Es necesario repensar la masculinidad y promover la intervención estatal y social para fomentar masculinidades no violentas y corresponsables. La Fundación Colectivo Hombres y Masculinidades; y Manes a la Obra, promueven masculinidades cuidadoras mediante metodologías centradas en el cuidado personal, de las mujeres, la diversidad y la naturaleza.
Por Liza María Rojas
En el más reciente reporte de la Defensoría del Pueblo publicado en junio de 2024, se establece que, entre enero y mayo de este año han ocurrido 47 feminicidios, 144 casos de tentativa de feminicidio y 3.710 casos de violencias basadas en género en Colombia. En el comunicado, se hace la misma recomendación que hace ONU Mujeres y otras ONGs defensoras de derechos humanos, sobre la urgencia de trabajar en la implementación de políticas públicas para avanzar en la erradicación de la violencia contra las mujeres. (Ver Del Compromiso a la Acción).
Una de las aristas de este problema social y cultural tiene que ver con la formación y mediación de la masculinidad que se construye en las familias, en las instituciones educativas y en los medios de comunicación. Así lo ven algunos colectivos de hombres como la Fundación Colectivo hombres y masculinidades o Manes a la obra, que se han dedicado a trabajar a lo largo y ancho del país, con el propósito de regular, como ellos lo describen, ese constructo “masculino”, “dominante” y “hegemónico”.
Este patrón ejerce una violencia sistemática contra las mujeres generando daño físico, psicológico, sexual y patrimonial. Según el Instituto Nacional de Medicina Legal de Bogotá, Colombia, se reportaron 27.594 casos de violencia a niñas y adolescentes entre 2015 y 2019. En cuanto a feminicidios, en los últimos 5 años han sido asesinadas 3.100 mujeres, cuatro de cada 10 casos cometidos por la pareja o expareja. La Policía Nacional por su parte, da a conocer un registro de 109.674 casos de violencia intrafamiliar desde 2019 y un promedio de 213 mujeres agredidas diariamente. ¿Qué lleva a un hombre a matar a su esposa o novia?, ¿a agredirla?, ¿a golpearla?, ¿a vengarse de ella a través de sus hijos?, ¿a empalarla?, ¿a quemarle el rostro?, ¿a acuchillarla en medio de una discusión?, ¿a dispararle en un centro comercial? (Ver: Preocupante radiografía de violencia contra la mujer advierte Procuraduría)
¿Qué pasa con los hombres?
Aunque las organizaciones dedicadas a proteger los derechos de la mujer han hecho esfuerzos para mitigar la violencia de género, las cifras y la realidad aún distan de surtir algún efecto. Es ahí donde la responsabilidad por parte de los hombres toma todo el sentido, para ver desde un panorama, ya no de víctimas y victimarios, sino reflexiones humanas profundas que cuestionen qué está pasando con la crianza, los patrones culturales y la manera en cómo estamos construyendo el tejido social.
Ante esta necesidad de repensar el concepto de masculinidad, han surgido grupos de hombres que toman acciones y reflexiones pedagógicas sobre la construcción de nuevas masculinidades. Conversamos con: Francisco Royett, psicólogo y miembro de Manes a la Obra, Miguel Ángel Gómez Camargo, trabajador social de la Secretaría de la Mujer; y Javier Omar Ruiz Arroyave, miembro de la Fundación colectivo de hombres y masculinidades, que cumplen este año tres décadas de intervención en Bogotá, en Nariño, en el Pacífico Norte, en la Guajira y otra cantidad de regiones del país. Javier Omar señala que existen tres detonantes que avalan el machismo en el territorio nacional colombiano: la cultura narco heredada de los ochentas y noventas, el referente paterno biológico violento o ausente y, la falta de habilidades emocionales, poco desarrolladas en el ámbito educativo y familiar.
Encuentro de la Fundación colectivo de hombres y masculinidades con campesinos de Antioquia. 2023
Al preguntarles a Javier, Franciso y Miguel, sobre lo que han observado en sus talleres con hombres que han cometido algún tipo de agresión, dicen que, en su mayoría, son hombres que crecen en hogares donde se naturalizan las agresiones. Es común el abandono por parte de su padre y la percepción de que una mujer no debe ser autónoma, debido al posible sometimiento que sufre la madre. Hay una construcción de hombría dominante que no permite una reacción defensiva de la mujer porque desestabiliza su lugar de poder simbólico. No conciben el empoderamiento de las mujeres porque sienten que ensombrece su virilidad y hombría. Pero, sobre todo, y que es la piedra angular del asunto, es la imposibilidad de administrar sus emociones. “No saben cómo tramitar el miedo, la rabia, la desconfianza, los celos… no hay habilidades”.
A finales de junio de 2024, salió la noticia de tres adolescentes que fueron puestos a disposición de las autoridades en Funza (Cundinamarca, Colombia), luego de que se estableciera que drogaron, quemaron con ácido y casi le causan la muerte a una menor de x años. Según la Policía, los menores trataron de imitar la manera en que el asesino estadounidense Jeffrey Dahmer sometía a sus víctimas. “Es obligatorio trabajar con los hombres, si no se trabaja con los hombres no se va a acabar la violencia contra la mujer. Las mujeres pueden hacer miles de ejercicios de empoderamiento, pero si no se trabaja con los referentes de masculinidades institucionalizados, ese camino está a medias porque se descarga en las mujeres la responsabilidad de que sigan adelante por su cuenta, pero los hombres quedan en el mismo lugar de poder y de privilegio”, concluye Javier Omar al sintetizar el trabajo de estos treinta años con su colectivo.
Cuatro generaciones distintas de hombres que han hecho parte de la Fundación colectivo de hombres y masculinidades durante estos 30 años
Los hombres también son víctimas
Javier Omar argumenta que con la propuesta de nuevas masculinidades se abre un panorama de ámbitos en donde los hombres pueden transformar la manera de conocerse a sí mismo, de vincularse con los otros, de tramitar sus frustraciones, de cuidar su salud física y mental, de manejar su vida afectiva, sus traumas, entre otros aspectos que han tramitado, de forma violenta a una forma menos “salvaje”.
Dice que los hombres también son víctimas del machismo porque afecta su vida y a través de la vida de estos hombres, la salud y la vida de las mujeres. También hay otros ámbitos de afectación como los que vivieron algunos hombres en la pandemia, en su salud mental, quienes no pudieron lidiar con la tristeza, el desconcierto y la soledad. Según Medicina Legal de enero a diciembre de 2021 se presentaron 2.595 casos de suicidios en Colombia, 2.101 fueron hombres. “Esto pasa porque los hombres se han negado el llanto, a expresar, a tener redes de apoyo y optan por tramitar su dolor y temor a través del trago o sustancias psicoactivas”.
Francisco Royett es psicólogo y miembro de Manes a la Obra. Este colectivo nace como propuesta orientada a cuestionar los patrones clásicos del “hombre hegemónico”. A lo largo de estos años han venido trabajando en el concepto de masculinidades cuidadoras de la vida y han desarrollado una metodología propia, concentrados en el cuidado del hombre y de sí mismo, en el cuidado de la mujer y de lo femenino, en el cuidado de la diversidad y en el cuidado de la naturaleza. Su pedagogía psicoeducativa le apunta a la prevención de violencias basadas en género por medio de laboratorios creativos, círculos restaurativos, rituales de resignificación, círculos de palabra y otros espacios que les permiten conversar, hacer ejercicios de reflexión sobre cómo se construyen como hombres y cómo expresan sus emociones. También hacen acompañamiento psicoterapéutico a hombres que están pasando por un proceso por violencia de género, ya sea ejercida por ellos o ejercida hacia ellos.
Encuentro Manes a la Obra en choachí. 2024
Sin embargo, una de las frustraciones que Francisco detecta en el trabajo realizado durante estos seis años con Manes a la obra, ha sido consolidarse como organización que permita un trabajo de mucha más expansión. “El hombre que es violento no se reconoce como violento y hay un gran reto para lograr que estos hombres vengan a estos espacios por iniciativa propia”. También dice que otro obstáculo ha sido el sostenimiento de esta iniciativa por el factor económico, aunque tiene una base económica que les permite autogestionarse a través de convenios con ONGs o embajadas. “Pero no ha sido la misma suerte de muchos colectivos”.
Por su parte, Miguel Ángel Gómez Camargo, trabajador social de la Secretaría de la Mujer, destaca los esfuerzos realizados en algunas ciudades por medio de las secretarías de la mujer o instancias sociales gubernamentales, municipales o departamentales, que han ido incorporando un trabajo con hombres en Nariño, Manizales, Medellín y Bogotá para mitigar la violencia contra las mujeres “pero no como política pública propiamente”, dice Miguel. Son esfuerzos que, a su parecer y también en la percepción de Francisco y Javier Omar, no tienen seguimiento ni continuidad en los procesos con las poblaciones intervenidas o que, por asuntos burocráticos, no prosperan.
“En Bogotá está la Línea Calma que la lidera la Secretaría de Cultura. Es una línea abierta, con horarios específicos, que atiende en días específicos, pero no 24/7. Y su función es prevenir la violencia hacia las mujeres”, dice Miguel Ángel. Para él, la Línea Calma, aún está en fase de pilotaje y asegura que no ha logrado ser atractiva para la población masculina. “Sobre todo porque hay un prejuicio del inconsciente colectivo de que está mal pedir ayuda y que sentir emociones como la frustración, la impotencia o el dolor nos hacen menos hombres”.
Retiro del grupo semilla de hombres de MaO. 2024
Javier Omar, Francisco y Miguel Ángel estuvieron presentes en Medellín a finales de 2023 en el Encuentro Poblacional de camino a la construcción del CONPES del Sistema Nacional de cuidado, convocados por la Vicepresidencia de la República, junto con 30 organizaciones más de colectivos de hombres activistas y de deconstrucción de la masculinidad hegemónica. Nunca estos grupos habían sido tenidos en cuenta como interlocutores. “Lo significativo de este encuentro es que es la primera vez que desde un nivel tan alto del gobierno se convoca a las organizaciones sociales que trabajan con hombres. Esto teniendo en cuenta que los hombres, precisamente por su ejercicio tradicional de género, no somos sujetos de una política pública por ser hombres. En esencia, la política pública está pensada para poblaciones vulnerables y, desde la lógica patriarcal, los hombres no somos vulnerables. O no por ahora”, explica Miguel.
De este evento, donde compartieron con madres comunitarias, organizaciones animalistas, entre otros, se obtuvieron insumos para la construcción de la política pública del Sistema Nacional del Cuidado, impulsado por el Ministerio de la Igualdad y la Equidad.
A pesar de su participación en este evento, coinciden en que debe haber una mayor responsabilidad desde el gobierno nacional para establecer rutas de prevención, acompañamiento y promoción para los hombres con el propósito de incentivar masculinidades nuevas, alternativas, no violentas, corresponsables y positivas. Por ahora, no hay una ruta de atención para los hombres más allá de lo legal cuando se comete un delito, pero no hay un acompañamiento de modificabilidad e impacto social. “Ese acompañamiento resulta ser muchas veces un requisito solicitado por un juez o comisario de familia. Yo no los atiendo, porque el principio de solicitar un acompañamiento psicológico parte de la voluntad, de la decisión de hacer conciencia de querer cambiar esa estructura violenta y no como salvoconducto”, dice Francisco.
Para Javier Omar, las mediaciones pedagógicas en los colegios y universidades no están contribuyendo para transformar esos constructos/paradigmas culturales. Tienen protocolos de atención cuando suceden hechos de acoso, hostigamiento o violencia hacia los hombres, pero no uno de prevención. Según él, tal es el grado de irresponsabilidad que ni siquiera el protocolo es eficiente y, en muchos casos, resultan siendo permisivos o no saben cómo proceder cuando se presentan casos dentro de las mismas instituciones con docentes y alumnos. “Debe haber una responsabilidad institucional frente a este tipo de realidades. Es una pregunta ética, porque está en juego la salud, la vida y la dignidad humana de niños y niñas. Se debe adelantar una reflexión sobre lo masculino, trabajar las paternidades porque allí encuentran una oportunidad de repensar la mediación y las lealtades familiares que tienen heredadas”.
Repensar la masculinidad que se media en las familias, en las aulas de clase, en las amistades y en los medios de comunicación sugiere que no sólo podría salvar la vida de muchas mujeres, sino también la de los mismos hombres. Hay que reconocer y apoyar estos valiosos esfuerzos que ponen la lupa en un problema que nos hace entender como sociedad que los hombres no pueden ser vistos solo en la cadena judicial del delito, sino que hay una necesidad de contención que los ayude a reflexionar sobre la manera en que el machismo ha afectado sus vidas. Hay hombres que sufren acoso, entre otros problemas, y que son especialmente vulnerables aquellos con masculinidades diversas, incluso los que pertenecen a la comunidad LGBTIAQ+. Se trata de hacer esfuerzos de prevención y contención mucho más trascendentes que los punibles.