Por: Jaime Gómez Alcaraz
Que EE. UU. califique a otros países en temas como lucha antiterrorista, seguridad alimentaria, lucha contra las drogas, comercio o derechos humanos se ha vuelto normal en la política mundial. Pero esto plantea una cuestión clave: ¿con qué base evalúa y juzga Washington a países soberanos?
La idea de “calificar” unilateralmente, en vez de impulsar procesos multilaterales válidos, muestra una disparidad de poder que obedece más a lógicas de imperio que a leyes internacionales. Estas calificaciones, lejos de ser neutrales, son herramientas de presión y dominio, perpetuando la desigualdad entre el Norte y el Sur Global.
Es necesario invertir la lógica: si alguien merece ser objeto de certificación, son los países del Norte Global, y en particular Estados Unidos, en temas como derechos humanos, democracia, medio ambiente, comercio y paz.
Derechos humanos: la contradicción interna
Estados Unidos mantiene la pena de muerte, práctica abolida en la mayoría de las democracias del mundo. Según el Death Penalty Information Center (DPIC), a finales de 2021 había 2.382 personas en el corredor de la muerte en 27 estados y en el sistema federal. Solo en 2024 fueron ejecutadas 25 personas, de las cuales el 48 % eran personas de color, y más del 80 % fueron condenadas por crímenes contra víctimas blancas (DPIC, 2024).
Desde 1972, se han documentado 200 exoneraciones, lo que implica que, por cada ocho ejecuciones, al menos un inocente estuvo a punto de morir. Un sistema con tal margen de error y sesgos raciales no puede pretender evaluar a otros en derechos humanos.
El Infant Mortality Rate (IMR) en EE. UU. es de 5,58 muertes por cada 1.000 nacidos vivos (2020), superior al de muchos países del Sur Global con menos recursos (CDC, 2021). Pero lo más preocupante son las brechas raciales persistentes:
- Madres afroamericanas: 10,8.
- Madres indígenas: 8,2.
- Madres blancas no hispanas: 4,6.
- Madres asiáticas: 3,6.
Estas cifras evidencian un sistema sanitario atravesado por racismo estructural, donde incluso los avances globales en salud infantil se distribuyen de manera profundamente desigual.
Democracia: un déficit de legitimidad
Estados Unidos se presenta como el árbitro mundial de la democracia, pero su propio sistema presenta graves deficiencias. Veamos solo algunas:
- En EE. UU., un candidato puede ganar el voto popular y aun así perder la presidencia. En 2000, Al Gore obtuvo 500.000 votos más que George W. Bush, pero perdió por decisión del Colegio Electoral y de la Corte Suprema (Bush v. Gore). En 2016, Hillary Clinton obtuvo casi 3 millones de votos más que Donald Trump, pero fue derrotada en el Colegio Electoral (FEC, 2017).
- La supresión del voto afecta de manera sistemática a afroamericanos y latinos. Según el Sentencing Project (2022), más de 5 millones de ciudadanos están privados del derecho al voto debido a leyes de exclusión de personas con antecedentes penales, lo que impacta de forma desproporcionada en comunidades racializadas.
- Tras el fallo Citizens United v. FEC (2010), las corporaciones pueden gastar sumas ilimitadas en campañas. En las elecciones de 2020, los gastos superaron los 14.000 millones de dólares (OpenSecrets, 2021), consolidando una “democracia de chequera” donde el poder económico pesa más que la ciudadanía.
- El asalto al Capitolio del 6 de enero de 2021, impulsado por el entonces presidente Trump, mostró la fragilidad institucional de la democracia estadounidense. Lejos de ser un modelo, EE. UU. atraviesa una crisis de legitimidad democrática.
Medio ambiente: la paradoja del contaminador
El Sur Global sufre desproporcionadamente el cambio climático, pese a no ser responsable histórico de las emisiones. Estados Unidos, con menos del 5 % de la población mundial, produce alrededor del 15 % de las emisiones globales de CO₂ (Global Carbon Project, 2023). Su huella per cápita es una de las más altas del planeta.
EE. UU. además ha bloqueado o abandonado compromisos internacionales clave, como el Acuerdo de Kioto, y osciló en su adhesión al Acuerdo de París según los ciclos electorales. Pese a ello, se arroga el derecho de imponer estándares ambientales a otros.
Comercio: tratados al servicio del imperio
El Trade Agreements Act (TAA) condiciona que solo productos de países designados por Washington puedan ser adquiridos por su gobierno (GSA, 2023). Lejos de criterios objetivos, la lista responde a intereses geopolíticos.
Por otro lado, los tratados de libre comercio impulsados por EE. UU. han beneficiado a sus corporaciones multinacionales, mientras que han generado dependencia en países del Sur Global. Según la UNCTAD (2022), estas dinámicas limitan la capacidad de los países periféricos de proteger sus industrias, garantizar soberanía alimentaria o promover desarrollo autónomo.
Paz y seguridad: el mayor exportador de armas
En el reporte del 2023 del Instituto Internacional de Investigación para la Paz de Estocolmo (SIPRI) Estados Unidos es el mayor exportador de armas del mundo, con un 40 % del mercado global entre 2018 y 2022. Su gasto militar supera al de los diez países siguientes combinados. Aun así, se autoproclama garante de la paz.
Además, mantiene un arsenal nuclear masivo y ha liderado guerras de agresión que desestabilizaron regiones enteras. Recordemos Vietnam, Irak y Afganistán solo para nombrar algunos.
La complicidad con el genocidio contra el pueblo palestino, mediante apoyo militar y diplomático a Israel, representa una violación flagrante del derecho internacional humanitario (Human Rights Watch, 2023). Frente a este historial, Estados Unidos carece de legitimidad para “certificar” a otros en materia de paz.
¿Quién debería certificar a quién?
Si aplicamos criterios de justicia, serían los países del Sur Global quienes deberían certificar al Norte Global en:
- Derechos humanos: evaluando la prohibición a la pena de muerte, el racismo estructural y las desigualdades en salud.
- Democracia: señalando no solo los deficientes niveles de participación de la sociedad en la toma de decisiones, sino también un sistema electoral donde el voto mayoritario no siempre decide y el dinero corporativo define la política.
- Medio ambiente: midiendo la responsabilidad histórica en emisiones y la huella per cápita de consumo.
- Comercio: cuestionando tratados de libre comercio que perpetúan la dependencia.
- Paz: criticando la expansión del complejo militar-industrial y la complicidad con guerras y genocidios.
Conclusión
Las certificaciones de Estados Unidos no son neutrales: son herramientas de dominación política que subordinan la soberanía del Sur Global. La pregunta esencial es con qué derecho Washington se arroga esa potestad. Un sistema justo debería basarse en organismos multilaterales legítimos, no en certificaciones unilaterales diseñadas para mantener un orden desigual.
La verdadera inversión consistiría en que el Sur Global certifique al Norte Global en derechos humanos, democracia, medio ambiente, comercio y paz. Solo desde una perspectiva crítica y decolonial será posible avanzar hacia un orden mundial basado en la soberanía, la igualdad y la justicia internacional.