Por Juan Pablo Soler Villamizar
El conflicto armado en territorio ucraniano cumplió doce meses. Los intereses y maniobras para que la guerra se mantenga han quedado en evidencia mientras el resto del mundo y el planeta sufre los efectos acumulativos del conflicto de intereses.
Se le ha arrebatado la vida a más de 7.000 civiles, miles han sido desplazados, y de nuevo, el peor drama lo padecen las mujeres, los niños y las niñas sobrevivientes al perder sus familiares y/o al sufrir la separación de los núcleos familiares.
En este conflicto la cuestión de la energía resulta fundamental para comprender las motivaciones y las consecuencias del conflicto. Al inicio, la guerra disparó las alertas de las economías mundiales a partir del aumento súbito de los precios del petróleo, el carbón y el dólar entre otros, aumentando de inmediato el costo de vida en diversos países y acrecentando los efectos de la pandemia del Covid-19 por el desmejoramiento de la calidad de vida, la pérdida de empleo, los mayores egresos, etc.
Dentro del amplio espectro de variables para analizar este conflicto mundial señalo, por ahora, tres aspectos cruciales por sus efectos invisibles o que poco suelen relacionarse con la guerra, pero que tendrán consecuencias irreversibles en el corto y mediano plazo.
Uno. La transición energética se revierte en Europa teniendo como horizonte la seguridad energética y afectando los compromisos climáticos. El miedo a retroceder en las formas en que se usa actualmente la energía facultará a los estados de la Unión Europea (UE) para que realicen cualquier maniobra que garantice el acceso al gas, petróleo, carbón y otros minerales estratégicos eliminando a Rusia como proveedor.
A finales de marzo de 2022 el Consejo Europeo, donde confluyen los veintisiete jefes de Estado o de Gobierno de la Unión Europea, acordó eliminar la dependencia de Europa de las importaciones de energía rusas lo antes posible. Para ello la Comisión Europea diseñó y presentó ante la comunidad el plan REPowerEU, cuya traducción más cercana podría ser re-energizar la Unión Europea, bajo la premisa de terminar la dependencia de los combustibles fósiles rusos y adelantar la transición ecológica, aunque dicha transición no se logrará solo con aumentar el 16 por ciento de las ambiciones de capacidad de energías renovables a 2050 (objetivo 55) o sus próximas y masivas inversiones en proyectos de hidrógeno verde en África y otras regiones, dado que se prevé a toda costa seguir financiando proyectos en búsqueda de gas, en los que incluso una de las líneas de un gasoducto propuestas pasaría por Ucrania, casualmente por el territorio en disputa.
Los nuevos negocios de abastecimiento, entre los que se cuenta el aumento de compra de gas proveniente de Estados Unidos y Canadá, implicarán más transportes de barcos que queman combustibles fósiles cruzando el atlántico, así como las emisiones asociadas a las nuevas obras de infraestructura como carreteras, gasoductos, etc. Por tanto, es ostensible el distanciamiento de los objetivos planteados para mitigar la crisis climática plasmados en el acuerdo de París.
En estas cuentas no se debe dejar de lado los 800 millones de metros cúbicos de gas metano que se emitieron a la atmósfera con la voladura del gasoducto Nord Stream en septiembre pasado, según las declaraciones de la empresa rusa a Gazprom ante el Consejo de Seguridad de la ONU.
Dos. Ampliación global del conflicto bélico. Hace algunas semanas se aportaron pruebas que inculpan de Estados Unidos de la voladura de las líneas de gasoductos submarinos rusos que llevaban gas a Alemania.
Hasta ahora, Estados Unidos ha negado recurrentemente su responsabilidad. No obstante, con la investigación del estadounidense Seymour Hersh, ganador del Pulitzer y revelador de historias ocultas como la Matanza de My Lai en Vietnam y las torturas de Abi Graib, se ha exigido una investigación internacional al respecto por parte de Rusia, mientras ha planteado que el sabotaje es un acto de guerra determinando la suspensión el desmonte nuclear. El desenlace de esta situación podría estar mediado por una guerra de mayores repercusiones globales.
Hersh asegura que sus fuentes son de la CIA y que el sabotaje se planeó desde 2021 para evitar que se construyera un arma energética de guerra al lograr que toda Europa dependiera energéticamente de Rusia. Además, detalla que las cargas explosivas se instalaron en junio con el concierto de Noruega y la complicidad de Suecia y Dinamarca pero que solo fueron denotadas tres meses después para generar una desestabilización mayor, dado que se avecinada la época más fría del año y el temor justificaría cualquier acción y acrecentaría el odio y el rechazo hacia las acciones rusas. Incluso al comienzo esta acción fue registrada como una acción unilateral de Rusia para presionar a Europa para que se pusiera de su parte frente la llegada del invierno, lo que logró que en un segmento de la población aumentara el odio y rechazo a los rusos.
A la fecha de la detonación la línea de gasoductos Nord Stream 1 estaba en funcionamiento y la Nord Stream 2 estaba construida pero no lograba superar el veto al interior de la UE para entrar en funcionamiento. Hecho en el que se ha denunciado la injerencia estadounidense. Con la entrada de la segunda línea de gasoductos, Rusia aumentaría el 45 por ciento de sus ingresos y aumentaría la dependencia de la región europea, algo que no fue bien visto por Estados Unidos antes de librarse la guerra en Ucrania.
Tres. La repercusión sobre los precios de los insumos agrícolas y la comida. Esta es la arista que más afecta a los países que menos tienen que ver en el conflicto. Desde finales de febrero cuando estalló la guerra, los precios del petróleo y el carbón se fueron a las nubes y con ellos todos indicadores de las bolsas se pusieron en rojo, incluyendo el macronegocio de las critpomonedas.
Para países como Colombia la situación derivada no es fácil. La producción agrícola se torna insostenible al tiempo que se eleva el costo de vida en el campo y la ciudad. Esto como resultado del precio de insumos como la urea (46 por ciento por 50 kg) que, según el boletín técnico #127 del DANE, tuvo un incremento en su precio minorista en 2022 del 171 por ciento en Bucaramanga, de 150 por ciento en Cúcuta, de 161 por ciento en Ibagué, y de 163 por ciento en Medellín. Para estas mismas ciudades el incremento de precio en 2021 fue respectivamente del 3, 2, 5 y 3 por ciento. Los herbicidas, fungicidas, insecticidas, acaricidas y nematicidas también han tenido un crecimiento sostenido y exponencial.
El precio de los concentrados de alimentos para animales también se ha desbordado. El bulto de 40 kg para cerdos de ceba aumentó un 23 por ciento en 2022 en Tolima, un 26 por ciento en Medellín, un 26 por ciento en Pamplona y un 24 por ciento en San Gil; y solo en enero de 2023, los precios ya habían incrementado en esas ciudades un 34 por ciento, 33 por ciento, 44 por ciento y 50 por ciento respectivamente. Siguiendo esta tendencia el precio del alimento para pollos de engorde reportado en Fusagasugá en 2022 fue de 31 por ciento, en Medellín del 15 por ciento, en Neiva del 26 por ciento y en Cúcuta del 24 por ciento y solo en enero de 2023 el precio ya había aumentado para estas ciudades el 42 por ciento, 30 por ciento, 34 por ciento y 33 por ciento respectivamente.
Estas variaciones de precios implican un aumento descontrolado en el costo de vida y no guardan proporción con la inflación del año anterior estimada en 13 por ciento, el incremento del salario mínimo busca paliar el incremento del año anterior, pero no se atiende el daño generado puesto que el presupuesto familiar no alcanzó para llegar a fin de mes durante casi todos los meses de 2022. A pesar de que el salario sube anualmente, los precios cambian mes a mes como quedó en evidencia con el escándalo de los incrementos desmedidos de la tarifa de la energía o a diario como en el caso de los alimentos.
Es por esta razón, que el modelo de producción agrícola y pecuaria debe transformarse bajo el enfoque de Energías Comunitarias donde la producción agroecológica de alimentos, abonos saludables y producción de concentrados para animales ocupan un lugar importante. No es tarde aún para que en el Plan Nacional de Desarrollo se incorpore la palabra “Agroecología” y “Energías Comunitarias”, se diseñen políticas de fomento y se establezcan metas claras para el cuatrienio, no hacerlo implicará seguir nadando a contracorriente de economía global que se sostiene de la degradación de economías locales.