Durante ocho años, “La ciénaga, entre el mar y la tierra” permaneció silenciada por una disputa legal entre sus codirectores, Manolo Cruz y Carlos del Castillo. Aunque premiada en Sundance y reconocida como una de las películas colombianas más galardonadas, pudo estrenarse sólo hasta mayo de 2025. RAYA acompañó el lanzamiento, que marcó el cierre de una batalla por la autoría de esta obra del cine nacional.
Por Santiago Erazo, Cultura Raya
La historia del cine está marcada por un silencio particular. No es el propio del cine mudo, ni el de aquellas largas tomas de películas como "Stalker", de Andréi Tarkovski, o "Como en un espejo", de Ingmar Bergman, en las que el mutismo tensiona y marca, intensifica o perfila una determinada atmósfera. Hablamos del silencio de aquellas películas que tardaron años o décadas en estrenarse luego de su rodaje. Las razones son variopintas: ha habido proyectos truncos tras la muerte de sus principales artífices, como fue el caso de “Al otro lado del viento”, el filme de Orson Welles que estuvo en producción casi cincuenta años y que se proyectó en 2018; películas postergadas por la pandemia del covid-19, como “Nomadland” o la sátira “Don’t Look Up”, y filmes que por asuntos legales tuvieron que quedar resguardados en un placard hasta nueva orden.
“La ciénaga, entre el mar y la tierra”, la ópera prima del actor y director Manolo Cruz, y protagonizada por Vicky Hernández y el propio Cruz, además de contar con otros actores de renombre, como el cubano Jorge Cao, fue durante ocho años un caso de este último grupo de películas. A pesar de recibir tres premios en el Festival Sundance, y a pesar de ser la segunda película colombiana más galardonada de las últimas décadas, solo pudo ser proyectada de forma comercial en Colombia desde el pasado 29 de mayo. Los tejemanejes detrás de su cancelación fueron la comidilla de medios amarillistas y presentadores de farándula, si bien los efectos de este pleito trascendían los chismes y los cotilleos. Había, ante todo, una disputa por los títulos y roles en una producción cinematográfica, y por esclarecer la verdad entre dos versiones enfrentadas.
El origen de la pugna
Luego de trabajar en una decena de series de televisión, cortos y largometrajes, el actor Manolo Cruz empezó a rumiar en 2012 la idea de hacer una película. Inicialmente iba a ser un corto sobre un hombre discapacitado e interdicto, cuidado por su madre. En el filme, el hombre confiesa a su madre que desea conocer el mar, a pesar de vivir a una corta distancia del mismo, en un pueblo palafito. La historia fue madurando, y de ahí surgió en 2014 el guion de una cinta larga, de hora y media de duración.
Por esos días, Cruz conoció en Chile a Carlos del Castillo, durante el rodaje de una película en la que ambos fueron los únicos colombianos. Castillo era en ese momento un asistente de cámara cuya experiencia laboral se reducía a la fotografía publicitaria y de alimentos, pero muy en el fondo de su fuero interno deseaba, algún día, ser director de cine. Manolo Cruz fue así terminando de escribir el guion y, al tiempo, consolidó el equipo de “La ciénaga…”. Cruz le preguntó a Castillo si le interesaría hacer parte de la película.
—Yo me monto —le dijo Castillo—. Puedo poner 35 millones de pesos que tengo ahorrados, pero quiero ir en la película como uno de los coproductores.
Tiempo después, tanto la codirectora como el director de fotografía que Cruz había escogido fueron eventualmente contactados por la plataforma Netflix para un próximo proyecto muy bien remunerado y abandonaron el barco. Faltaban dos meses para iniciar la grabación. Cruz le hizo entonces una propuesta a Castillo: ser codirector durante el rodaje de la película. Y Castillo accedió.
¿Uno o varios directores?
Manolo Cruz le ofreció a Carlos del Castillo la posibilidad de ser uno de los directores de la película por una razón ante todo logística: tendría que haber alguien detrás de cámara supervisando las tomas y los planos ya definidos en la preproducción, y esta persona no podría ser Cruz, pues él mismo estaría en el rodaje: sería en la película Alberto Navarro, un paciente con distonia —un trastorno nervioso que ocasiona movimientos musculares involuntarios— cuidado por una madre abnegada, personificada por Vicky Hernández. Para dar vida al papel de Alberto, Cruz debió prepararse al nivel de actores como Javier Barden o Daniel Day-Lewis, que han transformado de manera radical sus cuerpos con el fin de ceñirse físicamente a un determinado personaje. Cruz bajó 23 kilos para poder encarnar las vicisitudes y dolores de un hombre postrado en una cama en la Ciénaga Grande, atrapado con sus músculos atrofiados y con las cuantas palabras que puede decir al día, cuando la boca y la lengua le dan alguna mínima tregua, y con los cuadros que pinta en medio de una quietud impuesta.
Manolo Cruz como Alberto Navarro en “La ciénaga, entre el mar y la tierra”. Cortesía Mago Films.
El rodaje se extendió por 23 días, durante los cuales Carlos del Castillo firmó un documento en el que se estipulaba que él era uno de los directores. Durante la posproducción, Castillo no estuvo involucrado en la edición de la película ni en los estadios finales de su producción. Meses después, tras editar más de veinte horas de grabación, Cruz le mostró un corte final del filme a su equipo. Castillo dijo:
—Es la peor película que he visto en mi vida.
Cruz le achaca esta reacción a la frustración de Castillo por no haber podido adentrarse más profundamente en la producción de la película, más allá del tiempo de rodaje. Una frustración que quedaría en latencia por un tiempo, sin mayores consecuencias, hasta que la película empezó a ganar notoriedad internacional. Y como una bola de nieve fueron llegando los galardones: tres premios en Ventana Sur —el mercado cinematográfico más importante de Suramérica—, la selección en Sundance, junto a los tres premios recibidos —Premio Especial del Jurado a mejor actor y a mejor actriz, y Mejor Drama Internacional—, entre otros triunfos.
De ahí en adelante, Carlos del Castillo afirmaría siempre lo mismo: “Yo soy el único director de la película”. De hecho, en una sentencia de la Corte Suprema de Justicia, radicada en junio de 2024, se menciona que Castillo solicitaba:
“una aclaración en un medio impreso de amplia circulación, en un canal de televisión de cobertura nacional y en un medio radial, en los que indique que el convocado no es el director de la obra, e informando al público que el único director de la misma es el señor CARLOS DEL CASTILLO”.
La pugna jurídica entre Cruz y Castillo empezó en 2016, y de ahí en adelante, además de la suspensión de la proyección de la película, vendrían uno tras otro los procesos, las demandas, las apelaciones y las solicitudes ante el Tribunal Superior de Bogotá, la Corte Suprema de Justicia y la Dirección Nacional de Derechos de Autor, entre otras instancias, incluido el recurso de casación, el cual, según Cruz, es el primero que se realiza en Colombia por un pleito sobre derechos de autor. En todos los juicios, los jueces y magistrados concordaban en que tanto Manolo Cruz como Carlos del Castillo eran directores de la película. Y esa fue la decisión que cerró este caso.
Vicky Hernández y Manolo Cruz en “La ciénaga, entre el mar y la tierra”. Cortesía Mago Films.
Nuevas aguas corren para “La ciénaga…”
El consenso de las distintas instancias jurídicas a las que acudieron los implicados en esta historia fue que un director de cine es quien le da una “visión personal constante” a una obra, y Cruz lo fue. La sentencia de la Corte Suprema de 2024 ratifica esto así:
“En el plenario existe abundante material probatorio que ratifica (…) que el señor Manolo Cruz Urrego, además de desempeñar labores de guionista, actor principal y representante legal de la compañía productora de la película, ejerció un rol propio de director que se reflejó con mayor énfasis, dada su participación como actor protagónico del largometraje, en las etapas de preproducción y postproducción”.
Quien vea la película, proyectada desde el 29 de mayo en las salas más importantes del país, se encontrará al final de la misma con que tanto Castillo como Cruz son presentados como codirectores. En ese crédito, en apariencia anodino, habita una historia de ocho años que ensombreció la vida de un director de cine en ciernes que, por las mismas contingencias del proceso legal, debió exiliarse del país. Pero también ensombreció la propia película, una pieza cinematográfica que estaba cimentando un camino similar al de otras películas colombianas que han calado de una u otra manera en la sensibilidad de los colombianos.
Para Vicky Hernández, la película incluso alcanzó a influir en jóvenes cineastas que la vieron en su momento, durante festivales como el FICCI. Hernández da el ejemplo de Yuldor Gutiérrez y su película de 2020 “Ángel de mi vida”, la historia de un niño que tiene una discapacidad cognitiva y que desea ser atleta, mientras busca la aprobación y el cariño de su padre.
—Hay poesía y hay belleza en medio de la miseria —dice también Vicky Hernández, ahora que ha vuelto a ver la película después de tanto tiempo.
Para Manolo Cruz, ocho años después, el filme no pierde actualidad:
—Esta película —dice Cruz—, al tocar un tema tan actual como son las personas que están silenciadas en nuestro país, sea por el abandono político o social, porque no pueden salir a gritar su historia al mundo, no se vuelve vieja.
No deja de ser curiosa la paradoja de una película sobre personajes silenciados que termina, ella misma, silenciada. Y es igual de llamativo que para Jorge Cao, quien en la película protagoniza a un huraño supervisor de energía en el pueblo palafito, esta sea una de las películas colombianas en las que el silencio se escuche más y tenga mayor protagonismo. Un silencio que es como el mar frente a la ciénaga, que fue durante ocho años el del ostracismo y el de la disputa por la legitimidad y la legalidad, pero que ahora es el silencio de quien escucha atentamente y asume su destino, como Alberto, frente a las aguas mansas que por primera vez bañan su mirada.
Fotograma de “La ciénaga, entre el mar y la tierra”. Crédito Mago Films