El conflicto armado en el Catatumbo, principal enclave cocalero del país, se reconfigura ante el alza en el precio de la pasta base de coca. Las amenazas y asesinatos selectivos anticipan una posible confrontación entre viejos y nuevos actores ilegales que buscan controlar la frontera con Venezuela.
Unidad Investigativa Revista RAYA
La Revista RAYA recorrió varios municipios del Norte de Santander en el marco de la conmemoración de los veinte años del Comité de Integración Social del Catatumbo (CISCA), organización campesina fundada a mediados de la década del 2000 para resistir la arremetida paramilitar de las Autodefensas Unidas de Colombia, que despojó a las comunidades de sus territorios y, de acuerdo con el Centro Nacional de Memoria Histórica, dejó más de 5.000 víctimas y 115 masacres entre 1999 y 2004, cuando se desmovilizó el Bloque Catatumbo de las AUC en cabeza de Salvatore Mancuso.
La reconfiguración de los actores ilegales se intensifica en una región históricamente marcada por el conflicto. Al menos cuatro grupos principales—el El Ejército de Liberación Nacional, Clan del Golfo, las disidencias de las FARC y el Ejército Popular de Liberación Nacional (EPL)— operan junto con facciones menores en municipios como El Tarra, Tibú y La Gabarra.
El Clan del Golfo, liderado por figuras como Elkin Casarrubia, alias "El Cura", y anteriormente por Jair Alexánder Muñoz, conocido como "Pascual", intenta consolidar su control sobre la frontera con Venezuela. Sin embargo, enfrenta a las disidencias de las FARC y al ELN, lo que ha fragmentado aún más el panorama delictivo en la zona.
La reactivación cocalera y la falta de un proceso de paz efectivo con el Ejército de Liberación Nacional (ELN) agravan la crisis. Los campesinos temen una escalada de violencia similar a la vivida en décadas anteriores, con masacres, desplazamientos forzados y reclutamiento de menores.
El EPL, conocido como "Los Pelusos", busca reposicionarse tras su debilitamiento en una guerra brutal contra el ELN, y nuevas bandas emergen, como la liderada por "Nando", un exintegrante de las FARC, que ha reclutado desertores de distintos grupos armados para controlar el narcotráfico en áreas como Ocaña.
Este escenario ha generado un clima de violencia e incertidumbre, donde los campesinos temen una repetición de las atrocidades del pasado, incluida una posible incursión paramilitar.
Regresan las escenas de la guerra
En la madrugada del domingo 30 de junio los campesinos de las veredas de El Tarra, Teorama y Convención encontraron más de 80 perros muertos, como si alguien hubiera recorrido la región envenenando a los animales. El hecho inusual, reseñado por medios de comunicación locales como el portal Ocaña Hoy y Telepetróleo de Barrancabermeja, tiene un antecedente en la historia del Catatumbo: en 1999, antes de la incursión paramilitar bajo las órdenes de Salvatore Mancuso, los paramilitares envenenaron perros para evitar que alertaran sobre sus movimientos al penetrar en los caseríos.
Más de 80 perros fueron envenenados en una misma noche de junio en el Medio Catatumbo. Foto: Cortesía Juntas de Acción Comunal.
Los perros amanecieron tiesos e hinchados en parajes distantes como El Aserrío, San Pablo, El Hoyo o Versalles, pequeños caseríos rurales del Medio Catatumbo.“Eso generó una zozobra; la gente comenzó a preocuparse porque esa táctica la han usado en otras partes del país y acá mismo cuando los paramilitares entraron a La Gabarra”, asegura Diego, un líder comunal del corregimiento de San Pablo en Teorama: “A la gente lo primero que se le vino a la mente fue que iba a haber una incursión paramilitar”, agregó.
Las amenazas de la incursión paramilitar, ahora del Clan del Golfo, no son nuevas, sin embargo, parecen concretarse con hechos que, en apariencia inconexos, los líderes sociales del territorio señalan que estarían relacionados.
Han proliferado bandas ligadas al narcotráfico que ya operan en la provincia de Ocaña, entrada al Catatumbo desde el Cesar y el Magdalena Medio. Una de estas bandas estaría encabezada por un sujeto apodado “Nando”, un antiguo miembro de las FARC, quien, a mediados del 2023, reunió a jóvenes desertores del ELN, del extinto EPL e incluso del Clan del Golfo, para formar un grupo encargado de controlar plazas de vicio y rutas del narcotráfico en Ocaña.
Según el testimonio de un participante en la reunión, “Nando” recibió a cinco jóvenes reclutados por las disidencias de las FARC en el Bajo Catatumbo, que se habían fugado con una docena de fusiles, armas que ayudaron a fortalecer la nueva banda cerca de un caserío llamado Bellavista. “Nando” inició la instalación de cristalizaderos de cocaína en el Alto de la Virgen y los alrededores de Ocaña para financiarse, moviéndose por Río de Oro, Otaré, Llanogrande e incluso Aguachica en el departamento del Cesar.
Otra estructura armada emergió en septiembre, cuando a lo largo de la Troncal del Catatumbo, entre Ocaña y Tibú, aparecieron pintadas del extinto Ejército Popular de Liberación, EPL, más conocido ante la opinión pública como la banda de “Los Pelusos”. Esta disidencia del frente Libardo Mora Toro, del EPL, nunca se acogió a los diálogos de paz de los noventa y permaneció en Norte de Santander vinculada al narcotráfico.
La banda de Los Pelusos estuvo comandada por Víctor Ramón Navarro “Megateo”, quien murió en un operativo militar en 2015, lo que provocó la fragmentación del grupo en diferentes estructuras que terminaron cooptadas por otros actores ilegales. De acuerdo con un informe de la organización Isight Crime, la facción de Los Pelusos que operaba en los alrededores de Cúcuta, Puerto Santander y la frontera con Venezuela, terminó absorbida por la banda de narcos de Los Rastrojos, controlados ahora por el Clan del Golfo.
Detalles de un organigrama de inteligencia de la Policía en poder de la Revista RAYA donde se evidencia que el Clan del Golfo ya opera en la subregión del Catatumbo. La estructura fue comandada por alias Pascual, un exparamilitar abatido en 2022.
De hecho, las autoridades habían identificado desde 2021 al jefe local del Clan del Golfo, un exparamilitar llamado Jair Alexánder Muñoz, alias “Pascual”, antiguo integrante del Bloque Calima de las Autodefensas, donde compartió filas con quien hoy es uno de los máximos comandantes del Clan a nivel nacional: Elkin Casarrubia Posada alias “El Cura”. Alias “Pascual” murió en un enfrentamiento con tropas del Ejército mientras desmantelaban un laboratorio de cocaína en zona rural de Cúcuta, en marzo del 2022.
La otra facción de Los Pelusos, en teoría más ideológica y menos vinculada al narcotráfico, enfrentó una guerra brutal contra el ELN en el 2018, que se saldó con su casi extinción definitiva. Sin embargo, la salida de la cárcel de varios de sus antiguos integrantes como alias “Cóndor” y alias “Pineda” ratificó que el grupo se está refundando, hecho que fue confirmado por las propias cabezas de la estructura en una entrevista concedida al Semanario Voz en la primera semana de septiembre.
En la publicación aseguraron que estaban allí “con la misma convicción” y que venían de “una injustificada guerra con el ELN, que aún no está saldada y aspiramos superar por medio de los diálogos vigentes entre el gobierno del presidente Gustavo Petro Urrego y ELN”. Esta facción atacó y quemó la maquinaria de la empresa KMC, que tiene la concesión vial de la Troncal del Catatumbo en El Chamizo, un paraje a diez minutos de Ocaña, el pasado 20 de agosto, supuestamente para presionar el cobro de una extorsión.
A pocos minutos del casco urbano de Ocaña, Norte de Santander, ya hay pintadas de la banda de Los Pelusos. Foto: Revista RAYA
De acuerdo con fuentes de la región, el ELN asesinó a dos integrantes de este grupo en septiembre y se baraja la hipótesis de que las dos masacres ocurridas en Ábrego y La Playa de Belén el 5 de octubre, que dejaron seis jóvenes muertos, estarían relacionadas con la confrontación entre ambos actores armados.
Finalmente, un tercer grupo de hombres encapuchados y armados, aún sin identificar, comenzó a moverse por las noches en los límites con el departamento del Cesar, en caseríos como Guamalito, donde repartieron panfletos y dieron órdenes de convivencia entre la población.
Por ello Rafael, un líder campesino de la zona que ha trabajado en algunas administraciones municipales cree que “se está configurando un grupo paramilitar con todos los desertores”. Se trata de un sistema de franquicias con el que se ha expandido el Clan del Golfo en otras regiones del país, incluyendo al mismo departamento del Norte de Santander, donde esta organización acabó absorbiendo a Los Rastrojos, una banda criminal que delinquía en la región de Puerto Santander y la frontera con el estado venezolano de Táchira.
Rafael describe este modelo de franquicias criminales con una frase: “o trabajan con ellos, o les dan plomo. La región está en un proceso de inteligencia; están mirando quién es quién y mientras tanto están reorganizándose”, asegura, indicando que hay personas extrañas comprando tierras en el Catatumbo y otros desconocidos que han llegado como vendedores ambulantes recorriendo los pueblos y veredas. “Cuando el Clan del Golfo avance ya habrá una plataforma”, asegura otro líder campesino de la región que ha sido candidato a cargos de elección popular.
El objetivo final, que algunos asocian con la intención de apoderarse de las rentas criminales, parece revelar ahora un carácter más profundo y estratégico: se trata de consolidar un corredor de dominio armado ilegal desde el Darién y el Urabá hasta la frontera con Venezuela, lo que algunos líderes sociales de estos territorios han llamado metafóricamente “el collar”, un término que, dicen, permitiría “estrangular” todo el norte de Colombia, bloqueando las salidas a los principales puertos del país.
“Esos grupos son contratantes, la cabeza principal es el Clan del Golfo”, indica otro miembro de las Juntas de Acción Comunal de la zona del Catatumbo Medio. Las sospechas de los campesinos no son infundadas: el pasado 10 de abril fue capturado en una vía del departamento el mayor retirado del Ejército Juan Carlos Rodríguez alias “Zeus”, un reconocido narcoparamilitar que trabajó con la casa Castaño y con el Cartel del Norte del Valle, condenado por múltiples crímenes como desapariciones forzadas, falsos positivos y asesinatos de militantes de la Unión Patriótica. “Zeus” había recobrado su libertad en 2021 tras someterse a la Justicia Especial para la Paz.
“Zeus” transportaba un arsenal de guerra al momento de su captura, que incluía miles de cartuchos para fusil, explosivos y granadas de mortero. El jefe paramilitar se fugó de una estación de Policía en Cúcuta un par de semanas después de su captura, presuntamente con complicidad de quienes lo custodiaban. Su paradero era desconocido desde entonces hasta que fue abatido por tropas especiales del Ejército en zona rural de San Francisco, Antioquia, donde se había refugiado con el apoyo de otro conocido exparamilitar: Oliverio Isaza alias “Terror”, hijo de Ramón Isaza, quien fuera uno de los fundadores de las Autodefensas del Magdalena Medio.
Como lo habíamos revelado en una investigación de la Revista RAYA en julio de este año, alias “Zeus” era uno de los máximos comandantes del Clan del Golfo en la sombra, comisionado por la cúpula de esa organización criminal, en concreto por Elkin Casarrubia alias “Cura”, para fundar un nuevo bloque desde el Oriente de Antioquia con la intención de copar todo el Magdalena Medio y el sur de Bolívar, estrategia que la Revista RAYA ha revelado y documentado desde junio de este año. Estos hechos los confirmó el propio presidente Gustavo Petro tras pronunciarse después del operativo militar en el que fue dado de baja alias “Zeus”.
Todo esto ha ocurrido en silencio mientras se reactiva la economía cocalera en la región, golpeada por dos años de malos precios de la pasta base. Varios campesinos contaron a RAYA que el kilo de pasta base se está cotizando por encima de los dos millones de pesos, un valor que ya lo hace rentable al descontar los costos de insumos y la mano de obra, mientras tanto, narcos de todo el país e incluso del extranjero han aparecido en la zona asegurando que pronto volverán a comprar.
La crisis cocalera es evidente en las montañas del Catatumbo. En zona rural del municipio de Convención los cultivos permanecen abandonados e invadidos por la maleza. Foto: Revista RAYA
A la par, se suman los fracasos en el proceso de paz con el Ejército de Liberación Nacional (ELN), el actor armado hegemónico en el Catatumbo desde la salida de las antiguas FARC de aquel territorio en 2017. Tras el final del cese al fuego entre esa guerrilla y el Estado, que se cumplió en agosto pasado, se ha recrudecido la violencia en la región con hostigamientos a las tropas que dejaron varios soldados muertos, también hubo desembarcos del Ejército y ametrallamientos de la Fuerza Aérea en algunos puntos rurales de San Pablo y Teorama.
“Todo el avance paramilitar está aquí cerca, en el sur de Bolívar y en el sur del Cesar, estamos en límites con ellos”, concluye Rafael, quien está convencido que la estrategia actual ha cambiado y ahora busca capturar al movimiento social en la región: “nos preocupa toda la intervención de los hombres armados poniendo reglas de convivencia en Guamalito y los municipios del Cesar que tienen cercanía con el Catatumbo, se ha vuelto a recrudecer todo lo que se vivió antes”.
* Los nombres de las fuentes fueron cambiados para proteger su seguridad.