Por: Medófilo Medina
Con el sol a las espaldas
El gobierno de Gustavo Petro y Francia Márquez carga ya con la imagen del “sol a sus espaldas”. Con su astucia y esa frase, en diciembre de 1977, el entonces presidente López Michelsen logró en una reunión que realizaba con altos mandos militares devolver sin abrirlo un documento que había llevado el ultrarreaccionario general Luis Carlos Camacho Leyva. La vergonzosa gloria le quedaría al presidente Turbay Ayala quien, pocos días después de su posesión, recibió el Estatuto de Seguridad de manos del mismísimo General Camacho Leyva, a su vez designado ministro de Defensa. El sol a las espaldas quizá no sea la fuente de energía que requiere la elaboración de programas nuevos, pero puede brindar la tranquilidad que la elaboración de balances demanda.
Necesidad de un balance
Desde el público deben adelantarse los balances sobre la gestión de los gobernantes y algunos de sus programas. Hoy uno de esos balances necesarios es sobre la Paz Total. Fue un plan original que, más allá de fórmulas doctrinarias, partió de la convicción de que es preciso buscar la paz con todos los que hacen la guerra, independientemente de si levantan banderas políticas o dan muestras del desnudo interés por el lucro. La paz con las guerrillas que, de entrada y no integralmente con razón, se asume como negociación política, y la paz con estructuras violentas, bandas de alta criminalidad y productoras de notable impacto que buscan ante todo el enriquecimiento.
Destinatario “faltón”
Ya en la campaña electoral Petro destacó al ELN como un destinatario privilegiado para su búsqueda de acuerdos de paz. Obran diversos factores que convertirían este empeño en objetivo razonable, casi obvio. Pero un balance histórico elemental de las posiciones asumidas por esta guerrilla en diversos episodios en los que ha concurrido con diferentes gobiernos a conversaciones de paz muestra que estos han terminado en un fiasco: los diálogos con el gobierno de Gaviria suspendidos en 1992, las negociaciones bajo la presidencia de Pastrana interrumpidos en 2002, la suspensión de los diálogos en el periodo de Uribe en 2007, el fracaso de las negociaciones con Juan Manuel Santos días antes de la posesión de Iván Duque, y el levantamiento de la mesa de negociaciones en 2019.
En unas ocasiones no se cumplía la condición puesta por los practicantes del rito helénico del acompañamiento de la Sociedad Civil a las conversaciones. Y esto como si no fueran los guerrilleros los que más tenían que hacer para convencer a la opinión nacional sobre la necesidad de su acompañamiento a las negociaciones de paz, y no necesariamente los gobiernos. Pero bien: recientemente se aceptó que la sociedad acompañaría las conversaciones. ¡¡Y resulta que esa no era la condición clave!!
Una y otra vez el ELN muestra su entusiasmo por las conversaciones y siempre repite la historia, sale de ellas con uno u otro pretexto. La paz solo puede lograrse si, antes de las conversaciones, han llegado tanto los insurgentes como el gobierno de turno a la convicción sobre la firma de la paz. Seguí desde el comienzo las diversas tentativas de acuerdo entre el Estado y las FARC-EP. Yo entendía que la jefatura militar y política de Manuel Marulanda Vélez era un elemento clave para el éxito y que, mientras el comandante se mantuviera con vida, eran más ciertas las posibilidades de la paz dado su incontrovertible poder político y militar sobre las FARC. Luego me di cuenta que en mi previsión yo no tenía razón, y que mientras Marulanda estuviera con vida no se daría la dejación de las armas. En verdad Marulanda no tenía nada que esperar de la paz. No se le ocultaba que él no tenía condiciones para iniciar una carrera política. No era persona a quien le pudiera llamar la atención ir a pasar la etapa final de vida a Cuba o a París. Tampoco abrigaba el entusiasmo por recibir tierra para ensayarse como empresario agrícola. Al contrario, me llené de esperanza cuando, muerto Marulanda, le escuché una declaración al comandante Catatumbo que decía: “de esto tenemos que salir”. Se refería a la lucha armada.
El poderoso factor que disuade al ELN
Mientras desde la droga siga fluyendo dinero en abundancia, el ELN no vacilará en montar una y otra vez sus escenarios bélicos. No resulta sorprendente que luego de las recientes conversaciones haya abierto su guerra en la región del Catatumbo, donde se enfrenta con bandas armadas o con disidencias de las FARC, igualmente involucradas con la droga. Por supuesto la población de las regiones de estas guerras sufre la muerte, es objeto o bien de los desplazamientos masivos o de los confinamientos. La ACNUR reportó 52.000 víctimas de desplazamiento forzado, y otras 27.600 confinadas o con restricciones en su movimiento.
A lo largo de su historia el ELN ha cambiado sus banderas políticas de modo que les resulte más cómodo operar de manera aparentemente adecuada a su accionar militar. Inicialmente fue el altísimo objetivo de la ‘Revolución’. Luego sería el impreciso motivo de la ‘Resistencia’ iniciada hacia la segunda mitad de los setenta y renovada en el 2006, y en el pasado más reciente, por los años 90, la participación en la lucha de los pueblos del mundo contra el dominio del Gran Capital Internacional.
Lo que el presidente Petro debería haber sabido
Cuando el presidente Petro proclamó su política de la Paz Total, previamente a su formulación debía haber repasado esa historia político-militar del ELN. Sin ese ejercicio lo predecible era lo que se produjo: el fracaso. El juego de los Elenos involucra siempre diversos escenarios en diferentes países: en este caso Venezuela, México, Cuba. Logra que el descrédito de las políticas de paz de Colombia alcance el nivel internacional. Cualquiera puede pensar que un fracaso no debe condenar el intento. Pero es preciso tener en cuenta que cada fracaso debilita la confianza en el camino de la paz negociada.