Por Alberto Benavides Mora, Senador del Pacto Histórico
Colombia en este momento está consolidando un lugar en el escenario internacional y de relacionamiento multilateral que nos había sido negado como país durante mucho tiempo. El resultado de tener una agenda internacional centrada en la mal llamada ‘guerra contra las drogas’ generaba un lugar siempre asimétrico para Colombia en las rutas de cooperación internacional.
Sin embargo, desde un inicio el gobierno de Gustavo Petro se planteó una agenda centrada en el objetivo de hacer de Colombia una “potencia mundial de vida” y en estos meses hemos visto un cambio importante en el lugar que ocupa el país en las discusiones internacionales. Lo evidenciamos en varias esferas del trabajo que se ha adelantado desde distintas instancias.
“El gobierno del cambio” inició su periodo atendiendo la crisis humanitaria y económica en la frontera con la República Bolivariana de Venezuela. Esta política exterior eficaz permitió destrabar discusiones que la sordidez del gobierno anterior no había permitido desarrollar: abrir la frontera, avanzar en el comercio bilateral, proponer agendas conjuntas de seguridad, construir escenarios para asegurar inversión en ambos países, garantías para el tránsito de ciudadanos a uno y otro lado de la frontera, entre otros. Esto fue el resultado de poner la vida de las personas, su economía, sus necesidades de movilidad y de bienestar, en el centro del debate. No afectando la calidad de vida de la gente como resultado de tensiones ideológicas entre ambas naciones.
Después de siete años de interrupción se restablecieron las relaciones diplomáticas y comerciales con Venezuela desde la solidaridad para enfocarse en la vida de ambos pueblos. Todas estas gestiones han concluido en el escenario de diálogo entre el Gobierno de Nicolás Maduro y la oposición venezolana en el Consejo Internacional del que será sede Colombia y en el que participarán más de 15 delegaciones.
Continuando con el periplo de nuestra política exterior tuvimos otro hito en la intervención del presidente Petro ante la Asamblea General de las Naciones Unidas en septiembre del año pasado. Reafirmar unas nuevas prioridades para el país, y también para el planeta, desde el punto de vista de una nación que busca la paz, no solo fue inédito en ese espacio, sino que ratificó que el “cambio por la vida” no solo era un eslogan de campaña, sino una apuesta política con contenido real dirigido a cambiar las prioridades que dirigen nuestra política interna y externa. El liderazgo del presidente Petro ha hecho del país un referente en las discusiones globales sobre reforma a las políticas de drogas, la búsqueda de convergencia regional y estrategias para defensa y protección de los ecosistemas como mecanismo para combatir el cambio climático.
Especial mención merece la política de paz total y el papel que ha jugado el canciller Leyva para lograr los apoyos y consensos internacionales a este esfuerzo por superar las distintas violencias que aquejan al país. El reciente respaldo del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas a nuestra política de paz ratificó que la voz de Colombia, desde los énfasis del programa del “gobierno del cambio”, tiene eco en los círculos más importantes de la política internacional.
Son varios los elementos que dan cuenta del impacto de nuestra política exterior y los diferentes lugares que se han empezado a abrir. La integración y la solidaridad latinoamericana para tener agendas comunes; la agenda de protección internacional del Amazonas y otros ecosistemas estratégicos de la región de la mano del presidente del Brasil, Lula Da Silva, y su próxima visita al país; fortalecer los Centros Binacionales de Atención en Frontera (CEBAF) y comprender a las fronteras como lugares de encuentro y solidaridad para atender las necesidades de desarrollo e integración fronteriza; el esfuerzo que ha hecho el Instituto Colombiano de Antropología e Historia, de la mano de la hoy exvicecanciller Laura Gil, en defensa del patrimonio arqueológico y la repatriación de 531 piezas que estaban en Estados Unidos, Francia, Italia y Reino Unido.
Sumado a todo lo anterior, y contrario a todos los pronósticos catastrofistas que decían que el gobierno Petro-Márquez sufriría de aislamiento por hablar de paz total y de cuidado a los ecosistemas, hoy nuestro gobierno tiene el apoyo de toda una comunidad internacional que quiere aportar a la paz en Colombia. El Fondo Multidonante de las Naciones Unidas para el Sostenimiento de la Paz aprobó un Plan de Inversiones de cerca de USD $55 millones para el 2023 para la implementación del Acuerdo de Paz. También se puso en marcha la misión agrícola y forestal de Corea en Colombia para invertir en investigación y modernización del sector agrícola en el país de cara a la reforma rural. Japón hará inversiones por USD $12.325.014 dirigidas a programas de inclusión social y económica para víctimas del conflicto, campesinos y excombatientes. Finalmente, el presupuesto de la estrategia de cooperación bilateral con EE. UU se estableció en USD $431,497,999.36.
Todo lo expuesto hasta este momento nos da cuenta de cómo las prioridades por la vida que tiene el gobierno de Colombia han encontrado audiencias en escenarios internacionales que no solo son receptivas, sino que ratifican sus compromisos con estas apuestas. La reunión bilateral del presidente Petro con su homólogo Joe Biden, dejó una declaración conjunta en la que Estados Unidos, que no solo reafirma el lugar de relevancia de Colombia para la paz de la región, sino que acepta y reconoce la importancia de las nuevas prioridades del gobierno nacional. El reemplazo de la deuda externa por acciones climáticas; el respaldo a una política internacional de drogas enfocada en la interdicción y no en la persecución del campesinado; la primacía de la lucha contra el cambio climático y la protección de los ecosistemas como una necesidad de las relaciones bilaterales de ambos países muestran cómo con Estados Unidos nos estamos relacionando como pares y no en una subordinación marcada por la guerra y la violencia.
Hoy Colombia avanza en el propósito de hacernos una potencia mundial para la vida.