En medio de los bombardeos y los apagones en la Franja de Gaza, escritores palestinos plasmaron en sus redes sociales sus últimos versos antes de ser asesinados. Sus palabras, ahora traducidas al español por Shadi Rohana, han sido recopiladas en un libro que ilumina la resistencia cultural en tiempos de genocidio.
Por: Santiago Erazo, Cultura Raya
Ilustración de Marcela Landazábal Mora
De negro estaban hechas las nubes y las calles, el interior de las casas, los edificios y los refugios. De negro, el horizonte, los olivos, los higos y el mar, el desierto y sus dunas de arena. De negro, las pupilas abiertas, los puños cerrados, los abrazos en medio de los estallidos. Desde el recrudecimiento de la guerra en Gaza y el inicio del genocidio, las noches se oscurecieron más de lo habitual por cuenta de los apagones numerosos y sistemáticos, propiciados en la Franja por Israel. Apenas los fogonazos de los misiles iluminaban el cielo por unos instantes para continuar con esa larga tiniebla en la que los gazatíes permanecían hasta el amanecer.
La oscuridad también era una forma de silencio. Mujeres y hombres quedaban completamente incomunicados, y el resultado de las atrocidades solo se conocía con la llegada de la luz del sol y la reconexión del servicio eléctrico, tras lo cual los palestinos lloraban en sus redes a quienes habían resultado heridos y asesinados. A sus feeds llegaban las noticias de la desgracia, pero también el canto de aquellos que usaron el lenguaje para anticipar despedidas inciertas. Poetas y escritores como Hiba Abu Nada, Nur Al-Din Hayyay, Maryam Hiyazi o Husam Ma’ruf publicaron en sus perfiles de Facebook, Instagram o X (antes Twitter) sus últimos textos y sus últimos poemas antes de que fueran asesinados durante el genocidio.
El traductor palestino Shadi Rohana vertió al español estas piezas y las reunió en “Contra el apagón. Voces de gaza durante la guerra en curso”, una antología en la que leemos lo que nueve narradores y poetas palestinos iban escribiendo en sus últimos días, unas cuantas luciérnagas en medio del oscuro pozo de la guerra. La antología fue publicada en julio del año pasado por el Fondo de Cultura en México y ya cuenta con otras ediciones en Chile, Puerto Rico y Perú, además de futuras publicaciones en otros países. Revista RAYA habló con Rohana sobre la hechura del libro, la importancia de la literatura y la poesía para el pueblo palestino y el futuro de Gaza tras el cese al fuego que se decretó el pasado 15 de enero de 2025.
A lo largo de su carrera como traductor, usted ha vertido al español obras como “Las batallas en el desierto” de José Emilio Pacheco o entrevistas a escritores del Boom latinoamericano, como la que le hizo la Revolución palestina a Cortázar y que publicamos el año pasado en esta revista. ¿Hubo alguna diferencia entre el proceso de traducción de esos proyectos y la traducción de los testimonios que componen “Contra el apagón…”, considerando que hubo un asunto emocional detrás?
Totalmente. En los proyectos pasados en los que me he embarcado como traductor, siempre hay una urgencia, pero para el caso de estos textos literarios de Gaza hubo una urgencia distinta. Cuando uno traduce, lo hace por una necesidad. Al menos en mi caso ha sido así, nunca he traducido literatura por encargo. Y en medio del trabajo, como no hay mucha profesionalización del asunto, muchas veces el traductor tiene que encargarse de todo. Obviamente de la traducción misma, pero también de la edición, de la promoción del libro, etc. Y en eso hay una urgencia, aunque no deja de haber un silencio y un cierto ritmo tranquilo. Pero aquí, con la literatura de los gazatíes, la urgencia era traducirlos ahora, alzar la voz ahora. Era la urgencia de escuchar a la gente, más aún cuando los enemigos de siempre, el Estado de Israel y el sionismo, así como sus aliados en el mundo y la región, estaban silenciando la voz de los palestinos.
Sabemos que “Contra el apagón…” está compuesto por los testimonios y los poemas que distintos escritores en Palestina dejaron consignados en sus cuentas personales antes de ser asesinados. ¿Cómo surge la idea de convertir la traducción de estos textos un libro?
La idea originalmente no fue hacer un libro. Todo comenzó con la guerra, que ahora ya le llamamos genocidio, en Gaza. Desde que se recrudeció el conflicto tras el ataque de Hamás el 7 de octubre sentí lo que nos habitaba a muchos: una fuerte impotencia frente a lo que ocurría diariamente. En medio de todo lo que han sufrido y estaban sufriendo los gazatíes, no quedaba más que protestar y alzar la voz. Por supuesto, hubo en el pasado anterior a este genocidio intentos de actos más directos, como lo que ocurrió con la Flotilla de la libertad [un grupo de seis embarcaciones de la oenegé Free Gaza que en mayo de 2010 fue atacada por la Marina israelí], donde el ejército israelí asesinó a varias personas tratando de llevar ayuda a Gaza, pero antes de cualquier cosa queda una gran impotencia.
Entonces, como no sé qué hacer en momentos así, empecé a traducir. Esto ya lo había hecho durante la ofensiva israelí en 2014, y fue lo que vi necesario hacer durante el genocidio. Así empecé a traducir los testimonios que estos escritores publicaban en sus redes. Luego llegó la idea de que surgiera un libro con estos textos. Todo fue a raíz de una invitación que recibí del Festival Internacional de Poesía de Puerto Rico. Yo fui en calidad de traductor, y en medio del espíritu solidario hacia Palestina publicaron estas traducciones. Al final, la publicación de un libro impreso es un hecho más que todo simbólico. Lo hacemos porque queremos verlo, tocarlo con las manos. Y ahora este libro, desde que se publicó en Puerto Rico, ha llegado a varios países de la mano de distintas editoriales como LOM en Chile o Fiesta Pagana en Perú. Para el caso de la publicación con el Fondo de Cultura Económica en México, mi esposa, Marcela Landazábal Mora, quien hizo los dibujos que acompañan los textos, y yo decidimos donar todos los pagos que hemos recibido del Fondo a proyectos locales autogestivos en Gaza.
Cubierta de la edición mexicana de “Contra el apagón. Voces de Gaza durante el genocidio”.
En el prólogo del libro se menciona, refiriéndose a la relación de Occidente con Palestina: “Tanta ha sido la preocupación, que hubo que volver al pueblo palestino un pueblo intraducible”. ¿A qué se refiere con que el palestino es un pueblo intraducible?
La intraducibilidad a la que me refiero en el prólogo es la forma y la mirada que se han impuesto para hablar de Palestina y en general del llamado “Oriente”, sobre todo desde la noción de orientalismo que analizó en los años setenta Edward Saíd. Precisamente Saíd mostraba casos de cómo por un verso de un poeta árabe antiguo se generaliza sobre la vida de millones de personas hoy. Muchos creen que lo que dice un verso basta para entender una cultura entera, y la reducen a una serie de ideas y de estereotipos. Entre las anécdotas que contaba Saíd sobre estas prenociones está, por ejemplo, la vez en que una periodista europea que lo iba a entrevistar le pidió perdón por no haber leído el Corán para la entrevista. Saíd le dijo que no se preocupara, que él tampoco lo había leído.
A esos estereotipos hay que sumarle que Israel como Estado –un Estado que tiene sus instituciones y estructuras, tanto hacia adentro como hacia afuera– ha trabajado de forma sistemática para demonizar a los palestinos. A lo largo de los años he visto cómo funcionan los mecanismos de la propaganda israeli, que se dispersan en diferentes lenguas. En español lo he visto durante congresos sobre la indigeneidad y su relación con el pueblo judío. Usan esto para afirmar que existe un solo pueblo indígena en Palestina, que es el judío ahistórico, el verdadero dueño del territorio, mientras los no-judíos, los palestinos (aunque siempre han habido palestinos judíos) son los invasores del territorio, y entrelazan eso con las luchas indígenas de aquí en América Latina. Ahora, con lo anterior no quiero restarle peso a la identidad judía y su lugar en la historia de Palestina. Esto es otra cosa. Decir que lo que está haciendo el Estado de Israel en Palestina es similar a las luchas indígenas en América Latina, y relacionarlo con el despojo territorial, el racismo y la discriminación en los pueblos originarios, es yuxtaponer muy erradamente dos realidades con contextos totalmente distintos.
También hay otros mecanismos, como el hecho de que el vocero del ejército israelí le hablara a los palestinos en inglés en conferencias de prensa emitidas en todo el moundo, pretendiendo salvarlos de Hamás y que está de su lado, mientras en árabe los voceros e “influencers” del ejército, en árabe, llamaron ratones, cucarachas, a los palestinos en Gaza, despreciándolos, degradándolos. Es la imposición de una narrativa.
Hablando precisamente del uso del lenguaje, para los palestinos, un pueblo que ha luchado durante cientos de años por tener una tierra, su tierra, ¿hasta qué punto su lengua ha sido en parte su patria? ¿Cómo la palabra y la literatura les ha servido para resistir? Lo digo pensando en que esa idea de la lengua como patria aparece en la literatura universal, en la obra de escritores como Fernando Pessoa, García Márquez o Juan Gelman, pero en la cultura palestina, acostumbrada a ser resiliente, lejos de ser retórica y meramente estética, pareciera ser más bien algo vital y colectivo.
Bueno, nada más estar vivo se convierte en Palestina en una forma de resistencia. Nada más escribir literatura, nada más festejar, nada más bordar y cantar, nada más sonreír y escribir con humor, que es un elemento que suele estar en la literatura palestina, es resistir. Específicamente con la literatura hay muchas cosas que decir. Una es que por mucho tiempo la literatura, en el contexto palestino, fue de cierto modo la única manera de expresarse y de comunicarse con el entorno. Y entre la gente misma. Porque lo que llevó a la creación del Estado de Israel, como dice Mahmoud Darwish en su poema “Discurso del ‘Indio’ ”, fue que se cambiara un mundo por otro. Y ese cambio comienza con lo material, con tu entorno. Te quitan el paisaje. Te quitan tu acceso a este paisaje. Te quitan el mar, te quitan los árboles. Recuerdo una frase en una novela de Émile Habibi, “El pesoptimista”, publicada por los años del alunizaje del Apolo 11, que dice algo como: “La luna nos parece más cercana que nuestras higueras”.
Entonces, cuando la guerra en Palestina aniquila el paisaje, queda la palabra, la literatura, todas las expresiones literarias que pueden circular de otra manera. La literatura, la palabra, son como un aire para mucha gente. Y en concreto, en el contexto de Palestina, no basta con la geopolítica para entender lo que allí ocurre. Muchas veces, por ejemplo, si yo quiero entender ciertos momentos históricos de Palestina, recurro a la literatura escrita en aquel entonces. Ahí se ven cosas que no se dicen en otros lados. De repente la debilidad, la ternura, las encuentras solo en la literatura.
Ahora bien, la literatura también te puede volver opaco para las autoridades, para los de afuera. También sirve para entendernos entre nosotros sin exponernos. Ese es otro tipo de intraducibilidad, cuando la persona misma decide no ser traducida. La primera vez que escuché este famoso dicho del italiano “traductor, traidor”, lo que me ocurrió a mí y lo que les ocurrió a otros traductores en contextos belícos es que no se refiere a que el traductor traiciona al traducir mal ciertas cosas. Para nosotros, para mí, ha sido la idea de que, al momento de traducir, puedes traicionar a tu propia gente, porque estás entregando información. La información entregada puede ser utilizada para conquistarte, para dominarte.
El pasado 15 de enero se dio inicio al cese al fuego en Gaza, uno que por el momento se ha respetado. Pero tras la posesión de Donald Trump como presidente de los Estados Unidos, las intimidaciones al pueblo palestino adquirieron otro cariz. Trump ha hablado de exiliar a los gazatíes en Egipto y Jordania, y ha propuesto que los Estados Unidos tomen el control de la Franja. La situación es tensa y hace pensar en lo que decía Edward Saíd en el epígrafe de “Volverse Palestina”, de Lina Meruane: “De alguna manera, el destino de los palestinos no es terminar donde empezaron, sino en algún lugar inesperado y lejano”. ¿Cuál es su lectura de la situación actual y de lo que se avecina?
Es difícil leer la coyuntura política ahora. Más que todo porque algo que ha estado pasando con esta coyuntura desde octubre de 2023 es que parece otro tipo de guerra. Yo no soy historiador, pero se nota algo diferente. Es una guerra con mucha información, una guerra con alta tecnología, con muchos factores. Los drones que se están enviando, el envío de mensajes con órdenes de desalojamiento por WhatsApp. Me rebasa todo esto. Sin embargo, al mismo tiempo uno ve las declaraciones mismas, abiertas, de Trump, y muchos nos preocupamos.
Es difícil ver y entender qué pasará, pero es un hecho que la gente está volviendo al norte de Gaza. Es un hecho que los presos políticos palestinos están saliendo de las cárceles. Es un hecho que el pueblo palestino sigue resistiendo. Que sigue vivo y va a seguir vivo. Eso no va a cambiar.