Por Elmer Montaña
El Fiscal General de la Nación, Francisco Barbosa, y la Vicefiscal, Martha Yaneth Mancera, defraudaron las expectativas de justicia de la inmensa mayoría de los colombianos. Ambos funcionarios dieron un rumbo equivocado a la fiscalía, convirtiéndola en una entidad inoperante, ineficiente y politizada, puesta al servicio de intereses personales y políticos. En sus conciencias quedará haber permitido que Cali quedará a merced de la delincuencia.
Barbosa, se autoproclamó el fiscal más preparado de la historia y juró que perseguiría la criminalidad, especialmente la de cuello blanco. Al poco tiempo cayó presa de las veleidades del cargo y afloró un narcisista extasiado con la imagen de sus gestos displicentes y embriagado por las felicitaciones que el mismo promocionaba.
Mientras nuestro vanidoso fiscal viajaba con su familia en el avión oficial y lograba que le abrieran los almacenes en San Andrés, cerrados debido a la pandemia, el país reclamaba acciones urgentes en contra de la delincuencia organizada, especialmente la que desangra los recursos públicos de manera despiadada.
Desde Cali, diferentes actores sociales y políticos vienen clamando que se investiguen las denuncias por corrupción en la alcaldía, la personería municipal, las empresas municipales y en la imprenta departamental, convertida en una verdadera empresa criminal. Ninguna de las denuncias presentadas ha dado resultados, debido al desinterés de los fiscales a cargo.
En octubre de 2022, el fiscal 85 seccional de Cali, quien tiene a despacho las denuncias por los contratos de alumbrado navideño y la Feria de Cali del año 2020, me dijo que no había estudiado el caso y que no lo haría en el futuro inmediato, debido a que tenía otros asuntos más urgentes. Para colmo, a este mismo funcionario le asignaron las investigaciones por los contratos irregulares suscritos en las Empresas Municipales de Cali, que tanta indignación causaron en la ciudadanía.
Nada hace funcionar la fiscalía en Cali, ni los gritos desesperados de la ciudadanía, ni los frecuentes escándalos de corrupción, que difunden los medios de comunicación, cada vez más inéditos y aterradores.
Cuando Martha Yaneth Mancera fue nombrada vice fiscal, creímos que pondría atención a lo que estaba sucediendo en Cali, debido a que fue en esta ciudad donde inició su labor como fiscal y que conoce de primera mano quienes integran las estructuras delincuenciales en el sector público y la forma como operan, pero al poco tiempo se plegó a la voluntad de su jefe y desde entonces mira para otro lado, allende el mar, silenciosa y sumisa.
Durante más de 4 meses estuvo paralizada la fiscalía en Cali, a raíz la protesta que promovió ASONAL JUDICIAL, debido al insuficiente número de investigadores, asistentes y fiscales. A día de hoy la situación es la misma, con el agravante de que gracias al paro quedaron represados miles de casos en los que no se realizó ninguna actividad investigativa.
Cali atraviesa por una grave crisis institucional y social. El alcalde, Jorge Iván Ospina, quien fue elegido con la esperanza de que se enfocaría en atender las necesidades básicas insatisfechas de un sector importante de la población, y de quien se esperaba absoluta pulcritud en el manejo de los dineros públicos, habida cuenta del peso que la memoria de su padre tiene en el imaginario de buena parte del electorado que lo eligió, terminó inmerso en el fango de la corrupción y el desprestigio.
Jorge Iván Ospina ha sido calificado, de manera reiterada, como el peor alcalde que ha tenido Cali y los hechos demuestran que los mayores beneficiados de su gestión son sus familiares y quienes financiaron su campaña. Son múltiples las denuncias radicadas en la fiscalía por actos de corrupción que lo involucran de manera directa, sin embargo, cuenta con la fortuna de que la fiscalía no tiene interés en adelantar las investigaciones.
Ospina es un impune que se vanagloria de la ineficacia del sistema judicial y la usa para perseguir a sus denunciantes. Es un protegido de la fiscalía que llegará al término de su mandato dispuesto a disfrutar en algún país, tal vez, Canadá, de su envidiable fortuna.
Barbosa y Mancera les negaron a los caleños el derecho a la justicia, nos dejaron en manos de las redes delincuenciales que saquean los dineros públicos a su antojo y con la amarga sensación de que la justicia opera solamente en los casos que atraen rating de sintonía.
Barbosa y Ospina tienen algunas cosas en común, ambos saben disfrutar del poder y ponerlo al servicio de sus familias, porque la familia es primero y les tienen sin cuidado los escándalos. También tienen en común que llevarán a cuestas el desprestigio por no haber honrado sus cargos. La historia se encargará de darles el lugar que merecen.