemos la alimentación. Si nosotros entendemos que la vida debe girar en torno a los alimentos, a los alimentos sanos, a los que no le dan la vuelta al mundo sino a los que tengo cercanos. Si a ese alimento yo le pongo un interés político, en el sentido de a quién fortalezco cuando me alimento, si fortalezco a una transnacional de la producción o fortalezco una economía campesina que está desarrollando una producción a pequeña escala, generando un bajo impacto ambiental y que está desarrollando una cultura y una relación respetuosa con la naturaleza. La cosa tiene que ser de otra manera, cambiar la lógica de los alimentos a consumir, los alimentos más sanos, más cercanos y sin tanta transformación.
En estos días veía por ahí que ya estamos consumiendo granadilla empacada en una bolsita plástica en el supermercado, los plátanos pelados y puestos en una bolsa plástica vacío, y ya también los estamos consumiendo fritos en paquete. Cada vez estamos consumiendo más comida industrializada y altamente procesada. Estamos consumiendo una limonada que compramos en un sobre en un país que produce panela y limones que se pierden en el campo.
Es una cosa que a veces yo no le encuentro sentido desde la perspectiva de cómo nos alimentamos. Le encuentro sentido desde la perspectiva de una acumulación de capital de unas personas en detrimento de las condiciones de vida de un sector muy importante en el campo.
Para terminar ¿cómo se puede articular el feminismo campesino popular con otras luchas del feminismo?
Yo pienso que es a través justamente de esas luchas en torno a ese otro mundo que queremos. En el marco de una lucha feminista urbana es muy vigente la lucha por los territorios, la naturaleza y los alimentos, es ahí donde nos conectamos, es entonces donde tenemos que entender que ese feminismo que está en los sectores urbanos populares, con los cuales tenemos identidad de clase, pues también tenemos identidades en otras luchas, porque esas mujeres que levantan las banderas por la reforma agraria, por la defensa de la naturaleza, también se identifican conmigo, que vivo en la ciudad porque yo respiro, porque yo como, porque yo estoy pidiendo mejores condiciones de salud.
Creo que todas nuestras luchas se encuentran, lo que nos aporta la posibilidad de construir diversos feminismos es que le pongamos un tono localizado a la promoción de los conocimientos y a nuestra identidad de mujeres. Creo que todos los feminismos son muy valiosos y todas aportamos para todas.