Por: Aiden Salgado Cassiani
Para algunos líderes referentes que dirigen los progresismos, es desconocido el pensamiento filosófico, político y hasta militar del martiniqueño hecho argelino al calor de la lucha, cuando en los años cincuenta se vinculó al ejército de liberación argelino (FLN). Allí, en su lugar de trabajo, Hospital Psiquiátrico de Blida-Joinville, este personaje escribió cuatro libros. El último, Los condenados de la tierra, citado en miles de artículos académicos, parece que muchos de ellos buscaron o buscan despojarlo de su esencia política y revolucionaria. Algunos escritores del ejercicio político lo han considerado como el principal referente de los nuevos movimientos de izquierda antisistémica, llegando incluso a afirmar que dicho libro debería ser el nuevo manifiesto comunista de la izquierda alternativa.
En los cien años del nacimiento de Frantz Fanon, Malcolm X y Patricio Emily Lumumba, se realizaron múltiples eventos a lo largo y ancho del mundo. Para nuestro hemisferio quiero destacar el que se celebró en La Habana. En este espacio, a pesar de las circunstancias de la República de Cuba, como recuerdo político y compromiso con un proyecto de cambio revolucionario, nos regalaron a los invitados internacional ponentes, un cuadernillo con apartes de los tres homenajeados de nombre: Panafricanismo y revolución: Lumumba, Fanon, Malcolm X. El texto referenciado de Fanon fue Desventuras de la conciencia nacional, es una versión corregida del libro Los condenados de la tierra.
Este breve y valioso texto es una invitación a pensar en un proyecto político de cambio más allá de los discursos y las diatribas. Su lectura me llevó a realizar análisis comparados sobre la realidad del cambio que vivimos en Colombia y la llegada al gobierno de Gustavo Petro y Francia Márquez. A ellos, así como a sus asesores y líderes de este proceso, les sería muy útil leer a Fanón y aplicarlo. Allí pueden encontrar situaciones que a diario enfrentamos en nuestra realidad nacional.
Fanon nos habla de la conciencia nacional y de su debilidad en el tránsito hacia un proyecto de cambio; del papel de la burguesía en países en transformación y de su relación con la burguesía de las antiguas metrópolis. Igualmente, se refiere a los servicios públicos, mostrando cómo pueden contribuir a un proyecto político, pero también cómo en ese proceso se fecunda la corrupción. Explica, además, cómo estos contextos generan las condiciones para el surgimiento de dictaduras opresoras muy alejadas de las aspiraciones de transformación por las cuales el pueblo ha luchado. La manifestación más clara de esa lucha en Colombia fueron las revueltas populares: el paro agrario de 2013 —que un presidente llegó a calificar como “no éxito”— y las protestas de 2019–2020. Estos escenarios dejaron profundas consecuencias para los manifestantes: muertos, lisiados, desaparecidos y presos, entre otros. Fue un descontento popular que sacudió al país contra más de dos siglos de políticas excluyentes, racistas y clasistas, aplicadas en detrimento de las mayorías. Hoy, ese descontento debe ser interpretado por el actual gobierno alternativo liderado por el Pacto Histórico como una expresión legítima del interés popular.
“Un gobierno que declara su deseo de politizar al pueblo, expresa su deseo de gobernar con el pueblo y para el pueblo. No debe ser un lenguaje destinado a camuflar una dirección burguesa”. Esta síntesis de Fanon es clave para pensar el rumbo de los partidos progresistas, dentro y fuera del Pacto Histórico, y para evaluar cómo, en estos años de gobierno, se ha trabajado la cualificación de las masas populares. Creo que al gobierno nacional le ha faltado apostar por una politización real de las masas, mediante escuelas de formación, publicación de libros, creación de medios de información y fortalecimiento del rol político de los sindicatos, empezando por las entidades estatales. Esta politización hay que desarrollarla incluso frente a la oposición de la derecha.
“El partido no es, no debe ser jamás, la simple oficina política donde se encuentren a sus anchas todos los miembros del gobierno y los destinatarios del régimen. El buró político, con demasiada frecuencia por desgracia, constituye todo el partido y sus miembros residen permanentemente en la capital. En un país subdesarrollado, los dirigentes del partido tienen que huir de la capital como de la peste”. Esa realidad del partido que Fanón denuncia es la misma que constantemente se comenta en bares, barrios, montañas y demás espacios donde circulan las masas, que esperaban más del “gobierno del cambio”.
De otro lado, plantea Fanón: “El partido es un instrumento en manos del pueblo. Es este el que determina la política que el gobierno aplica”. Ese debe ser el papel del partido, y es lo que las bases realmente esperan para que esté a la altura de sus necesidades. El rol del partido, su dirección y la forma en que sus decisiones se reflejan en acciones concretas son claves para materializar las propuestas que lo llevaron al poder. De ese funcionamiento depende la continuidad del gobierno, pues de los resultados surgen tanto los encantos como los desencantos de un proyecto político.
Dice Fanon: “El gobierno nacional, si quiere ser nacional, debe gobernar por el pueblo y para el pueblo, por los desheredados y para los desheredados. Ningún líder, cualquiera que sea su valor, puede sustituir a la voluntad popular, y el gobierno nacional debe, antes de preocuparse por el prestigio internacional, devolverle la dignidad a cada ciudadano, poblar los cerebros, llenar los ojos de cosas humanas, desarrollar un programa humano, habitado por hombres conscientes y soberanos”. Estos seres humanos se forman elevando cada día la conciencia de los ciudadanos, vinculándolos a las decisiones que se toman, haciéndolos partícipes de los espacios y beneficiarios de las políticas públicas. El pueblo debe jugar su papel protagonista.
Y concluyo con esta potente frase de Fanon: “Politizar a las masas no es, no puede ser, hacer un discurso político. Es dedicarse con todas las fuerzas a hacer comprender a las masas que todo depende de ellas; que si nos estancamos es por su culpa y, si avanzamos, también es por ellas; que no hay demiurgo”. Los cambios se profundizan con el pueblo en sus calles, montañas, ríos, barriadas, universidades y otros de sus escenarios naturales.
Desde el Palenque, un cimarrón todavía.