Por: Aiden Salgado Cassiani
Este fin de año he venido reflexionando sobre la necesidad de escribir acerca de la reforma a la Ley 70 de 1993 o Ley de Comunidades Negras. El artículo de Jimmy Viera, La reglamentación de la Ley 70 va por mal camino, me motiva aún más a hacerlo. En ese texto, Viera deja sentada una posición frente a la forma como se está llevando el proceso de discusión de la reforma a la Ley de Comunidades Negras en el seno del Espacio Nacional de Consulta Previa. Estando o no de acuerdo con lo planteado por el activista babalao, creo que hay que prestarle atención a ese escrito, el cual sustenta sus afirmaciones con pruebas.
Para nadie es un secreto la necesidad de reformar la Ley 70, lo cual también constituye un compromiso y un acuerdo de este gobierno con las comunidades negras, y eso se debe cumplir, pero no a cualquier costo ni de cualquier manera, y menos con gastos exuberantes que podrían ser útiles para resolver algunas de las necesidades de nuestras comunidades. Hoy, como está planteado el tema, no puede quedar supeditado a transacciones económicas ni al unilateralismo del gobierno. Creo que se deben agotar todas las opciones antes de tomar una decisión tan relevante como reglamentar por decreto los capítulos que le faltan a esta ley, y en caso de que esa sea la última opción, dicha propuesta debe tener presentes los diferentes documentos que se han elaborado sobre el tema. Además, se debe crear un escenario con diferentes actores, incluidos personas del ENCP, miembros de la Consultiva, organizaciones, activistas y académicos, después de un proceso que no debería generar un gran costo económico.
Creo yo que, aparte de reglamentar la Ley 70, se deben reglamentar los escenarios de participación del pueblo negro, empezando por la Consultiva, el Espacio Nacional de Consulta Previa, la Comisión Pedagógica, el espacio de estudiantes representantes del Fondo Especial de Créditos Condonables e, inclusive, la participación en las curules afro a la Cámara de Representante. Su reglamentación debe dejar clara la forma de elección, así como la calidad de los participantes y su período. Soy de los convencidos de que debe existir un orden en el marco de la ley y en las aspiraciones del pueblo negro, más allá de sus representantes. Dentro de su reglamentación deben existir límites de participación, y cada espacio debe tener sus participantes elegidos de forma democrática, sin que una misma persona ocupe varios espacios de representación.
Estos escenarios deben llenarse de pueblo; eso los hace más democráticos, incluyentes, participativos y realmente representativos. Existen en nuestras comunidades muchos líderes que pueden distribuirse para participar en estos espacios, lo cual permite un mejor desempeño del trabajo, ya que cada escenario tiene obligaciones y objetivos definidos.
El llamado a definir reglas claras en estos espacios no es un capricho; es una realidad que salta a la vista. Esa reglamentación, creo, le traería mayores resultados al pueblo y a sus dinámicas organizativas y sociales y, por ende, mejores resultados para las comunidades, que en últimas son las que esperan mejoras en sus condiciones y calidad de vida.
Creo que hay ejemplos de funcionamiento de escenarios que pueden servir como referentes. Un caso es la forma como se participó en la negociación de paz en La Habana, Cuba, que dio como resultado el capítulo étnico, el cual considero uno de los triunfos más importantes para el pueblo negro en términos de alcance en derechos. No son apreciaciones subjetivas; están los resultados.
El capítulo étnico ha sido el soporte jurídico para la inclusión de población negra e indígena en la JEP, en la Unidad de Búsqueda de Personas Dadas por Desaparecidas y en la Comisión de la Verdad. Incluso, facilitó la presencia de más gente negra en el Congreso de la República por medio de las curules de paz. Además, trajo inversiones económicas a nuestras regiones incluidas en los PDET, que contemplan proyectos y planes de desarrollo rural, los Planes de Acción para la Transformación Regional (PATR), que en total son 16.
Para la reflexión: si quienes fuimos a La Habana, Cuba, a imponer en la mesa de negociación la participación de la gente negra, lo que dio como resultado el capítulo étnico —lo cual se cuenta en un texto que escribí—, hubiésemos pedido consulta previa, no creo que el resultado fuera el que hoy tenemos. El costo de nuestra participación no llegó a 100 millones de pesos. La forma de participación que han tenido las comunidades en los territorios, a través de los mecanismos especiales de consulta (MEC), donde son elegidos líderes de sus territorios que representan sus problemas, es otro ejemplo de buenas prácticas participativas de las comunidades.
El empoderamiento del pueblo negro pasa por el fortalecimiento de sus espacios de interlocución, con mayor democracia y participación directa y colectiva, por un poder negro real que se refleje en un trabajo comunitario que genere transformaciones en nuestras comunidades negras, afrocolombianas, raizales y palenqueras.
Desde el palenque, un cimarrón todavía.
