Por: Migdalia Arcila
Una de las lecciones más importantes y mejor difundidas en la historia del feminismo, es la idea de que la condición de ser mujer es una construcción social. Sin embargo, el feminismo que centra las voces y perspectivas de las mujeres económicamente privilegiadas del Norte Global –el feminismo blanco—, ha sabido vaciar de sentido esta lección. El feminismo blanco se caracteriza por la ceguera económica y política que desvincula la opresión sistemática de las mujeres de las estructuras capitalistas y colonialistas en las cuales estamos inmersas. Ese mal llamado “feminismo”, es una perorata pobre de contenido que no solo inviabiliza las experiencias de mujeres pobres y racializadas, sino que además ha sido cómplice de grandes atrocidades.
Una perfecta ilustración de las perversidades a las que puede llegar el feminismo blanco es la propaganda sionista que presenta a las mujeres miembros de las fuerzas de ocupación israelí como un ejemplo de fortaleza femenina. Este es un tipo de feminismo que no tiene absolutamente nada que ver con una lucha por la igualdad social, sino que por el contrario, florece en la despolitización de las ideas feministas de base. Entonces, tenemos a actrices de Hollywood, como Gal Gadot, posando orgullosa con su uniforme de las fuerzas de ocupación israelí en una supuesta demostración de empoderamiento, mientras al mismo tiempo Israel sistemáticamente tortura y asesina mujeres y niñas palestinas.
El feminismo es anti-colonialista y anti-imperialista o no es absolutamente nada. Palestina es probablemente el ejemplo más claro de cómo las mujeres son especialmente victimizadas en la intersección de diferentes formas de opresión. Sin embargo, este no es el único caso. En noviembre del año pasado, más de 130 mujeres cometieron suicidio en Sudán para escapar de las brutales violaciones perpetradas por las Fuerzas de Apoyo Rápido, grupo paramilitar que recibe financiación de los Emiratos Árabes Unidos. La guerra en Sudán ha dejado aproximadamente 150.000 muertos y una de las cifras más altas de desplazados internos en el mundo. El feminismo tiene el deber de entender cómo los intereses de diferentes potencias mundiales, por apropiase de los recursos del Sur Global, en este caso del oro de Sudán, crean las condiciones socio-económicas que dejan a cientos de mujeres en la encrucijada de escoger entre el suicidio o la violencia sexual.
Este 8M no me interesa marchar con las que no han dicho una sola palabra en protesta contra el genocidio en Gaza y la ocupación de Palestina. No me interesa escuchar a las que creen que las 130 mujeres sudanesas que se arrojaron a un río, no tienen nada que ver con ellas o, peor aún, que son víctimas de esas guerras que arman los africanos porque sí, porque son gente que no sabe vivir de otro modo. No me interesa alzar el puño y cantar proclamas con las que siguen creyendo que el feminismo es un pin en una maleta o una actitud para salir de fiesta. Este 8M me uno a las que se saben socialmente situadas, en su raza, en su clase, en su idioma, en su religión, en su momento histórico y en su deber de no comprarse discursos institucionalizados y selectivos que no liberan ni liberarán a ninguna.