El caricaturista Alfredo Garzón y la dramaturga Verónica Ochoa conversaron con la Revista RAYA sobre la novela gráfica que presentan este 13 de agosto sobre la vida de Jaime Garzón, a propósito de los 25 años de su asesinato en 1999 por una alianza de militares y paramilitares.
Por: Redacción Revista RAYA
RAYA: ¿Cómo fueron esos instantes en que usted se enteró del asesinato de Jaime Garzón?
Alfredo Garzón: Yo estaba viviendo en Estados Unidos en ese momento. Nosotros habíamos pasado el verano en Colombia y nos regresamos a finales de julio o tal vez la primera semana de agosto. Ese viernes 13 a las 5:45 de la mañana recibí una llamada con la noticia. Yo entré en shock, me acuerdo que preguntaba si estaba herido o si estaba muerto, y me acuerdo que mientras tenía esa conversación pensaba ¿cómo le voy a explicar esto a mis hijos? Después de que colgué les conté y Gabriel, mi hijo mayor, que en ese momento tenía diez años, me preguntó: “¿Y quiénes lo mataron?, ¿Los buenos o los malos?”. Es una pregunta que a mí me impresionó mucho porque revelaba el nivel de comprensión que él tenía de lo que pasaba en Colombia: no eran necesariamente los malos los que habían asesinado a Jaime, también podían ser los “buenos”.
RAYA: ¿Cómo fueron los detalles de ese día?
Alfredo Garzón: Viajé a Bogotá a mediodía, llegué en la noche a la plaza de Bolívar y recuerdo que había una fila que ya tenía una extensión de dos horas para llegar a ver el cuerpo. Fue un momento muy duro en el que todos los sistemas de protección interior de uno para no desmoronarse empiezan a funcionar, sobre todo teniendo en cuenta que la vida cambia completamente, en un instante, y que uno tiene que empezar a asumir cuestiones que no escogió, pero que le tocaron y toca abrazarlas y toca empezar a luchar por ellas. Ahí empezó esta lucha por la justicia que hoy, 25 años después, continuamos. El crimen sigue en una impunidad práctica, el único condenado vivo nunca ha estado en la cárcel, son 25 años de resistencia, de lucha, de mantenernos de pie, animados por los jóvenes que han mantenido viva la memoria y las ideas de Jaime.
RAYA: Entiendo que se refiere a José Miguel Narváez, exasesor de Álvaro Uribe, exsubdirector del DAS y uno de los hombres que le hablaba al oído al paramilitar Carlos Castaño. ¿Por qué dice que no ha estado en la cárcel?
Alfredo Garzón: No ha habido justicia porque José Miguel Narváez está protegido por los ahora determinadores o autores intelectuales del crimen. Por eso no ha estado ni un sólo día en la cárcel. Él vive en un batallón, no siendo militar, y supongo que continúa con su labor de adoctrinamiento de las Fuerzas Armadas, en guerra psicológica y todas sus especialidades. Tiene cuatro procesos encima más esta condena, pero para esa justicia eso no significa nada.
RAYA: Ustedes acaban de lanzar una novela gráfica sobre la vida de Jaime Garzón, un poco con la idea de encontrar ahí la justicia que no han tenido en los tribunales ¿Cómo es eso de “darse justicia” a uno mismo?
Verónica Ochoa: En el momento que nos conocimos nuestras primeras conversaciones tuvieron que ver con eso. Yo acompañé a Alfredo a un par de audiencias y creo que el texto fundamental tiene que ver con esa sensación de una vida usurpada, una vida en que las prioridades de Alfredo habían quedado relegadas por todo este sinsentido de atender, contestar, dar cuenta de, estar presente, que son unas dimensiones de los familiares de estos inmolados que ni siquiera hacen parte de la conversación pública, son unas microviolencias muy complejas. Empezamos a imaginar desde nuestros oficios, yo dramaturga y él dibujante, para ver qué podíamos hacer en función de fraguar una justicia, de hacer un tránsito de la impotencia a la potencia. Sabíamos que podíamos desplazar el foco narrativo que se había establecido con el caso, que tenía que ver con la impunidad, hacia un lugar más fértil para hacer una especie de cierre interior, para hacer justicia con el hecho de que las ideas de Jaime no debían ser eclipsadas por sus asesinos y la impunidad que los rodeaba. Hubo un imperativo histórico del momento en el que estábamos, empezamos en el 2019 y en el mundo pasaron muchas cosas en estos años que estuvimos en la creación de la novela. Los relatos siempre han estado alrededor de los asesinos, entre más asesino seas, tienes más series, más libros, más novelas de televisión publicadas. Creíamos que este país necesitaba otro enfoque, otro relato posible, decidimos centrarnos en la esperanza que irradiaba las ideas de Jaime.
Alfredo Garzón: Verónica y yo nos conocimos porque ella había hecho una obra sobre Jaime Garzón, que se llamó “El Corruptour”. El día que yo fui a ver la obra conocí a Verónica. Aunque yo tenía un deseo anterior de hacer algo con el caso de Jaime a través de mi oficio que es el dibujo, mi idea estaba muy influenciada por el proceso penal, por el expediente, yo veía toda clase de historias de acción, de cómo funciona el asesinato político en Colombia, de cómo funciona la impunidad practicamente desde Jorge Eliécer Gaitán, donde los sicarios son asesinados por otros sicarios que ya están contratados para eso, para asegurar la impunidad. Cuando vi la obra de Verónica esa idea inicial cambió, lo que vi fue el caso de Jaime atravesado por unas reflexiones filosóficas, ahí nace la idea de hacer esta novela gráfica juntos. Pasamos de la impotencia a la potencia, de la muerte a la vida, eso fue posible gracias a que en el proceso de creación hay una libertad tan grande de transitar este duelo, que es imposible en los términos tradicionales. Por eso el libro se llama así Garzón: el duelo imposible. En medio de esa libertad es posible la creación, es posible una justicia poética para Jaime, ya que no fue posible la otra.
RAYA: ¿Para ustedes también es esa justicia poética?
Alfredo Garzón: Sí, de hecho hay un tránsito emocional a través de todas estas páginas, con cantidades de historias: mi niñez con Jaime, nuestra juventud, nuestra militancia, después haber cogido caminos distintos, los encuentros, la última conversación. Haber recorrido esa vía, haber vuelto a pasar por el corazón, haber recordado todos esos momentos bajo una nueva luz me dan un alivio. Hoy se la entregamos a los jóvenes, que son los que han mantenido la memoria y las ideas de Jaime vivas. Entregamos este testimonio, esta obra de arte, es como una batería con una cantidad de energía para quien desee leerla.
RAYA: Este magnicidio desborda el dolor de una familia porque fue un duelo nacional, pero hay unos recuerdos, una memoria, una historia íntima que nunca ha estado en la conversación pública sobre el tema, ¿cómo fue lidiar con eso en la construcción del guión?
Verónica Ochoa: Por el carácter colectivo de ese duelo yo siento que antes de conocer a la familia me aproximé a Jaime más enfocada en el caso judicial que en su biografía, para dar mi grito de indignación como ciudadana. Cuando conocí a Alfredo conversábamos si nos enfocábamos en esas escenas de acción o si tomábamos todas las posibilidades de la literatura del yo y la autorreferencialidad, para hacer algo más interesante que albergue no sólo las anécdotas más privadas sino incluso los extravíos del proceso de creación. Hay un par de veces en la novela en donde el narrador dice no más, no sé para dónde voy. Alfredo fue muy generoso, tenía mucho deseo de compartir con los otros, no sólo con quienes lo rodeamos, sino con los lectores. En un mundo judicial en donde hay tanto énfasis en lo individual, cada uno con su caso, cada uno con su peregrinaje kafkiano, volver a conectar con los otros es una cosa muy especial. Las respuestas de los pocos lectores que ha tenido el libro son muy conmovedoras e inesperadas, el hecho de encontrar que tantos jóvenes decidieron su carrera o tomaron decisiones vitales inspirados en Jaime, su figura de pedagogo que es desconocida, su formación como normalista, todo eso irradia mucha luz y mucha inspiración. También la revelación de que este tipo estaba moviendo cosas a nivel macropolítico y micropolítico. Jaime hacía revoluciones hasta en un ascensor. Una vez un político corrupto tuvo la mala suerte de encontrarse con él en un ascensor y Jaime hizo una fiesta, como haciéndole un ajuste de cuentas in situ, muy potente. También incluimos todas las reflexiones que Alfredo y Jaime sostuvieron por mucho tiempo sobre el tema de la educación, ellos quisieron cambiar esa escuela disciplinadora, controladora, porque ahí no había nada fértil, esa es una faceta reveladora de los rasgos de Jaime.
RAYA: ¿Cuál creen que es el legado de Jaime Garzón para las nuevas generaciones?
Alfredo Garzón: Creo que les dejó muy claramente una misión que se desprende de su propia vida, de su formación, de la experiencia de vida y, en últimas, de la muerte que tuvo también. Es la misión de ser críticos y ser capaces de gestionar su propio futuro. Ese es un encargo urgente que le hace a los jóvenes cuando les dice que si no se apoderan de las riendas de su destino, nadie lo va a hacer por ellos. Y me centraría en otra frase que le han adjudicado a él, pero que en realidad es parte de la traducción que hicieron los pueblos indígenas a la Constitución de 1991, que para él y para nosotros fue una especie de utopía, es esa frase de que nadie está por encima de nadie así piense diferente. La figura de Jaime estuvo ahora en el estallido social del 2021 y antes explotó por todas partes, eso es impresionante. Todo eso nos dio la energía para hacer esta novela que resultó ser una gran obra artística.
RAYA: ¿Quién quería quitar a Jaime del camino? ¿Esas personas siguen allí?
Alfredo Garzón: Sí, siguen allí. Y son las élites políticas, económicas y militares, cuyos proyectos no hubieran sido posibles si Jaime está vivo. Si Jaime y los otros líderes asesinados por los mismos asesinos, como Mario Calderón, Elsa Alvarado, Jesús María Valle o Eduardo Umaña estuvieran vivos, ese proyecto político que ya estuvo vigente tantos años en el país no hubiera sido posible. Hoy en día esa pugna continúa, ellos eran los interesados en que Jaime no continuara. De hecho hay una entrevista muy diciente con un líder político conservador en donde él le advierte: “a mí me dijeron que a usted lo van a sacar”, y Jaime le pregunta: “¿Me van a sacar de donde? ¿del programa? ¿Y por qué?”, y él le responde: “No, porque usted jode mucho”. Eso se convierte en una suerte de amenaza y en un anuncio de la suerte que corren en este sistema político quienes se oponen a dichos proyectos económicos y políticos.
RAYA: Alfredo, usted es caricaturista hace cuatro décadas en uno de los diarios más importantes del país. Desde hace 25 años publica cada 13 de agosto una viñeta recordando a su hermano, ¿cuál será esa caricatura esta vez?
Alfredo Garzón: Hay una imagen en el libro en donde yo le digo a Jaime que, en vista de que no fue posible darle una justicia, yo le entrego el libro. Es probable que esa sea la imagen.