Myriam Laroussi, coordinadora del proyecto de Médicos Sin Fronteras (MSF) en Metche, Chad, describe la situación crítica de los refugiados sudaneses en esta remota región del este del país. Desde el inicio de la guerra en Sudán en abril de 2023, más de medio millón de refugiados han llegado al este de Chad en busca de seguridad.
Por: Myriam Laroussi, coordinadora del proyecto de Médicos Sin Fronteras en Metche
Metche es una zona pequeña y remota al sur de la ciudad fronteriza de Adré (Chad), donde se asientan la mayoría de los refugiados que huyen de la guerra en Sudán. Se necesitan dos horas para llegar allí desde Adré y el camino es complicado y muy accidentado. Apenas había un par de aldeas antes de que se creara el campo de refugiados a finales de 2023. Fue como señalar con un dedo en medio del desierto y decir "vamos allí".
Se trata de una zona con temperaturas extremas de hasta 50 grados durante el día y noches frías. Durante las tormentas, el viento te hace tragar arena día y noche y en la estación lluviosa, como sucede ahora, puede haber inundaciones.
Fotografía: Finbarr O’Reilly
La mayoría de los refugiados que hoy habitan este lugar han salido por la guerra en Sudán. Los combates entre las Fuerzas de Apoyo Rápido (FPR) y las Fuerzas Armadas Sudanesas (FAS), que comenzaron en la capital de Sudán, Jartum, el 15 de abril de 2023, se han extendido por múltiples zonas del país, desencadenando una crisis humanitaria sin precedentes en Sudán.
El conflicto ha dejado decenas de miles de muertos y heridos. Entre abril de 2023 y junio de 2024, MSF atendió a 11.985 heridos de guerra en los hospitales que apoya. La violencia ha creado la mayor crisis de desplazamiento del mundo: más de 10 millones de personas, o una de cada cinco personas en Sudán, se han visto obligadas a huir de sus hogares, muchas de ellas enfrentándose a desplazamientos repetidos, según la ONU.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el conflicto ha dejado fuera de servicio casi el 80% de las instalaciones sanitarias, paralizando un sistema de salud ya de por sí en dificultades. Sólo en El Fasher, las instalaciones apoyadas por MSF fueron atacadas 12 veces y sólo un hospital público sigue funcionando parcialmente con capacidad para realizar intervenciones quirúrgicas desde que los combates se intensificaron en la ciudad en mayo.
Alrededor de 50.000 refugiados viven aquí. Cuando MSF empezó a trabajar en Metche el año pasado, primero improvisó una clínica para consultas básicas con tiendas de campaña. A medida que llegaba más gente, creó un hospital desde cero.
Fue un desafío: a menudo muchas cosas no funcionaron como esperábamos y conseguir suministros requiere mucha planificación logística porque las carreteras no permiten un paso fácil. Seguimos avanzando y aprendimos mucho en poco tiempo. En algún momento, todos los que vivían en el campo de refugiados de Metche participaron en la construcción del hospital: incluidos miles de jornaleros y los más de 500 trabajadores locales e internacionales de MSF.
Fotografía: Finbarr O’Reilly
Llegadas tardías, falta de agua y recuerdos difíciles
Este hospital de 115 camas es el principal centro de atención sanitaria secundaria para unas 200.000 personas, entre las que se incluyen refugiados de Metche y de las comunidades locales, así como personas de los campamentos cercanos, como Allacha y Arkoum.
Sin embargo, el acceso de los pacientes a las instalaciones resulta complicado debido a un sistema de derivación deficiente, ya que solo hay tres ambulancias disponibles para toda la provincia de Ouaddaï, lo que hace que algunos lleguen tarde e incluso mueran antes de llegar al hospital. Por eso, el trabajo de sensibilización con la comunidad ha sido crucial.
Al principio de la respuesta de emergencia, transportamos mucha agua en camiones, aunque otras organizaciones comenzaron más tarde a construir la red de agua. No obstante, los refugiados reciben un máximo de 14 litros de agua potable por persona y día, muy por debajo del estándar mínimo en una situación de emergencia, que se considera de 20 litros.
La gente pasa horas tratando de conseguir agua, y los miembros de la familia se dividen para ir a buscarla a diferentes puntos. Me acuerdo de un paciente, un joven de 22 años que vino acompañado de su familia. Era un tipo muy grande y fuerte, con buena salud, pero contrajo hepatitis E y murió un par de días después de llegar al hospital. Fue totalmente inesperado. Pensé: "La vida puede ser dura. Ha sobrevivido a lo peor durante la guerra y ahora ha muerto por beber agua sucia".
Los refugiados en Metche llegaron en su mayoría tras huir de El Geneina [capital del estado de Darfur Occidental], una ciudad golpeada por algunos de los peores episodios de violencia de la guerra, incluidos ataques por motivos étnicos contra las comunidades masalit por parte de las Fuerzas de Apoyo Rápido y milicias aliadas. Muchos son originarios de otras áreas de Darfur también y han experimentado repetidos desplazamientos forzados a lo largo de los años, ya que esta región sudanesa se enfrenta al conflicto desde principios de la década de 2000.
Mientras las soluciones políticas se complican, la desnutrición aumenta en medio del incremento de los precios de los alimentos y la falta de suministros humanitarios. Más allá de la catastrófica situación en el campo de Zamzam, en Darfur del Norte, los centros de alimentación terapéutica para pacientes hospitalizados de MSF en otras zonas de Darfur como El Geneina, Nyala y Rokero están llenos de pacientes, y lo mismo ocurre en los campos de refugiados donde operamos en el este de Chad. Desde el inicio de la guerra hasta junio de 2024, hemos tratado a 34.751 niños con desnutrición aguda en Sudán.
Fotografía: Finbarr O’Reilly
Se necesita mucha más ayuda
La resiliencia de estas personas es increíble y también lo es la urgencia de sus necesidades. Dado que MSF es una de las principales organizaciones que trabajan en Metche, a menudo se nos considera como "la madre que lucha por ellos", y estamos haciendo todo lo que podemos, tanto aquí como en los otros campos de refugiados, pero todavía hay mucho por hacer y, como la guerra continúa sin cesar, la gente sigue llegando de Sudán.
Las autoridades chadianas han hecho un trabajo impresionante al acoger a tanta gente en su territorio. Más allá de este gesto, la realidad es que a nadie le importa realmente esta crisis en el este de Chad. Muchos refugiados se ven obligados a tener solo una comida al día, carecen de un refugio adecuado, agua potable y no tienen suficientes letrinas. Es vergonzoso que la respuesta siga estando muy por debajo de lo que se necesita. Si no se toman medidas para financiar y ampliar la asistencia humanitaria, la crisis se agravará aún más y los refugiados sufrirán más.