Por: Elmer Montaña
A Francisco Barbosa se le acaba el tiempo en la Fiscalía General de la Nación. Le quedan pocas semanas para hacerle el último favor a Álvaro Uribe: archivar las investigaciones en su contra por las masacres del Aro, La Granja y San Roque, perpetradas entre 1996 y 1997 y por el crimen del defensor de derechos humanos Jesús María Valle, ocurrido el 27 de febrero de 1998.
Barbosa puso la Fiscalía al servicio de Uribe y condenó al desprestigio a dos voluntariosos fiscales, quienes, contra toda evidencia, intentaron infructuosamente que los jueces precluyeran las investigaciones adelantadas contra el expresidente Uribe por los delitos de soborno a testigos y fraude procesal.
Pese a que la judicatura se negó a ordenar la preclusión en este caso, Barbosa le dejó a Uribe servida en bandeja de plata la posibilidad de lograr la prescripción por el paso del tiempo, tal y como lo vaticinaron abogados cercanos al uribismo.
La última jugadita de Barbosa a favor de Uribe consistió en llamarlo a versión libre por varias masacres y el asesinato del Jesús María Valle, anticipándose a la compulsa de copias que en poco tiempo ordenará la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), en virtud de la declaración rendida por Mancuso, en la que lo vincula con estos crímenes.
En principio podría pensarse que el llamado a versión libre es parte de la estrategia conocida como “estallido controlado”, pues la noticia de la apertura de la investigación y el llamado a versión libre por parte de la Fiscalía buscan restarle fuerza al escándalo que se generará cuando la JEP, después de escuchar a Mancuso, compulse copias para investigar a Uribe, pero el asunto va más allá. Lo que realmente busca Barbosa es dejar impune a Uribe en estos casos.
¿Cómo operaría el asunto? veamos: las referidas masacres y el asesinato del Jesús María valle ocurrieron antes de la puesta en vigencia del sistema penal acusatorio, por lo tanto, el proceso debe tramitarse de conformidad con la ley 600, que faculta a los fiscales a precluir las investigaciones.
Después de surtida la versión libre el fiscal puede ordenar la apertura de investigación. En este evento, la Fiscalía llamaría a Uribe para escucharlo en indagatoria y al momento de resolver la situación jurídica se abstendría de imponer medida de aseguramiento. En seguida ordenaría el cierre de la investigación, y al momento de calificar el mérito del sumario dispondría la preclusión de la instrucción.
Las víctimas, que seguramente se constituirán en parte civil, podrán apelar la decisión, pero la segunda instancia es competencia de la Fiscalía delegada ante el tribunal. Si el fiscal de segunda instancia confirma la providencia, la decisión quedaría en firme y el proceso será archivado definitivamente pues adquiere la calidad de cosa juzgada.
El problema son los tiempos, pues el fiscal Barbosa saldría del cargo (para bien del país) en febrero, sin embargo, existe la posibilidad de que Martha Mancera quede encargada de la Fiscalía por algunos meses, mientras la Corte Suprema de Justicia se pone de acuerdo en la elección del próximo Fiscal General de la Nación. A esto aspira Barbosa, según ha confesado públicamente.
Desde luego que esta jugadita generaría un enorme rechazo de la opinión pública, pero ya hemos visto que a Barbosa le tiene sin cuidado lo que piensen de su gestión y de la ayuda que le ha brindado a Uribe en los procesos en su contra.
Cuando la Fiscalía fracasó en el primer intento de lograr la preclusión por el delito de soborno a testigos y fraude procesal nadie imaginó que, al cabo de unos meses, el fiscal cometería la insensatez de intentarlo de nuevo.
Barbosa es un tipo soberbio, narcisista, arribista y mediocre, que puso la Fiscalía al servicio del uribismo con la esperanza de ser ungido candidato a la Presidencia de la República en representación de la rancia clase política tradicional. Presa de la soberbia, no es consciente que el servilismo y abusos en que incurrió como fiscal generan desprecio y desconfianza, especialmente por parte de quienes lo utilizaron. Nadie querrá tener como presidente a una persona que tuvo en sus manos la facultad de impartir justicia y terminó cometiendo atropellos y amparando criminales. Barbosa será olvidado tan pronto deje el cargo, porque esa es la suerte que corren los sátrapas. Él no lo sabe, por eso cree que, al ayudar a Uribe, la derecha quedará rendida a sus pies.
La Corte Suprema de Justicia tiene en sus manos una buena terna de prestigiosas abogadas. Cualquiera de ellas sería una magnífica Fiscal General de la Nación, inclusive la que resulte en segundo puesto podría ser tenida en cuenta para el cargo de vice fiscal. La calidad de las aspirantes puede permitir que el alto tribunal elija rápidamente fiscal y de esta manera salirle al paso a la pretensión de Barbosa de dejar atornillada a Martha Mancera como fiscal general encargada, mientras entierran los procesos contra Uribe.
En consecuencia, el éxito de la jugadita dependería del tiempo que la Corte se demore en elegir el reemplazo del peor fiscal que ha tenido el país, habiendo tenido unos muy malos, pero muy malos.