Por: Migdalia Arcila
El movimiento Global Sumud Flotilla ha zarpado rumbo a Gaza. Con 50 embarcaciones conformadas por activistas y voluntarios provenientes de más de 44 países, esta es la misión humanitaria, liderada por civiles, más grande en la historia del bloqueo israelí sobre la Franja de Gaza.
Los palestinos, que por más de 77 años han cargado sobre sus espaldas el peso del imperialismo occidental y el colonialismo sionista, se enfrentan ahora a un horror de dimensiones tan solo comparebles con la Nakba, la serie de masacres y expulsiones masivas que dieron lugar al establecimiento oficial del estado de Israel en 1948. Con el desparpajo que caracteriza a los sionistas, Avi Dichter, ministro de Agricultura y miembro del Gabinete de Seguridad israelí, declaró que “ahora estamos llevando a cabo la Nakba de Gaza”. Plenamente consciente de lo que esta palabra –que en árabe significa “catástrofe”— representa para los palestinos, Dichter pone en evidencia cómo el genocidio en Gaza es una expresión más del proyecto de limpieza étnica sin el cual sería imposible pensar el etnoestado teocrático y facista de Israel.
Si bien la situación actual en Gaza excede los límites de cualquier descripción, nuevamente los sionistas nos ofrecen una clara y muy ilustrativa confesión de sus propias acciones. El ministro de defensa israelí, Israel Katz, declaró públicamente que “las puertas del infierno se abrirán en Gaza”. De los delirios teológicos y la soberbia psicópata de quienes se creen custodios del inframundo hablaremos en otra ocasión, por el momento tenemos que concederle a Katz que su comentario ofrece una imagen bastante acertada de lo que las fuerzas de ocupación israelí han hecho en Gaza. Según la declaración oficial de la ONU, alrededor de 640.000 personas se enfrentan a la etapa más avanzada de la hambruna, etapa en la cual la muerte es inminente. Teniendo miles de toneladas de alimento a unos cuantos kilómetros de distancia, hay más de 12.000 niños y 55.000 mujeres embarazadas en estado de extrema desnutrición. La hambruna de Gaza, diseñada y ejecutada intencionalmente por el aparato militar sionista, fustiga ahora a una población sobre la cual han sido arrojadas 70.000 toneladas de explosivos, equivalente a seis Hiroshimas, desde octubre de 2023.
Mientras los dirigentes de las grandes potencias del mundo, aquellos que tiene el poder y el deber de impedir el genocidio más atroz y mejor documentado de la historia moderna, se limitan a encongerse de hombros o a hacer gestos políticos vacíos, cientos de civiles alrededor del mundo se dirigen en este mismo momento a las puertas del infierno. La Flotilla Global Sumud hace parte de una larga historia de intentos por romper el cerco que Israel ha impuesto sobre Gaza. Entre 2008 y 2016, el Free Gaza Movement envió un total de 31 embarcaciones, cinco de las cuales lograron llegar a las costas de Gaza. Sin embargo, desde 2010, todas las flotillas que han intentado romper el cerco y abrir un corredor humanitario han sido interceptadas y atacadas, en aguas internacionales, por las fuerzas de ocupación israelí. Por supuesto, tras estos ataques, en particular después del asesinato de 10 activstas a bordo de la Flotilla Libertad en 2010, Israel tan solo ha emitido una o dos disculpas patéticas sin tener que enfrentar ninguna consecuencia legal significativa.
Con una valentía que debería ser absolutamente innecesaria en un mundo en el cual los derechos humanos y la ley internacional fueran algo más que poesía, en este mismo momento cientos de activistas civiles de todo el mundo intentan una vez más llevar víveres esenciales a una población que lo ha soportado todo. Las personas a bordo de estas 50 embarcaciones que conforman la flotilla, dentro de las cuales se encuentra una delegación colombiana, han decidido enfrentar a un aparato militar cuya lógica terrorista no conoce límites. Estas personas se suman a los miles de activistas que por casi 20 años han intentado romper el brutal confinamiento al que Gaza ha sido sometida.
Si usted, como yo, se está debatiendo entre la admiración por estos activistas y la indignación por el hecho de que este tipo de iniciativas sean necesarias en primer lugar, si usted, como yo, se siente maniatada en un nudo de contradicciones y mala leche, le recomiendo que ponga su rabia a trabajar. Los sionistas han vivido por décadas de sus mentiras y campañas de hasbara (desinformación), esas que les permiten hacer pasar por monstruos a sus víctimas y legitimar una masacre tras otra. No se sorprendan cuando las fuerzas de ocupación israelí intenten atacar a nuestros activistas colombianos a bordo de la Flotilla Sumud, para luego hacerlos pasar por piratas y bandoleros. A los activistas de la flotilla los podemos cuidar todos, hay que seguirlos en redes, hablar de ellos, replicar sus mensajes, seguir su camino de navegación, estar al tanto de lo que necesitan y cuándo lo necesitan. No se deje convencer de su presunta inutilidad, no mire para otro lado, no se encoja de hombros. Si bien usted y yo no estamos navegando a Gaza, sí podemos proteger y ayudar a los que van a bordo de los barcos, podemos hacer eco de su valentía y del estruendoso fracaso del orden mundial que la ha hecho necesaria.