Por: Élmer Montaña
La propuesta del presidente Gustavo Petro de convocar a una Asamblea Nacional Constituyente (ANC), para lograr por esa vía la aprobación de las principales reformas que prometió en su campaña debe interpretarse como la respuesta a la postura irracional de la oposición que logró conformar un bloque mayoritario de congresistas, confabulados en la tarea de impedir que se debatan y aprueben los proyectos presentados por el gobierno nacional a través de su bancada parlamentaria.
La irracionalidad de la oposición estriba en las mentiras y falacias sobre las cuales ha construido una narrativa que describe al presidente como un delincuente, drogadicto y pervertido cuyo único interés es perpetuarse en el poder e imponer un modelo dictatorial con el apoyo de los grupos al margen de la ley.
Ninguno de los voceros de semejante ruindad ha presentado una sola prueba al respecto porque no la necesitan, pues el objetivo que buscan es la difusión de estos vejámenes ocultando, por supuesto, los logros en diferentes renglones de la economía y muy especialmente en el incremento del empleo, la entrega de tierras a campesinos y víctimas del conflicto y la disminución del hambre.
La oposición usa la mentira y el engaño como una herramienta para desprestigiar las reformas, con argumentos absurdos, disparatados y muchas veces infantiles que al cabo resultan efectivos debido a la rapidez como se difunden en Internet.
Congresistas, ex presidentes, jefes de los partidos políticos, líderes gremiales, periodistas y medios de comunicación opositores y todos sus seguidores y replicadores, buscan empeorar las cosas creando un clima de miedo, incertidumbre y desesperanza, usan este medio como el gran vehículo para transportar falsas noticias en contra de las propuestas que tramita el gobierno, a pesar de quedar en evidencia rápidamente con hechos y datos contundentes, e incluso no temen ser desenmascarados en el debate público y racional, lo que en realidad los motiva es crear el caos y provocar un eterno malestar en la ciudadanía que se traduce en falta interés en lo público y aversión a la política.
Todo lo convierten en barullo, en sátira grotesca, en una caricatura repulsiva de la realidad, en ruido ensordecedor, en mensajes que embrutecen y contaminan.
En la situación actual, perdió valor la idea socrática según la cual lo importante es encontrar la verdad aunque provenga del contradictor. Esto ha conducido a una dislocación de la estructura argumentativa y, por lo tanto, a una degradación del pensamiento lógico. La promesa de racionalidad de los filósofos de la ilustración que consideraban que el remedio para poner fin a los conflictos consistía en la creación de un lenguaje rigurosamente definido con reglas de inferencia explicadas con claridad basadas en la verdad, se encuentra con el grave problema de una sociedad apabullada, aturdida e intoxicada por los medios de comunicación y las redes sociales.
Miles de ciudadanos salen a protestar convencidos del engaño “tenemos el mejor sistema de salud del mundo y nos los van a quitar para que volvamos a las épocas del Seguro Social, y ¿sabes qué era el Seguro Social? No lo sé, pero era horrible, tenemos que sacar a Petro de la presidencia porque va a cerrar las iglesias, va a expropiar a los empresarios para entregar sus bienes a la guerrilla, le quitará la pensión a los jubilados, quiere destruir las Fuerzas Armadas para que Venezuela nos invada y convierta en una colonia, es el demonio que debe ser combatido por las fuerzas del bien, va a meter a la cárcel a todos los opositores, es un comunista y punto”.
Estas quejas carecen de fundamento y si nos detenemos en ellas se advierte que también de lógica y sentido común, pero son tan frecuentes y difundidas que muchos las consideran ciertas e incontrovertibles. Son la expresión de una irracionalidad desbordada, creciente y ausente de reglas.
La ANC es un instrumento legítimo, el mecanismo por excelencia de participación democrática porque apela al pueblo en calidad de constituyente primario para que decida su futuro. Tal vez, pueda ser un arma de doble filo, pues debido a la escasa formación académica y política de millones de colombianos y a la constante manipulación de que son objeto, el pueblo puede llegar a tomar las peores decisiones. Pero estos riesgos no deslegítiman la propuesta, ni la convierten en una amenaza.
Petro dejó abierto un debate al que tenemos el deber de acudir en un intento por resolver los grandes problemas del país. La ANC no es un escenario para medir fuerzas a punta de coscorrones, tampoco es un salto al vacío. Podemos verla más bien como la posibilidad para enderezar el rumbo, modernizar las instituciones, poner fin a la guerra fratricida, mejorar la calidad de vida, especialmente de los más pobres y destruir las estructuras de corrupción enquistadas en el Estado y la sociedad.
El pensamiento lógico ha sido insuficiente para alejarnos de la irracionalidad porque la despojaron de la verdad. Pero no podemos abandonarla a su suerte porque terminaríamos encerrados en un manicomio con 2 mares y 3 cordilleras. Si queremos salir de la oscuridad debemos rescatar la verdad, actualmente atrapada en la aldea de los mentirosos, solo así podríamos discutir en sana lógica que es lo que más le conviene al país. Para esto es necesario que dejemos a un lado el odio, la mezquindad y los miedos, de esta manera, podríamos ordenar nuestros pensamientos y lograr acuerdos razonables sobre los temas que sean sometidos a consideración de la constituyente.