El colectivo Movimiento en Colectivo lleva a escena “Caballeros”, una obra de danza teatro que traduce al movimiento la potencia erótica y dolorosa de los dibujos del pintor Luis Caballero. Eduard Mar, uno de sus creadores, habla de cómo el placer, la violencia y el homoerotismo se entrelazan en escena para sublimar la vida y no solo exhibir cuerpos.
Por: Santiago Erazo
“Yo siempre pinto el mismo cuadro, la misma agonía de hombres desnudos”, dijo alguna vez el pintor Luis Caballero. No era una afirmación efectista ni pretenciosa. Lo decía porque el cuerpo, sobre todo el masculino, se desplegaba a lo largo de sus dibujos y sus pinturas desde un interés constante, que no era una repetición sin inventiva, sino una pregunta inacabada sobre el cuerpo y el punto en que erotismo y religiosidad convergen en él, como ocurre en las representaciones de mártires y de cristos heridos, pero atravesados por el éxtasis y la pasión. Por eso el poeta y ensayista Juan Gustavo Cobo Borda ubicaba los límites de ese cuerpo de la obra de Caballero “en el placer y la tortura (...), en el esplendor y la ignominia”. El arte sacro, la visceralidad de Francis Bacon y el uso del color en Goya fueron, entre otros, los rudimentos que finalmente usó el pintor colombiano para estirar las posibilidades de esa tensión de un cuerpo lastimado y, a su vez, erotizado.
Treinta años después de la muerte de Caballero, Movimiento en Colectivo, un proyecto conformado por los bailarines Eduardo Cifuentes y Eduard Mar, presenta “Caballeros”, una obra de danza teatro en la que Cifuentes y Mar ponen en escena los dibujos de Luis Caballero y vuelven explícito el carácter móvil y homosensible de estas piezas, y el ardor y la agonía que las habitan. RAYA conversó con Eduard Mar días antes de su presentación el próximo 27 y 28 de junio en el Centro Nacional de las Artes, en el marco de la programación “Cuerpxs que hablan”.
El ejercicio de trasladar la obra de Luis Caballero al teatro y a la danza es no solo un gesto de adaptación, sino también de traducción de lenguajes, en este caso el lenguaje pictórico vertido al lenguaje de la danza. Teniendo en cuenta que, cuando se habla de traducción, siempre se habla de traición –"traduttore, traditore", se suele decir–, ¿qué tuvieron que traicionar de la obra de Luis Caballero y qué intentaron preservar?
Yo creo que traicionamos en general a Luis Caballero. Cuando creamos la obra, en 2017 (de hecho, fue la primera obra del colectivo), partimos de que queríamos plantear algo con dos hombres en escena, y ahí el tema erótico fue apareciendo más. Eduardo ya había trabajado algo de la obra de Caballero desde el arte dramático, así que surgió la posibilidad de llevar todo esto a un ejercicio de danza teatro. La obra de Luis Caballero es cuerpo y es movimiento. Es decir, vemos una de sus pinturas o sus dibujos, pero no sabemos qué está pasando detrás de la escena. Lo que sí vemos es que hay movimiento continuo, como una danza. Si pusiéramos una obra tras otra, podríamos ver una coreografía.
Luego nos dimos cuenta de que no solamente era el movimiento lo que nos llamaba la atención en Caballero, sino al mismo tiempo el juego entre la luz y la sombra, y a su vez la presencia de la violencia. Todos esos elementos están ahí mezclados dentro de su obra y nosotros decidimos extrapolarlos a la nuestra, sin querer ser fieles a lo que está plasmado figurativamente en su trabajo artístico.
En Luis Caballero, el placer y el dolor son dos orillas que permanentemente se encuentran. ¿Cómo decidieron abordar en la obra ese tándem placer-dolor?
Cuando estamos frente a un dibujo de Caballero, siempre nos sentimos al borde del abismo: no se sabe si realmente un personaje está matando al otro, o si está haciendo el amor con el otro, o está ayudándolo. Entonces esas imágenes, que nos permitían crear y soñar, nos llevaron a hacer esta propuesta coreográfica, la cual navega por todo ese universo que va del placer al dolor. Por ejemplo, hay una escena que nosotros hemos llamado “Perros”, donde van apareciendo los placeres con los que se relaciona a la comunidad LGBTIQ+: la fiesta, la rumba, el alcohol, las drogas. Así que recurrimos a la escena de un baño de discoteca donde hay hombres al acecho, donde hay una animalidad o un asunto salvaje en el que aparece esa tensión entre el placer y lo agresivo y lo rabioso y lo violento.
Otro binomio que se discute en la obra de Luis Caballero es el de erotismo-sexo. En alguna entrevista, él decía que el erotismo es lento y el sexo es rápido, dando a entender que le interesaba más lo primero que lo segundo al momento de crear. ¿Cómo aparece en “Caballeros” esa tensión?
Más que plantearlo como una definición en la que cierta parte tenía que ser erótica y otra sexual, yo creo que los movimientos de la obra se fueron tejiendo el uno con el otro y eso nos iba dando claridad sobre a dónde podíamos ir.
Entonces, fue superimportante no solo tener la imagen de Caballero que nos inspiraba, sino entender el movimiento que estábamos generando, es decir, ¿por qué nos movemos de esa manera? Y al mismo tiempo, ¿qué atmósfera sonora debe acompañar ese movimiento? ¿Y qué iluminación podría ir con esa atmósfera sonora y con el movimiento? Ese triángulo movimiento-atmósfera sonora-iluminación nos ayuda a que la desnudez dentro de la obra no sea literal y vana, sino que sea también parte del juego. En los dibujos de Caballero nunca vemos un cuerpo expuesto porque sí. Su apuesta iba más allá, y con ello consiguió incluso que la sociedad colombiana entendiera un poco más la legitimidad del homoerotismo. Logró, por ejemplo, que una señora de la aristocracia tuviera un cuadro de él en su sala. Por la misma línea, a nosotros tampoco nos interesa simplemente exponer, sino sentir, emocionar.
¿Qué podría decir el lenguaje de la danza que no puede decir el lenguaje pictórico de una obra como la de Luis Caballero?
Lo interesante de la danza es que es un momento efímero, que pasa por un tiempo determinado y que simplemente lo vives al instante. La obra pictórica la tienes ahí; si la observas de nuevo te puede producir otra cosa, pero nunca vas a poder volver a sentir lo que te produce el instante de la obra. Entonces, yo creo que eso es lo más impactante y lo más potente del lenguaje de la danza: poder generar en las personas una emoción o una sensación que a su vez generan estos cuerpos que están percibiendo también una sensación. Porque finalmente lo que nosotros estamos compartiendo en escena es lo que estamos viviendo y estamos sintiendo a través de la música, de la luz, de la situación que estamos representando.
No es movernos por movernos, no es moverse bonito para que la gente vea que bailamos bonito. Cada escena representada tiene una situación específica y esa situación específica debe tener una gestualidad que nos lleva a explorar y a meternos en un momento específico. Al final, todo esto lo hacemos para sublimar la vida, para contar historias.