El feminicidio de Valentina Trespalacios hace diez días atrapó la atención de los medios como ningún otro de los cientos de mujeres que son asesinadas cada año. El cubrimiento, que ha suscitado decenas de notas de cada medio, ha caído en infinidad de faltas éticas y ha incentivado a una respuesta mediática por parte de las autoridades.
Por: Isabel Caballero Samper
El año pasado fueron asesinadas 1.042 mujeres en Colombia y de esas unas 258 a 614, según quién y cómo las cuente, fueron víctimas de violencia machista feminicida. La mayoría no fueron mencionadas por los medios tradicionales, si acaso por periódicos conocidos por su enfoque amarillista o por medios híperlocales, pero en las últimas semanas un caso en Bogotá atrapó la atención casi obsesiva de todos los medios grandes: la muerte de Valentina Trespalacios.
¿Por qué un caso atrapa la atención colectiva y otros no? Es difícil decirlo, pero es claro que el cubrimiento mediático de este caso ha estado mediado por la posibilidad de ilustrar cada nueva url, trino o post de Instagram con una foto distinta de Valentina en poses seductoras tomada de su Instagram (que ahora aparece cerrado), por ser una DJ semi-conocida (aunque los medios ya la gradúan de famosa, sus menos de 16.000 seguidores en Instagram sugieren otra cosa), porque el novio acusado del crimen es ciudadano estadounidense y fue capturado en Panamá y por la historia escabrosa de un habitante de calle que encuentra su cadáver en una maleta. Cada detalle le atina a una categoría de morbo colectivo de nuestra sociedad.
“Los medios de comunicación no se limitan a describir acontecimientos —también comunican y dan forma a valores y significados sociales”, dice un documento de orientación política de la ONG Ladysmith para la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos titulado Feminicidos y los medios. “Cuando los medios de comunicación informan sobre el feminicidio pueden reflejar y dar forma a interpretaciones sociales de la violencia que se ha producido”.
Los titulares y contenidos de redes sociales de los medios sobre el caso de Valentina han cubierto todos los posibles ángulos del amarillismo, siempre acompañados de la obligada foto sensual. Desde detalles de cómo fue encontrado el cuerpo hasta entrevistas cizañeras con personas que la conocieron.
A esto se sumaron, claro, los famosos de turno que necesitan hacer algún comentario sobre el caso para figurar.
Hasta, los más graves, titulares que hacen acusaciones sobre la moral de la víctima que llevan a algunos comentaristas a justificar el asesinato.
Hace cinco años la Universidad Central y la campaña No Es Hora De Callar lanzaron el Observatorio de Género y Medios con la presentación de un informe analizando 1.300 publicaciones sobre feminicidios de 20 medios de comunicación entre marzo de 2015 (cuando fue sancionada la Ley 1761 contra el feminicidio) y septiembre de 2017. El informe encontró que “por medio de expresiones como: crimen pasional, celos e infidelidad, ponen el foco en la posible causal del delito y no en el acto feminicida, llegando incluso a legitimar los hechos”. Además el informe encontró que en el 70 por ciento de las notas hubo alguna forma de revictimización por no usar o usar mal el concepto de feminicidio, hacer entrevistas malintencionadas a los familiares, publicar detalles personales de las víctimas o legitimar la violencia por suicidio, celos o infidelidades.
El reporte del Alto Comisionado de la ONU de Ladysmith dice que el cubrimiento mediático discriminatorio tiene impactos dañinos al oscurecer las causas de fondo de la violencia basada en género, que tiene más que ver con la desigual distribución del poder y menos con los esterotipos tradicionales sobre los orígenes de los crímenes pasionales. También advierte que la practica de publicar fotos explícitas de cadáveres “amplía la brecha de empatía hacia las víctimas de feminicidio”.
En el caso de Valentina no se han publicado fotos de su cadaver, pero la yuxtaposición de los detalles de cómo fue encontrado el cadaver con sus fotos sensuales tiene un efecto destemplado que deshumaniza a la víctima.
El informe del observatorio de la Universidad Central criticó que el 90 por ciento de las notas periodísticas “no tienen seguimiento ni una investigación sobre el proceso judicial”. En el caso de Valentina Trespalacios, en cambio, el seguimiento intenso ha presionado a las autoridades a producir resultados rápidamente, lo cual es positivo, pero también a buscar hacer show con esos resultados. Un ejemplo claro de esto fue el video de la Policía de la llegada a Colombia de John Poulos, acusado del asesinato.
En el video se ven decenas de mujeres policías encargadas de distintas partes del proceso: una le lee sus derechos, otra saca las esposas moradas que según la Policía “representan justicia a favor de la mujer” y dice para las cámaras “La vida es sagrada”, otra más responde “Viva la Policía de Colombia” y se escucha a los camarógrafos quejarse de que la que pone las esposas no lo hace cuidando el ángulo para que puedan grabar el momento. La mayor María del Carmen Rodríguez le dijo a El Espectador que las esposas hace parte de la estrategia “Bogotá, ciudad púrpura” y que en la captura de Poulos las estaban usando por primera vez.
El caso de Valentina muestra cómo un incumplimiento generalizado de los estándares éticos periodísticos para el cubrimiento de la violencia machista convierte una tragedia en un circo y acaba con toda posibilidad de empatía y conexión con la víctima.