Las discusiones que dejó la cumbre CELAC–UE en Santa Marta vuelven a ser clave en un momento de tensiones en el Caribe y de crisis dentro de la OEA. Mientras la CELAC avanza en acuerdos con otras regiones, la OEA enfrenta su mayor desgaste: la suspensión de la X Cumbre de las Américas en República Dominicana —impulsada por Marco Rubio— confirmó la falta de consenso. Para entender este giro, RAYA habló con el economista de la UNAM Óscar Ugarteche.
Por: David González M.
En medio del aumento de la tensión militar en el Caribe, las nuevas disputas internas en la OEA y el reacomodo diplomático acelerado en Washington, la integración latinoamericana volvió al centro del debate regional. Estas controversias recientes han reactivado la lectura de lo acordado en la cumbre CELAC–Unión Europea en Santa Marta, cuyos efectos siguen en desarrollo y sirven hoy como termómetro de un cambio más profundo: una región que intenta definir si actuará con agenda propia en un orden global turbulento o si permanecerá atrapada entre presiones externas y proyectos fragmentados.
Lejos de ser episodios dispersos, estas tensiones expresan un reordenamiento más profundo. América Latina atraviesa un punto de inflexión histórico y se enfrenta a una encrucijada: integrarse para alcanzar el peso geopolítico que le otorgue autonomía en un orden global en reconfiguración, o asumir un rol de dependencia y fragmentación que podría terminar por hundirla. En el centro de este debate se encuentran dos mecanismos en pugna: la Organización de los Estados Americanos (OEA) y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC).
Más allá de las diferencias formales, la OEA —que incluye a Estados Unidos y Canadá— es criticada por haberse convertido en un instrumento de la política exterior de Washington. Mientras tanto, la CELAC intenta consolidarse como un espacio de coordinación política propio, avanzando con acuerdos cruciales con China y la Unión Europea, y preparando cumbres con otras regiones para el próximo año. Sin embargo, no está exenta de fuertes oposiciones y de intentos de sabotaje por parte de gobiernos alineados con Estados Unidos. La reciente Cumbre CELAC-Unión Europea fue fiel reflejo de esas tensiones.
Los acuerdos de la cumbre en Santa Marta y la suspensión de la X Cumbre de las Américas de la OEA no son incidentes aislados, sino la manifestación de una región que busca realinearse para abandonar un orden hemisférico dominado por Washington. Esto ocurre en momentos en que los portaviones y ejércitos de la principal potencia militar del mundo acechan en el Caribe.
La declaración de Santa Marta
Más allá del balance miope y pesimista de medios corporativos acostumbrados a una mirada única de la política exterior de la región, la cumbre de CELAC-UE en Santa Marta culminó con un balance positivo y un renovado espíritu de cooperación biregional.El encuentro permitió articular alianzas estratégicas guiadas por una agenda de intereses compartidos, entre LATAM y Europa, dos regiones que viven tormentas geopolíticas con los ataques en el Caribe y la guerra en Ucrania.
Las palabras del presidente colombiano Gustavo Petro resumen el balance de Santa Marta: fue "un gran éxito, al demostrar que ningún país, por sí solo, puede resolver los problemas de la humanidad“. Entre los acuerdos clave destacan el compromiso para fortalecer la soberanía informativa, avanzar hacia una Inteligencia Artificial responsable, una inversión de 6.000 millones de euros para el proyecto del cable submarino de comunicaciones BELLA —que conecta las dos regiones— y proyectos de desarrollo en energías limpias.
También el Banco de Desarrollo de América Latina y el Caribe (CAF) anunció una inversión histórica de 40.000 millones de dólares para los próximos cinco años, destinada a catalizar el crecimiento verde y la acción climática en la región que alberga la principal selva del mundo: el Amazonas.
Estos acuerdos se alinean con lo alcanzado por el mecanismo de cooperación en su última cumbre con China, el pasado mayo en Beijing. Allí se anunciaron líneas de financiamiento por 9.200 millones de dólares para proyectos de desarrollo regional, una política de exención de visados para cinco países latinoamericanos —como muestra de la apertura del gigante asiático— y avances para diversificar los socios comerciales que intervienen en los recursos estratégicos de la región.
Los avances, aunque graduales, generan tensiones que son sobredimensionadas por los actores cercanos a Washington en la región. Esto se suma a las fisuras que demuestran la complejidad de los consensos. La propia declaración de Santa Marta evidenció esas fisuras: Argentina, Paraguay, Costa Rica y Panamá se negaron a firmar puntos claves relacionados con el embargo a Cuba, la solución de dos Estados para Palestina y la seguridad marítima en el Caribe en momentos en que Estados Unidos amenaza a Venezuela. Mientras tanto, Venezuela y Nicaragua se apartaron de la postura consensuada frente a la guerra en Ucrania. Pero estas diferencias reflejan un mérito del espacio: procesar disensos sin imponer hegemonías y aun así lograr acuerdos.
A diferencia de la OEA.
El fracaso de la X cumbre de las Américas de la OEA en República Dominicana
Casi al mismo tiempo, la X cumbre de la OEA que debía ocurrir en República Dominicana fue una sonora derrota diplomática para Estados Unidos. Y fue el resultado de una “política de exclusión” fallida impulsada por Marco Rubio desde el Departamento de Estado; la Cumbre no logró convocar a sus miembros por las “profundas divergencias” y fue suspendida para 2026.
El principal factor que alejó a los gobiernos latinoamericanos del modelo asociado a la OEA fue la insistencia en excluir a los gobiernos de Cuba, Nicaragua y Venezuela.
Esta política de veto reactivó una división histórica en el hemisferio, llevando a países clave como México y Colombia a rechazar la agenda y el evento, lo cual fue un "error de cálculo monumental" y forzó la suspensión, ya que la ausencia de naciones influyentes significó la pérdida de legitimidad total del encuentro. Este resultado reforzó la idea de que el multilateralismo de las Américas solo puede avanzar bajo el principio irrenunciable de la inclusión total y que el enfoque de la OEA, percibido por críticos como "postrada en el trumpismo" y promotora de vetos, no puede imponer agendas unilaterales en el contexto regional actual.
Óscar Ugarteche, destacado investigador de la UNAM, es reconocido por su trabajo en los esfuerzos de integración financiera latinoamericana. Con estudios en la London Business School y la Universidad Fordham, es pionero en el análisis de la arquitectura financiera internacional desde una perspectiva latinoamericana.
Para el experto, el problema con la OEA es que representa un síntoma de la crisis del poder estadounidense, en momentos en que busca sabotear el mismo sistema internacional que construyó. “Mire cómo (EE.UU.) destrozó Naciones Unidas apoyando el genocidio en Palestina. Destruyó el UNWRA, destruyó la Secretaría General. Estados Unidos es el gran aportante y no aporta. Entonces, ¿quién aporta? Si eso pasa con Naciones Unidas, imagínate con la OEA, que es chiquitito”.
El experto explica que el 60% de los aportes para el funcionamiento de la OEA provenían de Estados Unidos, y que este país ya no va a aportar. “Lo que está pasando con EE.UU. es lamentable. A mí los fascismos me molestan, pero el fascismo estadounidense me molesta más porque ellos se construyeron en contra del fascismo”, afirma.
Esta pérdida de músculo financiero de la OEA se suma a su falta de credibilidad como foro multilateral imparcial. Existe una percepción arraigada en la región de que opera como un “instrumento de Estados Unidos para la injerencia interna”. Esa percepción se agudizó con la gestión de Luis Almagro, quien, con decisiones controvertidas, socavó la legitimidad del organismo como árbitro regional. Sus críticos lo acusan de una “extralimitación de facultades” que ha politizado la institución y debilitado su institucionalidad.
La OEA tuvo un rol polémico durante la crisis de Bolivia en 2019. Almagro se mostró “conforme” con el golpe que derrocó al gobierno de Evo Morales, una postura interpretada como una injerencia directa en los asuntos internos del país. Posteriormente, tuvo un papel protagónico en la presión diplomática sobre Venezuela. El organismo respaldó abiertamente al Grupo de Lima, un foro multilateral creado explícitamente para oponerse al gobierno de Nicolás Maduro.
En palabras del analista Javier Calderón de CLACSO, esta realidad deja a la OEA "postrada en el trumpismo, descontextualizada, persiguiendo presidentes y procesos políticos en vez de estar conectando con esta nueva realidad que se está construyendo en América Latina".
La OEA: un round más de los fallidos procesos de integración regional
Para Ugarteche, lo que sucede con la OEA es solo una muestra más de un historial de fracasos para alcanzar acuerdos como bloque. “Mire nada más lo que pasa con Venezuela: es cierto que sus últimas elecciones no fueron muy confiables, pero también lo es que Venezuela es América Latina y que esta está siendo asediada por tropas extranjeras en el Caribe. Y nosotros, encantados de la vida”.
El investigador advierte que el escenario de Venezuela puede resultar como los escenarios que EEUU propició en Libia y en Irak tras las intervenciones militares de pasados gobiernos. “Cuando hayan sacado a Maduro —si lo logran—, y se inunden Estados Unidos, Centroamérica, México y todo el mundo con otros seis millones de venezolanos, ¿con quién se van a quejar? Todavía Europa se queja, y Estados Unidos también, de la población migrante de Irak y de Libia”, advierte y agrega: “Ellos con aviones de guerra destruyeron a sociedades civiles que existían. Con aviones de guerra se metieron contra países que no estaban particularmente armados y los hicieron pomada y resultó que tenían el diagnóstico mal hecho. Y ahora quieren repetir eso en Venezuela.” Y se pregunta cómo puede actuar América Latina.
Para el investigador, la historia de intentos de integración ha sido más bien decepcionante. Explica que está terminando un trabajo de 10 años donde revisa todos los intentos de integración regional de LATAM desde 1824 hasta 2020. En esa investigación ha encontrado tres patrones que se evidencian en mayor o menor medida en los actuales mecanismos de cooperación.
En primer lugar, una falta estructural de confianza entre países grandes y pequeños, donde los primeros suelen prescindir de la opinión de los segundos. En segundo lugar, existe una tensión entre dos visiones geopolíticas predominantes: una defiende el panamericanismo que incluye a Estados Unidos, mientras la otra —mayoritaria hasta hace poco— busca un regionalismo autónomo. “Buscan precisamente una integración para contraponerse de manera articulada a la presión imperial”, explica el analista.
Esta segunda integración fue tradicionalmente liderada por la Casa Rosada argentina desde 1889. “Hoy la Casa Rosada está capturada por los intereses de Washington. Entonces, difícilmente exista un contrapunto a la propuesta panamericanista”, añade. Ugarteche identifica un tercer patrón de ruptura: una profunda división entre las visiones económicas de los países latinoamericanos, que históricamente han obstaculizado la integración. “La región se divide entre los exportadores de materias primas y los países con desarrollo industrial. Y cada vez que se pretende alcanzar un acuerdo, la contraparte sale a decir: 'Me perjudica'”.
El economista ha sido testigo del nacimiento y la muerte de mecanismos como la ALALC. El primer esquema de integración se quebró cuando Chile se retiró, argumentando que negociaría directamente con el mundo. “Dijo que no le interesaba la integración industrial planificada; declaró: 'a mí lo que me interesa es el mercado abierto'”.
Estas contradicciones se han extrapolado hasta nuestros días, enfrentando a las economías que promueven algún grado de intervención estatal con aquellas que se declaran partidarias del libre mercado total. “Hoy solo existen economías de libre mercado, con las excepciones quizás de Nicaragua y Venezuela. ¿Cómo se hace la integración en un escenario así?”, concluye. Ve con pesimismo los procesos de integración ante la profundidad de esos patrones, incluso para la CELAC. Y cree que esos patrones no deberían ser obstáculos insondables, el ejemplo del éxito de la ASEAN en Asia con semejanzas es un espejo al que mirar.
EEUU como actor disociador de la integración latinoamericana
El analista subraya el rol disociativo de Estados Unidos en la región. “Lo último que quiere Washington es que dos gobiernos se pongan de acuerdo. 'Divide y reinarás': esa ha sido su máxima desde el siglo XIX. Mire cuánto tiempo duró UNASUR”, sentencia.
Ugarteche participó directamente en los esfuerzos por construir la arquitectura financiera de UNASUR. Recuerda que se lograron avances significativos durante los gobiernos de Rafael Correa en Ecuador y de los Kirchner en Argentina.
“La iniciativa marchaba bien: se crearon consejos de salud, educación, defensa y arquitectura financiera. Luego, unos perdieron las elecciones, otros murieron y, en menos de once meses, no quedó nada. Hasta el miserable presidente de Ecuador (Moreno) —no hay palabra más precisa para describirlo— retiró el monumento a Kirchner que estaba a la entrada del edificio de UNASUR, en la mitad del mundo”.
Afirma, de manera contundente, que no quedaron ni los archivos.
El investigador sostiene que la oposición de Estados Unidos a una arquitectura financiera del Sur responde más a una neurosis que a una estrategia política. “Dígame en qué perjudicó a Estados Unidos la arquitectura financiera europea de la década de los 70, que se consolidó con el euro”, cuestiona.
Esta postura se agrava en la coyuntura actual, donde Estados Unidos —a su juicio— sufre la peor élite política que recuerde, a la que describe como un "franquismo estadounidense": “No he visto una clase política tan débil, tan superficial, tan poco seria y tan carente de análisis como la actual”.
Ante esta debilidad, Washington recurre al ejercicio del poder puro, como las amenazas desplegadas en el Caribe. “Mire lo que le ha pasado a la Corte Interamericana de Derechos Humanos: le retiraron los fondos, una corte que ellos mismos crearon”.
Y sentencia: “¿Enviar el portaaviones más grande del mundo para matar a cuatro pescadores? Por amor de Dios, ¿qué les pasa? Es triste presenciar el ocaso de un gigante”.
La CELAC: un nuevo esfuerzo de integración
Frente a esta realidad, la CELAC reaparece como el espacio más viable para la coordinación política latinoamericana. No como un accidente, sino como consecuencia directa de la incapacidad de la OEA y otros mecanismos regionales para adaptarse a un mundo multipolar. Mientras la CELAC apueste por la integración de los pueblos y la construcción de una agenda propia, la OEA, en palabras del experto, “irá perdiendo significado”. El futuro de la integración latinoamericana apunta hacia un horizonte donde la cooperación es la única vía.
Y en ese escenario aparece China, con una política exterior distinta a la estadounidense. Se tejen puentes con otras geografías emergentes del Sur. De hecho, la próxima cumbre de la CELAC se celebrará en marzo del próximo año en Cali, epicentro del Pacífico colombiano.
El éxito de la CELAC como mecanismo probado para forjar alianzas estratégicas diversificadas con la Unión Europea y China marca un punto de no retorno. Así, la elección de la CELAC sobre la OEA no es simplemente una elección de siglas: es un giro geopolítico para una región que exige multilateralismo, inclusión, soberanía y cooperación efectiva.
