La carne con sellos de "cero deforestación" se encuentra cada vez más en los supermercados colombianos, pero la falta de trazabilidad real hace que estas promesas sean ineficaces. Un informe de Envol Vert y la Universidad de Wisconsin revela que millones de animales provinieron de zonas deforestadas entre 2018 y 2020. A pesar de contar con mecanismos de trazabilidad, el sector carece de regulación ambiental, mientras que el ganado sigue expandiéndose sin control.
Por: Diego Legrand
En los supermercados colombianos es cada vez más frecuente encontrar carne empacada con sellos que aseguran su origen en zonas de "cero deforestación". Esta es la fórmula que han encontrado las grandes empresas para vender el producto de una supuesta "ganadería sostenible" a una ciudadanía cada vez más preocupada por su impacto en el medioambiente. Pero en la práctica, es una promesa vacía en la medida en que es casi imposible rastrear a fondo el origen de la carne debido a la ausencia de un mecanismo de trazabilidad abierto y transparente en la cadena de suministro del ganado.
De hecho, al menos 4,7 millones de bestias movilizadas en el país entre 2018 y 2020 pastaron en algún municipio situado en zonas con altas tasas de deforestación, revelaron el martes 12 de noviembre la ONG Envol Vert y la Universidad de Wisconsin-Madison en un informe elaborado a partir de datos obtenidos del Instituto Colombiano Agropecuario, ICA. Muchos de estos animales terminaron en mataderos que abastecen los principales supermercados, antes de acabar en los platos de los hogares colombianos.
La pregunta es entonces: ¿seguiría la gente comprando esa carne por la que paga más caro si supiera que puede provenir de vacas y reses que transitaron por encima de los restos de bosques arrasados en el Caquetá, Meta o Arauca, entre los llanos y la selva amazónica? Probablemente no. Y menos si se le explicara que en esas regiones se queman árboles que recubren terrenos baldíos pertenecientes a la Nación - es decir a todos- para que grandes terratenientes puedan tomar posesión de la tierra y luego reclamarla como propia.
Un problema de trazabilidad
Una de las complejidades del asunto es que, a diferencia de lo que ocurre en otros países, en Colombia el ganado no nace y muere en el mismo lugar, sino que transita por diferentes predios. Los supermercados apenas logran rastrear al último proveedor de la carne, pero no a los compradores sucesivos, señaló en 2023 un reportaje del Centro Latinoamericano de Investigación Periodística.
En las ferias y subastas, el ganado originario de zonas con alta tasa de deforestación puede mezclarse con animales de otras procedencias, lo que hace que prácticamente se pierda su rastro. A pesar de la concentración que existe en este sector, donde una pequeña minoría de productores (1%) moviliza el 33% de los animales, la trazabilidad sigue siendo un reto.
Eso explica que, como señaló Clare Sullivan de la Universidad de Wisconsin. "hemos podido darnos cuenta que los proveedores indirectos tienen mucha más relación con la deforestación que los proveedores directos”. Y que “limitar los controles de trazabilidad a los proveedores directos para asegurar la sostenibilidad y la cero deforestación, no tiene sentido”, agregó Daisy Tarrier, directora de Envol Vert.
Hoy en día, el 25% de los bovinos sacrificados en Bogotá y rastreados por Envol Vert provinieron de zonas de alta deforestación, cifra que escala al 50% en los departamentos del Valle del Cauca y el Huila.
Falta de voluntad política
Lo más paradójico, es que el sector ganadero ya cuenta con algunos mecanismos de trazabilidad en Colombia, pero estos se enfocan en aspectos sanitarios y no ambientales. La confidencialidad de los datos impide que la sociedad civil ejerza un papel de fiscalización, señala el informe "Lo que las guías de movilización cuentan: Un análisis de las tendencias y comportamiento de la cadena de ganado bovino". Este año una iniciativa sobre "Ganadería libre de deforestación" fue archivada este año en el Congreso.
En otras palabras: no hay voluntad política para regular a un gremio que aumentó en 26% su hato ganadero desde 2017 para llegar a unas 30 millones de cabezas hoy, según el ICA, y que ha multiplicado por cuatro sus exportaciones en las última década -de acuerdo con lo que indica BBVA Research-. Representa además alrededor del 1,46% del Producto Interno Bruto del país, según resalta el informe.
Y poco importa que la cantidad de ganado que pastorea en los 59 municipios que se superponen con la frontera agrícola crezca a toda velocidad (133% entre 2018 y 2024), "coincidiendo con el incremento de las tasas de deforestación". Unas zonas en las que operan en buena medida las disidencias de las FARC, que a diferencia de la antigua guerrilla marxista hicieron de la deforestación una importante fuente de ingreso y un elemento de negociación frente al gobierno de Gustavo Petro, que ha hecho del discurso ambiental uno de sus pilares.
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Sin embargo, el tiempo apremia. En las diferentes catástrofes que se viven a diario en España, en el Chocó, en Bogotá y en otras regiones del planeta queda cada vez más claro el papel fundamental que entrañan los bosques para capturar el carbono que permite enfrentar el cambio climático, reducir sequías o controlar inundaciones y conservar la biodiversidad, de donde se extraen recursos para crear novedosos medicamentos o mejores alimentos. Entre otras funciones vitales para la humanidad.
Pero pareciera que estamos ciegos. Luego de que se lograra reducir durante un tiempo la deforestación en la Amazonía, se ciernen ahora nuevas amenazas sobre la región, advirtió a revista RAYA Boris Patentreger, director de la ONG Mighty Earth, financiadora del informe de Envol Vert junto con USAID. En Brasil, una ley aprobada en el estado de Mato Grosso busca acabar con una moratoria creada con el objetivo de evitar la compra de soya proveniente de zonas deforestadas y «hace correr el riesgo de empujar la ganadería más hacia el interior» del país y de la Amazonía, declaró.
Mientras que la demora para que entre en vigor el reglamento de la Unión Europea (UE) sobre la importación de productos asociados a la deforestación (EUDR), que pretendía limitar su importación y asustaba a grandes ganaderos latinoamericanos, podría hacer incluso peligrar su aplicación, cuando las negociaciones para finalmente concretar un acuerdo de libre comercio entre la UE y el Mercosur deberían aumentar las exportaciones de ganado y por lo tanto "la presión sobre los bosques".
En ese oscuro panorama, ¿tratará Colombia de colarse entre los exportadores a los que no les importa el origen de la carne que consumen o logrará establecer un mecanismo que permita a los usuarios invertir en una carne con menos impacto en los bosques? La moneda está en el aire.