El político cubanoamericano, casado con una hija de colombianos, consolidó su ascenso en Washington como mano derecha de Donald Trump al frente del Departamento de Estado. Pero arrastra un pasado turbio que hace cuestionables sus decisiones: su cuñado fue condenado por narcotráfico y su campaña al congreso recibió los aportes de una captadora de dinero ilegal en La Florida.
Por David González M.
Es el funcionario de origen latino que más ha escalado en la estructura de poder que se encuentra detrás del presidente Donald Trump. Marco Rubio, político estadounidense, casado con una hija de colombianos y de ascendencia cubana anticastrista, es, desde su nombramiento como Secretario de Estado, la mano derecha en política exterior de Donald Trump. Incluso algunos sectores republicanos lo ven como un fuerte candidato para llegar a la Casa Blanca.
Solo en la última semana, la relevancia de su figura quedó en evidencia tras un viaje relámpago a dos países enemigos entre sí y aliados de Washington: primero a Israel, donde se reunió con Benjamin Netanyahu en medio del genocidio israelí sobre Gaza, calificado como genocidio por organismos internacionales, y luego con el Emir de Qatar, recientemente atacado por el ejército de Israel.
Desde Tel Aviv, Rubio le lanzó un mensaje al presidente Gustavo Petro, con quien tiene diferencias que crecieron tras el anuncio de su Departamento de descertificar a Colombia por, según Rubio y Trump, su fallida estrategia de lucha contra el narcotráfico: “(Petro) es un líder errático que no ha sido buen aliado”, declaró.
Solo días atrás, luego de la decisión de Washington de mover una armada sin precedentes en el Caribe y hacia las bases de Puerto Rico, lanzó otro duro mensaje a Nicolás Maduro, presidente de Venezuela: “No vamos a permitir que un cartel se haga pasar por gobierno dentro de nuestro hemisferio”.
Esa imagen dura que Rubio quiere mostrar contra los que Washington considera aliados del narcotráfico contrasta con un pasado lleno de escándalos que lo relacionan con narcotraficantes, cerebros detrás de estafas Ponzi, políticos corruptos de La Florida y lavadores de dinero de la mafia.
La historia poco contada de Marco Rubio
En la década de los ochenta, el estado de Florida era uno de los lugares más violentos del mundo; su capital, Miami, era el sitio de disputa de carteles colombianos y bandas locales que buscaban controlar el tráfico de drogas. La ciudad estadounidense se convirtió en la principal puerta de entrada de la cocaína y la marihuana al resto del país. Era el tiempo de los llamados “jinetes de la cocaína”.
Uno de ellos era Mario Tabraue, hijo de migrantes cubanos que combatieron en Bahía de Cochinos, y que movía los negocios de la droga tras la fachada de tiendas de animales exóticos.
Era el dueño de Zoological Imports Unlimited; en su mansión en Miami tenía guepardos, serpientes y hasta pitones de dos cabezas. El cubanoamericano fue fuente de inspiración para elementos de la película Scarface, que tenía como protagonista al personaje Tony Montana. No fue sorpresa que la operación que lanzaron las autoridades federales en 1987 y terminó con su captura fuera llamada “Operación Cobra”; Tabraue tenía docenas de estos animales en su casa.
En ese golpe contra el capo cubanoamericano también cayó uno de sus cómplices más poderosos: Orlando Cicilia, cuñado de Marco Rubio, quien participó activamente de las rutas del narcotráfico que conectaban el sur de Florida con el Cartel de Medellín de Pablo Escobar.
Cicilia era un hombre de fachada de la operación; usaba como tapadera un negocio de venta de animales exóticos que quedó al descubierto cuando las autoridades rompieron la puerta de su casa en West Kendall y encontraron kilos de cocaína en un dormitorio adicional.
En ese momento, Cicilia vivía con su esposa, la cubanoamericana Bárbara Rubio. Y hay evidencias periodísticas que señalan que también, entre junio y julio de 1985, el hermano menor de Bárbara, entonces de 14 años, vivía con ellos en la casa. Se trataba de la hoy “figura” de la guerra contra las drogas y secretario del Departamento de Estado: Marco Rubio.
En su biografía, An American Son, Rubio dice que solo visitaba la casa de Cicilia semanalmente para cuidar los perros samoyedos de su cuñado, y que no llegó a conocer las actividades mafiosas del esposo de su hermana.
Con el tiempo empezó su carrera política, desde el ámbito más local. En 1993 se graduó como licenciado en Ciencias Políticas de la Universidad de Florida. En 1998 fue elegido comisionado de la ciudad de West Miami. En el 2000 ganó la elección especial para la Cámara de Representantes de Florida con el 72% de los votos.
En el trayecto, Rubio conoció a Jeanette Dousdebes, estadounidense hija de padres colombianos: madre caleña y papá bogotano. Según su madre, Jeanette prefiere mantener un perfil bajo y trabaja para “una organización judía dedicada a programas sociales”.
El cuñado de Rubio, Orlando Cicilia, fue condenado a 25 años de prisión, de los cuales solo pagó 12 tras negociar con las autoridades. En 2002, cuando quedó en libertad, Rubio, ya en ascenso político, gestionó una recomendación para que su cuñado obtuviera una licencia en bienes raíces.
En el 2009, Rubio anuncia su candidatura al Senado de Estados Unidos.Es en ese periodo donde estalla un segundo escándalo que involucra la financiación de sus campañas. Según investigaciones periodisticas, Rubio recibió miles de dólares de un PAC vinculado a criminales que operaban un esquema Ponzi.
No lo involucraba solo a él, sino también al cuestionado excongresista David Rivera, aliado de Rubio, y señalado por organizaciones civiles como uno de los congresistas más corruptos de ese periodo. La investigación del medio The Observer detalla no solo que Rubio recibió esa donación, sino su vínculo con un lobista cercano a un criminal acusado de lavar dinero de carteles sudamericanos y de montar un esquema Ponzi en Florida.
Se trata de Joe Steinger, cabecilla de la estafa de la corporación Mutual Benefits, una red de inversiones con sede en Fort Lauderdale, que compraba pólizas de seguros de vida a personas con enfermedades terminales, mayoritariamente miembros de la comunidad gay de Florida contagiados de VIH. Luego las vendía a inversores, prometiendo alta rentabilidad. Esa red estafó a más de 30.000 personas por más de 1.200 millones de dólares. Trece personas recibieron condenas, entre ellas Steinger, quien en 2014 fue sentenciado a 20 años de prisión.
Tanto Rubio como Rivera se conocían desde los noventa cuando trabajaron para el congresista republicano Lincoln Díaz-Balart. Rivera, hoy acusado por otro caso de lavado de dinero, ayudó en las campañas de Rubio.
El dinero de Steinger llegó a la campaña de Rubio a través del lobista Alan Mendelsohn, quien recaudó cerca de 2 millones de dólares que distribuyó entre varios políticos de Florida a través de un comité político llamado The Ophthalmology PAC. Sobre este lobista, también pesan acusaciones de lavado de dinero de carteles de drogas sudamericanos, según pruebas recopiladas por el FBI y la DEA. Incluso hay denuncias de medios locales en la Floridaque dicen que la empresa de Steinger utilizó la compra de esas pólizas de seguros de vida para lavar dineros de carteles de droga colombianos y de otras partes del mundo.
Rubio habría recibido el dinero a través del PAC Floridians for Conservative Leadership. Coincide con que apenas unos meses antes de votar votó en una medida que favorecía a Mutual Benefit Corp, según investigaciones periodísticas, nunca fue procesado judicialmente por ese hecho. Como si no fuera suficiente, en otra investigación paralela contra Mutual Benefits se relacionó que uno de los más exitosos contratistas de la firma fue Jaime Rey Albornoz, un colombiano acusado en 2004 de pertenecer a un cartel de la droga..
Según la investigación, Mendelsohn recaudó fondos para Marco Rubio hasta 2009, aun cuando el esquema Ponzi de Steinger ya había sido desmantelado, de acuerdo con reportes judiciales y periodísticos de Florida.
Rubio y los “Crazy Cubans”
Rubio tiene como aliados a tres pugnaces políticos de Florida, con los que ha compartido escenario en más de una ocasión. Se trata de Mario Díaz-Balart, representante por el distrito 25 de Florida, señalado por medios y analistas de promover presiones políticas contra el presidente colombiano Gustavo Petro y cercano defensor de líderes conservadores como el expresidente Álvaro Uribe Vélez. Los otros dos son María Elvira Salazar, ex periodista de CNN en Español y también cubanoamericana, y Carlos Giménez, conocido por su defensa de la línea dura antimigratoria y de seguridad, quien incluso llegó a tachar de adicto a las drogas al presidente colombiano de izquierda.
Este bloque de Florida, circundante a Marco Rubio, ejerce una influencia significativa en la estrategia de política exterior del gobierno Trump hacia América Latina. Aunque está por verse cuánto poder conserva realmente, ha acompañado la meteórica carrera política de Rubio que hoy lo tiene como mano derecha de Trump.
Sin embargo, en uno de sus programas de televisión, Diosdado Cabello, dirigente chavista, dudó del poder de este bloque y afirmó que la política exterior de Estados Unidos bajo Trump está cambiando: se aleja de la línea dura impuesta desde Florida. Y se burló del grupo de políticos floridanos que dice ser el puente con América Latina: "Trump ha abandonado a los llamados Crazy Cubans", declaró.
Sus palabras llegaron después de que, a pesar del lobby de ese sector radical de la derecha floridana, Washington decidiera renovar el permiso a la multinacional petrolera Chevron para seguir operando en Venezuela. Según Cabello, esta decisión responde a una nueva coalición con influencia sobre Trump, conformada por corporaciones estadounidenses y estrategas republicanos veteranos.
Aun así, este grupo mantiene un poder considerable. Su activismo ha trascendido las fronteras de Florida, logrando importantes transacciones políticas y alianzas estratégicas con sectores como los antichavistas en Venezuela, la oposición a Ortega en Nicaragua, los uribistas en Colombia y otras fuerzas de derecha en la región.
En ese contexto se entienden las palabras del presidente colombiano tras conocer la decisión de descertificación movida por Marco Rubio y sus alfiles: “Decidieron no mirar las cifras que se les entregaron, y en cambio sí, una alianza ideológica de extrema derecha, en la gente de Miami (...). Entre otras, señor Trump, le advierto que, en mis investigaciones sobre narcotráfico, ese poder político que vive junto a usted en Miami proviene de una fuerte alianza entre narcotraficantes y políticos colombianos. Tenga mucho cuidado, y le puedo mostrar, cuando quiera, las investigaciones que yo realicé.”
Por ahora, Marco Rubio se consolida en el centro del poder en Washington. Junto a otros líderes republicanos como Ron DeSantis, Nikki Haley y el actual vicepresidente JD Vance, conforma la primera línea de opcionados a la sucesión designada para garantizar la continuidad del proyecto político de Donald Trump una vez concluya su mandato.