En entrevista con RAYA, la experta en geopolítica Lina Luna Beltrán analiza los avances, contradicciones e improvisaciones de la política exterior a tres años del gobierno Petro. Destaca el ingreso al Banco BRICS, el acercamiento a China y el liderazgo regional, pero advierte que la falta de estrategia y coherencia han limitado su impacto. Colombia, dice, debe pensar su diplomacia con visión multilateral y pragmática.
Por David González M.
Una carrera de obstáculos es lo que ha tenido que afrontar a política exterior del gobierno de Gustavo Petro. En tres años ha tenido cuatro cancilleres y uno de ellos, Álvaro Leyva, incluso fue acusado de estar detrás de una intentona golpista contra el mandatario.
A pesar de los obstáculos la política exterior se reencausó hacia otra meta y tiene logros. Para analizar estos altibajos durante este gobierno, RAYA conversó con la profesora Lina Luna Beltrán, sinóloga e internacionalista de la Universidad Externado de Colombia, con maestría en Política Internacional de la Universidad de Lenguas y Cultura de Beijing, China.
Luna es experta en geopolítica de Asia, relaciones China-América Latina, economías emergentes y cooperación Sur-Sur.
“Creo que esperábamos del gobierno Petro un mayor acercamiento a China, pero no solamente a China, también a los BRICS y a otros destinos”, señala. En esta entrevista con RAYA, explica que, aunque hay avances importantes que marcan el camino a seguir para futuros gobernantes, fue un camino con demasiados tropiezos e improvisaciones.
RAYA: ¿Qué se esperaba en política exterior del Gobierno Petro?
Lina: Esperábamos una Colombia mucho más rebelde —por decirlo de alguna manera— o vanguardista en su forma de llevar una política exterior más diversa. Sin embargo, nos encontramos con una cancillería estancada, con demasiados cambios. Ha sido fatal, básicamente porque Murillo fue quien tuvo mayor continuidad, pero incluso esa continuidad giró más en torno a Estados Unidos que a otros temas.
En ese sentido, temas como los de África —que en algún momento sonaron fuerte con la vicepresidenta— se mantuvieron en un nivel coyuntural, protocolario, sin un rumbo claro hacia dónde íbamos ni con China, ni con África, ni con Asia.
No hubo una diversificación suficiente que se reflejara en hechos concretos. En el discurso se pueden decir muchas cosas, pero la clave está en la evidencia tangible. Por eso, podríamos afirmar que lo que esperábamos no se materializó.
Aun así, es la primera vez que Colombia asume un liderazgo importante en integración regional. Es la primera vez que el país tiene un papel más determinante en el discurso latinoamericano, al asumir las presidencias pro tempore de diferentes mecanismos.
¿Cuál es el problema? Que si bien se dan esas cosas, la ejecución de todos estos principios fue mínima, básica, desordenada y completamente improvisada. Desde el principio lo observé más en el tema de China. El trato de la cancillería y del gobierno a los funcionarios de China nunca ha sido particularmente bueno.
RAYA: Entiendo que fue así con la Ruta de la Seda, que de todas formas, finalmente se firmó.
Lina: Los frecuentes cambios de funcionarios hicieron que las conversaciones sobre los beneficios de la Ruta de la Seda quedaran estancadas. Cada nuevo encargado retomaba el proceso, pero al ser reemplazado, el tema se diluía.
La primera visita presidencial a China fue un fracaso. La percepción, tanto en China como en Colombia, fue que el tema principal era el metro, cuando este era, primero, un asunto que no correspondía a una visita presidencial y, segundo, el menos relevante.
RAYA: Para el contexto de los lectores, habla de esa primera visita del gobierno Petro a China, en octubre de 2023.
Lina: Exacto. Esa primera visita presidencial fue desarticulada. Pero además, claro, para China el tema era unirse a la Franja y la Ruta. ¿Por qué? Porque en el marco de la Franja y la Ruta es mucho más fácil determinar escenarios de cooperación en diferentes áreas.
Ese era el espacio. Y a Petro le pareció que la opción era tener la Franja y la Ruta como un as bajo la manga para el tema del metro (de Bogotá). Es decir, se mezclaron temas que no debían mezclarse. Por ponerte un ejemplo: es como si yo fuera a hablar con el presidente de la compañía Huawei a decirle que a mi celular no le entra bien el internet.
Esa visita marcó la pauta para que China entendiera que este gobierno no estaba alineado ni claro sobre el camino que quería seguir.
Mi punto es que hemos estado improvisando, reaccionando a lo que dice Estados Unidos o Venezuela. Si bien, en principio, se muestra una Colombia más abierta a otros temas, todo se ha hecho de manera desorganizada, improvisada y desarticulada. Esa es, en esencia, la línea central de mi análisis.
RAYA: ¿Lo de Palestina podría ser un ejemplo de eso? Es decir, en el discurso del gobierno colombiano está la causa palestina, pero en la práctica se seguía exportando carbón y seguían los contratos del Ministerio de Defensa comprando armas a Israel.
Lina: Ese ejemplo ilustra un problema más amplio: la política exterior en Colombia nunca se ha abordado de manera estratégica. Siempre ha sido reactiva; carecemos de un plan claro. Además, está influenciada principalmente por conglomerados políticos y empresariales, que terminan definiendo nuestra posición internacional más que decisiones estratégicas de gobierno o Estado. Esto refleja que aún no comprendemos que la política exterior no debe ser un tema sujeto a intereses particulares.
No es algo nuevo, ni exclusivo del gobierno de Petro. Es una característica histórica de Colombia.
Romper relaciones con Venezuela, como hizo el gobierno pasado, fue un error. Nunca se deben romper relaciones diplomáticas, incluso con el peor enemigo, porque eso garantiza un marco de acción que evita la confrontación. Corea del Sur y Corea del Norte mantienen su relación diplomática pese a las tensiones, y precisamente esas tensiones se manejan mediante ese método.
No hemos entendido el propósito de la política exterior. Parece guiada por prejuicios del momento y decisiones netamente económicas, no por visiones estratégicas del país. Esto explica posturas contradictorias: apoyamos a Palestina, pero no a Israel, aunque no rompemos relaciones con Israel por miedo, y seguimos comerciando con ellos.
El Ministerio carece de claridad sobre nuestras relaciones con estos países, especialmente respecto a Estados Unidos e Israel. Opera demasiado bajo la influencia de la presencia estadounidense en el país.
RAYA: ¿Cómo evalúa los acercamientos que ha tenido este gobierno hacia China?
Lina: Seguimos siendo —excluyendo a los países que aún reconocen a Taiwán— el país más atrasado en relaciones con China en la región. Esta situación, en el contexto de las tensiones con Trump, nos perjudica, pues otros países ya se han beneficiado.
Durante la primera guerra comercial entre China y Estados Unidos, en el gobierno de Trump, China aumentó sus compras de soya a Argentina, fortaleciendo relaciones con sus aliados tradicionales. Para nosotros, esto no significó ningún beneficio.
Establecer y mejorar esta relación es crucial. El hecho de que hasta ahora hayamos sido tan precavidos y poco estratégicos en nuestro acercamiento —no solo con China, sino con Asia en general— no implica que no exista la oportunidad de avanzar. Hubo interés en progresar cuando nos unimos a la Alianza del Pacífico, precisamente con ese objetivo. México, Chile y Perú tienen relaciones más avanzadas con Asia; la idea era aprovechar su experiencia para mejorar nuestras propias relaciones. Sin embargo, este impulso se diluyó sin resultados concretos, y la Alianza no ha demostrado suficiente fortaleza.
Para lograr un avance similar ahora, se requiere coherencia entre el discurso gubernamental y las acciones concretas. El problema radica en que, aunque firmamos acuerdos —como durante la presidencia pro tempore del Foro CELAC-China—, luego no hay seguimiento en su ejecución. Falta un responsable claro que impulse estos temas como política pública prioritaria. Esta contradicción entre lo anunciado y lo ejecutado ha sido una constante.
Si Colombia demostrara mayor claridad y voluntad real para fortalecer su estrategia, probablemente lograría avanzar rápidamente en la relación con China, pues existe disposición del lado chino. Sin embargo, no parece que esto vaya a ocurrir en el actual gobierno, por lo que habrá que esperar al siguiente.
RAYA: ¿Existe el riesgo de que, si llega un gobierno alineado exclusivamente con Washington, los avances logrados en la relación con China queden estancados o se pierdan?
Lina: Al revisar los acuerdos vigentes, vemos que China es un socio estratégico importante. Está dispuesto a un montón de cosas que nos sirven, que realmente nos funcionan.
Si logramos separar nuestra relación con China de la de Estados Unidos, podríamos mantener bien una y mejorar la otra sin problema. Pero no veo ni a los empresarios ni a la cancillería en esa postura, sino más bien temerosos de Estados Unidos.
Estados Unidos le acaba de subir aranceles a Brasil por Bolsonaro. Nos puede subir a nosotros aranceles por Uribe. Y eso no tiene nada que ver con China. El Estados Unidos bully que estamos viendo ahorita va a seguir así, no importa lo que hagamos.
Es el momento de hacer cosas pensando en el corto, mediano y largo plazo, en socios estratégicos que nos pueden ayudar ante todo lo que estamos perdiendo ahora con esa relación estrecha con Estados Unidos.
RAYA: ¿Cómo evalúa el acercamiento a los BRICS del gobierno Petro?
Lina: Ayuda bastante. Pero ahí también hay otras confusiones. Una cosa es estar en el Banco BRICS, otra cosa es ser un país BRICS.
Por ahora, Colombia no es un país BRICS. No tiene el perfil de un país BRICS tampoco. De hecho, nunca nos han invitado a unirnos. Fue una confusión de términos entre Banco BRICS y BRICS. Los BRICS son economías emergentes y mira cómo están nuestras relaciones con Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica, Etiopía, Egipto, Arabia Saudita. No tenemos relaciones ni siquiera positivas con estos países.
Por eso quiero separar los dos temas: Colombia no es un país BRICS en este momento. Podría llegar a serlo, pero no cumple con muchas cosas que hacen que los países sean potenciales. Lo que no significa que Colombia no se pueda beneficiar del Banco BRICS. De hecho, es una gran cosa habernos unido.
RAYA: Y eso fue una decisión de este gobierno, ¿no?
Lina: Unirse fue decisión de este gobierno. De nuevo, sé de primera mano que esta invitación llegó desde que entró Petro al poder. Al habernos demorado tanto en tramitar estas decisiones, estas se volvieron —en vez de estratégicas— tensionantes para la relación con Estados Unidos. Eso no debió haber sucedido. Es un error que haya ocurrido. Dicho esto, el balance termina siendo muy positivo para Colombia.
Fue caótico cómo lo hicimos: improvisado, desarticulado, nadie sabe qué se hizo. Pero, mal que bien, estamos en el Banco BRICS, entramos a la Belt and Road Initiative, elevamos el nivel de relacionamiento con China y se firmaron dos acuerdos que, si se manejan bien, podrían dar resultados interesantes para el país.
El punto es que ojalá sepamos mantenerlo. El próximo gobierno tendrá mucho que ver, pues este ya no podrá hacer mucho más. Lo ideal es reconocer que esto fue estratégico: amplió nuestro horizonte de asociación con Asia, China y otras economías emergentes. Como país, debemos explotarlo, no retroceder.
Hicimos un avance en el desarrollo estratégico de relaciones exteriores. No fue improvisado, sino estrellado. No diré que este gobierno lo planeó desde el inicio. Fue una tragedia cómo se hizo. Pero el resultado, en balance, es excelente. Colombia logró entrar a escenarios que dominarán el mundo en los próximos años.
Claramente, la relación con Estados Unidos está cambiando. No importa qué pase mañana: no volveremos a tener ese Estados Unidos de antes. Ese sueño de reestructurar relaciones como en el pasado es inútil. Ese Estados Unidos ya no existe y no volverá.
Hacia adelante, debemos pensar no en cómo reconstruir un Estados Unidos que ya no existe, sino en cómo movernos en un mundo cambiante con un Estados Unidos diferente. Para este nuevo mundo, estos acuerdos son fundamentales. Colombia entró donde debía estar.
RAYA: De cara al nuevo gobierno que vendrá el próximo año, ¿hacia dónde tendría que caminar Colombia?
Lina: Lo ideal es implementar una política exterior pragmática y estratégica. En mis discursos y entrevistas siempre menciono el concepto de "poliamor exterior": las relaciones internacionales no deben limitarse a un solo socio, sino mantener buenas relaciones con todos. Estas deben ser de asociación, no de alianza.
Una alianza es absoluta: o eres mi amigo o mi enemigo, como ocurre con Estados Unidos. Una asociación significa unirnos para ciertos objetivos y no para otros. Puedo desarrollar un programa contigo y otro con alguien más, según convenga. Este es el pensamiento estratégico que necesita Colombia en sus relaciones internacionales.
Colombia debe desarrollar urgentemente relaciones estratégicas: mejorar con sus vecinos —priorizando su entorno regional— y con América Latina. Pasamos de tensiones con Venezuela a tensiones con Perú. La solución es clara: aumentar las relaciones comerciales, económicas y políticas con estos países para prevenir conflictos, mientras miramos hacia economías emergentes.
Colombia debe “desideologizar” sus relaciones exteriores para manejarlas con pragmatismo. Esto no impide tomar posturas como la de Palestina, pero estas no deben llevar a rupturas definitivas, sino a un manejo estratégico de intereses.
El acercamiento a China es crucial. El próximo presidente debería aprovechar estos avances estratégicos, mejorándolos en lugar de revertirlos. Deshacer este progreso sería un error que retrocedería al país.