Por: Freddy Ordóñez
El pasado 14 de mayo se cumplieron noventa años del nacimiento de Roque Dalton y previamente, el 10 de este mes, se conmemoraron cinco décadas de su asesinato. La vida del intelectual y literato salvadoreño es un relato fantasioso, mágico, del que no solamente es el protagonista, sino el principal autor, relato que inicia antes de su nacimiento y va mucho más allá de su vil asesinato. Luis Alvarenga, su biógrafo, recuerda como él afirmaba ser descendiente de Bill, Bob, Emmett y Grat Dalton, Los hermanos Dalton, unos pistoleros que asaltaban trenes en el Viejo Oeste norteamericano a finales del siglo XIX. A su padre, Winnal y a su tío Frank Dalton, Roque los describe en Dalton y Cía. como “dos forajidos simpáticos que, a fuerza de ingenio, van a parar a Guatemala huyendo de Pancho Villa, a quien estafaron con una transacción de armas, y luego a El Salvador”.
Su vida, también es un insólito relato: “cada vez que te arrancaban del mundo / no había calabozo que te viniera bien / asomabas el alma por entre los barrotes / y no bien los barrotes se aflojaban turbados / aprovechabas para librar el cuerpo”, escribió Mario Benedetti, a propósito del fantástico escape del penal de Cojutepeque. Roque fue capturado en enero de 1964 y logró fugarse el domingo 25 de octubre de ese año, día de Cristo Rey, tras el derrumbe de una pared de su celda, tarea que fue facilitada por un temblor. Sale de El Salvador rumbo a México y después de pasar dificultades llega a Cuba.
Incluso, los textos de Roque en los que habla sobre su muerte, están llenos de belleza: “Cuando sepas que he muerto no pronuncies mi nombre / Porque se detendría la muerte y el reposo / […] No dejes que tus labios hallen mis once letras / Tengo sueño, he amado, he ganado el silencio” se lee en Alta hora de la noche. Narraciones que son igualmente maravillosas cuando abordan la muerte de la amada: “[…] El día en que te mueras te enterraré desnuda / para que limpio sea tu reparto en la tierra, / para poder besarte la piel en los caminos, / trenzarte en cada río los cabellos dispersos”. También en los textos que abordan la muerte se encuentra otro rasgo de la poesía de Dalton: su irreverencia. Como cuando afirma, “Yo sería un gran muerto” o al expresar “los muertos están cada día más indóciles […] hoy se ponen irónicos”. Esa irreverencia no es solo un rasgo de su obra literaria, también lo es de su obra política e intelectual.
La vida del ciervo perseguido, como sería descrito Roque a sus 22 años por Alberto Ordóñez Argüello, es una constante narración poética y política, orientada hacia la liberación, lo que lo hacen un autor en el que la literatura va unida a una explícita visión de su época, no se puede escindir a Dalton en dos partes contrapuestas, afirma, con razón, Jaime Barba.
Dejando de lado temas biográficos, es importante exponer tres aspectos de lo que sería la poesía para nuestro autor y dos precisiones sobre su obra. El primero de los aspectos, es que Dalton asume que el contenido ideológico y la trascendencia social de su obra poética está determinada fundamentalmente por dos hechos extremos: el de su larga y profunda formación burguesa (estudió en colegios salvadoreños de élite) y el de la militancia comunista.
Un segundo atributo, es la fidelidad que el poeta debe tener con la poesía, esto es con la belleza. La belleza a la que alude Dalton cuando aborda lo bello, al hablar de la belleza en la obra poética, no es una referencia que abandona los territorios de la forma, en tanto la forma y el contenido “componen la unidad inseparable que configura la obra de arte”. Por ello, dice Roque, “que la belleza es cuestión de la esencia misma de la poesía”, considerando que “el concepto de la belleza y de lo bello como realidades culturales dotadas de ámbito histórico y de raíz social”.
Y, un tercer elemento, son las profundas conexiones entre militancia, vida y poesía, esto es, la existencia de unos fuertes “vasos comunicantes entre vida y poesía, entre ética y política, entre literatura y militancia, entre humanismo y poética, que hacen de Dalton un autor de suma complejidad”. Como indicamos en otro texto, el salvadoreño, de acuerdo con Alvarenga, “se proclama convencido de que él, en lo personal, no podría escribir poesía lejos del ámbito de la política revolucionaria. Puede decirse que concibe a la literatura como algo que tendrá legitimidad en la sola medida en que contribuya a un proyecto de liberación nacional”. De allí que Roque aporta, de una parte, la crítica a la poesía, al lenguaje y al intelectual tradicional; y de otra, la posibilidad de identificación del sujeto de cambio, las clases explotadas, los ofendidos.
Ahora bien, la primera precisión es la amplitud temática de su obra, que abarca diferentes asuntos, de los que Roque es testigo y coautor, como lo expuso en la nota introductoria a su antología personal, su poesía muestra cómo vio “el amor, la lucha, la ridiculez de la burguesía, la tierna mitología de sus padres, sus propias dudas, las cárceles, la proximidad de la muerte, las sutilezas conceptuales de la lucha ideológica, el diálogo, el país enajenado, el placer, las lágrimas, la esperanza férrea”, las cuales presentan una “visión múltiple, diversificada, pero siempre parcial, que cobrará su auténtico sentido solo en el seno de la lucha práctica por la liberación de nuestros pueblos”.
La segunda precisión tiene que ver con un elemento que se destaca siempre de su vida y obra, el humor. Al decir de Eduardo Galeano, “la poesía de Roque era como él, cariñosa, jodona y peleadora”, pero, como advierte Mario Benedetti, el humor de su poesía no debe entenderse de forma superficial, sino como un estupendo fijador de ideas rigurosas y profundamente enraizadas a su conciencia. De esta forma el humor es “un instrumento literario que realza y afiligrana sus temas cardinales”.
Han pasado cincuenta años desde aquel 10 de mayo de 1975, desde entonces hemos pronunciado sílabas extrañas, pero también las once letras de su nombre. El proyecto estético-político del salvadoreño tiene plena vigencia, existe hoy todavía la necesidad de expresar toda la vida en la poesía y de integrar la estética en la lucha emancipatoria, siendo entonces Roque Dalton un interlocutor necesario para nuestra América. El poeta tras su muerte sigue indócil, irónico, sus venas no terminaron con él y su sangre bulle en la sangre de todos los que luchan, de todos los ofendidos, a quienes llegará su turno.
FUENTES CONSULTADAS
ALONSO, Aurelio; & VALMAÑA, Sandra (sel.). Materiales de la revista Casa de las Américas de/sobre Roque Dalton. La Habana: Casa de Las Américas, 2010.
ALVARENGA, Luis. El ciervo perseguido. Vida y obra de Roque Dalton. Tenerife: Baile del Sol, 2021.
DALTON, Roque. El turno del ofendido. China: Ocean Sur, 2015.
DALTON, Roque. Poesía escogida. Antología personal. Caracas: Biblioteca Ayacucho, 2016.
DALTON, Roque. Pobrecito poeta que era yo. Bogotá: Ocean Sur, 2019.
DALTON, Roque. Taberna y otros lugares. México: FCE, 2019.