Por: Mauricio Chamorro Rosero
El 11 de julio de este año se conmemora el centenario del nacimiento del profesor Orlando Fals Borda, una figura central del pensamiento social latinoamericano y uno de los intelectuales más comprometidos con la transformación estructural del país. El profesor Fals Borda no solo fue pionero de la sociología en Colombia y uno de los fundadores de la investigación-acción participativa, sino, también, protagonista de la última Asamblea Nacional Constituyente del país. Desde este escenario contribuyó a inscribir, en la Constitución Política de Colombia de 1991, una visión profundamente democrática, participativa y descentralizadora del ordenamiento territorial.
Dentro de las múltiples preocupaciones del profesor Fals Borda, el ordenamiento territorial de Colombia siempre ocupó un lugar preponderante. Entre sus propuestas más ambiciosas sobre este tema se encontraba la idea de construir una República Regional Unitaria, una forma alternativa de organización estatal que reconoce la diversidad cultural, geográfica y política del país. En lugar de mantener la estructura rígida del centralismo, el profesor Fals Borda planteó una reorganización del país basada en Regiones, Provincias, Territorios Indígenas y Afrocolombianos que rompen con los límites políticos arbitrarios heredados del pasado colonial y del siglo XIX.
En la República Regional Unitaria, las regiones no son simples divisiones técnicas del territorio, sino unidades vivas con identidad histórica, social y cultural propias. El profesor Fals Borda entendía la región como un espacio con cohesión social, capaz de expresar sus propias formas de vida, necesidades y proyectos. A su vez, las Provincias serían el puente entre lo local y lo regional, promoviendo una gestión territorial eficaz, desde abajo y con participación popular.
Aunque la República Regional Unitaria no fue adoptada directamente en la Constitución Política de 1991, los aportes del profesor Fals Borda permitieron dar un primer paso en esa dirección. Además de los acostumbrados municipios y departamentos, el artículo 286 de nuestra Carta introdujo nuevas entidades territoriales: regiones (conformadas por departamentos que comparten proyectos comunes) provincias (como asociaciones de municipios afines) y territorios indígenas.
El reconocimiento de estas nuevas entidades territoriales representa una interesante ruptura con el centralismo y el clientelismo, pues implica el derecho a gobernarse por autoridades propias, ejercer competencias, administrar recursos, establecer tributos y participar en las rentas nacionales. En otras palabras, es una vía para ejercer autonomía real dentro del marco unitario del Estado.
Sin embargo, la implementación de estas figuras ha sido lenta y parcial. Más de tres décadas después, el país sigue atrapado en un anquilosado ordenamiento territorial que no responde a sus realidades históricas ni socioculturales. Y si esto es así, vale la pena preguntarnos ¿por qué sigue siendo tan difícil reorganizar el territorio?
Reorganizar el territorio implica alterar profundamente la distribución del poder y de los recursos. La reorganización amenaza los intereses de élites locales y nacionales, rompe con los mecanismos de control clientelista y pone en cuestión las lógicas extractivas que han relegado históricamente a regiones enteras a la marginalidad. Además, el peso del colonialismo interno –esa estructura que perpetúa desigualdades y formas de dependencia– sigue condicionando nuestras formas de ver y ordenar el país.
Con todo, es importante mencionar que en los últimos años han surgido algunos esfuerzos que intentan materializar la regionalización desde una nueva perspectiva. Las Regiones Administrativas y de Planificación (RAP), por ejemplo, son esquemas asociativos entre departamentos que buscan promover el desarrollo económico y la competitividad regional. Aunque son un avance, su carácter sigue siendo principalmente técnico y no les otorga verdadera autonomía política.
Más cercana a la visión del profesor Fals Borda es la figura de la Región Entidad Territorial (RET), que representa un estadio superior: la posibilidad de que las regiones se constituyan en entidades territoriales con las mismas competencias que hoy tienen municipios y departamentos. La diferencia esencial entre las RAP y las RET es que las primeras planifican, en tanto que las segundas gobiernan. De ahí que el desarrollo de las RET haya sido limitado, en gran parte por la falta de voluntad política para ceder poder a las regiones.
A cien años del nacimiento del profesor Orlando Fals Borda, su propuesta de una República Regional Unitaria sigue vigente, quizá más que nunca. No es una fantasía, sino una hoja de ruta crítica y profundamente democrática para reinventar el Estado colombiano desde sus territorios y sus pueblos. En un país atravesado por la desigualdad, el conflicto y la centralización, pensar el país desde las regiones es, como él lo entendió, una apuesta radical por la paz, la justicia y la dignidad.