La Pre-cumbre Amazónica, que se desarrolló en Leticia (Amazonas) el pasado 7 y 8 de julio, fue denominada “Técnico – Científica”, un escenario de cara a la reactivación de la Organización del Tratado de Cooperación Amazónica (OTCA) en Belém do Pará (Brasil), el próximo 7 y 8 de agosto. Luego de las discusiones, quedan temas pendientes por abordar, como las causas agrarias de la crisis climática y la participación del movimiento campesino, afro, mujeres y jóvenes que habitan la Cuenca.
Por: Karla Díaz Parra
Investigadora de temas ambientales y agrarios en el piedemonte amazónico
@KarlaDaPa
Los temas a abordar que, como sacados de una balotera, suponen los elementos más importantes de cooperación entre los estados amazónicos son: deforestación y crímenes ambientales transnacionales, gestión de la información ciencia y tecnología, bioeconomía, financiamiento climático, gobernanza territorial y agenda internacional. Estos temas fueron abordados por 6 grupos: centros de investigación, cooperantes internacionales, sector privado, sociedad civil, gobiernos locales y regionales, y pueblos indígenas pertenecientes principalmente a la Coordinadora de las Organizaciones Indígenas de la Cuenca Amazónica (COICA).
Se esperaban cerca de 180 personas, 30 que participarían en cada grupo, finalmente llegaron más de 500 personas a Leticia. Esto muestra las expectativas que había sobre un espacio que se esperaba ampliamente participativo y decisivo para la región, pero sobre el cual no hubo información previa clara.
En este escenario y pese al alto número de participantes, la pre-cumbre se va con una deuda, la conversación con el movimiento campesino, los pueblos afrodescendientes, mujeres y jóvenes que habitan la Amazonía. Lastimosamente, la Amazonía imaginada sigue siendo sólo indígena y la sociedad civil, el escenario privilegiado de las Organizaciones No Gubernamentales (ONGs), dejando en una esquina pequeña a las demás expresiones organizativas que no cuentan con condiciones reales para participar, como lo es comprar un tiquete a Leticia.
La ausencia de estas voces dejó por fuera uno de los temas espinosos y poco populares en el conservacionismo, pero que es crucial para abordar los conflictos socioambientales de la Amazonía: la cuestión agraria. Aquí me refiero principalmente a esta deuda.
La lenta (por decir menos) redistribución de la propiedad, el acaparamiento de tierras, la falta de garantías para la reubicación, la inseguridad jurídica sobre la tenencia y la proliferación de mercados de tierra informales, son causas principales del aumento de la deforestación. Esto parece obvio, pero en las discusiones no sonó mucho la necesidad de avanzar en la implementación de la Reforma Rural Integral (RRI) en las zonas de frontera.
La aproximación propuesta por June Borras y Jennifer Franco[1] desde el concepto de Justicia Climática Agraria cobra aún más relevancia en escenarios como estos, pues permite ver la necesidad de avanzar en la justicia agraria y ambiental como una misma apuesta por atender la crisis climática, desde una perspectiva de justicia social. Esta aproximación tiene retos importantes para su aterrizaje, entre ellos la comprensión de un escenario de informalidad en la tenencia, la amplia gama de modelos y causas de acaparamiento de tierras y la debilidad de un movimiento campesino amazónico para resistir al latifundio.
Estos temas hablan de una deuda también dentro del movimiento campesino, esta es: la de abordar e incidir de forma más contundente en las discusiones climáticas, pues es sobre sus territorios, sus fincas y modelos de vida sobre la cuáles se toman decisiones. Espacios como el de comunidades locales en la Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas para el Cambio Climático (COP) sigue sin escuchar las voces del campesinado, los pueblos afro, mujeres y otras expresiones de la sociedad civil de Colombia, que podría ser reconocida en este espacio.
Sin duda, la urgencia de re-convertir los modelos productivos para cuidar la selva es un imperativo; sin embargo, el ¿cómo? ¿con quién? y ¿bajo qué condiciones? son discusiones que ha venido dando el movimiento campesino de la Amazonía, pero que aún no ha logrado posicionarse.
La voz del campesinado y la cuestión agraria es crucial para discutir temas como deforestación, crímenes ambientales y las alternativas de solución, pues para abordar sus causas y generar medidas integrales, es necesario comprender la cadena de trabajo agrario que está inmerso en la ampliación de la frontera agrícola, disgregar el sujeto de reforma agraria, del empresario del campo y del especulador, para así tomar medidas serias y contundentes para dar tierra al campesino y juzgar al patrón, quien vive lejos de la Amazonía o en sus capitales.
Aquí, la discusión sobre el abordaje de crímenes ambientales desde una perspectiva de seguridad humana y no desde una mirada de securitización de los territorios o la declaratoria de ilegalidad de carreteras, es clave. Sin quién abra estas discusiones en los escenarios regionales e internacionales de orden climático, seguirán dándose medidas de corte ambiental, sin perspectiva de justicia social o agraria.
El cuidado de la selva es una urgencia, pero esto debe ir acompañado de medidas de reconocimiento y restitución de derechos del campesinado para la superación de condiciones de vulnerabilidad, pues son estas condiciones la que garantizan la expansión de economías ilegales y destructoras de la selva.
Así mismo, el campesinado de estas zonas de frontera, habitantes de Zonas de Reserva Forestal, de Distritos de Manejo y de Parques Nacionales Naturales deberá decidir si se convierte en un campesinado forestal, como lo propone el modelo de concesiones forestales aprobado en el Plan Nacional de Desarrollo, y si es así, cuáles serán las condiciones de este tránsito. Si el campesinado entrará al negocio de la bioeconomía, ¿cuáles son las condiciones de entrada y cómo se generan modelos apropiados culturalmente?
También habría sido fundamental hablar de la participación de las organizaciones campesinas, afro, de mujeres y jóvenes en el diseño, implementación y seguimiento de los mecanismos de financiamiento, para que estas sean parte activa de la definición de objetivos y mecanismos de implementación. En este punto, es importante que la cooperación internacional reconozca más claramente a estos actores, pues los imaginarios selva-indígenas sigue marcando su forma de comprender la Amazonía y por tanto, la agenda de la cooperación técnica y el financiamento climático.
En fin, la Pre-cumbre de Leticia se va en deuda con el movimiento campesino, las comunidades afro, las mujeres y jóvenes de la Amazonía; deuda que deja un vacío en las discusiones centrales para cuidar la selva desde una mirada que atienda a las causas estructurales de la crisis. Esperamos que se den espacios ya no “técnico-científicos” sino políticos para lograr la gran meta de reducción de la deforestación a 0 en el 2030, una apuesta que requiere del compromiso de quienes habitan estas zonas de frontera. Por su parte, el movimiento campesino, afro, de mujeres y jóvenes debe ubicarse rápidamente en estas discusiones, pues como lo demostró la pre-cumbre en Leticia, de no ser así, otros decidirán por ellos.
Finalmente, el camino a la Cumbre en Belém do Pará es corto, aún hay mucha incertidumbre sobre el espacio para la sociedad civil y la posibilidad real de incidir. Pese a ello, Leticia y Belém podrían ser un punto de impulso para que los movimientos de la Amazonía se posicionen en estas discusiones; sin duda, esto va más allá de Belém.
[1] Borras, J y Franco, J (2018) The challenge of locating land-based climate change mitigation and adaptation politics within a social justice perspective: towards an idea of agrarian climate justice. Third World Quarterly, 39(7), 1308–1325.