La escritora puertorriqueña Mayra Santos-Febres reflexiona sobre el arte como herramienta política y la necesidad de redefinir la humanidad desde el humanismo negro. Habla sobre la fragmentación de las luchas identitarias, la colonización en Puerto Rico, el impacto global de Bad Bunny y la importancia de forjar “alianzas imposibles” en la resistencia contra el supremacismo.
Por David González M.
Revista RAYA habló con la escritora Puertorriqueña Mayra Santos-Febre, una literata negra que, además de su labor artística, denuncia el supremacismo y la visión elitista del arte. Desde su puesto en la Universidad de Puerto Rico, no duda en afirmar que su isla ha sido convertida en una colonia del siglo XIX. Durante su paso por el festival HAY de Cartagena, fue presentada como poeta, novelista y un referente de la producción literaria del Caribe.
Quizás la mejor forma de describir quién es Mayra Santos-Febre es empezar por lo que relató antes de encender la grabadora: desde la llegada de Trump a la presidencia de Estados Unidos, comenzaron en Puerto Rico, su isla, redadas dirigidas por oficiales de ese gobierno para expulsar migrantes dominicanos y haitianos. Latinos expulsando a otros latinos por órdenes de Washington.
RAYA: En ese contexto, ¿cuál es su percepción sobre esas redadas en Puerto Rico?
Mayra Santos-Febres: Este señor (Donald Trump) está utilizando a los latinos, obviamente, para su discurso de Make America Great Again, el destino manifiesto 2.0, y también para desviar la atención sobre la situación económica en Estados Unidos tras la pandemia. Hay muchísimos americanos blancos empobrecidos que, desde hace muchos años, están perdiendo casas, carros; se están yendo. Mucha gente se está yendo a trabajar remoto desde países más baratos. Porque ya no se puede vivir en Estados Unidos.
Entonces, para evitar y para confundir en esa situación económica del mundo post-COVID, que nadie ha relacionado con suficiente insistencia, pues se inventó, construyó, un discurso en el que los migrantes somos el chivo expiatorio, y el proceso de racialización de "lo diferente" se intensifica.
RAYA: ¿Cree que esto responde a una reacción ante la pérdida de hegemonía blanca en Estados Unidos?
Mayra Santos-Febre: Sí, es evidente. Estados Unidos es el tercer país con mayor número de hispanohablantes en el mundo, después de México y de España. Esa pérdida de la hegemonía y del discurso único ya ocurrió, y lo que estamos viendo es una reacción ante un cambio que se les está saliendo de las manos. Insisten en imponer la supremacía a la fuerza. Así es como yo lo veo.
En el caso de Puerto Rico, seguimos siendo una colonia clásica del siglo XIX bajo el control de los Estados Unidos. No tenemos derecho a voto presidencial y tenemos un gobernador en la isla. Desde 2006, pusieron una junta de control fiscal, lo que ha reducido aún más nuestra autonomía en la gestión del presupuesto para educación, salud y otros sectores esenciales. Es una situación de pobreza estacionaria que el arte toma como una punta de lanza en la discusión y en la producción de todo lo que hace. Estamos hablando desde las artes plásticas, la literatura... ahí entra la gran figura de Benito.
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Benito es Bad Bunny. Un cantante y compositor puertorriqueño que no necesita mucha presentación. Su último álbum, Debí Tirar Más Fotos, con ritmos de reguetón, salsa y merengue, ha superado los dos mil millones de reproducciones en Spotify y lleva tres semanas como número uno en el Billboard 200.
Algunas de sus letras abordan directamente la colonización y la necesidad de soberanía en Puerto Rico. Canciones como “Lo que le pasó a Hawai”, comparan el destino de su isla con el de Hawai, convertida en una isla de ricos estadounidenses, con turismo de lujo y nativos empobrecidos y desplazados dentro de su propio territorio.
Marya dice que Bad Bunny es Benito desde que decidió asumir con más brillo su identidad puertorriqueña.
RAYA: ¿Cómo explica el impacto global de Benito? En Gaza, por ejemplo, han utilizado canciones de su último álbum para denunciar el genocidio en Palestina. ¿Qué hay en la cultura puertorriqueña que resuena tanto en otras luchas del sur global?
Mayra Santos-Febre: Yo adoro a Benito. Para el mundo es Bad Bunny; para nosotros, es Benito. Él hizo algo muy importante en las elecciones pasadas: aglutinó dos partidos políticos, el Partido Independentista y el Partido Movimiento Victoria Ciudadana, que es un partido de base creado por una mujer lesbiana y negra llamada la licenciada Ana Irma Rivera Lassén, quien, además, es poeta y fue la fundadora de este partido.
Entonces, se logró una coalición que, por primera vez en como 50 años, le hizo frente al partido proestadounidense y por poco lo desbanca. Es interesante lo que está pasando con la figura de Benito. Él se presentó no como Bad Bunny, sino como Benito: “Mi nombre es Benito”. Y de ahí salió este disco, ¿verdad? Debí tomar más fotos, donde mezcla, utiliza los géneros de la plena, la bomba, la salsa y el aguinaldo, combinándolos con el reggaetón para romper también con lo que ya se había convertido en una cajita industrial: ese reggaetón comercial. Él lo implosionó, y en español. Es el disco más oído en la historia.
Ahora acaba de decir que no se va de Puerto Rico y que los que quieran escucharlo en una residencia de 31 conciertos tienen que venir a la isla, tienen que venir a verlo. Él va a hacer 31 conciertos en Puerto Rico para ayudar a la economía del país.
Es un genio ese muchachito, y hay gente que parece que lo está asesorando muy bien, y él está escuchando. Es producto de la Universidad Pública de Puerto Rico, donde yo trabajo y de donde no me voy a ir tampoco hasta que se seque el malecón.
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En una charla al día siguiente, Mayra participó en un conversatorio con dos hombres negros: un profesor de la India y un escritor caribeño radicado en Canadá. Uno de los ejes de la conversación fue cómo construir puentes entre las diferentes luchas identitarias para una movilización política más global. Sin embargo, su discurso, más centrado en la articulación política, contrastó con el de sus interlocutores, y al final no lograron encontrar un punto común sobre lo que significa vivir la negritud en el presente desde distintas latitudes.
RAYA: Hay una sensación de que estamos demasiado fragmentados para enfrentar un discurso supremacista-universalista que avanza con relativa facilidad. ¿Qué puede hacer el arte para desafiarlo? ¿Tiene alguna responsabilidad en la lucha contra ese relato hegemónico?
Mayra Santos-Febre: Muchos partimos de una concepción del arte que es muy distinta a la definición naturalizada de lo que es el arte. Pienso en “One Dimensional Man” de Marcuse y en todas las cosas que Herbert Marcuse planteó. Estoy ahí, viendo hacia atrás, a las discusiones de los años 60, cuando pensadores marxistas ya hablaban del arte como un "lugar otro", un espacio que se apartaba de las lógicas de la producción y el consumo del capitalismo. El arte como algo que no va ahí, ¿no? Pero entonces el arte también se convirtió en un lujo, en un símbolo de estatus. Mira dónde estamos ahora (Hay Festival en el Centro de Convenciones de Cartagena), tú lo has visto. Esa narrativa sigue y sigue imponiéndose una y otra vez: el arte como marcador de civilización y cultura superior, supremacista, frente a los pueblos bárbaros que no llegan a producir estas narrativas totalizantes que trascienden el tiempo y el espacio, y llegan a la naturaleza humana racional, como si no tuviera cuerpo, ni historia, ni género, ni hambre, ni nada.
Pero hay otras maneras de concebir el arte: como conjuro, como invocación, como narrar la reexistencia cuando te quitan la existencia, como tú te narras de nuevo como un ser humano. Esas narrativas del humanismo negro que están diciendo que hay que empezar a definir la humanidad desde nuestras artes de otra forma, no tan solo para denunciar, sino para definir lo que es humanidad.
Y en ese tipo de arte, yo creo. Yo creo en el arte que propone nuevas definiciones de los pactos sociales, sí, pero también de la existencia y de la humanidad misma. No puede ser el hombre de Vitruvio. No puede ser, ¿verdad? Ese hombre de seis brazos que representó el Renacimiento, que nació con el Cogito ergo sum como la definición de la humanidad. Dice: "
Todos somos iguales en democracia", pero todos sabemos que unos son más iguales que otros. Y esos iguales son los que más se acercan al modelo único de la superioridad, que tiene una raza, que tiene un género, que tiene un espacio en la historia y que son protagonistas del discurso civilizatorio europeo imperial.
Y esa no es la humanidad a la que queremos seguir entronizando. Pues hay que definirla otra vez. ¿Y cómo lo vamos a hacer si no es a través del arte?
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El último día del festival, además de presentar su última novela, La otra Julia, Mayra participó en un conversatorio con cuatro jóvenes escritoras negras caribeñas, una de ellas del Pacífico ecuatoriano. Ese día, una mujer europea le preguntó qué pueden hacer las personas que no han vivido la opresión de ese sistema supremacista como ella. Mayra se tomó el tiempo para contar sobre los estallidos sociales que empezaron en Estados Unidos durante el primer gobierno de Trump, tras el asesinato de George Floyd. Recordó las imágenes de una de esas movilizaciones, donde una fila de mujeres blancas se interpuso entre la policía y los manifestantes para que no los golpearan. Dijo que esas mujeres sabían que la policía estadounidense no iba a golpear a sus semejantes. Y no lo hicieron.
“No es que ellas actuarán como salvadoras, es que tomaron conciencia y asumieron la lucha de otros. Es eso. Tenemos que buscar esas alianzas imposibles”, concluyó.