Kristinn Hrafnsson —periodista investigativo islandés— y Joseph Farrell —reportero y editor británico— son respectivamente el editor en jefe y el embajador de WikiLeaks, la organización responsable por algunas de las más grandes filtraciones de información confidencial de las últimas décadas. Ambos visitaron Bogotá la semana pasada como parte de una gira por Latinoamérica en la que buscan apoyo para que su fundador Julian Assange no sea extraditado a Estados Unidos.
Por: Isabel Caballero Samper
El mismo día que Hrafnsson y Farrell se reunieron con el presidente Gustavo Petro hicieron un espacio en su agenda para encontrarse con algunos medios y periodistas independientes entre los que se encontraba la Revista RAYA. Los voceros de WikiLeaks hablaron sobre las desilusiones que han tenido de los periodistas como gremio y del estado actual del caso de Julian Assange.
Hrafnsson, quien llevó la batuta durante la mayor parte de la conversación, contó que Assange nunca quiso ser la imagen pública de WikiLeaks, y que fue casi en contra de su propia voluntad que en 2010, cuando la organización publicó los documentos del Ejército estadunidense que les había proveído la analista de inteligencia Chelsea Manning, dio un paso al frente y se convirtió en la cara visible de la organización. Pero, “podíamos ver que era en contra de su naturaleza estar en las luces”, dijo Hrafnsson.
Y ahora, “Si todo va contra Julian, él podría ser puesto en un avión en semanas. El tiempo se acaba,” advierte el editor en jefe. El 11 de abril de 2019 Assange fue arrestado por la Policía Metropolitana de Londres sobre la base de un pedido de extradición de los Estados Unidos por cargos bajo la Ley de Espionaje de 1917, para ese momento llevaba siete años encerrado en la Embajada de Ecuador en el Reino Unido. Ahora está esperando la respuesta a una petición que hizo a la Corte Suprema de ese país argumentando que el tratado de extradición que comparte con los Estados Unidos excluye específicamente a las personas acusadas de crímenes políticos, y que el espionaje y los crímenes de los que se le acusa por haber publicado información secreta (aunque de interés público) son esencialmente crímenes políticos.
Como ya habíamos contado aquí en la Revista RAYA, WikiLeaks se convirtió en una marca conocida cuando en 2010 reveló miles de documentos clasificados sobre las guerras de Iraq e Afganistán, los detenidos de Guantánamo y mucho más. Los cargos en contra de Assange podrían significar una sentencia máxima de 170 años en la cárcel.
La administración Obama ya había debatido la idea de acusar a Assange bajo la Ley de Espionaje de 1917 —la acusación final fue hecha durante la administración Trump—, pero había decidido no hacerlo porque había considerado que podría sentar un precedente en contra del periodismo investigativo y que incluso podría ser inconstitucional bajo la primera enmienda a la Constitución que protege el derecho a la libre expresión.
John Demers, el jefe de la División de Seguridad Nacional del Departamento de Justicia que finalmente hizo la acusación contra Assange, insistió en que este “no es un periodista”. Como si esto hiciera alguna diferencia cuando los crímenes de los que se le acusa, conseguir de una fuente documentos que demostraban malas conductas por parte de un gobierno y ponerlos en conocimiento del público, son exactamente el trabajo que hacen los reporteros que trabajan en medios tradicionales.
Sorprendentemente, los medios no han estado consistentemente a favor de Assange y de WikiLeaks. “Los grandes medios en Reino Unido son terribles yo he estado lidiando con ellos por los últimos 12 años”, dijo Hrafnsson. Según él la falta de apoyo ha sido, al menos en parte, por celos laborales. “Los periodistas son humanos y tienen una piel fina. No les gusta cuando alguien les roba la gloria, y en 2010 y 2011 WikiLeaks, un pequeño equipo, estaba publicando noticias inéditas más que cualquier otra media corporativa”.
Recientemente y cada vez más el apoyo a Julian Assange se ha vuelto más generalizado. No son solo los presidentes latinoamericanos progresistas como Petro y Lula (a quien Hrafnsson y Farrell visitaron este lunes como parte de su gira) que se están manifestando a favor de Julian Assange, que hace solo unos pocos años cuando fue expulsado de la embajada ecuatoriana fue mostrado por la prensa como un Papá Noel desquiciado.
“No es muy difícil decir yo estoy de acuerdo con Amnistía Internacional, con Reporteros sin Fronteras. Estoy de acuerdo con la Unión de Libertades Civiles Americana (ACLU), con el Consejo de Europa, con el Grupo de Trabajo sobre la Detención Arbitraria de las Naciones Unidas. Con todas esas organizaciones y docenas de otras más,” concluyó el editor en jefe de WikiLeaks.