Floralba Moscoso y Mary Tejada, víctimas del conflicto armado, han transformado el dolor en resistencia a través de sus emprendimientos: figuras de porcelana que narran la guerra y muñecos que sostienen familias. Sus historias fueron destacadas en el “Encuentro Nacional de Economía para la Vida”, un espacio para impulsar la memoria, la paz y la autonomía económica de las víctimas.
Por: Redacción Revista RAYA
Floralba Moscoso llegó a Villavicencio hace más de una década, desplazada por la violencia que la obligó a abandonar su hogar en Calamar (Guaviare). En esta nueva ciudad, afanosa y turbulenta, donde suelen llegar todas las víctimas de la violencia en el Meta, con el peso del duelo y la incertidumbre, encontró en el porcelanicrón una forma de contar su historia. Este material, flexible y moldeable, se convirtió en su herramienta para dar vida a figuras que representan actores y eventos vividos en el conflicto armado.
En su taller, Floralba recreó el mapa del Meta, su territorio adoptivo, sobre una maqueta de 70 centímetros. En ella plasmó figuras de paramilitares, guerrillas, víctimas de desplazamiento y minas antipersonales, una composición que le dio vida a una narrativa visual que habla de un pasado difícil y de su voluntad de transformar el dolor en memoria. “Aquí contamos todo lo que nos tocó vivir y lo convertimos en productos que narran nuestra historia. Representamos a todas las razas y víctimas del país, porque la paz nos une”, dijo.
A cientos de kilómetros, en el departamento de Nariño, Mary Tejada es otra víctima que lidera un proyecto de reconstrucción personal y colectiva. Desde hace más de ocho años, ella y otras madres de familia confeccionan muñecos de peluche y trapo bajo su marca: Manitas Creativas. Sus creaciones incluyen cuyes de felpa y coloridas muñecas, que venden en los pueblos cercanos. “Este trabajo nos ayuda a sacar adelante a nuestras familias. Nos organizamos y salimos a vender nuestras manualidades. Es una forma de resistir y de encontrar un camino”, cuenta Mary.
Como Floralba y Mary, cientos de víctimas del conflicto armado colombiano han encontrado en el emprendimiento una forma de reconstruir sus vidas quebradas por la guerra. Sus proyectos fueron protagonistas en el “Encuentro Nacional de Economía para la Vida”, realizado en el Centro de Convenciones Ágora de Corferias, donde esta semana se reunieron iniciativas de todo el país. Entre los expositores se destacaron también proyectos como Ama-zonas de la Paz, un taller de bordados asentado en Florencia (Caquetá); y el proyecto Cultivando Esperanza, una cacaotera de Machuca (Antioquia).
El evento, organizado por la Unidad para las Víctimas, fue un espacio para visibilizar estos emprendimientos y tejer redes de apoyo. Lilia Solano, directora de la entidad, resaltó la importancia de estas iniciativas. “No son solo negocios; son apuestas colectivas para reparar a las víctimas y darles un lugar central en la construcción de paz. Es el momento de impulsar estos proyectos para que las víctimas tengan la autonomía económica que merecen”, afirmó.
Además, Solano anunció una alianza con el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO) para abrir espacios de formación académica en 2025. Según Karina Batthyány, directora de CLACSO, la próxima Conferencia Latinoamericana y Caribeña de Ciencias Sociales se realizará en Bogotá como una forma de acompañar el proceso de transformación que vive el país.
El “Encuentro Nacional de Economía para la Vida” tan sólo fue una pequeña muestra de los más de siete mil emprendimientos que existen en Colombia, impulsados por víctimas del conflicto armado. Historias como las de Floralba y Mary muestran cómo el dolor puede convertirse en motor de cambio. Sus emprendimientos, más que medios de subsistencia, son testimonios vivos de resistencia y esperanza, en los que las víctimas son protagonistas de un futuro donde la memoria y la reparación son eje central de eso que tanto se pregona: la paz.