La historia de una marcha que se ha posicionado en las principales capitales del país y que paulatinamente se ha tomado los municipios más pequeños de la geografía nacional en donde la agenda LGBTIQ+ cada día toma más fuerza por la persistencia, resistencia y lucha de líderes y lideresas.
Por: Wilson Castañeda
Director de Caribe Afirmativo
El 28 de junio a escala mundial como el día del orgullo LGBTIQ+, el momento en donde las personas disidentes sexuales de todas las edades, creencias, pertenencias étnicas, quienes se toman el espacio público con los colores del arcoíris, gritando arengas exigiendo derechos, moviendo sus cuerpos al ritmo de la música. Un día que en los últimos años ha permitido el goce de personas que, por su orientación sexual, identidad y expresiones de género se ven obligada a estar en la oscuridad de una sociedad que impone la heterosexualidad y el cis-génerismo.
Aunque en el siglo XXI, esta fecha implica además del alza de las voces una celebración de resistencia con acogida por la sociedad civil y en algunos países por la institucional, el pasado no demuestra que no fue así. Para la década de los 60, muchos países penalizaban la homosexualidad, siendo un “delito contra natura” que justificaba la persecución de todo aquel que fuese percibida como homosexual o diruptor del género.
Este era el caso de Estados Unidos, en el cual todos sus Estados, a excepción de Illinois, penalizaban fuertemente las relaciones consentidas entre hombres o entre mujeres. Los “homosexuales”, término genérico empleado en la época para asignar a todos los disidentes sexuales tenían prohibido trabajar el gobierno federal, asimismo, salir del closet implicaba no poder tener una licencia para profesiones, tales como medicina o derecho.
El Estado de Nueva York era uno de los que registró mayor penalización ya que se evidencia el crecimiento exponencial de hombres, gais y mujeres lesbianas, producto de la persecución. La penalización implicaba escenarios de fuertes represión policial, quienes están acostumbrados a realizar redadas, solicitar documentación, registrar agresivamente y detener a toda persona sospecha de ser homosexual o no cumplir con el estándar de género de la época.
Fue hace 54 años, cuando la policía empezó a acosar a las personas se encontraban en Stonewall Inn, un lugar percibido como un santuario, un oasis para mostrar afectos entre las parejas, para compartir al ritmo de la música. No había refugio para personas LGBTIQ+, por supuesto mucho menos bares, ni discotecas. La discriminación era tan fuerte que si un local comercial servía alcohol a gay o lesbianas implica un cierre de este y perdida de la licencia, debido que este acto implicaba un desorde público. Bailar entre personas del mismo sexo-género era una ofensa.
La elección del Alcalde de Nueva York puso como objetivo Stonewall Inn. Este santuario además de ser frecuentado por personas LGBTIQ+, era también un lugar para las mafias y el negocio de la venta sin alcohol. Ese 28 de junio, en medio de la noche más calurosa del verano, los policías no sabían que aquella redada alimentaría la sensación de injusticia y encendería una chispa.
Alrededor de seis agentes de policía cruzaron Christopher Street e ingresaron el lugar, en donde ya había agentes encubiertas. Detuvieron la música, encendieron las luces e iniciaron a pedir documentos y realizar actos de agresión. Marsha P. Jhonosn y Sylvia Rivera, quien sufieron hostigamiento constante de la policía por su vestir el cual era diferente al sexo asignado al nacer, y en el paso obligada a someter a registro coporales sin ropa, se resistieron a las órdenes y defenderse. Esto fue haciendo que la chispa aumentara con gritos de resistencias de quienes se congregaron en las afueras del lugar.
Mientras tanto, Stormé DeLarverie, una mujer lesbiana birracial era introducida a la fuerza en un coche patrulla, luego de recibir un golpe en la cabeza con el caso del agente. Esta gritó: ¿Por qué no hacen nada? Dando el último shock eléctrico que haría reaccionar a la multitud. Las personas empezaron a lanzar monedas, botellas y piedras a la policía, obligándoles a refugiarse en el bar. Lanzabas papeleras por las ventanas y por primera vez alzaban sus voces manifestando sufrir un acto discriminatorio por la policía, ni de nadie. Esa noche, la policía antidisturbios llegaría para rescatar a los compañeros, 13 manifestantes fueron detenidos, quizás el 28 de junio había finalizado, pero la lucha no había cesado: 4 días más de incesante resistencia.
Este acto de rebeldía incitará a la movilización de personas bajo el lema de poder gay, lo cual se consideraría un año después, 28 de junio de 1970, cuando las personas regresaron a Stonewall para conmemorar el día de Liberación de la Calle Christopher, siendo la primera marcha del orgullo LGBTIQ+, catalizador de un movimiento a nivel mundial. Hoy décadas posteriores, los disturbios de Stonewall preparían el terreno jurídico, político y social para el activismo LGBTIQ+ del mundo y la toma de acciones para sentirse orgullo.
Actualmente, a pesar de que 67 países criminalizan la homosexualidad, esta es objeto de persecución, de sentencia que van de algunos meses de prisión hasta la pena de muerte. El ejemplo más reciente es Uganda, país donde se aprobó una de las leyes más duras contra personas LGBTIQ+. Los índices de violencias contra personas LGBTIQ+ parecen no disminuir, los discursos de odio contra la diversidad sexual y de género bajo la llamada “Ideología de género” y las políticas estatales de represión son asuntos de llegan a un gran cuestionamiento ¿No es necesario seguir marchando por el orgullo?
A pesar de estos, el movimiento LGBTIQ+ ha de sentirse completamente orgullosas por la incidencia de los, las y les activistas para el reconocimiento pleno de la identidad, la promoción de nuevos enfoques, adopción de leyes garantías como las que reconocen los derechos de personas con experiencias de vida trans, reprochan y sancionar las ECOSIG (terapias de conversión). Han de sentirse orgullosas a plenitud por la victoria de ocupar espacios de representación, de poder y de accionar jurídico-legal que permite derrotar los prejuicios e imaginarios despectivos.
En Colombia, la primera marcha del orgullo LGBT se dio tras la exclusión de la homosexualidad como trastorno mental o enfermedad a nivel nacional, y la despenalización de la homosexualidad en el país mediante el Decreto 100 del 23 de enero de 1980. Lo cual hizo que el Movimiento de Liberación homosexual (en 1982 o 1983) el precursor de la primera marcha LGBTIQ+ en Bogótá y en Colombia liderada por León Zuleta y Manuel Velandia.
Desde ese momento hasta la fecha, las calles se han vestido de resistencia por personas LGBTIQ+ quienes ocupan el espacio público con colores, alzando la voz y exigiendo la garantía efectiva de sus derechos. En paraleo, se han gestado escenarios de incidencia política, social y cultural como el Carnaval de Gay de Barranquilla y del Atlántico que fue lo previó a la marcha de LGBTIQ+ en estos territorios. En general, es un práctica que se ha posicionado en las capitales de departamentales, y paulatinamente se ha tomado los municipios en donde la agenda LGBTIQ+ cada día toma fuerza por la persistencia, resistencia y lucha de líderes y lideresas.
¡Para el 2023, desde el 25 de junio hasta el 2 de julio se estarán celebrando las marchas del orgullo LGBTIQ+, cuya meta es exigir “Ley Integral Trans YA!
Asimismo, te invito a participar en estas movilizaciones, y apoyar “Yo Marcho trans” que se estará desarrollando en el mes de julio como una incidencia de personas con experiencias de vida trans para exigir sus derechos y alzar sus voces. Por último, este 28 de junio, te invitamos a participar en la III jornadas del orgullo LGBTIQ+ de Caribe Afirmativo que se estarán desarrollando en la Ciudad de Barranquilla en el Parque Sagrado Corazón a partir de las 3:00 pm donde muestras culturales y artísticas, y espacios comunitarios para celebrar el orgullo.
#NosSentimosOrgullosas