La historia del mico bonito del Caquetá y la organización campesina que lo protege en el municipio de Piamonte, Cauca.
Por: César Augusto Muñoz M.
Coordinador del Programa País de ForumCiv
“Se preguntaron y respondieron a la pregunta de cómo vivir en ruinas aún habitadas, junto con los fantasmas y los vivos”. Donna Haraway
Donna Haraway es una científica norteamericana que hace uso de la ciencia ficción para definir la actual crisis civilizatoria como “un evento-límite que se caracteriza por destruir los espacios y tiempos de refugio de otras personas y otros seres”. Así, la autora construye narrativas colectivas con organizaciones sociales, intelectuales y activistas ambientales, en las que se tejen otros mundos por–venir. Futuros posibles que reconstruyen utopías multiespecie, donde el cuidado, la vida y la muerte no son definidos por los valores del mercado que los seres humanos se han impuesto a sí mismos y a su entorno.
Haraway teje el conocimiento científico con los saberes ancestrales de las comunidades indígenas, negras y campesinas, de las mujeres en resistencia y de las organizaciones sociales y ambientales de toda América, para construir una fábula especulativa: “Camille y las niñas y niños del compost”. Una comunidad imaginada de sobrevivientes que heredaron los dolores causados por los genocidios, los grandes flujos migratorios de todo tipo de especies, las montañas y los bosques convertidos en potreros, las ruinas de la destrucción ecológica, pero también los saberes, la creatividad, la solidaridad y las fuertes relaciones de parentesco entre especies vivas humanas y no humanas que permiten construir ese otro mundo posible para las siguientes generaciones de lo que la autora llama “las comunidades del compost”.
Esta realidad ficcionada tiene un espejo en el contexto real colombiano; la interacción de las aguas frías de las profundidades del Océano Pacífico con los vientos fuertes que llegan del norte ha mantenido al país desde hace un par de años en una temporada de invierno permanente. El “fenómeno de La Niña”, dicen los expertos, es el responsable de las intensas lluvias, las heladas y las bajas temperaturas. En este periodo, la pobreza estructural, la devastación ecológica, la desidia y la falta de planeación de quienes toman las decisiones, han generado un nuevo ciclo de pobres sin tierra, sin carreteras, sin techos y animales.
Pero esta historia se incuba en otro lugar. En los años que le han seguido a la pandemia, Bogotá ha vuelto a ser la ciudad fría y gris que describe el escritor Mario Mendoza en sus novelas. El escenario perfecto de esta distopía. En esta ciudad ruda ha aterrizado Maydany Salcedo, forzada a abandonar su territorio como única opción de salvar su vida y la de la organización que preside, la Asociación Municipal de Trabajadores y Trabajadoras Campesinas de Piamonte Cauca ASIMTRACAMPIC.
El incumplimiento sistemático al Acuerdo Final de Paz por parte del Estado Colombiano, la reconfiguración de un nuevo ciclo de conflicto en todo el territorio nacional y la disputa entre actores armados en los departamentos de Putumayo, Caquetá y Cauca, ha hecho que esta organización campesina, y en particular Maydany, continúen siendo víctimas de estigmatizaciones, amenazas, atentados, seguimientos, persecuciones y desplazamiento forzado, tal como ha sucedido prácticamente desde la creación de la asociación.
En una de varias sentadas a conversar con Maydany, como parte de nuestro acompañamiento y respaldo a su labor, ella con voz entrecortada narra las amenazas y los vejámenes que ha sufrido por defender el Acuerdo de Paz, se me viene a la mente el tango de Julio Sosa; “qué ganas de llorar en esta tarde gris”...Por un momento, su relato se distancia de los humanos y empieza a contar la historia del mico bonito del Caquetá, una especie endémica del piedemonte amazónico en riesgo crítico de extinción y que fue registrado por primera vez en el año 2010 por los primatólogos Thomas Defler, Marta Bueno y Javier García.
Como en las comunidades del compost del mundo especulativo de Haraway, el relato de Maydany reafirma que la realidad supera la ficción, cuando dice: “Luchamos para que este miquito que se pasó del Caquetá hacia nuestras fincas en Piamonte en la baja bota caucana, tenga espacios donde pueda alimentarse y seguir reproduciéndose, porque este bicho al no tener para dónde moverse, se está reproduciendo entre (sus mismas) familias y así la especie se degrada y se acaba. Por eso hemos hecho acuerdos comunitarios con 130 familias para conservar 1868 hectáreas de monte que queremos conectar en corredores biológicos que le permitan al mico reproducirse con otras familias y así sobrevivir”. Es evidente que estas comunidades de campesinos, primates, animales del trópico y otros bichos han creado parentescos y formas colectivas de sobrevivir en medio de la guerra.
Después de meses de conversaciones con Maydany y luego de un viaje de más de 400 kilómetros desde Bogotá, llegamos al municipio de Piamonte por la zona rural. En lancha cruzamos el río Fragua Grande que divide el límite entre los departamentos de Caquetá y Cauca, caminamos hasta la vereda el Porvenir del corregimiento de Fragua Viejo y nos hospedamos en la finca de Don Carlos, un integrante de ASIMTRACAMPIC. Desde este lugar iniciamos los recorridos que tenían como único objetivo lograr ver el mico bonito.
Durante tres días caminamos alrededor de 20 kilómetros, pasando por 5 veredas de los corregimientos de Fragua Viejo, Bajo Congor y Yapurá. Es todo un privilegio poder hacer este recorrido, ya que solamente es posible hacerlo gracias a la confianza mutua con la Asociación y a su legitimidad en el territorio; estas veredas son un campo de disputa entre los Comandos de Frontera, el frente Carolina Ramírez de las disidencias de las FARC y los grupos de narcotraficantes locales. A todos estos grupos armados no les gusta mucho que aparezcan foráneos caminando estas fincas.
Plecturocebus Caquetensis significa “mono de cola larga del Caquetá”. Cuando Thomas Defler y sus colegas científicos lo registraron en 2010 lo incluyeron en el género de los Callicebus, que significa “micos bonitos”. Popularmente, los campesinos colonos de la región lo reconocen como Tití del Caquetá, Macaco o Tongo. Cuentan que lo han visto desde mediados del siglo pasado, pero que cuando los bosques se fueron convirtiendo en potreros o cocales, los micos fueron migrando hacia la montaña y se fueron perdiendo de vista.
En nuestro recorrido logramos verlos en dos ocasiones, la primera en un reducto de bosque de la vereda El Porvenir, aproximadamente sobre las 10:00 a.m. Ese día salimos a las 6:00 a.m. de la finca y caminamos por los potreros hasta el río mientras esperábamos alguna vocalización (que es como se les dice a los sonidos particulares que emite una especie animal), que nos permitiera seguir el rastro. Mientras tanto, gracias a la guía de Mauricio, un veterinario que hace parte de la Asociación, fuimos pajareando en el trayecto y logramos avistar más de 50 tipos de aves diferentes.
Al regreso, antes de llegar a la finca, escuchamos las primeras vocalizaciones y empezamos a buscarlo, Don Carlos nos da algunas señales, habla con Mauricio y se ponen de acuerdo hacia dónde deberíamos seguir caminando. Ellos nos explican susurrando que lo que se escucha son por lo menos dos familias, una vocaliza primero y la otra contesta. Le damos varias vueltas al cañero escuchando sus sonidos característicos y finalmente logramos ver a uno de los integrantes de la familia que se pasea entre los árboles a unos 6 metros. Por unos segundos el mico paró, nos dejó observarlo con los binoculares y siguió su camino.
Constatamos que, como lo han descrito los científicos, el color del mico bonito es entre café con bisos amarillos en la espalda, algunos tonos rojizos en la barriga y una cola larga que resalta y lo hace ver más grande de lo que realmente es, según Thomas Defler el mico mide y pesa: “entre 50 y 70 cm y entre los 800 a 1500 gramos”. Es realmente bonito el mico y es evidente que hace parte activa de la Asociación Campesina, con una función dentro la misma. Ellos son regeneradores del ecosistema, dispersan semillas por el bosque y ayudan a que otros árboles y plantas crezcan. Sus parientes campesinos hacen su parte protegiendo el bosque, aun cuando la presión social y económica los arrincona y los obliga a tumbar montaña para rebuscarse la comida, echando una vaca de más, cultivando un platanal o a escondidas sembrando un cocal. Incluso en esas situaciones los campesinos dejan un hilo de montaña para que el mico pueda seguir su camino.
Hasta hace poco sabíamos que se alimentaba de semillas, frutos y hojas jóvenes, pero por Johanna Villota, Gerlando Delgado y otros investigadores que han estado visitándolo por estas montañas y lo han visto comer hojas de guadua y frutos de yarumo, sabemos que se adapta a los ecosistemas intervenidos por los seres humanos y que estos cultivos populares en la zona pueden ser una opción para seguir protegiéndolo.
Regresamos con la satisfacción de haberlo visto. En el camino don Carlos nos explica que para los micos nosotros somos desconocidos, y por eso fue tan difícil verlos. En cambio, para él, su familia o algún otro habitante de la vereda es común encontrárselos en el camino y verlos por largos ratos jugar entre los árboles.
Lamentablemente la vida de esta especie está en peligro crítico de extinción, como lo confirma la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza UICIN. Si algo nos dejó claro este encuentro con el mico bonito y su entorno natural y campesino, es que, así como es claro que sin conservación no habrá gente, sin gente no es viable la conservación. La protección del Plecturocebus Caquetensis está íntimamente ligada a la protección de ASIMTRACAMPIC, al retorno de Maydany, Jonathan y otros campesinos y campesinas perseguidas que han tenido que dejar abandonadas sus fincas para salvar sus vidas. Sólo salvando a ASIMTRACAMPIC y los micos bonitos del Caquetá se podrá cumplir la promesa del presidente Petro de convertir a Colombia en una potencia mundial de la vida. De lo contrario, la extinción del mico y sus parientes los campesinos será un fracaso colectivo como Estado.