Bogotá, junio 16 de 2024
Personal de dirección
REVISTA RAYA
Ciudad
Reciban un atento saludo.
Quiero agradecer y felicitar a su medio por la publicación del pasado 9 de junio en la cual denuncian las estrategias perversas de la estructura paramilitar CLAN DEL GOLFO para copar y dominar la zona del SUR DE BOLÍVAR. Contrasta su valiente actitud con la de la inmensa mayoría de los medios de este país, que no solo han sido tolerantes con el paramilitarismo sino que en su silencio y sus sesgadas informaciones y análisis han sido verdaderos cómplices de sus horrores.
La estrategia que ustedes denuncian sobre el Sur de Bolívar, revela que siguen las mismas pautas que en Urabá. Durante muchos años esa estructura paramilitar, la cual ha cambiado varias veces de nombre, compartió con la XVII Brigada del Ejército, sus batallones, la fuerza policial, los organismos de inteligencia estatales y el poder judicial, la perpetración de crímenes de lesa humanidad y prácticas genocidas en cantidades escandalosas, produciendo un enorme baño de sangre y desplazando a cantidad de familias luego de someter la zona a todo tipo de vejaciones: ocupaciones de predios, quemas de viviendas, torturas, desapariciones forzadas, robos de ganado y de cosechas, detenciones arbitrarias, montajes judiciales, campañas de estigmatización, abusos sexuales, profanación de cadáveres y otros muchos horrores, todos los cuales están documentados en tribunales internacionales. Ante la presión persistente de la comunidad internacional y de los organismos de derechos humanos, los últimos gobiernos los obligaron a moderar su accionar e incluso prohibieron que se les siguiera llamando paramilitares, dado que en dicho término se revelaba su articulación con el Estado. Sin embargo, en estricto sentido, siguen siendo auténticos paramilitares. Desde entonces han tratado de construir otra imagen. Ya no patrullan junto con el ejército ni con sus uniformes y los militares se cuidan de estar geográficamente cercanos a los sitios donde el Clan programa sus asambleas extorsivas contra la población. También la fuerza pública se hace ciega y sorda frente a su presencia y sus puntos de control extorsivo de las poblaciones, prefiriendo ocultarse con mecanismos de omisión, evasión y camuflaje. Desde hace un tiempo para acá el CLAN ha ido cooptando a las juntas de acción comunal y para nadie es un secreto que lo hacen con el atractivo del dinero, cuyas cantidades descomunales provienen, como todo el país lo sabe, del comercio y la extractividad ilegal. Han suplantado a todas las instituciones programando construcción de carreteras por encima de toda planeación y licencia, al servicio de multinacionales a las cuales sirven, pero con la aquiescencia “ignorante” o silenciosa del empresariado, las alcaldías, los concejos municipales y los partidos políticos, donde, no dudamos, fluye el dinero mal habido para pagar silencios y manos caídas. Su cinismo ha llegado hasta la usurpación del nombre de uno de los líderes populares históricos de este país, como fue Jorge Eliécer Gaitán, dentro de su estrategia para cambiar su imagen de paramilitares criminales por un discurso que pretende venderlos como organización de defensa de las víctimas de la injusticia. ¿A dónde hemos llegado? ( a llamar “dios” al demonio y “demonio" a Dios). Vale añadir que los crímenes horrendos del CLAN están todos absolutamente impunes. Pobre Sur de Bolívar, ahora sometido a este mismo horror.
No es nada extraño que ahora estos paramilitares quieran refinar su nueva imagen de “defensores del pueblo”, no solo cooptando a las juntas de acción comunal sino creando “grupos de derechos humanos” y organizaciones de fachada democrática para legitimarse. La perversidad de los criminales no tiene límites.
Aplaudo su decisión de denunciar lo que todo el mundo teme hacer.
Fraternalmente,
Javier Giraldo Moreno, S.J.