Entre junio y julio, la prensa registró la muerte de cuatro ancianos arrollados por motocicletas cuando intentaban cruzar la calle en diferentes puntos de la capital del Tolima. A mediados de julio, aparecieron signos de interrogación en hasta cuarenta semáforos.
Por: Juan Sebastian Giraldo Guzmán
Elsy Artunduaga, de 73 años de edad, se debate entre la vida y la muerte en una camilla de la Clínica Asotrauma, ubicada en la calle 33 con carrera 4h. Lidiando con un trauma craneoencefálico severo y fracturas en rostro, clavícula, costillas y pierna derecha, se resiste a sumarse a la lista de adultos mayores asesinados por motociclistas al intentar cruzar de un andén a otro.
El suceso ocurrió el 29 de julio de 2024, aunque la opinión pública lo conoció una semana después. Era un lunes normal, ni feriado ni nada, con la única particularidad de que unas horas antes había sido confirmado el deceso de Laura María Prado Rodríguez, de 66 años de edad, luego de un par de días hospitalizada tras ser arrollada por un motociclista. Aquella noche, alrededor de las 9 de la noche, Elsy fue atropellada por una motocicleta mientras cruzaba la carrera Cuarta Estadio a la altura de la calle 42.
Recientemente, supe que, en la noche del 14 de julio, la señora Laura cambió por última vez su foto de perfil de Facebook. Eligió una en la que abrazaba a su esposo, tal vez unos años mayor que ella. Esa misma fecha, pero unas horas más temprano, conduje hacia el centro de la ciudad en busca de una camiseta de la Selección Colombia para mi padre. Sobre la calle 11 con carrera Quinta, encontré por primera vez los signos de interrogación que se apoderaban de los semáforos.
Dos años atrás, el 25 de julio de 2022, en medio de la rendición de cuentas de la Administración Municipal del entonces alcalde Andrés Hurtado, se anunció con bombos y platillos que Ibagué contaría con semáforos peatonales de última tecnología, que incluirían señales sonoras para las personas con discapacidad visual e incluso permitirían a los transeúntes cambiar el semáforo a rojo con solo acercar su mano al equipo. Asimismo, la red semafórica sería totalmente modernizada.
Sin embargo, 720 días después, el proceso licitatorio para modernizar la red semafórica se quedó huérfano al no encontrar ningún oferente. Por más que la antigua y nueva administración subieron y bajaron varias veces la convocatoria al Secop, aparentemente ninguna empresa cumplió con los requisitos solicitados y hasta más de tres veces se declaró desierta.
Más de $9 mil millones de pesos permanecieron sin utilizar, ya que el proyecto nunca se implementó. En julio de 2024, pululaban por Ibagué decenas de interrogaciones pegadas en los semáforos peatonales averiados de cada esquina.
Bajé de la moto ante la sorpresa de los semáforos e intenté hallarle una explicación. No negaré que cavilé la posibilidad, al mejor estilo de ‘The Truman Show’, de que todo fuera una cámara escondida o un experimento social; no obstante, estaba claro que lo más probable era que se tratara de una protesta social, pero al no encontrar ningún comunicado de los grupos progresistas de la ciudad atribuyéndose el hecho, no quedó de otra que posponer la investigación.
El 31 de julio, la prensa abrió con un titular que se había hecho usual: “Muere otro anciano arrollado por un motociclista en Ibagué”. Se trataba de Rosvelt Marroquín Labrador, de 69 años. Murió la noche anterior en la Clínica Avidanti, momentos después de ser atropellado por una motocicleta cuando intentaba cruzar a pie la avenida Mirolindo, en la calle 84.
Por esos días, retorné al tema de los signos de interrogación en los semáforos. Indagué con colegas de otros medios de comunicación pero tampoco tenían respuestas. Volví a la calle 11 con carrera Quinta con la esperanza de encontrar una nueva señal en los postes amarillo y negro, aunque mi esperanza se desvaneció al ver los semáforos desnudos, aún averiados e inservibles, pero limpios, al igual que todos los otros puntos donde antes habían estado las calcomanías.
Cuando estaba a punto de relegar al olvido el misterio de los semáforos peatonales, llegó a mí una suerte de epifanía moderna, mediada no por la Divina Providencia sino por el algoritmo de las redes sociales. En el feed de mi TikTok apareció un video publicado el 2 de agosto que abría con la siguiente premisa: “Sí, yo pegué las interrogaciones en los semáforos que no sirven”.
Green City y el malestar ciudadano
@greencity_ibg @Alcaldía de Ibagué ¿respondes? #ibagué #ibague #ibaguétolima #ibaguetolima #ibagueciudadmusical #ibaguecolombia #urbanismo ♬ original sound - green city
El video contaba con alrededor de un millón de visualizaciones, 100 mil me gustas y 300 comentarios. Allí se relataba el malestar ciudadano ante los obsoletos semáforos peatonales de Ibagué, describiendo desde quienes “se devuelven a media carretera, hasta los que han sido pasados por encima”.
Habiendo encontrado el eslabón perdido entre los dos temas que me acongojaban, contacté a Green City, la cuenta que publicó el video, y pacté una cita con Santiago Parra, el joven detrás de la iniciativa ciudadana.
Santiago, de 18 años recién cumplidos, era más alto que yo y con mucho por crecer todavía. Desde niño se interesó por temas como el espacio público y la seguridad vial. Se graduó como bachiller del colegio público de San Simón y en octubre tomará rumbo hacia Bogotá para estudiar Arquitectura en la Universidad Nacional.
—El espacio público y la seguridad vial son temas de los que la gente suele decir que no se puede hacer nada porque dependen de la Alcaldía o la Gobernación. Yo creo que lo primero que hay que hacer es demostrarles a los mandatarios que a los ciudadanos sí les importan, porque si a nadie les importan, al Gobierno menos —relataba Santiago, mientras tomábamos un café.
Creó en marzo de este año, el proyecto Green City, con el que espera fomentar el interés de la ciudadanía en temas como el espacio público, movilidad sostenible, seguridad vial y medioambiente, para que de esta forma los gobernantes también se interesen por tomar acciones en pro de ello e incluir propuestas de impacto real en los planes de ordenamiento público o, al menos, reformar las funciones de la Dirección de Espacio Público y la Gestora Urbana de Ibagué, que actualmente poco o nada hacen por el espacio público y el urbanismo de la ciudad.
A pesar de que Ibagué solo cuenta con cinco puentes peatonales, que rara vez son utilizados por la ciudadanía debido a distintos factores, el sistema semafórico es obsoleto, especialmente cuando de semáforos peatonales se trata. Con esto en mente, un día decidió manifestar lo que por años se había preguntado muchas veces al cruzar la calle.
—Pensé: ¿Por qué no pegar un signo de interrogación en los semáforos peatonales que no sirven?, como si el semáforo no supiera cuánto falta para que cambie el color y dar el siga. Entonces salí y empecé a pegarlas desde la calle 28 a la 42 en todos los semáforos dañados que encontrara.
Posteriormente, preguntó a sus seguidores y amigos cercanos, qué otros puntos de la ciudad conocían donde hubiera semáforos peatonales inservibles. Así, durante cuatro días y atendiendo a las solicitudes, terminó pegando interrogaciones en 40 semáforos, divididos en 14 intersecciones:
- Calle 11 con carrera Quinta
- Calle 15 con carrera Quinta
- Calle 21 con carrera Quinta
- Calle 23 con carrera Quinta
- Calle 29 con carrera Quinta
- Calle 37 con carrera Quinta
- Calle 42 con carrera Quinta
- Calle 60 con carrera Quinta
- Calle 10 con carrera Cuarta
- Calle 11 con carrera Cuarta
- Calle 29 con carrera Sexta
- Calle 29 con avenida Ambalá
- Calle 31 con Cuarta Ferrocarril
- Calle 26 con Cuarta Ferrocarril
—Después de una semana y media quitaron casi todas las interrogaciones. Es triste que las hayan quitado sin arreglar o cambiar primero los semáforos, porque es simplemente como censurarnos.
Una problemática que no es nueva y que pareciera ir para largo
Si bien es cierto, el tema de los ancianos atropellados por motociclistas cobró gran relevancia en la opinión pública después de que se presentaran tres casos muy similares en menos de una semana (Laura, Elsy y Rosvelt), esta problemática no solo se acarrea en la ciudad desde hace años, sino que, en el mes inmediatamente anterior, se presentaron cifras similares.
A diferencia de la mayoría, Arnoldo Salinas, de 74 años, ni siquiera logró llegar a un centro asistencial, él murió en el mismo lugar en el que fue atropellado por un motociclista a exceso de velocidad. El primero de junio, sobre las 7:10 p.m., en la carrera Quinta con calle 94, don Arnoldo se convirtió en la víctima mortal número 22 de accidentes de tránsito en Ibagué en el 2024.
Gerardo Prada Bonilla, de 91 años, corrió con una suerte similar. El 20 de junio, un motociclista sin SOAT ni Tecnomecánica vigentes, lo arrolló cuando este intentaba cruzar la vía en el sector del Totumo. A las 5:50 p. m., aún con algo de la luz del sol, don Gerardo perdió la vida tan pronto recibir el impacto.
El último reporte de la Secretaría de Movilidad de Ibagué, con cierre a julio de 2024, fue de 32 personas muertas en accidentes de tránsito en la ciudad en el año en curso. Hace algunos días, radiqué un derecho de petición para tener claridad sobre cuántos adultos mayores han sido atropellados al cruzar la calle, pero aún no he recibido respuesta.
Es difícil conocer cifras exactas o ahondar en detalles. Los medios de comunicación locales están a merced de los boletines de prensa que se emiten desde Movilidad, los cuales a veces son detallados y otras veces no.
Son muchos los casos que se escapan a la opinión pública, como lo fue durante varios días, el de Elsy Artunduaga, que, de no ser líder comunitaria, presidenta de la Junta de Acción Comunal del barrio Casa Club y madre de la periodista Zayra Orjuela, probablemente no se hubiera conocido.
Recientemente, en Ibagué se instalaron semáforos peatonales con señales sonoras, solo unos cinco, aproximadamente, lejos de la gran promesa de modernizar la red semafórica de la ciudad, la cual terminó más asociada al Sistema Estratégico de Transporte Público que a la ciudadanía, con la licitación huérfana de $9 mil millones que aún no encuentra oferente.
Charlando estos días con un amigo que trabaja en la Alcaldía, me comentó que la propuesta de modernización de la red semafórica incluye alrededor de 600 semáforos nuevos en 34 intersecciones de la ciudad, con semáforos para bicicletas, peatones y vehículos, además de contadores de tiempo y cámaras para que los equipos se adapten al flujo vehicular.
—¿Y para cuándo podríamos tener instalados esos semáforos? —le pregunté.
—Si Dios quiere, para finales de septiembre. El contrato debería quedar adjudicado este mes, está en etapa de evaluación.
—Llevan harto tiempo en esa etapa. ¿Podría volver a quedar desierto otra vez?
—Sí. La idea es que no. Pero pues usted sabe.