Por: Andrés Gómez
La COP30 finalizó el pasado sábado en Belém (Brasil), como la mayoría de conferencias precedentes: resultados insuficientes respecto a la magnitud de la crisis climática. Por un lado, se aprobó un nuevo mecanismo de “transición justa”, promovido por los “países en desarrollo”, con la meta de fomentar cooperación internacional, asistencia técnica, intercambio de conocimientos y permitir una transición equitativa hacia economías bajas en carbono. También se definieron indicadores para la Meta Global de Adaptación que serán “voluntarios, no prescriptivos y no punitivos”, y no crean obligaciones legales ni aseguran financiamiento concreto. Pero por el otro, la COP30 fracasó en lo que se esperaba sería su mayor logro: una hoja de ruta vinculante para abandonar los combustibles fósiles. A pesar de que una gran cantidad de países lo exigían, la resistencia de las potencias productoras en un espacio que opera por consenso, impidió cualquier referencia a fósiles en la declaración final. En este contexto de mediocridad, Colombia, con la promoción de la “Declaración de Belém” y el anuncio de una primera e histórica Conferencia para la Salida Planeada de los Combustibles Fósiles hizo concreta la vacía propuesta de Brasil de la “hoja de ruta, y propuso el mayor avance de la discusión climática desde el Acuerdo de París.
La declaración de Belém se aleja de las fórmulas evasivas de las COP, y utiliza el lenguaje claro de la ciencia con las conclusiones del IPCC sobre los combustibles fósiles como los principales responsables de la crisis climática; reconoce además que la producción, el consumo, las licencias y los subsidios a los fósiles son incompatibles con limitar el calentamiento a 1,5 °C. Además, acoge como un hito la opinión consultiva de la Corte Internacional de Justicia, que insta a los Estados a proteger el sistema climático abordando la extracción de carbón, petróleo y gas, y reconoce que la transición exige acción colectiva y esfuerzos complementarios, en coherencia con la CMNUCC, el Acuerdo de París y los resultados del Balance Mundial de 2023. La declaración, firmada por 24 países de todas las regiones del mundo que incluyen a España, Países Bajos, Dinamarca, Irlanda, Australia, México, Chile, Panamá, Costa Rica, Kenia, Camboya, Vanuatu, apoya el llamado que hizo la Presidencia brasileña de la COP30 para avanzar en una hoja de ruta. Y aquí un punto central: destaca “la necesidad de nuevas iniciativas complementarias y de su articulación con los esfuerzos en curso”, abriendo el panorama para la propuesta de Colombia de organizar la primera conferencia internacional sobre combustibles fósiles en abril de 2026.
Este anuncio histórico, en el que Colombia y Países Bajos se proponen como país anfitrión y coanfitrión, fue hecho por la Ministra de Medio Ambiente de Colombia, Irene Vélez Torres, y la Viceprimera Ministra, y Ministra de Política Climática de los Países Bajos, Sophie Hermans, durante una conferencia de prensa de alto nivel en Belém, el viernes 21 de noviembre, el día previo al cierre de la COP30. La Conferencia, que se anunció para el 28 y 29 de abril de 2026 en la ciudad de Santa Marta será el espacio ideal para el diálogo entre las diferentes partes, no solo gobiernos, sino también academia, pueblos rurales e indígenas, comunidades afrodescendientes, sociedad civil, defensores del clima, líderes industriales, entre otros. De acuerdo a la propuesta, el objetivo de este espacio complementario a las COP, es facilitar el camino para una eliminación progresiva, justa y sostenible de los combustibles fósiles, donde se puedan abordar temas cruciales para la transición, como la necesidad de financiamiento, la reconversión laboral, las energías renovables y cómo evitar generación de nuevos extractivismos, y de manera central, los vacíos del marco legal internacional y posibles rutas para avanzar en un eventual tratado sobre la eliminación de combustibles fósiles.
En su decisión final, incluso la dubitativa Presidencia de la COP30 anunció su respaldo a esta Conferencia, definiéndola como el espacio ideal para iniciar el desarrollo de la hoja de ruta para la transición hacia el abandono de los combustibles fósiles. Visto en perspectiva, esta propuesta de “conferencia mundial”, tiene como referentes ejemplos exitosos de cumbres diplomáticas anteriores que han dado lugar a una mayor cooperación internacional para hacer frente a amenazas a la vida en términos globales, como lo fueron la Conferencia de Ottawa que inició el proceso del tratado de minas antipersonales, la Conferencia de Oslo que generó los precedentes para el tratado sobre municiones en racimo y los debates sobre la prohibición de las armas nucleares, para los que se celebraron una serie de tres conferencias, conocidas como la Iniciativa Humanitaria. Todos estos procesos condujeron a resoluciones exitosas en Naciones Unidas. 2024 fue el año más caluroso de la historia, el primero en superar el umbral de 1,5 °C establecido por el Acuerdo de París. Este récord señala una verdad urgente: la ventana para prevenir los impactos más catastróficos del colapso climático se está cerrando rápidamente, por eso es urgente el avance de un instrumento legal vinculante que complemente el Acuerdo de París y que ataque la raíz del problema, los combustibles fósiles.
