Revista RAYA revela el expediente de la Convivir Guaymaral, que constituyó en 1996 Jorge Gnecco y el exjefe paramilitar Salvatore Mancuso para desangrar el norte de Colombia. Tenía sede en Guaymaral, una lujosa zona campestre en el norte de Bogotá, y operaba en el Cesar y Magdalena. La Fiscalía tiene testimonios de paramilitares que señalan a Lucas Gnecco, su hermano, como cómplice de dos masacres cometidas en ese departamento y por esa misma época. Sin embargo, no lo investigan.
Por: Edinson Arley Bolaños
Esta semana el exjefe paramilitar Salvatore Mancuso, desde Estados Unidos donde está en prisión, volvió a sacudir la verdad que se esconde detrás de la expansión del paramilitarismo en Colombia. Mencionó que las Cooperativas de Vigilancia y Seguridad Privada, conocidas como Convivir, fueron un pilar decisivo en la consecución de armas del Estado para ejecutar masacres y otro tipo de operaciones ilegales; incluso, reveló que, a finales de 1997, cuando operaba en el Cesar con armas de la Convivir Guaymaral, él y sus hombres fueron detenidos y luego liberados por colaboración del entonces coronel Óscar Naranjo, quien era jefe de inteligencia de la Policía Nacional. La Revista RAYA revela el expediente de esa Convivir, el listado de armas que el Estado les prestó y la historia de las dos masacres que se le atribuyen a Mancuso y a los hermanos Jorge y Lucas Gnecco, pero las cuales la Fiscalía no ha investigado a pesar de contar con testigos de los hechos.
Esta historia empezó el 5 de septiembre de 1996, justo el día en que Salvatore Mancuso, Jorge Gnecco y Gustavo Cerchar, fueron a la Notaria 29 de Bogotá donde constituyeron la sociedad Guaymaral Ltda., con la que hicieron negocios, despojaron de sus tierras a campesinos, abrieron cuentas bancarias y tramitaron todos los permisos para obtener las armas del Estado. El domicilio principal se constituyó en Guaymaral, una zona de lujosas casas campestres en el norte de Bogotá, pero crearon sucursales para operar en la vereda Tukurinka (Magdalena), en plena zona bananera, en los municipios de Bosconia y Valledupar (Cesar) y en el área rural del norte del Cesar. Incluso, la sociedad Guaymaral dejó la puerta abierta para crear sucursales en otras partes del país o en el exterior, dice la escritura.
Documento de constitución de la sociedad Guaymaral Ltda
El objeto social de la sociedad Guaymaral abarcaba desde promover la seguridad, la educación, la salud y la recreación, hasta arrendar, vender, enajenar o gravar toda clase de bienes muebles o inmuebles con el ánimo de procesarlos, venderlos o explotarlos. Todo un Estado paralelo que se fue afianzando como una fuerza que asesinó a miles de colombianos con las mismas armas privativas de las Fuerzas Militares. En este caso, Gnecco, Mancuso y Cerchar, el 30 de agosto de 1996, quince días antes de crear legalmente dicha sociedad comercial, le remitieron una carta al superintendente de vigilancia de la época, Herman Arias Gaviria, implorando para que les autorizara la compra de 15 subametralladoras, 15 pistolas 9 milímetros y 5 escopetas de repetición. Fungiendo bajo una sociedad que en ese momento no existía en la legalidad. Así lo dejan ver los documentos de la época.
Documento de constitución de la sociedad Guaymaral Ltda. y la solicitud de armas de Gnecco, Mancuso y Cerchar
El expediente de Guaymaral se fue robusteciendo y quince días después de esa petición quedó otro rastro de complicidad para que las Convivir crecieran con prontitud. Gnecco solicitó, ahora sí, la legalización de la Convivir Guaymaral el 16 de septiembre de 1996. Dos días después el Superintendente Arias expidió la resolución para que dicha sociedad empresarial tuviera un permiso para la operación de lo que legalmente se llamaba un Servicio Especial de Vigilancia y Seguridad Privada. En ese momento, Mancuso ya era uno de los comandantes de las Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá (Accu) junto con Carlos y Vicente Castaño. Muy rápido el superintendente Arias, dos días después, el 18 de septiembre de 1996, expidió una resolución y le otorgó licencia de funcionamiento a la Convivir de Gnecco, Mancuso y Cerchar.
Las dos masacres
Bajo el nombre de Guaymaral la Supervigilancia les aprobó 10 subametralladoras y 10 pistolas 9 milímetros, las cuales fueron entregadas a Gnecco por el Comité de Armas del Ministerio de Defensa, actualmente el Departamento de Control y Comercio de Armas del Ejército. Los documentos muestran que el Estado les prestó más armas, pero el expediente está incompleto y no existe registro de si devolvieron todas las armas que adquirió dicha Convivir. En paralelo, Mancuso se reunió con “las personas ricas del Cesar, en la casa de Lucas Gnecco, en un encuentro que propició Jorge Gnecco. Incluso, era la casa del centro de operaciones donde yo dormía. Nos lo facilitó Jorge Gnecco y quedaba en el mejor barrio de Valledupar, Novalito. Ahí teníamos la base, de ahí salían los urbanos nuestros a ejecutar acciones en el Cesar”, dijo Mancuso esta semana en su declaración para la Justicia Especial para la Paz (JEP) desde Estados Unidos.
Expediente Convivir Guaymaral. Permisos de porte de armas
Una de esas operaciones, que terminó en masacre, sucedió justo para los días en que Gnecco, Mancuso y Cerchar recibieron las veinte armas del Estado. La Fiscalía tiene en su poder el testimonio del paramilitar Hernando de Jesús Fontalvo Sánchez, alias "Pájaro", el cual coincide con lo relatado esta semana por Mancuso, respecto a la gran influencia que ejercieron en favor del paramilitarismo distintas familias prestantes del Cesar, La Guajira, Magdalena, Córdoba. Una de ellas, la familia Gnecco.
En su testimonio, entregado a un fiscal de Justicia y Paz, alias “Pájaro” relató que en la noche del 26 de octubre de 1996 se reunieron en la casa de Nelson Gnecco, hermano de Lucas y Jorge, para planear el operativo y escuchar a la informante que llevaba el listado de personas que supuestamente eran miembros de la guerrilla. “La “Maye” señala a las personas que tenían vínculos con la guerrilla. La reunión fue en la casa de Nelson Gnecco, la casa tiene la entrada por la parte de atrás, tiene un quiosco, una piscina, unos palos de mango”, afirmó el 24 de marzo de 2010, fecha en que la Fiscalía registró como indiciado de esta masacre, en la categoría de tercero civil, al exgobernador Lucas Gnecco Cerchar, a Mirielza Quintero Trujillo (Maye) y a su hija Zhuli María Leal Quintero.
Listado de la Fiscalía donde Lucas Gnecco quedó registrado como indiciado en la masacre de Media Luna.
En la madrugada del 27 de octubre de 1996 arribaron al corregimiento Media Luna del municipio de San Diego (Cesar) más de 60 hombres armados tras una orden de Mancuso. Así narró alias “El Pájaro” la llegada al lugar de la masacre: “Llamamos a Mancuso, él llega con “Jorge 40”, hablan con “Maye”, ella les dice quiénes son (los supuestos guerrilleros) y Mancuso manda alistar la gente, a Baltazar que estaba en El Difícil. Se coordina con el comandante del Batallón La Popa y el comandante de Policía de Valledupar, porque iban a pasar varios carros armados. Ellos llegaron a Rio Seco con la gente del “Negro Medina” en 4 camionetas, eran aproximadamente 60 hombres de la “Urbana de Valledupar”: el Puma, Juan Bautista, Brayan, Camilo y yo. Tomamos rumbo a Media Luna. Mancuso se queda con Jorge 40, nosotros seguimos a Media Luna, llegamos a las 2 de la mañana, cuando entramos la guerrilla sí había estado en el pueblo. La primera persona que se saca es un señor que vendía café, se saca un Suzuki Rojo, lo mata Baltazar, se le quita un revolver. Otro fue el señor del matadero, lo sacó el “Negro Medina”. La gente la muestra “Maye”, Marielza Quintero Trujillo y su hija Zuly”, aseguró.
Después narró el asesinato de un niño, a manos de uno de sus compañeros que porque supuestamente pensó que se trataba de un adulto. “La orden de “Baltazar”, no hubo violaciones. Llegamos a una fiesta, sale un señor borracho y se mata, lo mató “Camilo”; también muere ahí el niño Carlos Uriel, que lo mata “Baltazar”, por error, porque el niño salió corriendo y pensó que era una persona adulta. “Baltazar” duró afectado por esa muerte, al igual que todos”. Finalmente, confesó dónde enterraron los cadáveres de las víctimas: “Se ordenó embarcar, iba un señor herido; llegamos a Brasiles, ahí estaba el Ejército, nos abre paso, tomamos una trocha de Verdecia, ahí yo le digo a “Baltazar” que iba una persona mal herida, seguimos para El Difícil (Magdalena). Entramos al pueblo, llegamos a una finca y se baja la gente y se entierra ahí”, concluyó alias “Pájaro”. En esta operación fueron asesinadas tres personas y otras cuatro aún están desaparecidas.
A principios de 1997, cuando los paramilitares se empezaron a llamar Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), en La Guajira fueron capturados por un policía recién graduado Salvatore Mancuso junto con Rodrigo Tovar Pupo, alias Jorge 40. Estaban con escoltas y armas de la Convivir Guaymaral, por lo que Mancuso decidió llamar por radio y poner la queja ante el comandante Carlos Castaño. Según el excomandante paramilitar, en su última declaración esta semana desde Estados Unidos, en la gestión para que los liberaran ayudó el coronel Rozo José Serrano y el entonces coronel Óscar Naranjo, altos mandos de la Policía en ese momento. Naranjo luego se convirtió en General y vicepresidente de la República. “Llamo a Carlos Castaño y estoy con Rodrigo Tovar detenidos. Venía René Ríos, comandante de ese momento, y nos van a llevar a la estación de Policía. Y sino se resuelve nos mandan a una cárcel. Y dijo: déjame yo llamo a Serrano y llámate a Naranjo. Y mandó al coronel Danilo González a que nos liberara. Tuvimos que organizar ese tema con el juez y el fiscal y hasta nos disfrazó de policía y dejamos allá al “Pájaro” y al “Puma” porque nos los pidieron. Salimos disfrazados de policía y ahí me recoge un capitán de policía que me escolta”.
Sobre el particular, la Revista RAYA habló con el general Naranjo. Dijo que “Serrano fue requerido por la Fiscalía y acreditó toda la documentación que prueba que el teniente que capturó en La Guajira a Mancuso y a otros siete más los puso a disposición de un fiscal y ese fiscal fue procesado y condenado por haberlos puesto en libertad, pero la verdad es que la policía no los liberó, ni hubo intermediación mía, porque yo en ese momento no tenía jurisdicción sobre La Guajira, yo trabajaba en inteligencia”. Incluso, fue más allá y reveló que el argumento de Mancuso para salir bien librado ante el fiscal fue que las armas pertenecían a la Convivir Guaymaral.
Durante todo el año 97 Mancuso, Gnecco y Cerchar tuvieron armas del Estado para sus operaciones ilegales. A finales de ese año el debate nacional e internacional contra las Convivir y sus prácticas había escalado a unos niveles insospechados. Ya para inicios de 1998 la Supervigilancia había reformado el decreto de las Convivir y les exigía muchos más requisitos que hicieron que Jorge Gnecco renunciara a la licencia. Los requisitos iban desde los nombres de personas que portaban las armas hasta su ubicación. En el orden de las páginas del expediente, posterior a este hecho existe un acta sin fecha con la que Gnecco habría entregado 18 de las 20 armas. El documento fue diligenciado a mano y firmado por Jorge Antonio Gnecco. Firmó ese documento y postergó la entrega de los permisos de las armas. Finalmente, la licencia fue cancelada por la Supervigilancia.
Un mes más tarde, el 20 de agosto de 1998, Gnecco envió una enérgica carta a la Supervigilancia y dejó claro por qué renunciaba a la licencia: “a raíz de la imposibilidad para operar con armas de fuego de la magnitud de las utilizadas por grupos subversivos, la demora del gobierno en su reglamentación, las críticas internacionales sobre el funcionamiento de las llamadas Convivir”.
Expediente Convivir Guaymaral. Carta de renuncia de Gnecco a la licencia y porte de armas
Para ese año Lucas Gnecco fue elegido gobernador del Cesar por segunda vez. Cargo en el que terminó investigado por corrupción y luego de un largo juicio el año pasado fue condenado por la Corte Suprema de Justicia tras probarse que se robaron dineros públicos que estaban destinados a la reparación de carreteras de los campesinos de Bosconia y Pueblo Bello (Cesar). Su paso por la Gobernación también concluyó con el asesinato de su hermano Jorge, quien había sido socio de Mancuso y quien tenía para ese entonces como jefe de escoltas al hasta hace tres años jefe de una banda criminal: “Marquitos Figueroa”. Socio del “Ñeñe Hernández” y de otro Gnecco, Armando, actualmente en juicio por asesinato. Jorge Gnecco fue asesinado por hombres del Bloque Norte de las AUC el 11 de agosto de 2001.
Hacia finales de 2003 sucede la otra masacre en la que aparece señalado el exgobernador Lucas Gnecco Cerchar. Según una declaración de 2019, del paramilitar Jhon Jairo Hernández Sánchez, alias Daniel Centella, miembro del Frente Mártires del Cacique Upar, en la finca Eliana María o La Amarilla, de propiedad de Gnecco, estuvieron secuestrados los señores Héctor Luis Montero Malo, un líder indígena wiwa; Antonio Marcelino Mendoza Daza; Javier Navarro Becerra y José Daza Loperena. “Se les mantuvo oculto durante cinco días, por lo menos, en predios de la finca Eliana María o La Amarilla, situada en la región de Callao, de propiedad del señor Lucas Gnecco Cerchar y para la época administrada por quien nombré como Federico Saad”, dice testimonio plasmado en el documento de la Fiscalía de Justicia y Paz.
Sentencia contra alias Daniel Centella, del Frente Cacique Upar de las AUC,
en la que queda consignada su confesión respecto al papel de Lucas Gnecco en la masacre de Mincas del Iraca
Esta masacre es conocida como Minas del Iracal, nombre de la comunidad que estaba asentada a 50 minutos de Valledupar y que terminó desplazada luego de la matanza. Según ese mismo testimonio, la suerte final de las cuatro personas retenidas fue la muerte. “Igualmente admitió que “alias 39”, comandante del frente, ordenó que se les causara su muerte, cumplida por “alias 38”, comandante del grupo de Pueblo Bello”, resalta el documento.
Han pasado 25 años desde que se perpetró la masacre de Media Luna y el fantasma de los determinadores aún sigue esperando en los sótanos de la Fiscalía. Lucas Gnecco tan solo ha sido condenado en tres oportunidades por la Corte Suprema de la Justicia por “constreñimiento” al elector en 2000 y luego por la corrupción que lideró en su gobernación en el fraccionamiento de 101 contratos que estaban destinados a centros educativos. Gnecco tenía una sentencia de 24 años, pero la Corte el año pasado dejó su condena en 5 años y, tras argumentar un estado de salud precario, le concedieron pagar la sentencia en su casa de siempre en Valledupar.
Para llegar a esa meta no la tuvo tan fácil, aunque en ese camino también dejó evidencia de sus alcances en los altos niveles de la justicia. El fiscal anticorrupción Luis Gustavo Moreno, extraditado a Estados Unidos por corrupción, fue el apoderado de Gnecco desde julio de 2015. Cuando Moreno prendió el ventilador del “cartel de la toga” aseguró que el actual senador del partido de la U José Alfredo Gnecco, hijo de Lucas, sobornó con $150 millones a magistrados del alto tribunal para dilatar el proceso de su padre el exgobernador. Entre tanto, por los delitos de lesa humanidad la Fiscalía no investiga a Lucas Gnecco, a pesar de que existan los testigos, las víctimas y los hechos de dos masacres. ¿Qué más hace falta para que actúe la justicia?
De izquierda a derecha: Jorge Gnecco, Salvatore Mancuso y Lucas Gnecco.
* Espere la segunda parte de esta investigación en la siguiente edición.