RAYA publica un capítulo del libro Las Guerras Esmeralderas en Colombia, que revela cómo un grupo de esmeralderos y antiguos agentes del Estado dio forma, tras la caída de los grandes carteles, a una organización que ha exportado miles de toneladas de cocaína y que ha extendido su poder hasta México, Europa y Oriente Medio. Una historia que muestra la unión entre las viejas guerras por las minas y el narcotráfico global.
Por: Petrit Baquero *
El historiador y politólogo Petrit Baquero acaba de publicar su más reciente libro “Las Guerras Esmeralderas en Colombia” (Planeta, 2025) en el que, entre otros temas, relata la historia de la Junta Directiva del Narcotráfico, una poderosa organización que, surgida con la caída de los grandes carteles de la droga, pero muy relacionada con estos, ha sido la que mayor cantidad de cocaína ha exportado en la historia de Colombia. Los señalamientos del Presidente de la República, Gustavo Petro, sobre su reconfiguración y accionar reciente en numerosos atentados a distintas figuras, han vuelto a poner sobre la palestra a esta organización que, con viejos y nuevos integrantes, parece querer seguir escribiendo las páginas de la violencia y del tráfico de drogas en Colombia y el mundo.
Aquí el capítulo que Raya comparte a continuación,
Tras la “Junta Directiva del Narcotráfico”
(Un paisano al que también llamaron “patrón”)
Era mayo de 1967, Richard J. Dunagan, un agente antinarcóticos del gobierno estadounidense llegó a Bogotá, en compañía del informante Enrique Carneiro. Su objetivo era averiguar las fuentes de aprovisionamiento de cocaína que tenía el traficante, recientemente arrestado en Nueva York, Carlos Pazos Santana[1]. Dunagan y Carneiro permanecieron varias semanas haciendo pesquisas en diferentes bares del centro de Bogotá, con el pretexto de comprar tres kilos de cocaína. Si bien, en un principio, no consiguieron mayor información, luego de varias averiguaciones dieron con Yvonne Delgado, una comerciante de esmeraldas cuyo esposo estaba preso en Chile por tráfico de drogas. Delgado los contactó con Jaime Rivera, un hombre que se movía por San Victorino en diferentes actividades y que les contó que tenía medio kilo listo para venderles. Dunagan y Carneiro dijeron que estaban muy interesados, pero que necesitaban más cocaína. Esto los llevó a relacionarse con Julián Martínez y Ernesto Ardila, dos individuos que, según afirmaron, recogían la pasta base en Perú y la procesaban en un laboratorio a dos horas de Bogotá, exportando la cocaína a través de “mulas” que viajaban a Estados Unidos[2]. Incluso, Martínez comentó que acababa de hacer, a través de varias mujeres, dos envíos de cocaína, uno de setecientos gramos a Los Ángeles y otro de trescientos gramos a Miami.
Todo parecía andar a las mil maravillas, pero, el mismo día en que Dunagan iba a actuar, recibió una llamada de Martínez, quien lo puso en contacto con un hombre de acento caribeño que, luego de unos cuantos insultos, lo acusó de ser un agente infiltrado. Ese hombre era, aparentemente, el cubano Armando Dulzaides, un fugitivo de la justicia estadounidense que vivía entre Cali y Bogotá y quien había sido capturado en Perú el año anterior con veinte kilos de cocaína para exportar[3]. Al sentirse descubiertos, Dunagan y Carneiro abandonaron rápidamente el país, temiendo que esa organización de traficantes de drogas, integrada en parte por personas vinculadas al comercio de esmeraldas, fuera a actuar en su contra[4].
Este episodio deja ver que la presencia de esmeralderos en el tráfico de drogas nunca fue una novedad. De hecho, por la misma época en que Dunagan y Carneiro andaban por las calles del centro de Bogotá, Jesús María Ariza, alias “Patadegansa”, un antiguo guardaespaldas de Efraín González, había decidido desplazarse a las selvas del Guaviare a sembrar cientos de hectáreas de marihuana, aprovechando la Bonanza Marimbera que se disparó luego del aumento del consumo de esa hierba en los jóvenes de blancos de clase media en Estados Unidos[5]. Ya para 1972, las autoridades encontraron plantaciones de hoja de coca y un laboratorio de procesamiento de cocaína que pertenecían, presuntamente, al patrón esmeraldero y jefe de La Pesada, Isauro Murcia[6], el cual también estaba involucrado en negocios de narcotráfico con el capo emergente Pablo Emilio Escobar Gaviria[7]. Asimismo, esmeralderos pertenecientes al clan Murcia eran parte de una red de narcotráfico bajo el mando de Alfredo Gómez López, el Padrino; Jesús Emilio Escobar y Fabio Restrepo Ochoa, con quienes se encontraron en una cumbre de la mafia en 1976 para trazar estrategias tendientes a seguir ampliando la oferta de cocaína[8].
Esto demuestra que la existencia de narcotraficantes en la zona esmeraldera o, más bien, de esmeralderos que se convirtieron en narcotraficantes, era una realidad innegable. La explotación y comercialización de esmeraldas, que se daba en un entorno de semilegalidad; la ausencia parcial del Estado, que delegaba a poderes privados varias de sus funciones básicas; la existencia de grupos armados al servicio de patrones esmeralderos; las redes de exportación hacia diferentes lugares del mundo; el constante flujo de efectivo; la sobrefacturación del producto y el poco control sobre lo que se saca de las minas, favorecieron esta situación[9]. Por eso, grandes capos del narcotráfico como Gonzalo Rodríguez Gacha, el Mexicano; Ángel Custodio Gaitán Mahecha, Verónica Rivera de Vargas y Luis Murcia Sierra Martelo, fueron, además, reputados esmeralderos.
Otros miembros del gremio relacionados con el tráfico de drogas fueron Benito Méndez, a quien se acusó de poner su flota de aviones al servicio de algunas organizaciones narcotraficantes de los Llanos Orientales[10]; así como Alfonso Caballero, Julio Roberto Silva y Pedro Ortegón Ortegón, tres esmeralderos de la vieja guardia muy cercanos a Gilberto Molina y Víctor Carranza, y que, en su momento, también fueron señalados de traficar cocaína en compañía del Mexicano[11]. Caso similar es el de Jesús ‘Chucho’ Cortés, un hombre que, según los autores materiales, fue parte del complot para asesinar al candidato presidencial Luis Carlos Galán Sarmiento, y que, aparentemente, manejaba, en la sombra, gran parte de la organización delincuencial de Rodríguez Gacha[12].
Muchos años después del episodio de Dunagan y Dulzaides, una mañana de noviembre de 2010, un hombre de mediana edad esperaba con ansiedad en un café cercano a una de las playas más concurridas de ciudad de Panamá. El hombre, de aspecto sencillo, pero elegantemente vestido, tenía un periódico en la mano que intentaba leer, aunque, a cada momento, levantaba la mirada esperando que alguno de esos clientes que entraba al lugar lo reconociera. Pero nada de eso pasaba y la espera se iba haciendo cada vez más larga. Total, ya sabía lo que se venía, pues llevaba varios meses negociando con las autoridades estadounidenses y finalmente había llegado a un acuerdo definitivo. Por eso, cuando vio acercarse a dos individuos que, al parecer, habían estado observándolo desde hacía rato, sonrío y les dijo con tranquilidad:
- Buenos días, soy Julio Alberto Lozano Pirateque, los estaba esperando.
Los hombres también sonrieron y, luego de intercambiar unas pocas palabras, pidieron la cuenta y se marcharon con esa nueva compañía. Claro que ese hombre no era cualquier parroquiano. No. Era, tal vez, el más poderoso narcotraficante que tenía Colombia, a pesar de que muy poca gente sabía de su existencia. En el bajo mundo era conocido como Patricia o Don Julio, y quienes fueron a su encuentro eran agentes de la DEA y del Servicio de Inmigración y Aduanas (ICE por sus siglas en inglés[13]). El poder de Don Julio era tan grande que las autoridades dijeron que se trataba, junto a otro individuo llamado Luis Agustín Caicedo y conocido como Don Lucho —un ex agente del CTI de la Fiscalía—, del jefe de una junta directiva del narcotráfico colombiano que controlaba a notorios delincuentes como Daniel ‘el Loco’ Barrera, y Javier Antonio y Luis Enrique Calle Serna, alias los hermanos Comba[14]. Según las autoridades, Don Julio, como cabeza de esa organización, había enviado en la última década novecientas doce toneladas de cocaína y lavado diez y medio billones de dólares, gracias a sus estrechos tratos con los carteles mexicanos de Los Beltrán Leyva y Sinaloa[15]. Pero su radio de influencia era mucho más amplio, pues iba desde México y gran parte de Centro y Norteamérica, hasta Europa y Marruecos, en África[16].
Lozano Pirateque nació en Guateque. Desde muy pequeño estuvo ligado a las minas de esmeraldas e hizo presencia, tanto en la zona esmeraldera de Cundinamarca como en la de Boyacá, como un modesto comerciante que le vendía a los planteros algunas piedras que encontraba. Posteriormente, fue comerciante de abarrotes en las centrales de abastos de Bogotá y Cundinamarca, pero su ascenso en el mundo de la mafia colombiana se dio de la mano de su tío Gustavo Lozano, un traficante que, desde los años setenta, había movido grandes cantidades de cocaína por varios lugares del país para sacarla por el océano Pacífico, el mar Caribe y Venezuela[17]. A pesar de su trayectoria, su organización había pasado casi que desapercibida para las autoridades, al tiempo que lavaba sus ganancias en numerosos locales de los sanandresitos, empresas constructoras, negocios de finca raíz y acciones en las minas de esmeraldas[18]. Con el tiempo, Don Julio se convirtió en un empresario reconocido en Bogotá, Melgar, Girardot, Zipaquirá, Chía, Villavicencio, Guateque y Somondoco, donde tenía lujosas propiedades[19].
Luego del retiro por enfermedad y la posterior muerte del tío Gustavo Lozano, heredó varios de sus negocios y, en compañía de Don Lucho, expandió aquella estructura narcotraficante de tal manera que, a comienzos del siglo XXI, no tenía nada que envidiar a los famosos carteles colombianos de los años ochenta y noventa.
Parte de su éxito en el mundo del tráfico de drogas, se explica por la presencia, en su organización, de antiguos agentes del CTI de la Fiscalía, el DAS o integrantes de la fuerza pública en servicio activo, así como funcionarios del aparato judicial, quienes entregaban información sobre las investigaciones y los procesos que se adelantaban en su contra[20]. Además, Don Julio y sus socios tenían una estructura muy compartimentada, con lo cual, tanto los encargados de la compra de cocaína en las zonas productoras, como los que la transportaban en el país y los que la exportaban al exterior, así como los encargados de ejecutar acciones de sicariato o los lavadores de dinero, no tenían mayor información del resto de los eslabones de la empresa y solamente cumplían una labor específica, obteniendo por ello un generoso pago. Esto hizo que ni Don Julio, ni Don Lucho, por lo menos en un comienzo, fueran objeto de las acciones de las autoridades, a diferencia de narcotraficantes de menor rango como Daniel ‘el Loco’ Barrera y los hermanos Comba.
En medio de su ascenso dentro de la jerarquía del narcotráfico mundial, la presencia de Lozano Pirateque en el negocio de las esmeraldas creció, pues se convirtió en dueño del 50 % de una concesión minera otorgada por Ingeominas en Chivor[21]. Tenía también acciones en Mineros de Muzo Ltda., Esmeraldas Muzú, Emerald Imperium, C.I. Perfect EmeraldLimitada y Esmeracol[22], además de una importante participación en sociedades como Inversiones Los Canelos o Distribuciones AM & JL[23]. De igual manera, era bien conocida su amistad con el multimillonario esmeraldero Jesús Hernando Sánchez, de quien era socio en varias firmas y con el cual disfrutaba jugar cartas en su oficina del centro de Bogotá[24]. De hecho, Lozano Pirateque fue fortaleciendo cada vez más su influencia al inyectar jugosos capitales en las minas, con lo cual ayudó a otros empresarios esmeralderos a solventar parte de la incertidumbre que allí se manejaba ante las inmensas inversiones que se tienen que hacer sin saber si se obtendrán resultados positivos. Otros narcotraficantes que decidieron hacer lo mismo fueron José María Chepe Ortiz y Gilberto Garavito Ceviche, quienes, de la mano de Yesid Nieto, invirtieron millonarios recursos en La Pita, convirtiéndose en socios cercanos de Diosdé González, Julio Solano, Leonardo Pulido y los hermanos Rincón[25].
Ese era el complejo contexto en el que Don Julio se movía con gran éxito, para lo cual era necesaria también cierta dosis de mano dura. Por eso, cuando había que “poner orden”, no le temblaba la mano para asesinar, pues, por ejemplo, en una ocasión en la que varios cargamentos fueron decomisados —algo bastante raro para su empresa—, sus hombres dieron con la identidad y ubicación de los “sapos”, a quienes secuestraron, torturaron y asesinaron[26]. Para estas acciones, recurría a Franklin Gaitán Marentes, alias Sergio o el Señor de las Sillas, un ex agente del DAS que se convirtió en uno de los jefes del bajo mundo bogotano, y que, junto a militares activos, actuaba como el ejecutor violento de toda la empresa[27]. En otros escenarios, esa labor recaía en Daniel ‘el Loco’ Barrera, un narcotraficante de mucho mayor vuelo, que se convirtió en el brazo armado de esta organización, afincándose en los Llanos orientales, pero con gran influencia en la capital colombiana[28].
La fortaleza de la Junta Directiva del Narcotráfico fue incrementándose, no solo por su éxito económico, sino también por su accionar violento, lo cual se corroboró cuando hubo algunos choques con la organización del narcotraficante y paramilitar Carlos Mario Jiménez, alias Macaco, quien intentó apoderarse de las zonas de control del Loco Barrera[29]. Esta situación generó algunos enfrentamientos que llevaron, incluso, al asesinato de un narco llamado Javier Cáceres, aunque al final, las pugnas se acabaron cuando Macaco fue extraditado a Estados Unidos[30].
Esto corrobora la fortaleza de la organización que dirigía Don Julio, un hombre que había manejado un perfil tan bajo que podía moverse sin problemas por la calle. Sin embargo, los tiempos empezaron a cambiar pues dejó ver un punto débil, luego de que, a través de varias personas, invirtiera grandes sumas de dinero en el equipo de fútbol Independiente Santa Fe, del cual era hincha furibundo[31]. Incluso, su hermano, Miguel Héctor Lozano, estuvo en la lista de agentes FIFA para Colombia, aunque por poco tiempo[32]. Esto llevó a que la sede del equipo se convirtiera en una de las oficinas que Lozano y Caicedo utilizaban para reunirse con otros socios, como Claudio Javier Silva, otro ex agente del DAS que completó la cabeza de esa estructura delincuencial y que era el encargado de ocultar la fortuna ilícita de los miembros de la empresa[33]. La presencia de esos personajes, varios de ellos vinculados al gremio de las esmeraldas, llamó bastante la atención, o, al menos, generó preguntas, lo cual impulsó a las autoridades a iniciar, de manera sigilosa, una investigación sobre el origen de los dineros que esas personas estaban inyectando en el fútbol colombiano[34]. En esas pesquisas participaron, además de las autoridades colombianas, la DEA, el ICE, la CIA y el FBI, empezando a establecer el modus operandi de Don Julio y sus socios[35].
Finalmente, las investigaciones dieron resultado y llevaron a realizar operaciones que golpearon con fuerza a la organización. Así, un semisumergible, que se había usado con bastante éxito en el tráfico de droga, fue incautado en México, mientras que varias caletas, que sumaban ciento treinta y siete millones de dólares, diecisiete millones de euros y más de dos mil kilos de cocaína, fueron descubiertas en España, Panamá y México[36]. Pero el golpe más demoledor que sufrió la organización, ocurrió cuando se identificaron plenamente sus cabecillas, lo cual llevó a que, los otrora capos en la sombra empezaran a ser perseguidos en todo el mundo. De esta manera, luego de varias averiguaciones, se empezó a hablar de Julio Alberto Lozano, Luis Agustín Caicedo, Claudio Javier Silva, Carlos Rincón Díaz, Juan de Jesús Coronado y Franklin Gaitán, entre otros, como miembros de una organización narcotraficante que, en cuestión de quince años, había inundado de cocaína al mundo[37].
Por otro lado, al haber pertenecido al entorno esmeraldero, la plena identificación de Don Julio como un poderoso capo del narcotráfico, incluso, con orden de captura de Interpol, causó problemas en algunos señores de las esmeraldas, como Hernando Sánchez, quien fue sancionado por la Superintendencia de Vigilancia al haber prestado, a través de su firma C.I. Perfect Emerald Ltda., quince escoltas, para la seguridad de la esposa y los tres hijos del narco[38]. Esto fue aprovechado por algunos enemigos de Sánchez, como Pedro Rincón, alias Pedro Orejas, quien dijo que este se había dedicado a lavar las inmensas cantidades de dinero que obtenía Don Julio, producto del narcotráfico[39]. Por su parte, Víctor Carranza, quien siempre había rechazado, al menos públicamente, la presencia del narcotráfico en la zona esmeraldera, manifestó su oposición a las actividades de Don Julio, lo cual creó tensiones, ya que ambos eran, por su lado, socios cercanos de Sánchez. Tal vez por eso, algunos medios de comunicación alcanzaron a sugerir que Lozano Pirateque podría haber estado detrás de los dos atentados contra Carranza en los Llanos Orientales, pues se decía que si el Loco Barrera, subalterno de Lozano, había sido uno de los ejecutores de los hechos, no era posible que este hubiera ignorado una operación de tal magnitud[40].
En ese contexto, al sentirse acorralados por esa intensa persecución, varios integrantes de la Junta Directiva del Narcotráfico huyeron en desbandada, pero poco a poco fueron capturados, sobre todo cuando se puso en marcha la operación Cuenca del Pacífico, la cual incautó propiedades, caletas, medios de transporte y puso tras las rejas a varios de ellos. El primero en caer fue Luis Agustín Caicedo, Don Lucho, quien fue apresado por la DEA el 12 de abril de 2010 en un centro comercial de Buenos Aires, Argentina. Le siguió Franklin Gaitán Marentes, alias Sergio o el Señor de las Sillas, quien fue capturado en Bogotá, mientras que un mes después, el 16 de mayo de 2010, llegó el turno para Claudio Javier Silva, alias el Patrón, detenido en Puerto Gaitán, un municipio de los Llanos orientales, en donde se había ocultado. Esto se sumó a la captura, en julio de 2010, en el marco de la Operación Caporal, de Carlos Alberto Rincón Díaz, alias Chicharrón, quien empezó a entregar abundante información sobre la empresa narcotraficante[41]. También, fueron capturadas figuras que, a pesar de su importancia en el tráfico de drogas desde hacía varios años, no eran muy conocidas abiertamente, al menos por los medios de comunicación, como Ignacio Álvarez Meyendorff. Igualmente, fueron llevados a prisión relevantes individuos que hicieron de los sanandresitos su fortín para facilitar operaciones de lavado de activos, como fue el caso de los hermanos Diego y Jacinto Enrique Báez[42], de alguna forma, relacionados con la estructura de Lozano, Caicedo y Silva. Todos fueron extraditados en cuestión de pocos meses.
Ante la caída de sus socios, y al ver que su imperio se derrumbaba, Julio Lozano Pirateque, el rey oculto del narcotráfico colombiano, sintió pasos de animal grande. Esto lo llevó a iniciar contactos con las autoridades estadounidenses, acordando su entrega en Panamá —un lugar que conocía muy bien— una soleada mañana de noviembre de 2010.
Si bien, aquel hecho marcó parte del fin de aquella empresa, el verdadero desenlace llegó dos años después cuando Daniel ‘el Loco’ Barrera, según varios testimonios, el más “tropero” y osado del grupo, fue atrapado en San Cristóbal, Venezuela, a las 5:45 PM del martes 18 de septiembre de 2012[43]. Cabe recordar que Barrera se había cruzado en el pasado con Yesid Nieto, aquel personaje que pretendió convertirse en el nuevo zar de las esmeraldas y que, antes de ser asesinado —por el mismo Barrera—, fue desenmascarado como un poderoso narcotraficante. Nieto era socio de José María ‘Chepe’ Ortiz y Gilberto Garavito, Ceviche, dos narcotraficantes socios de La Pita que no eran ajenos a las disputas que se habían presentado con los dueños de algunas minas cercanas como Horacio Triana y Víctor Carranza.
Ortiz y Garavito, también tenían negocios de narcotráfico con el Loco, exportando cocaína por Venezuela, e incluso habían hecho algunas inversiones en campañas políticas, contribuyendo también a la llegada de algunos funcionarios a organismos de control, como la Fiscalía General de la Nación[44]. Sin embargo, ya desde 2004, sus movimientos eran seguidos por el FBI, el cual buscaba desmantelar esa organización internacional que sacaba cocaína de Colombia hacia Venezuela[45]. Por eso, en cuestión de pocos años, José María ‘Chepe’ Ortiz y Gilberto ‘Ceviche’ Garavito fueron puestos tras las rejas. El primero fue capturado el 27 de noviembre de 2006 y extraditado a Estados Unidos el 24 de enero de 2008, mientras que el segundo fue detenido el 17 de octubre de 2008 y extraditado a Estados Unidos el 26 de enero de 2010[46].
Ya había pasado mucho tiempo desde que Dunagan y Carneiro llegaron a Colombia con el fin de conocer las redes de tráfico de drogas en las que algunos esmeralderos se habían involucrado. También habían pasado bastantes años desde que esmeralderos se convirtieron en importantes capos de la droga. Por el contrario, no había pasado tanto tiempo desde que Chepe Ortiz y Ceviche Garavito fueron capturados y extraditados a Estados Unidos. Tampoco era muy lejano el día en que Julio Lozano Pirateque, ese paisano de Carranza al que también llamaban “patrón”, decidió entregarse a las autoridades en esa calurosa mañana en ciudad de Panamá.
Esto quiere decir que la presencia del narcotráfico en el mundo de las esmeraldas tuvo gran tradición y no se puede ignorar, pues sus tremendos efectos, en gran parte potenciados por los inmensos recursos que generaba su carácter ilegal, se manifestaron con más violencia e inestabilidad en una zona que ya era tradicionalmente violenta.
Con esto, la guerra (o las pequeñas guerras que había al mismo tiempo), que incluía atentados, muertos prominentes, debilidad institucional y, sobre todo, un clima de constante temor y profunda inseguridad, seguía su curso y estaba lejos de llegar a su fin.
[1] Sáenz Rovner, Eduardo (2008). Las redes de cubanos, norteamericanos y colombianos en el narcotráfico en Miami durante los años sesenta. En Revista Innovar, Vol. 18, No. 32, Julio-diciembre de 2008.
[2] Se le denomina “mulas” popularmente a aquellas personas que contrabandean algo con ellas mismas a través de una frontera nacional o por medio de un avión. Generalmente, transportan pequeñas cantidades del producto a contrabandear.
[3] Sáenz Rovner, Eduardo (2008). Las redes de cubanos, norteamericanos y colombianos en el narcotráfico en Miami durante los años sesenta. En Revista Innovar, Vol. 18, No. 32, Julio-diciembre de 2008.
[4] Sáenz Rovner, Eduardo (2008). Las redes de cubanos, norteamericanos y colombianos en el narcotráfico en Miami durante los años sesenta. En Revista Innovar, Vol. 18, No. 32, Julio-diciembre de 2008.
[5] Molano, Alfredo (1987). Selva adentro, una historia oral de la colonización del Guaviare. Bogotá: El Áncora Editores.
[6] Krauthausen, Ciro (1997). Padrinos y Mercaderes. Crimen organizado en Italia y Colombia. Bogotá: Espasa.
[7] Entrevista a antiguo esmeraldero, ahora retirado.
[8] Castillo, Fabio (1987). Los Jinetes de la cocaína. Bogotá: Editorial Documentos periodísticos.
[9] Krauthausen, Ciro y Sarmiento, Luis Fernando (1991). Cocaína y Co. Un mercado ilegal por dentro. Bogotá: Tercer Mundo - Iepri
[10] Castillo, Fabio (1987). Los Jinetes de la cocaína. Bogotá: Editorial Documentos periodísticos, y Cepeda, Iván y Giraldo, Javier, S.J. (2012). Víctor Carranza alias “el Patrón”. Bogotá: Random House Mondadori.
[11] Cortés, Fernando (1993). Rodríguez Gacha, “El Mejicano”. Bogotá: Intermedio Editores; Castillo, Fabio (1990). Lacoca nostra, Bogotá: Editorial Documentos Periodísticos, y Soto, Martha Elvira (2014). Los caballos de la cocaína. Bogotá: Intermedio editores.
[12] Soto, Martha Elvira (2014). Los caballos de la cocaína. Bogotá: Intermedio editores.
[13] U.S. Inmigration and Customs Enforcement.
[14] Redacción El Tiempo (2010). Capo que infiltró a Santa Fe negoció con EE.UU.. En El Tiempo, 24 de noviembre de 2010.
[15] Redacción Judicial (2010). El capo de capos se entregó. En El Espectador, 23 de noviembre de 2010.
[16] Durán, Ana Margarita (2010). La desarticulación del cartel de carteles. En El Espectador, 25 de diciembre de 2010.
[17] Laverde Palma, Juan David (2013). 'Eduardo Méndez era una ficha del cartel de Bogotá'. En El Espectador, 31 de marzo de 2013.
[18] Redacción El Tiempo (2010). Capo que infiltró a Santa Fe negoció con EE.UU. En El Tiempo, 24 de noviembre de 2010.
[19] Redacción Judicial (2010). El capo de capos se entregó. En El Espectador, 23 de noviembre de 2010.
[20] Durán, Ana Margarita (2010). La desarticulación del cartel de carteles. En El Espectador, 25 de diciembre de 2010.
[21] Redacción El Tiempo (2010). La historia de cómo se usó al Santa Fe para lavar dineros de la mafia. En El Tiempo, 12 de junio de 2010.
[22] Redacción Judicial (2010). El capo de capos se entregó. En El Espectador, 23 de noviembre de 2010.
[23] Redacción Judicial (2010). El capo de capos se entregó. En El Espectador, 23 de noviembre de 2010.
[24] Entrevista a antiguo esmeraldero, ahora retirado.
[25] Quevedo, Norbey (2008). Un narco en los juegos de azar. En El Espectador, 4 de octubre de 2008, y A ‘zar’ muerto, ‘zar’ puesto (2013). En Confidencial Colombia. Recuperado de http://confidencialcolombia.com/es/1/105/6325/A-%E2%80%98zar%E2%80%99-muerto-%E2%80%98zar%E2%80%99-puesto-Zar-esmeraldas-Carranza-Pedro-Rinc%C3%B3n.htm
[26] Laverde Palma, Juan David (2013). 'Eduardo Méndez era una ficha del cartel de Bogotá'. En El Espectador, 31 de marzo de 2013.
[27] Laverde Palma, Juan David (2013). 'Eduardo Méndez era una ficha del cartel de Bogotá'. En El Espectador, 31 de marzo de 2013.
[28] Laverde Palma, Juan David (2012). De cotero a último gran capo. En El Espectador, 18 de septiembre de 2012.
[29] Alarcón, César (2012). ‘el Loco’ Barrera: más allá de la mafia. En Razón Pública. Recuperado de http://www.razonpublica.com/econom-y-sociedad-temas-29/3296-el-loco-barrera-mas-alla-de-la-mafia.html
[30] Laverde Palma, Juan David (2013). 'Eduardo Méndez era una ficha del cartel de Bogotá'. En El Espectador, 31 de marzo de 2013.
[31] Laverde Palma, Juan David (2013). 'Eduardo Méndez era una ficha del cartel de Bogotá'. En El Espectador, 31 de marzo de 2013.
[32] Redacción El Tiempo (2010). Capo que infiltró a Santa Fe negoció con EE.UU. En El Tiempo, 24 de noviembre de 2010.
[33] Redacción Judicial (2012). Claudio Silva: “El rey de la papa”. En El Espectador, 1 de agosto de 2012.
[34] Laverde Palma, Juan David (2013). 'Eduardo Méndez era una ficha del cartel de Bogotá'. En El Espectador, 31 de marzo de 2013.
[35] Durán, Ana Margarita (2010). La desarticulación del cartel de carteles. En El Espectador, 25 de diciembre de 2010.
[36] Durán, Ana Margarita (2010). La desarticulación del cartel de carteles. En El Espectador, 25 de diciembre de 2010.
[37] Laverde Palma, Juan David (2013). 'Eduardo Méndez era una ficha del cartel de Bogotá'. En El Espectador, 31 de marzo de 2013.
[38] Redacción El Tiempo (2010). “Miniejército” legal protegía a familia de capo. En El Tiempo, 9 de diciembre de 2010.
[39] Soto Franco, Martha Elvira y Torres Martínez, Jhon (2013). Dos “patrones” hablan de la tensión en la zona. En El Tiempo, 17 de noviembre de 2013.
[40] Entrevista a antiguo esmeraldero, ahora retirado.
[41] Laverde Palma, Juan David (2013). 'Eduardo Méndez era una ficha del cartel de Bogotá'. En El Espectador, 31 de marzo de 2013.
[42] El hermano de estos, Claudio Felipe Báez, fue igualmente capturado y lo señalaron de ser el sucesor de “el Loco” Barrera como parte de la organización de Luis Caicedo y Julio Lozano, pero fue liberado poco tiempo después por incongruencias en la información que había en su contra.
[43] Redacción Semana (2012). Lo que hacía el “Loco” Barrera para evitar ser capturado (2012). En Revista Semana. Recuperado de http://www.semana.com/nacion/articulo/lo-hacia-loco-barrera-para-evitar-capturado/265012-3
[44] Entrevista a antiguo esmeraldero, ahora retirado.
[45] Quevedo, Norbey (2008). Un narco en los juegos de azar. En El Espectador, 4 de octubre de 2008.
[46] Redacción El Tiempo (2008). Capturan a Gilberto Garavito Ayala, segundo al mando del narcotraficante “El Loco Barrera”. En El Tiempo, 18 de octubre de 2008, y Redacción Semana (2011). La mina de la discordia. En Revista Semana. Recuperado de http://www.semana.com/nacion/articulo/la-mina-discordia/235441-3.