Análisis

SÍNTESIS

La médica y coordinadora de Médicos sin Fronteras en Haití, Priscille Cupidon, cuenta lo que viven sus colegas en un país en el que la violencia, el sufrimiento y el derramamiento de sangre siguen escalando. 

Por: Dr. Priscille Cupidon 
Coordinadora médica de Médicos Sin Fronteras (MSF) en Haití 

Soy médica en la capital de Haití, Puerto Príncipe, y en estos momentos estoy escuchando disparos mientras grupos armados y la policía luchan por el control de nuestra ciudad.

Este tipo de enfrentamientos comenzaron hace varios años, pero en las últimas semanas se han vuelto cada vez más violentos, como una guerra. El 28 de febrero se anunció que las elecciones podrían aplazarse hasta agosto de 2025. Los grupos armados civiles reaccionaron uniéndose contra el gobierno, atacando comisarías, oficinas administrativas, bancos, instalaciones portuarias y aeroportuarias y otras instituciones estatales. Esto impidió que el primer ministro regresara a Haití, dado que los aeropuertos están cerrados.

La violencia es ahora como la gangrena, extendiéndose y amenazándonos a todos. En distintas zonas de la ciudad, muchas personas han huido de sus casas porque fueron incendiadas o saqueadas por grupos que atacaron sus barrios. Cada vez más áreas de Puerto Príncipe se vacían a medida que el conflicto se agrava. Decenas de miles de personas han buscado refugio en escuelas, iglesias o campos deportivos, viviendo en condiciones indignas, donde pierden su intimidad y se vuelven más vulnerables.

Otros permanecen en casas, que se han vuelto inhabitables, expuestos al fuego cruzado y los saqueos. La violencia reciente ha dificultado incluso el acceso al agua potable en algunos barrios, porque los camiones cisterna no pueden reabastecerlos.

La situación actual en Puerto Príncipe es una crisis humanitaria que exige una respuesta urgente, especialmente para las necesidades básicas, como la atención sanitaria, el acceso al agua y el saneamiento.

Dirijo una clínica móvil de Médicos Sin Fronteras (MSF) que presta asistencia sanitaria en algunos de los barrios de la ciudad afectados crónicamente por la violencia. Vemos los efectos directos e indirectos de la violencia en la salud de nuestros pacientes. Entre ellos hay adultos que luchan por controlar enfermedades crónicas como la diabetes, y niños con fiebres y diarrea. El estrés extremo suele causar traumas mentales o hipertensión. Muchas personas tienen infecciones cutáneas debido a la falta de agua para la higiene.

Nuestro equipo visitó el 19 de marzo un barrio cercano al centro de la ciudad, al que no habíamos tenido acceso desde el 29 de febrero. Las necesidades médicas de la zona son muy elevadas y es probable que aumenten ahora que la atención sanitaria es tan limitada. Por ejemplo, vimos a pacientes con tuberculosis que no se sienten seguros para salir de su barrio para recibir tratamiento debido a los conflictos y tensiones entre las distintas zonas. Desde entonces, las barricadas y los enfrentamientos en toda la ciudad impiden al personal de nuestra clínica móvil ir a trabajar, lo que deja a estos pacientes en una situación de desprotección y vulnerabilidad.

 

Mujeres, cada vez más vulnerables

Las mujeres que hemos atendido en nuestras clínicas móviles en los últimos meses son a menudo supervivientes de violencia y violencia sexual. Como médica y como mujer, puedo decir que muchas tienen miedo de hablar de ello, porque la amenaza sigue presente en la comunidad. El estigma social también puede hacer que las supervivientes sean reacias a hablar, porque no quieren que sus familias y vecinos sepan lo que les ha ocurrido. Hacemos todo lo posible para que las supervivientes se sientan seguras y confíen en nosotras, pero en ese momento muchas ya están embarazadas o tienen una infección de transmisión sexual. Las acompañamos a nuestra clínica principal de violencia sexual.

Durante años, los profesionales sanitarios de Haití han trabajado en un entorno difícil. La creciente crisis política y económica del país ha dejado a los centros médicos con pocos recursos. El sistema sanitario se está desmoronando.

Al igual que otros profesionales, los trabajadores de la salud también han sido blanco individual de la violencia a medida que la situación empeora. Médicos y enfermeras han abandonado el país rumbo a Estados Unidos y otros lugares, incluidos mis amigos y colegas. Ahora ya no quedamos muchos.

La violencia también impide que los pacientes y el personal lleguen diariamente a los centros médicos. Algunos hospitales, como el Hospital Universitario Estatal de Haití, no pueden funcionar actualmente. Otro hospital universitario, Saint-François de Sales, ha sido completamente destrozado y los médicos jóvenes ya no pueden completar allí su formación. El único hospital universitario público que sigue funcionando es La Paix, pero a menudo está sobrecargado y carece de recursos. Trágicamente, es posible que cada vez más mujeres con embarazos de alto riesgo mueran. 

Tanto el principal puerto como el aeropuerto de Haití están cerrados y República Dominicana ha endurecido las restricciones en la frontera entre ambos países. Dada la agitación de las últimas semanas, la salida de profesionales de Haití, incluidos médicos y otros trabajadores sanitarios, podría acelerarse una vez que los viajes vuelvan a ser posibles.

Los que seguimos en Haití hacemos todo lo posible por servir a la comunidad cuando podemos, pero también necesitamos atención, especialmente apoyo en salud mental, porque estamos siendo testigos de mucha violencia y crueldad.

Nos gustaría poder recuperar al menos la serenidad que teníamos hace unos años. Hoy trabajamos, volvemos a casa y nos encerramos en una jaula. Estoy convencida de que todos mis hermanos y hermanas haitianos se unirán a mí para decir que ahora mismo queremos vivir nuestras vidas. Es un derecho que hemos perdido.

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