El expresidente y máximo líder del Partido Liberal, César Gaviria, aseguró su tercera reelección como director de esa colectividad, prometiendo una coalición con la derecha para 2026. Su carrera, marcada por pragmatismo y alianzas cambiantes, incluye denuncias de corrupción en su círculo cercano, de las cuales ha salido bien librado ante la justicia, pero no ante la opinión pública.
Por: Redacción Revista RAYA
Hace un cuarto de siglo César Gaviria dijo a Margarita Vidal que la reelección era negativa y que nunca había estado de acuerdo con el poder excesivo de los expresidentes. “Espero no defraudar”, confesó a la reportera en 1999, cuando consolidaba su rol en la Organización de Estados Americanos (OEA) antes del auge autoritario del uribismo, que impulsó la reelección presidencial mediante delitos como el cohecho y el tráfico de influencias, afectando el equilibrio institucional de la democracia colombiana en la primera década del 2000.
Han transcurrido 25 años. El Gaviria actual contradice sus palabras de entonces. Recientemente, logró su tercera reelección como director del Partido Liberal en una convención marcada por denuncias de fraude, irregularidades en los mecanismos de participación y enfrentamientos a golpes y manotazos.
Un ex dirigente liberal, copartidario de Cesar Gaviria, ahora distanciado del Partido, aseguró a RAYA que detrás de la trama que terminó en la bochornosa convención liberal, donde Gaviria impuso su reelección, estarían los intereses de Simón Gaviria, hijo del expresidente, vinculado a congresistas que buscan controlar el Partido.
Simón y María Paz, los hijos del expresidente César Gaviria
El senador Juan Carlos Losada, crítico de Gaviria, expresó lo mismo en una entrevista con Cecilia Orozco quejándose de que él, como muchos miembros del Partido, se sienten “presos” al interior del Partido Liberal. “Estoy seguro de que, en el momento que se presentó el mayor alboroto en la convención, Gaviria estuvo dispuesto a negociar una salida, pero los congresistas amigos de Simón no lo permitieron”, sostuvo el congresista
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César Gaviria atornilló su permanencia en un cargo de poder que ha ocupado por dos décadas, lo que le permitirá, de cara a 2026, controlar la asignación de avales a candidatos liberales y negociar alianzas con fuerzas políticas de derecha para consolidar una coalición orientada a recuperar el poder, según declaró recientemente.
En mayo de este año, Gaviria compareció ante la Corte Suprema de Justicia como testigo en casos de corrupción que involucran a congresistas liberales señalados de exigir sobornos durante la discusión de la reforma a la salud.
De la finca a la Casa de Nariño
César Gaviria, hijo mayor de Byron Gaviria Londoño y Mélida Trujillo, nació en una familia cafetera. Parte de sus ancestros eran oriundos de Santa Rosa de Cabal, de hecho, la vieja casona campesina de una finca de los Gaviria aún se conserva en una montaña al norte de Dosquebradas, hoy rodeada por barrios populares y urbanizaciones gestionadas por su hermano, el empresario y constructor Juan Carlos Gaviria.
Economista de la Universidad de los Andes, inició su carrera política en Pereira, entonces un bastión liberal. En 1970, a los 23 años, fue elegido concejal de la ciudad, y poco después ocupó cargos en el Departamento Nacional de Planeación y el Ministerio de Desarrollo. Durante los años 80 se consolidó como líder político en su región, dirigiendo el diario La Tarde, del cual fue accionista.
Jaime Velásquez, empresario que lo conoció en esa época, recuerda que la primera vez que se cruzó con él fue en un tropel de jóvenes activistas liberales que habían pedido cita en el directorio del partido para reunirse con un gamonal local que los dejó plantados. Tan desairados como furiosos, Velásquez y sus amigos salieron rabiando del sitio, pero César Gaviria los atajó para calmar los ánimos invitándolos a almorzar.
Otro episodio con el que recuerda el talante pragmático de Gaviria fue cuando en una ocasión, Gaviria lo instruyó para buscar un candidato conservador dispuesto a aceptar la alcaldía de Apía, Risaralda, un cargo de designación en ese entonces. “Ninguno quiso aceptar ese puesto, cumplían a rajatabla las órdenes del Partido Conservador a nivel nacional, que se había declarado en oposición reflexiva”, recuerda Velásquez. “Cómo le fue”, cuenta Jaime que le preguntó. “Mal, doctor, esa gente dijo que no”, contestó él.
“Entonces le va a tocar a usted”, le respondió Gaviria: “Casi me voy de espaldas, yo tenía 23 años y estaba en quinto año de derecho. Fabio Villegas, que era el Gobernador liberal, me nombró alcalde de Apia en 1986, estuve casi dos años en el cargo”.
Este talante político llevó a Gaviria a ocupar roles clave, como el Ministerio de Hacienda durante el gobierno de Virgilio Barco, y a convertirse en jefe de debate de Luis Carlos Galán en las elecciones de 1990. El resto de los acontecimientos en esa campaña quedaron inscritos en la historia del país cuando la mafia mató, faltando pocos meses para las elecciones, a cuatro presidenciables: Jaime Pardo Leal, Bernardo Jaramillo, Carlos Pizarro y Luis Carlos Galán, el favorito y probable ganador. Apenas horas después del magnicidio, frente al féretro de su padre, los hijos de Galán le entregaron a Gaviria las banderas de la aspiración presidencial que lo convertirían en el primer y único presidente pereirano del país y uno de los más jóvenes en ocupar el solio de Nariño.
Con el lema “Bienvenidos al futuro”, su gobierno marcó el ingreso del neoliberalismo a Colombia mediante privatizaciones, apertura económica y reformas que impactaron sectores como salud y pensiones, y los servicios públicos que fueron entregados al gran capital privado, en medio de la promocionada apertura económica.
Aunque estas políticas redujeron los precios de productos importados, afectaron seriamente la producción nacional, especialmente en la región cafetera, su lugar de origen, pues quitando aranceles redujo los precios de las mercancías importadas pero arruinó ramas completas de la producción nacional cómo las manufacturas y confecciones.
Paradójicamente, la región cafetera, de dónde Gaviria es oriundo, fue una de las más golpeadas durante su gobierno, con sonadas quiebras de empresas confeccionistas y la caída internacional de los precios del café.
Además, el cuatrienio de Gaviria estuvo marcado por convulsiones políticas y sociales como la guerra de los carteles del narcotráfico entre sí y contra el Estado, una confrontación en la que el Cartel de Cali y la casa mafiosa de los Castaño, adscritos a uno de los bandos ilegales, entablaron profundas relaciones con la institucionalidad, tal cual lo probó la Comisión de la Verdad. Aquello sobrevino en el auge y la consolidación del paramilitarismo, mientras ocurría a la par el avance de la presencia guerrillera en buena parte del país.
Tras dejar la presidencia, Gaviria fue secretario general de la Organización de Estados Americanos, cargo en el que también fue reelegido.
Simón Gaviria, hijo del expresidente César Gaviria, abraza a Juan Diego Patiño, hijo del congresista liberal Diego Patiño Amariles. Ambos son delfines que heredaron el poder de sus padres.
En Risaralda, su tierra, se le atribuye haber apadrinado e impulsado a varios caciques locales. Por ejemplo, al exgobernador liberal Roberto Galvis, un antiguo dirigente sindical izquierdista que terminó convertido en acaudalado empresario de las industrias metalmecánicas. También se dice lo propio del también exgobernador y actual representante a la Cámara Diego Patiño Amariles, cuyo hijo Juan Diego acaba de coronarse gobernador de Risaralda por el liberalismo.
Lea la investigación: La corrupción que rodea a Juan Pablo Gallo y al Partido Liberal en Pereira
Juan Pablo Gallo, exconcejal y exalcalde de Pereira, es el más reciente discípulo político de César Gaviria. Actualmente, como senador, lidera el sector más retardatario, dogmático y derechista de la bancada liberal. Gallo fue recientemente llamado a indagatoria por la Corte Suprema de Justicia en relación con un escándalo de sobornos y corrupción al interior de la Unidad Nacional de Gestión del Riesgo en donde presuntamente está inmerso, mientras su amigo y aliado, el exalcalde de Pereira Carlos Maya, completa seis meses de detención preventiva, acusado por la Fiscalía de un desfalco de más de 50 mil millones de pesos en la construcción de la Avenida de los Colibríes. Maya, además, ha sido el contador privado del expresidente Gaviria.
Aliado de sus opositores
Durante los dos gobiernos de Álvaro Uribe, Gaviria fue uno de sus principales críticos, llegando a calificarlo como “un dictador”. Incluso Horacio Serpa barajó la hipótesis de que el secuestro y asesinato en Pereira de su hermana Liliana, en los días previos a la reelección de Uribe del 2006, tenía que ver con la postura de Gaviria en contra del entonces mandatario. Otros directivos del Partido Liberal acusaron directamente a Carlos Mario Jiménez “Macaco”, uno de los jefes paramilitares más poderosos del país, también oriundo de Pereira y con fuerte control en la región, de haber fraguado el crimen para “silenciar” a Gaviria en su oposición al uribismo. No obstante, la Fiscalía, desde entonces, determinó que el crimen había sido cometido por miembros de las extintas FARC.
Posteriormente, Gaviria y el Partido Liberal respaldaron las dos presidencias de Juan Manuel Santos, siendo fundamental el partido para aprobar las reformas legislativas y constitucionales que dieron vida al Acuerdo de Paz de La Habana en el 2016. De esos años se lo recuerda en tarima aún enérgico gritando “Uribe mentiroso, Uribe mentiroso”, en medio del escándalo de financiación ilegal a ambas campañas presidenciales del 2014, tanto de Santos como de Óscar Iván Zuluaga, ficha del uribismo hoy en juicio por la corrupción del caso Odebrecht.
Izquierda: César Gaviria junto a Juan Pablo Gallo y Federico Gutiérrez apoyando la candidatura presidencial del uribismo durante las elecciones del 2022.
Derecha: El cuestionado senador Juan Pablo Gallo lanzando su candidatura liberal al senado en 2021 durante un evento que tuvo lugar en el restaurante de César Giraldo alias “Calzones”, presunto narco afiliado al Centro Democrático.
Pero con la irrupción de la izquierda en cabeza de Gustavo Petro como una opción real de poder durante las elecciones del 2018, el expresidente cerró fila con los otros partidos tradicionales, ubicándose más a la derecha, como escudreo del modelo neoliberal que hoy Petro pretende reformar, e incluso, terminó terminó aliado con sus antiguos rivales del uribismo y el conservatismo, un panorama que se repitió durante las elecciones presidenciales del 2022, cuando Gaviria recorrió tarimas y plazas públicas para apoyar al candidato Federico Gutiérrez, amparado por el Centro Democrático.
En el ocaso de su carrera política, con el evidente desgaste del tiempo y el rechazo de buena parte de las bases liberales, Gaviria anunció una coalición de derecha para recuperar el poder en el 2026, el mismo talante camaleónico que le ha permitido ser aliado de sus opositores y rival de sus aliados, manteniéndose vigente por más de medio siglo en la política nacional.